Espiritu Santo

Publicado el 2023-05-31 In Columna - Manuel de la Barreda

Alma de mi alma

Por Manuel de la Barreda, Madrid, España • 

“Alma de mi Alma”. Así llama el P. Kentenich en su oración al Espíritu Santo (Hacia el Padre, 639), el defensor que promete Jesucristo a los apóstoles (Jn 16, 7), que les hará entender toda la enseñanza de Cristo y por su medio podrán hacer grandes prodigios. “A los que crean, los acompañarán estas señales: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en la mano y, si beben algún veneno, no les hará daño; aplicarán las manos a los enfermos y quedarán sanos”. (Mc 16, 17-18). —

Así se describe en el Evangelio, pero muchas veces lo relegamos y olvidamos. Rechazamos, en virtud de la racionalidad, estas maravillas que Dios nos otorga.

Los hombres somos limitados y no podemos abarcar toda la grandeza de Dios. Nos sentimos abrumados por la misma y a medida que hemos ido complicando nuestra vida y haciéndola más racional, nos hemos ido apartando de aquello que es la verdad.

Nos sentimos más cómodos rezando a la Virgen María, pues entendemos lo que es una madre. O al Padre, por lo mismo. Y al mismo Jesús, hombre, al fin y al cabo, pero el Espíritu Santo se sale de nuestro alcance.

“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.” (Mt 11, 25-26). Quién es sencillo entiende a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Vive su amor y disfruta de sus dones, que nos ofrece, gratuitamente, incluso de los más asombrosos para nuestro raciocinio.

Nuestros hermanos de la Renovación Carismática sí que viven estos dones y disfrutan de ellos. Alaban sin cesar a Dios, y este, a través del Espíritu, obra maravillas.

Alma de mi alma

Nuestra misión es anunciar el Evangelio en la vida real

Pero no nos olvidemos de una cosa. La misión más importante que Jesús nos da antes de subir al cielo. “Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado”. (Mc16, 15-16). Antes de los signos que nos acompañarán, antes de expulsar demonios o ser inmunes a los venenos, nuestra misión, nuestra principal misión es anunciar el Evangelio para que nuestros hermanos crean, se bauticen y se salven. Entonces la pregunta es ¿Estoy haciendo lo que el mismo Jesús me manda? Tal vez no sea un gran predicador ni tenga una tribuna donde hacerlo, pero ¿y mi vida?

“Tu vida es la única Biblia que muchas personas leerán” dice un dicho anónimo. Es ahí, en mi vida, donde puedo dar vida, valga la redundancia, al mandato de Jesús. En mi trabajo, en mi vida social, con mis amigos, en mi familia, en mi comunidad de vida, en mi oración, en mi devoción, en mi alabanza, en mi limosna, en mi sacrificio, en mi generosidad, en mi entrega, en mi perseverancia, en mi humildad, en mi perdón, en mi alegría, en mi buen humor, en mi canto, en mi llanto, en mi duelo, en mi tristeza, en mi esperanza… en todos y cada uno de los aspectos de mi vida puedo proclamar el Evangelio de Jesús.

Y el Espíritu Santo obrará maravillas

¡¡¡Hagámoslo!!! Él, Jesús, ha dado su vida por mí, me ama y cuenta conmigo. Me regala a su Madre, la Mater, que me acompaña y educa. Hagamos orgánica nuestra vida.

Ahora, el amor de Dios por nosotros, que es su Buena Nueva, es un amor paciente y conocedor de nuestra realidad. Por eso “solo” nos pide creer en él y anunciarle. Del resto ya se ha encargado en la cruz. Cuenta con nuestro pecado y debilidad, aunque no por ello quiere que nos abandonemos en ellos, sino que intentemos serle fieles y coherentes en la medida de nuestras posibilidades. En Jn 8, 11, Jesús a la mujer adúltera le dice “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. No nos condena. Sabe de qué pasta estamos hechos. Pero nos pide acción, esfuerzo, sabiendo que solo con él, y no por nosotros mismos, seremos capaces de seguirle.

Y el Espíritu Santo obrará maravillas.

Galilea

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