Publicado el 2014-11-14 In Temas - Opiniones

Somos esos santuarios vivos desde los que Ella se dona a los hombres

P. Carlos Padilla. Llegamos al final de un año de gracias, de un año de vida, de un año de esperanza. Hemos podido celebrar el jubileo en Schoenstatt, en Roma, en España. Los que pudimos ir a Schoenstatt nos reunimos como Familia llegada de todos los rincones del mundo. Nos detuvimos ante el Santuario original con el corazón lleno de agradecimiento. Era necesario vivir ese día. Algunos pudimos estar allí. Otros lo hicieron desde sus santuarios filiales o santuarios hogar. Pero a todos nos toca renovar nuestra alianza de amor en el corazón, en lo más hondo del alma. El jubileo quiere ser ese encuentro personal y profundo con Dios y con María. Queremos ahora agradecer por lo vivido. Seguro que Dios ha superado con creces lo que imaginábamos que iba a ser el jubileo. ¿Qué regalo concreto, quizás escondido, nos ha dado María en estos días de jubileo, en Roma, en Schoenstatt, en nuestro hogar? ¿Qué le hemos entregado el día en que renovamos la alianza?

Ese día María dejó su Santuario y salió a buscarnos

De eso que hemos regalado, de todo lo que está enterrado en el Santuario, bajo la mirada de María, de nuestro sí personal y concreto, depende la fecundidad de este jubileo. Es el capital de gracias entregado en silencio, con humildad, con alegría y sencillez. Ese día María dejó su Santuario y salió a buscarnos. Nos dijo que sí, que nos amaba con todo su corazón. Nos dijo que lo importante ocurre en el silencio del alma. Allí donde nos habla Dios. María vuelve a nuestra tierra sagrada, a nuestro corazón enamorado. Quiere construir con nuestro barro, trabajar la piedra de nuestra vida. Cuenta con lo que hay, sueña con lo imposible. Hace cien años les decía el P. Kentenich a los primeros congregantes: «Sé que construyendo sobre lo que hemos alcanzado hasta ahora, haremos grandes progresos». Así fue con ellos. Así será con nosotros. Con lo que hemos logrado hasta ahora en los años de alianza que llevamos vividos, María hará grandes milagros. Volvemos a decirle que sí. Que estamos dispuestos. Que la amamos. Le volvemos a entregar el corazón. Hemos pasado el umbral de este siglo. Ahora se abre un nuevo tiempo. Un nuevo día, un nuevo año. María le ha dicho que sí a nuestra vida. Tal y como es. Con su riqueza y su pobreza. Con sus heridas y talentos. Nosotros le hemos dicho que sí a Ella y que sí a nuestra historia. A nuestra vocación y a nuestra herida. A nuestro camino y a nuestros miedos. Nos hundimos en las raíces de esa tierra sagrada. Sembramos con sencillez nuestro corazón vaciado de egoísmos. Nos hicimos niños, congregantes, hombres. Besamos la cruz negra dispuestos a dar la vida. Porque sabemos que la vida que se guarda se pierde. Y asumimos las palabras del P. Kentenich: «Debemos creer en el Reino de Dios, en su realización en el cielo. Sin embargo, ¿no tenemos también la tarea de ayudar en la edificación, en la constitución del Reino de Dios, de la Ciudad ideal, ya aquí en la tierra, con la ayuda de todas nuestras fuerzas, incluso en estos tiempos difíciles que atravesamos?». Decimos que sí a la alianza con María. Sí a nuestros pasos torpes y valientes. Sí a María, que es nuestra Madre. Llegamos cargados de vida. Nos volvemos llenos de esperanza. Dejamos una red llena de rostros. Nos traemos una red que nos une como Familia, simbolizada en la cruz de la unidad.

En Roma hemos vivido la invitación del P. Kentenich a amar nuestra Iglesia. Él siempre amó la Iglesia

Allí el Papa Francisco nos ha recibido y nos ha regalado un encuentro íntimo y cercano con un padre. Nos ha escuchado, nos ha acogido y nos ha abierto nuevos horizontes. Nos ha recordado nuestra vocación mariana: «Madre no sólo que nos da la vida sino que nos educa en la fe. Es distinto buscar crecer en la fe sin la ayuda de María. Es otra cosa. Es como crecer en la fe sí, pero en la Iglesia orfanato. Una Iglesia sin María es un orfanato porque María es la que ayuda a bajar a Jesús. Lo trae del cielo a convivir con nosotros». Y nos ha invitado a ser fieles a nuestra vocación de dar la vida. Estamos llamados a forjar un nuevo mundo en Cristo. Un mundo nuevo a través de las manos de María. Nuestra vida de alianza quiere forjar una cultura de alianza, una cultura de encuentro, en esta tierra de tantos desencuentros. Nos decía el Papa: «Tenemos que trabajar por una cultura del encuentro. Una cultura que nos ayude a encontrarnos como familia, como movimiento, como Iglesia, como parroquia. Siempre buscar cómo encontrarse». No es fácil vivir unidos, crear lazos, perdonar, aceptar, integrar. Muchas veces, porque nos creemos más, porque nos pesa el orgullo, porque no queremos perder nada, acabamos desuniendo. María es unidad. Ella siempre unió, siempre nos une.

Nuestra vocación es el servicio desinteresado, pobre, sencillo

El Papa nos invita a ser puentes, lugar de encuentro, hogar de alianza. El Papa nos ha pedido que salgamos de nosotros mismos, que nos descentremos. Porque el peligro en la vida es pensar que estamos en el centro, que Schoenstatt es el centro de la Iglesia, que las cosas pasan porque nosotros estamos ahí y las hacemos. Pero no es así. Nuestra vocación es el servicio desinteresado, pobre, sencillo. Estamos para unir, para servir la vida, para salir y llegar a las periferias. No queremos contentarnos con cuidar la vida que Dios nos ha confiado. Vamos más allá. Buscamos el encuentro con los que no están cerca, con los que no creen, con los que no conocen el Santuario como hogar. No podemos guardarnos el tesoro que hemos recibido gratis. Comienza nuestra misión. María nos envía a ser fieles a nuestra misión en el mundo.

En el Vaticano, contemplando el inmenso cuadro de María, fuimos conscientes de nuestra pequeñez y de la grandeza de nuestra misión. Allí le dijimos que sí de nuevo a María. Se lo dijimos en su pequeño Santuario una semana antes. Volvimos a hacerlo en el Vaticano una semana después. Le dijimos que estamos dispuestos a perder la vida, a entregarlo todo dando nuestro corazón. Sabemos que María no nos deja nunca solos en el camino. Ella nos envía y nos precede. Ella abre las puertas para que entremos y ya está dentro aguardando. Ella nos da la luz en la oscuridad y es la misma luz que llevamos en el alma. Ella nos alienta en el desaliento, nos levanta cuando caemos. Ella cree en nosotros cuando nosotros no creemos. Sobre Ella construimos, con sus manos. No tenemos miedo. No nos llenamos de planes y proyectos. Simplemente entregamos con sencillez lo que tenemos. La belleza del Santuario desde donde María nos regala una nueva forma de vivir. Nos atamos a Ella. Nos dejamos transformar en sus manos de Madre. Somos esos santuarios vivos desde los que Ella se dona a los hombres.

Ella construye desde mi pobreza, desde mi abandono, desde mi deseo de crecer y llegar a las alturas. Ella me envía y me guarda.

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Publicado el In Temas - Opiniones

Somos esos santuarios vivos desde los que Ella se dona a los hombres

P. Carlos Padilla. Llegamos al final de un año de gracias, de un año de vida, de un año de esperanza. Hemos podido celebrar el jubileo en Schoenstatt, en Roma, en España. Los que pudimos ir a Schoenstatt nos reunimos como Familia llegada de todos los rincones del mundo. Nos detuvimos ante el Santuario original con el corazón lleno de agradecimiento. Era necesario vivir ese día. Algunos pudimos estar allí. Otros lo hicieron desde sus santuarios filiales o santuarios hogar. Pero a todos nos toca renovar nuestra alianza de amor en el corazón, en lo más hondo del alma. El jubileo quiere ser ese encuentro personal y profundo con Dios y con María. Queremos ahora agradecer por lo vivido. Seguro que Dios ha superado con creces lo que imaginábamos que iba a ser el jubileo. ¿Qué regalo concreto, quizás escondido, nos ha dado María en estos días de jubileo, en Roma, en Schoenstatt, en nuestro hogar? ¿Qué le hemos entregado el día en que renovamos la alianza?

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1 Responses

  1. Silvia Sibay dice:

    Extraordinaria y clara visión de lo que como schoenstattianos, estamos llamados a vivir. Me encantó la conclusión de su último párrafo: "Somos esos santuarios vivos desde los que Ella se dona a los hombres".
    Salir al encuentro!
    Que la Mater nos cobije y ayude a hacer nuestro ese mandato.

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