Publicado el 2012-11-16 In Vida en alianza

100 años bajo la protección de María

ECUADOR, Andrés Cusme Franco. La Juventud Masculina de Guayaquil se reunió hace poco para la celebración de los 100 años del acta de prefundación (27 de octubre del 1912).

 

 

 

 

Una llamada de amor: 27 de octubre de 1912

El grupo de jóvenes del Seminario Menor de los padres Pallotinos en Vallendar, Alemania, había pasado por numerosos cambios. Entre ellos el más reciente: le acababan de nombrar un nuevo Padre Espiritual. El joven sacerdote José Kentenich toma la posta de otros sacerdotes que han pasado por el mismo camino, ahora con una metodología distinta.

El primer encuentro con el nuevo padre espiritual genera un notable ‘estiramiento de cuellos’, pero seguramente nuevas inquietudes en el corazón de los jóvenes: ¿Quién será éste? ¿Qué se propone ahora? ¿Qué será de nosotros en el futuro? Pero más de una pregunta iba a obtener respuesta en esta primera charla. El P. José es muy claro con los jóvenes: ‘hasta ahora yo los había evitado a ustedes por todos los medios, sin embargo se me ha pedido asumir este cargo sin que yo haya hecho nada para obtenerlo… En consecuencia debe ser voluntad de Dios

La entrega subsiguiente de este pedido iba a agitar más aún las nobles intenciones en el corazón de cada joven: ‘Pero por sobre todo les pertenece mi corazón’ El llamado del nuevo padre espiritual iba más allá todavía, les propone un programa, un objetivo: ‘Bajo la protección de María queremos aprender a educarnos a nosotros mismos, para llegar a ser personalidades recias, libres y apostólicas’.

Esto se resume en cuatro palabras: Una llamada de amor. El Padre José Kentenich, como fiel instrumento de la divina Providencia, comunica a los jóvenes lo que quieren llegar a ser ‘bajo la protección de María’. Es curioso notar cómo esta pequeña frase, este gran seguro, antecede a todo noble propósito: El hombre reconoce que sin Dios nada puede ser; y va más allá todavía, más adentro y más alto: pone todas sus intenciones en manos de la Santísima Virgen María.

Aquella pequeña plática, incluso podríamos decir que aquellas palabras ‘de introducción’ marcarían un camino, marcarían un precedente hacia la fundación del Movimiento de Schoenstatt. El Padre José asume su labor como ‘clara voluntad de Dios’ y hace una invitación a los jóvenes allí presentes. Ese acto, esa entrega, ese llamado de Dios a Schoenstatt resuena en nuestros corazones como una clara llamada de amor, y la conocemos como el Acta de Prefundación.

Bajo la protección de María: Juventud Masculina de Guayaquil

Cien años después de esa plática, el fuego de aquel primer encuentro se ha derramado a lo largo y ancho del planeta. Las Juventudes Masculinas marcan un precedente en la historia del Movimiento, no solo por su trascendencia, sino por la vida que brota de cada noble corazón entregado a la Madre y Reina tres veces admirable de Schoenstatt.

Pero la Mater quiso también posar su mirada en un pequeño país de Sudamérica: Ecuador. La Juventud Masculina empieza a dar sus primeros pasos en la ciudad de Guayaquil en 1960. En aquel entonces eran muy pocos los jóvenes quienes valientemente coronaban cada día con sacrificios a la Mater. Sus bases quedaron cimentadas gracias a cada joven que, tomando para sí la llamada del Padre, entregaron su corazón día a día a la Santísima Virgen.

En 1972 el Santuario construido en Guayaquil quedaba muy lejos de la ciudad y el acceso vehicular era casi imposible. Sin embargo, eso no era motivo para no ir a visitar a la Mater en su Santuario. Se organizaban peregrinaciones, y luego de largo tiempo de caminata, cada joven encontraba reposo y cobijamiento en los brazos de María Santísima.

Así transcurrieron los años. El buen Dios miraba complacido la entrega de sus pequeños hijos en Guayaquil. Por gracia de Dios y de la Santísima Virgen, la rama empieza a crecer, y es así que el 8 de diciembre de 1991 se llega a la formulación del Ideal de rama: Sí, Mater, Luz de Cristo, Tabor del Mundo’. Con este paso se marca un precedente en la historia de la rama; abundantes dones y gracias llegarían más adelante, como clara muestra de la sonrisa de la Santísima Virgen María en la porción de sus hijos escogidos. La juventud sigue creciendo de la mano del P. Eduardo Auza, asesor de la Juventud Masculina de Guayaquil desde 1997, pero no solo en la profundidad alcanzada anteriormente. Ahora crecerá también en número y en diversos grupos: universitarios, pioneros y cruzados.

En el año 2006 llega un nuevo asesor: El P. Patricio Ilabaca. Seguramente eso también originó un particular ‘estiramiento de cuellos’ en el corazón de cada joven. Pero fue un claro impulso para la rama. Numerosas vocaciones se han suscitado en nuestras filas, y como hijos de María, actualmente sumamos 200 cruzados entre los Santuarios de Guayaquil y Ciudad Celeste, 80 pioneros, 40 universitarios, 20 profesionales jóvenes y 15 miembros en la rama de hombres. En esta instancia, una rama numerosa no se puede concebir como un esfuerzo personal, sino como un regalo divino, como una llamada de amor de la Mater que ha encontrado respuesta en Guayaquil.

100 años después de la primera llamada, ellos están plenamente convencidos de que el anhelo del Padre Fundador sigue latiendo en cada uno de sus corazones, y que la Santísima Virgen se ha quedado con ellos todo este tiempo, ¡Es esa su gran alegría! La juventud masculina sigue bajo la protección de María, y así quieren seguir para los próximos 100 años de vida de la rama. Actualmente, con más de 350 miembros en la Columna Masculina de Guayaquil, se sienten no sólo cobijados por el manto de la Santísima Virgen, sino encendidos con el fuego de su amor.

Sí Mater, luz de Cristo, Tabor del Mundo’

100 años después: la celebración

Como Juventud Masculina, el aniversario de los 100 años del acta de prefundación es todo un acontecimiento. En Guayaquil todo se preparaba desde el más pequeño detalle hasta el más importante acto: la Santa Misa.

La tarde del 27 de octubre del 2012, el Santuario en Guayaquil empezaba a adecuarse para la celebración. En la parte frontal se podía observar a los primeros héroes: José Engling, Franz Reinisch, Julio Steinkaul, entre otros. La imagen de nuestra Madre y Reina tres veces admirable de Schoenstatt lucía prácticamente envuelta en azucenas. Es clara señal de que están de fiesta.

Al exterior del Santuario llegan los más pequeños: los cruzados de Guayaquil y Ciudad Celeste acompañados de sus padres. El evento inicia sus preparativos. Nuestro asesor, P. Patricio Ilabaca, afina detalles para la Santa Misa. La Juventud Masculina se hará cargo de dirigir unas palabras y de representar una obra teatral del acta de prefundación. Con la llegada de los pioneros, universitarios y profesionales dan inicio a la celebración.

Plenamente convencidos de que cada congregante sigue cobijado bajo el manto protector de María Santísima el propósito queda claro: quieren que Ella los siga educando. Se acercaba también el momento de la foto oficial, el Santuario queda cubierto de una luz tenue, seguramente el P. Kentenich los acompaña en ese momento. Cada uno ocupa su puesto: en las primeras filas los cruzados, seguidos de los pioneros y los universitarios , profesionales y rama de hombres, en el centro nuestra amada Mater y más arriba nuestro asesor P. Patricio Ilabaca. Todo estaba listo para la foto oficial, 100 años después. Cada uno con su bandera distintiva, sumaban cerca de 150 jóvenes que daban fe viva al mundo de que María es su Madre, Reina y Educadora.

Finalmente, el acto central: la Santa Misa. Alrededor de las 18:00 hs iniciaron cantando mientras entraban en procesión todas las banderas y en el centro, la Santísima Virgen. La homilía, un notable impulso de amor para cada uno de ellos, conscientes de que son la generación de los 100 años. Pero lo más importante, Dios los visita, Cristo mismo viene a su encuentro en la Eucaristía porque quiere quedarse con ellos. Al final de la Santa Misa, era fascinante ver cómo cada congregante, cada niño, cada joven cantaba a viva voz y flameaba su bandera. Cantaron cerca de 20 minutos hasta quedarse sin garganta, a la Reina, a la Madre, a la que los cobija con su amor. El corazón de todos ardía, Ella estaba con ellos y los miraba complacida. Los miraba como sus pequeños hijitos y ellos se dejaban mirar. Estaban conscientes de que son la generación de los 100 años, y quieren, desde ahora, sentar las bases para quienes vendrán en los 100 años siguientes. Ella ha encendido sus corazones, y con ese mismo fuego quieren incendiar el mundo entero, quieren arder hasta consumirse.

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