Publicado el 2011-12-17 In Vida en alianza

Al ver la estrella tuvieron un gran gozo

ITALIA, Federico Bauml. Tome un grupo de jóvenes, armados de sonrisas y ganas de estar juntos, agregue a ellos dos sacerdotes extraordinarios, póngalos en un lugar soñado y ya tiene lista la receta para tres días inolvidables.

 

 

 

La estrella

¿Qué es una estrella?

Técnicamente una estrella es una esfera luminosa que genera energía en su núcleo por medio de un proceso de fusión. Pero no creo que sea esta definición técnica la respuesta que nos sirve.

Una estrella es mucho, mucho más que eso. La estrella fue el hilo conductor de nuestro retiro, nuestro punto de referencia; nuestro punto de partida y al mismo tiempo el de llegada.

La estrella representa a cualquiera de nosotros, oculta y custodia aquello nuestro más íntimo, mas profundo; cada uno es diferente, pero al mismo tiempo es parte con los otros del mismo cielo ilimitado que, cuantas estrellas podamos ser, siempre será lo suficientemente grande como para acogernos a todos.

También los Magos, para encontrar al Mesías, confiaron en una estrella, un cometa, que les acompañó en su recorrido, provocando en ellos «un gran gozo».

Las estrellas están por todas partes, dentro de nosotros, encima de nosotros, delante de nosotros y junto a nosotros, y cada una brilla con luz propia, y aunque a veces no nos damos cuenta porque nuestra mirada se vuelve a otro lado, sin embargo ellas están allí para iluminar el camino. El Principito decía que las estrellas están allí a propósito, y están iluminados por todos tienen una propia y algún día podrán encontrarla.

Como el cometa para los magos, también nosotros necesitamos una estrella que nos indique el camino hacia Jesús, el camino más simple. Y esa estrella es María, nuestra Madre y Reina, actualmente protagonista de nuestro retiro y de nuestra vida.

De todo un poco

Es imposible describir todo aquello que hicimos en tres días, que realmente parecieron tres meses. Y, a decir verdad, no es lo que quiero hacer, ni rebajar el significado. Lo que puedo hacer es intentar contarles algunos momentos que contribuyeron a hacerlo inolvidable.

La partida, claramente atrasada respecto al plan, tiene la atmósfera típica de jóvenes listos para el campamento escolar; alegre y despreocupada. Poli es bellísima, parece salida de un cuento de hadas, es uno de esos pueblos que parecen haber sido respetados por el inexorable paso del tiempo, donde reina una calma soberana, o al menos era así antes de que llegáramos.

Cada aventura que se precie necesita un envío, y nuestro retiro no puede ser menos. El nuestro es uno especial y hermoso, al igual que la pequeña iglesia donde se celebró el primer momento de la oración. La apertura a cargo de las palabras de la Madre Teresa, nos recuerda que «el Adviento es como la primavera», y a raíz de estas palabras, nuestra oración fluye alternando cantos, oraciones espontáneas y pequeños grandes gestos, y todo girando en torno a nuestra estrella polar, a Jesús, y su palabra, que nos recuerda que también nosotros, como Zaqueo, el recaudador de impuestos, somos llamados por nuestro nombre y debemos estar preparados para responder al llamado.

El sábado es día de meditación y desierto, la oportunidad de parar el frenesí de la vida cotidiana, la oportunidad de reflexionar y mirar hacia adentro, sobre todo si las meditaciones son hermosas y magistralmente dirigida por dos sacerdotes fantásticos que acompañan a nuestro viaje. Maestro del día es el silencio, silencio que hace preguntas y a la vez ayuda a encontrar las respuestas, que nos ayuda a recordar que Jesús no nació en un hotel de lujo sino en un pesebre frío y sucio, y para ello debemos buscarlo también y especialmente, allí donde no creemos que pueda estar, en las dificultades, en la oscuridad, conscientes de que cuanto mas grande es el esfuerzo en la búsqueda mayor es la satisfacción del descubrimiento y se harán mucho más anchos los hombros en el viaje que nos espera.

Y así llegamos a la tarde del sábado. Para los muchachos la tarde del sábado es un día de fiesta, que se pueden hacer hasta tarde porque el domingo se duerme, se ven amigos y se descansa. Y nosotros no escapamos de esta regla, también nosotros amamos divertirnos y estar con personas que amamos, y hemos decidido pasar la noche junto a María y Jesús,

Hacia las once se inicia el Rosario, “nuestro” Rosario iluminado, acontecimiento infaltable en nuestro retiro y nuestra misión. Nuestros ojos, oídos, bocas y corazones apuntan todos en la misma dirección, María, idealmente puesta al centro de una maravillosa estrella dibujada al pie del altar.

A la medianoche, nuestro sábado se hace único con la exposición del santísimo sacramento; por lo demás no puede hacerse fiesta sin festejar. Y nuestra fiesta sigue toda la noche durante la cual nos alternamos para velas con el Santísimo Sacramento hasta la mañana siguiente.

La noche del sábado el tiempo volaba, y con él volaban nuestros corazones, atraídos por un increíble imán puesto al centro, ante el cual lo único que quieres hacer es dejarte guiar, sin gestos especiales, simplemente acompañando a Jesús que vino a pasar esta noche junto a nosotros.

Cuando a las ocho y media, nos juntamos todos nuevamente ante el Santísimo antes de reponerlo, en nuestros ojos medio cerrados por el sueño brilla una luz bellísima, y que emoción ver nuestra estrella ahora encendida bajo el altar.

Ya es domingo. El retiro está por terminar, pero no antes de compartir nuestro pensamiento sobre lo ocurrido, y sobretodo no antes de ofrecerlo en el momento central de la vida de cada cristiano, la misa, una misa bellísima enriquecida por una esplendida homilía que expresa perfectamente el sentido de estos tres días cuyo recuerdo nos acompañará por mucho tiempo.

Un grupo fantástico

Jesús nos dijo: “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre Yo estaré en medio de ellos”. Por consiguiente, si los reunidos en su nombre somos como veinte, no tenemos dudas que El está con nosotros.

Sólo Su nombre es el común denominador de un grupo compuesto de tantas vidas, de tantas experiencias distintas, todos unidos como están unidas y pintadas las estrellas del cielo en el cartel con el cual comenzamos el momento de oración.

El está ahí cuando bromeamos, cuando jugamos como si tuviéramos todavía ocho años, cuando hacíamos turnos en la cocina, cuando hacíamos chistes en la noche.

El está ahí cuando cuidamos cada detalle, cuando entendemos que si está bien la persona a mi lado entonces estoy bien también yo.

El estaba cuando preparamos el retiro en cada momento para que todo estuviera perfecto. Y de hecho estuvo, porque todo estuvo perfecto, incluso si mientras recitamos las alabanzas nos equivocamos o erramos cualquier cosa, si desafinamos un canto u olvidamos un avemaría durante el rosario, no cambia un centímetro el juicio final.

El estuvo sentado a la mesa con nosotros mientras compartimos nuestra experiencia, mientras expresamos nuestras dudas, nuestros agradecimientos, mientras nuestro deseo de estar juntos y compartir se veía más fuerte que la timidez.

El retiro estuvo perfecto, los organizadores estuvieron perfectos e igualmente lo estuvieron todos aquellos que se hicieron guiar, confiando en su capacidad no basándose en relaciones jerárquicas sino confiando en el otro y en su trabajo.

Y déjenme agradecer especialmente a los Padres Alfredo y Ludovico, guías insustituibles en nuestro camino, y si el Padre Kentenich nos enseñó que “quien quiera educar hombres nobles y puros debe darse a ellos de modo noble y puro”, ellos son de esto el ejemplo más notable.

Cierro con una frase maravillosa citada por el Padre Ludovico durante la segunda meditación, pues puede ser de buenos deseos y esperanza en los momentos por venir, los bellos y los no tan bellos, de modo que recordemos siempre que “si en la oscuridad lloras por el sol, te pierdes la visión de las estrellas.

 

Traducción: Lorenzo Cintolesi, Santiago, Chile

1 Responses

  1. HMA - Argentina dice:

    ¡Gracias, muchachos! En un día en el que donde vivo nos agobiaron noticias de muertes violentas, este relato es un remanso de paz, alegría, silencio pleno de Dios, de un amor tan grande que se irradia sensiblemente. Gracias por el testimonio que dan de dos sacerdotes, fieles hijos del Padre Kentenich: nobles y puros. Gracias por la estrella…

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