Publicado el 2010-12-29 In Vida en alianza

Nunca es demasiado tarde para cantar villancicos

Christmal Carols in Mulgoa, AustraliaAUSTRALIA, Hna. M. Helen Ockerby. La alegría por el nacimiento de Jesús resuena en todo el mundo. Viejos y jóvenes se unieron al coro de Schoenstatt el lunes 27 de diciembre en Mt. Schoenstatt, Sidney, para cantar bien conocidos y muy queridos villancicos.

 

 

 

 

Recordando la venida del Salvador

Group singing in SinghaleseAquellos que viajaron al evento no pudieron ni ver ni seguir estrella alguna, por la lluvia que cayó toda la tarde.  ¿Qué importaba entoces que un grupo en un minibus llegase tarde?  Se quedaron mucho más tiempo que el que tardaban en volver a casa cantando en Shingalés en honor al Rey Niño.

Entre los villancicos se parafrasearon textos del Evangelio de Lucas a modo de relato de la Navidad, mezclados con reflexiones de oración, que recordaban la venida del Salvador a Belén y como se le puede encontrar hoy día.

Lo que ofrecemos al Niño en su cuna

Choir led by Sr. Mary LouiseDespués de cada villancico entonado con entusiasmo y alegría, se sucedieron más. No fueron precisamente diez minutos en el pesebre, sino seis veces diez. Los niños vestidos como reyes se acercaron al encuentro del divino Niño con María, su Madre y ofrecieron sus regalos, hábilmente envueltos por sus padres. Todos los participantes fueron alentados a escribir los acontecimientos que se produjeron durante el 2010, para ofrecérselos a Niño en el pesebre -el amor manifiesto de Dios, las dificultades, los dolores, los anhelos.

Luego de entregar este regalo muy personal, recibieron una frase del Padre Kentenich, fundador de Schoenstatt.

Ayúdanos a descubrir tu infinito amor por nosotros

La oración final – resumida aquí – fue una petición:

Jesús, Salvador nuestro nacido en un establo, acompáñanos mientras nos acercamos al nuevo año. Ayúdanos a descubrir tu infinito amor por nosotros. María, quédate con nosotros, camina con nosotros que no queremos comenzar solos el nuevo año, Contigo a nuestro lado, nuestros temores y dudas se convierten en esperanza y valor. Nunca dudemos de tu presencia. Todos rezaron juntos la Pequeña Consagración, antes de recibir la bendición sacerdotal y el canto del villancico final: Los ángeles que hemos escuchado cantar en los cielos.

 

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