Publicado el 2010-10-26 In Vida en alianza

Un Santuario vivo

Misiones "Manus Mariae", San JuanARGENTINA, Consu Pinto. Cierto día, un amigo de la Juventud Masculina me dijo: ¡Consu! ¿Nos acompañas si vamos a San Juan para ayudar a la juventud de esa provincia a construir su Santuario? Obviamente le dije que sí. Me imaginé cargando ladrillos, preparando cemento y cortando madera, todo muy poco femenino pero ¡si era para la Mater, así sería!

 

 

 

Cuando el asunto empezaba a tomar forma, y se anotaban para ir cada vez más y más jóvenes, estaba feliz, ya que irían muchos de mis grandes amigos de Schoenstatt, pero la incertidumbre de saber bien qué haríamos allá, me carcomía por dentro.

Le pregunté a uno de los encargados de qué se trataba y me respondió: vamos a misionar para ayudar a construir el Santuario, ellos todavía no tienen Santuario, así que lo están conquistando.

Mi idea seguía siendo exactamente la misma, estaba completamente segura de que íbamos a poner la piedra fundamental y que íbamos a construir con nuestras manos el Santuario.

¿Pero qué vamos a hacer exactamente?

GrupoDespués les pregunté: ¿pero qué vamos a hacer exactamente? Y nadie me respondió. Pregunté de nuevo: no tienen ni idea de lo que vamos a hacer, ¿verdad? Y me dijeron: así es, no tenemos la más pálida idea, pero nosotros dijimos sí.

Así llegó la gran noche del viaje. El Padre Federico Piedrabuena nos esperó hasta la hora de partir, y cuando estuvimos todos nos dio la bendición y el envío. ¡Todos arriba!, dijo el chofer, y en medio de bolsos, guitarras, bolsas de dormir, mochilas, más bolsos, valijas, las Peregrinas, y más bolsos ¡partimos de Córdoba!

Estábamos repletos, muchos de nosotros incómodos. Entre chocolates, papas fritas y otras cosas, pasamos las varias horas de viaje.

Llegamos a la casa de Jesús. Suena providencial, pero de verdad llegamos a la casa de Jesús Torres, un muchacho de la Juventud Masculina de San Juan, que junto con Catalina, de la JF, nos sirvieron un gran desayuno con muchas cosas ricas. Allí cargamos los bolsos en un súper auto, de esos como de los payasos, y nos fuimos caminando hasta la parroquia, donde se juntarían todos los sanjuaninos y los mendocinos. Empezamos a saludar a todos, estaban esperándonos felices de que tanta gente de Córdoba viniese para ayudarlos en su primera misión.

Misionar para María

MisionandoApenas llegamos, entramos a la parroquia donde estaba Ella, ahí, reluciente, esperándonos… Cantamos algunas canciones y salimos para recibir la bendición del Padre y a partir. Ahí fue donde recién me di cuenta de lo que íbamos a hacer, Misionar, nada más ni nada menos que misionar. Y si hay algo en este mundo que más me gusta hacer, es eso, misionar para María. Era nada más ni nada menos que llevar Schoenstatt a la gente de San Juan, llevarles la buena nueva de que María se quería asentar en ese lugar para regalar sus dones, aunque ya lo estaba haciendo.

Subimos al ómnibus y emprendimos viaje hasta el colegio en donde viviríamos en comunidad durante esos tres días.

Hicimos algunos juegos de integración, repartimos remeras, almorzamos, y tuvimos nuestra primera Misa de misión, al aire libre, bajo unos árboles enormes, junto a un viñedo y de fondo, las montañas de San Juan – la cordillera de los Andes – mientras los pájaros volaban… El día era perfecto, como un regalo de María, una suave brisa pasaba entre nosotros como abrazándonos y dando gracias por tantas almas congregadas para Ella, solo para Ella.

Era fantástico. Después nos organizaron en parejas misioneras y me tocaron los mejores compañeros que podría haber tenido: Flori (futura médica, gran vocación de servicio) y Martín (futuro sacerdote, gran vocación espiritual), y así, llena de alegría con mis nuevos compañeros, nos fuimos a misionar.

Aprendiendo a rezar el rosario

Recibimos muchísimos regalos, todo el tiempo. En cada persona que misionábamos descubríamos algo que María nos daba. Pudimos llevar el mensaje de esperanza que tiene María, pudimos dar ánimo y alegría, pudimos recibir testimonios de vidas, testimonios de milagros, de matrimonios santos, ejemplos de familias, ¡recibimos tantas cosas!

La última noche, después de divertirnos un poco con algo de teatro, me puse a hacer decenarios y rosarios para regalar al día siguiente en nuestra zona, y así se empezaron a unir más y más misioneros curiosos con ganas de aprender a hacerlos. Éramos como diez misioneros haciendo decenarios y rosarios todos juntos… hasta las 5 de la mañana.

Al día siguiente – es decir, unas horas después – partimos a nuestra zona, donde ya había un grupo de niños esperando a Martín, que había prometido llevar regalos. Nos juntamos con algunas mujeres del lugar y con los niños para aprender a rezar el rosario. Repartimos los que habíamos hecho la noche anterior y entre canciones y oraciones pasamos la mañana.

Felices, todos los misioneros nos despedimos de cada uno.

Jamás voy a olvidar la sonrisa de Tobares

Ya en los primeros días habíamos pasado a hablar con un hombre de 83 años llamado Tobares. Él solía tomar de más, y no siempre lo encontrábamos en las mejores condiciones. Sin embargo había sido el primero en abrir su corazón y pedirle a María que proteja a sus hijos. El último día fuimos a saludarlo y nos encontramos con que estaba mucho mejor, feliz, y que nos estaba esperando con gaseosas. En cuestión de segundos llegaron a su casa sus nietos, su hija y su hijo, todos sonrientes, hablando de la vida. Lo llenamos de regalos y rezamos todos juntos. Jamás voy a olvidar la sonrisa de Tobares, feliz, iluminado, rodeado por su familia.

Nos despedimos de todos y volvimos al colegio, donde nos esperaba la despedida más difícil. Invitamos a todos los sanjuaninos a participar de la misión que organizamos los cordobeses (GM8) y nos dijimos adiós.

Creo firmemente que en este tipo de misión se realiza en gran medida un ideal de Schoenstatt: restaurar los vínculos. Una vez terminada la misión, quedan vínculos fuertes que fueron, son y quedarán unidos a través de María.

El Santuario de San Juan ya existe en la comunidad, el Santuario que hay ahora es un Santuario que trasciende lo físico, que está más allá de los ladrillos y las tejas, ¡es un Santuario vivo!

Cuando volví y me acordé lo que creía que iba a hacer en San Juan, no me retracté: fuimos a ayudar a construir un Santuario vivo, fuimos a recibir un testimonio de fortaleza, de unión, de comunidad, testimonios de vínculos comprometidos, de juventud. ¡San Juan tiene un Santuario vivo! Gracias, San Juan.

1 Responses

  1. Soledad Alvarenga dice:

    Conocí a la JF San Juanina en el Campamento de Mar del Plata en el 2006, desde el momento que conocimos el entusiasmo y la alegría de las chicas sanjuaninas supimos que la Mater las lleva de la mano. Soy de CDE Paraguay y le dejamos de recuerdo un pedacito de teja que llevamos desde nuestro Santuario Terruño.
    Espero que las chicas se recuerden todavía de mi, siempre les tengo presente en mos oraciones…
    Un abrazo en María

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