Publicado el 2014-11-26 In Francisco - Mensaje

Siempre en movimiento, siempre abierto a las sorpresas de Dios

FRANCISCO EN ROMA, mda. Ser Movimiento, dice el Santo Padre Francisco,  es estar siempre en movimiento, siempre abierto a las sorpresas de Dios; participar en la misión de Cristo, que nos precede y acompaña en la evangelización. Ante los desafíos de hoy – como la vida, la familia, la paz, la pobreza, la libertad religiosa y de educación, en un mundo que olvida a Dios y se centra en el consumo – renovar siempre el «primer amor», con valentía evangélica y perseverando en el carisma original, «respetar la libertad de las personas» y «buscar siempre la comunión»: estas son las tres sugerencias – para el camino de fe y de vida eclesial – que, el pasado 22 de noviembre, señaló el Papa Francisco a los participantes en el Tercer Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y nuevas comunidades.

Con firmeza y ternura, de manera paternal en su pleno sentido, Francisco indica los peligros que corren los movimientos y nuevas comunidades, que no son los miedos vigentes durante tantos años: la Iglesia temiendo a la novedad de los movimientos y ellos buscando a veces desesperadamente la benevolencia de la jerarquía. ¡Nada que ver! Para Francisco los movimientos son parte viva de la Iglesia y valen en la medida en que sirven a la Iglesia, a su misión evangelizadora, pues: “Los Movimientos y las Nuevas Comunidades que ustedes representan están encaminándose hacia un sentido más profundo de pertenencia a la Iglesia, una madurez que exige vigilancia en el paso de la conversión diaria”.

Francisco advierte las consecuencias concretas y peligrosas de la institucionalización, del ensimismamiento, del funcionalismo y formalismo, del encerrarse en esquemas estériles:

“Si no estamos abiertos a la misión, la conversión no es posible y la fe se vuelve estéril”.

“A medida que pasa el tiempo existe una gran tentación de ponerse cómodos, de acostumbrarse a una rutina, que, aunque pueda ser reconfortante, resulta sin embargo estéril”.

“Aun cuando sea necesario una cierta institucionalización del carisma para su supervivencia, no debemos engañarnos en pensar que las estructuras externas pueden garantizar la obra del Espíritu Santo”.

“Si las formas y métodos se defienden por sí mismos, se vuelven ideológicos, alejados de la realidad que está en continua evolución; cerrados a las novedades del Espíritu, acabarán sofocando el carisma mismo que los ha generado”.

“La novedad de sus experiencias no consiste en los métodos y en las formas, aunque son importantes, sino en la disposición para responder con renovado entusiasmo a la llamada del Señor”.

“Hay que resistir a la tentación de sustituirse con la libertad de las personas, de dirigirlas sin esperar que maduren realmente”.

“Un progreso moral o espiritual obtenido sobre la inmadurez de la gente es un éxito aparente, destinado a naufragar”.

“… si se ven estas cosas, por cualquier causa que sea, ¿cómo se puede evangelizar?”.

“Nuestros hermanos y hermanas siempre son más valiosos que nuestras actitudes personales; efectivamente, es por nuestros hermanos y hermanas que Cristo derramó su sangre (1 Pedro 1:18-19); ¡no fue derramada por mis ideas!”.

Siempre en movimiento y en servicio: un “decálogo de movimiento”

A partir del nombre e identidad de “Movimientos”, Francisco alienta a los movimientos a estar siempre en movimiento… en ese movimiento que es fruto del Espíritu Santo como don, y de apertura a las sorpresas de Dios como tarea a cumplir, día tras día. Acompañar desinteresadamente a los hermanos, salir al encuentro, y todo esto en la Iglesia: esto, dice Francisco, mantiene fresco el carisma… y fecundo. El “decálogo” de Francisco para mover a los movimientos:

“En primer lugar es necesario preservar la frescura de su carisma, nunca perder esa frescura, la frescura de su carisma, renovando siempre el “primer amor” (cf. Ap 2:4)”.

“Es necesario volver siempre a la fuente de los carismas y así podrán volver a encontrar el impulso para afrontar los desafíos de hoy”.

“No son simplemente un pequeño grupo. ¡No! Son más bien un movimiento, siempre en el camino, siempre en movimiento, siempre abierto a las sorpresas de Dios que están en armonía con el primer llamado del movimiento, a saber, el carisma fundador”.

“… acompañando siempre sin ser teatreros y sin hacer show. Por lo contrario, la educación cristiana requiere un acompañamiento paciente, que sabe esperar los tiempos de cada uno, como hace con cada uno de nosotros el Señor; la paciencia es la única senda para amar de verdad y llevar a las personas a una relación sincera con el Señor”.

“La verdadera comunión no puede existir en un movimiento o en una nueva comunidad si no se integra en la comunión más grande que es nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. “El todo es superior a la parte” (cf Evangelii Gaudium, 234-237), y la parte tiene sentido en relación a todo”.

“La comunión consiste también en afrontar juntos y unidos las cuestiones más importantes, como la vida, la familia, la paz, la lucha contra la pobreza en todas sus formas, la libertad religiosa y de educación”.

“En particular, los movimientos y las comunidades están llamados a colaborar para contribuir a curar las heridas producidas por una mentalidad globalizada que pone en el centro el consumo, olvidando a Dios y los valores esenciales de la existencia”.

“No obstante, no olviden de que para alcanzar esta meta, la conversión debe ser misionera: la fuerza para superar las tentaciones y las insuficiencias proviene del gozo profundo de proclamar el Evangelio, que es la base de sus carismas.”

“Adelante, siempre en movimiento…nunca se detengan, ¡sigan en movimiento!”.

“Ahora les pido que todos juntos oremos a Nuestra Madre que tuvo la experiencia de mantener viva la frescura del primer encuentro con Dios, de seguir adelante con humildad, siempre en el camino, respetando el tiempo de cada persona. Jamás se cansó de tener este corazón misionero”.

 

Texto completo del discurso del Papa Francisco a los participantes del tercer congreso mundial de los Movimientos eclesiales y las nuevas comunidades


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Los saludo cordialmente a todos los que participan en este Congreso auspiciado por el Consejo Pontificio para los Laicos. Agradezco al Cardenal Ryłko por sus palabras al igual que al Arzobispo Clemens. En el seno de sus deliberaciones en estos días hay dos elementos que son esenciales para la vida Cristiana: conversión y misión. Ambos se encuentran íntimamente conectados. En realidad, sin una auténtica conversión del corazón y de la mente, el Evangelio no puede ser proclamado; al mismo tiempo, si no estamos abiertos a la misión, la conversión no es posible y la fe se vuelve estéril. Los Movimientos y las Nuevas Comunidades que ustedes representan están encaminándose hacia un sentido más profundo de pertenencia a la Iglesia, una madurez que exige vigilancia en el paso de la conversión diaria. Esto permitirá una evangelización aún más dinámica y fructífera. Quisiera, por lo tanto, ofrecerles algunas sugerencias para su tránsito en la fe y la vida eclesial.

Preservar la frescura del carisma

1. En primer lugar es necesario preservar la frescura de su carisma, nunca perder esa frescura, la frescura de su carisma, renovando siempre el “primer amor” (cf. Ap 2:4). A medida que pasa el tiempo existe una gran tentación de ponerse cómodos, de acostumbrarse a una rutina, que, aunque pueda ser reconfortante, resulta sin embargo estéril. Existe la tentación de quedar confinados en el Espíritu Santo: ¡esta es una tentación! No obstante, “la realidad es superior a la idea” (cf. Evangelii Gaudium, 231-233); aun cuando sea necesario una cierta institucionalización del carisma para su supervivencia, no debemos engañarnos en pensar que las estructuras externas pueden garantizar la obra del Espíritu Santo. La novedad de sus experiencias no consiste en los métodos y en las formas, aunque son importantes, sino en la disposición para responder con renovado entusiasmo a la llamada del Señor: es esta valentía evangélica que permitió el nacimiento de sus movimientos y nuevas comunidades. Si las formas y los métodos se defienden por sí mismas, se vuelven ideológicos, alejados de la realidad que está en continua evolución; cerrados a las novedades del Espíritu, acabarán sofocando el carisma mismo que los ha generado. Es necesario volver siempre a la fuente de los carismas y así podrán volver a encontrar el impulso para afrontar los desafíos de hoy. Ustedes no fueron educados en esta espiritualidad. No asistieron a una institución de espiritualidad en este sentido. No son simplemente un pequeño grupo. ¡No! Son más bien un movimiento, siempre en el camino, siempre en movimiento, siempre abierto a las sorpresas de Dios que están en armonía con el primer llamado del movimiento, a saber, el carisma fundador.

Acompañar a los hombres de nuestro tiempo

2. Otro tema se refiere a la forma de acoger y acompañar a los hombres de nuestro tiempo, en particular a los jóvenes (cf. Evangelii Gaudium, 105-106). Formamos parte de una humanidad herida, donde todas las agencias educativas, en especial la más importante, la familia, tienen graves dificultades casi en todo el mundo. El hombre de hoy vive serios problemas de identidad y tiene dificultades en cumplir sus propias opciones, porque tiene una disposición a dejarse condicionar, a delegar a los demás las decisiones importantes de la vida. Hay que resistir a la tentación de sustituirse con la libertad de las personas, de dirigirlas sin esperar que maduren realmente. Cada persona tiene su tiempo: camina a modo suyo y esto es lo que debemos acompañar. Un progreso moral o espiritual obtenido sobre la inmadurez de la gente es un éxito aparente, destinado a naufragar. Pocos, acompañando siempre sin ser teatreros y sin hacer show. Por lo contrario, la educación cristiana requiere un acompañamiento paciente, que sabe esperar los tiempos de cada uno, como hace con cada uno de nosotros el Señor; la paciencia es la única senda para amar de verdad y llevar a las personas a una relación sincera con el Señor.

Nuestros hermanos y hermanas siempre son más valiosos que nuestras actitudes personales

3. Otra indicación que no hay que olvidar es que el bien más precioso, el sello del Espíritu Santo, es la comunión. Es la gracia suprema que Jesús nos conquistó en la Cruz, la gracia que el Resucitado pide para nosotros incesantemente, cuando revela al Padre sus gloriosas heridas, “Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn 17:21). Para que el mundo crea que Jesús es el Señor, tiene que ver la comunión entre los cristianos, pero si se ven divisiones, rivalidades y maledicencias, el terrorismo del chisme, por favor… si se ven estas cosas, por cualquier causa que sea, ¿cómo se puede evangelizar? Recuerden este otro principio: “La Unidad prevalece sobre el conflicto” (Evangelii Gaudium, 226-230), porque nuestros hermanos y hermanas siempre son más valiosas que nuestras actitudes personales; efectivamente, es por nuestros hermanos y hermanas que Cristo derramó su sangre (1 Pedro 1:18-19); ¡no fue derramada por mis ideas! Además, la verdadera comunión no puede existir en un movimiento o en una nueva comunidad si no se integra en la comunión más grande que es nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. “El todo es superior a la parte” (cf Evangelii Gaudium, 234-237), y la parte tiene sentido en relación a todo. Además, la comunión consiste también en afrontar juntos y unidos las cuestiones más importantes, como la vida, la familia, la paz, la lucha contra la pobreza en todas sus formas, la libertad religiosa y de educación. En particular, los movimientos y las comunidades están llamados a colaborar para contribuir a curar las heridas producidas por una mentalidad globalizada que pone en el centro el consumo, olvidando a Dios y los valores esenciales de la existencia.

Toda misión es un compartir la misión de Cristo

Para alcanzar la madurez eclesial, por lo tanto, conserven – lo repito – la frescura de su carisma, respeten la libertad de cada persona, y busquen siempre la comunión. No obstante, no olviden de que para alcanzar esta meta, la conversión debe ser misionera: la fuerza para superar las tentaciones y las insuficiencias proviene del gozo profundo de proclamar el Evangelio, que es la base de sus carismas. De hecho, “Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal” (Evangelii Gaudium, 10), la verdadera motivación para la renovación de la propia vida, ya que toda misión es un compartir en la misión de Cristo que siempre nos precede y acompaña en la tarea de la evangelización.

Queridos hermanos y hermanas, ya han aportado tantos frutos a la Iglesia y al mundo entero. Podrán brindar otros aún más grandes, con la ayuda del Espíritu Santo, que suscita y renueva siempre dones y carismas, y por medio de la intercesión de María que no cesa de socorrer y acompañar a sus hijos. Adelante, siempre en movimiento…nunca se detengan, ¡sigan en movimiento! Les aseguro mi oración por ustedes y les pido que oren por mí  – la necesito mucho, de verdad – y de corazón imparto a cada uno la Bendición Apostólica.

Ahora les pido que todos juntos oremos a nuestra Madre que tuvo la experiencia de mantener viva la frescura del primer encuentro con Dios, de seguir adelante con humildad, siempre en camino, respetando el tiempo de cada persona. Jamás se cansó de tener este corazón misionero.

Dios te salve, María…

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Discurso del Santo Padre: Original en italiano. Traducción de la versión oficial en inglés: Cecilia Mata, Buenos Aires/Schoenstatt.org

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Siempre en movimiento, siempre abierto a las sorpresas de Dios

FRANCISCO EN ROMA, mda. Ser Movimiento, dice el Santo Padre Francisco,  es estar siempre en movimiento, siempre abierto a las sorpresas de Dios; participar en la misión de Cristo, que nos precede y acompaña en la evangelización. Ante los desafíos de hoy – como la vida, la familia, la paz, la pobreza, la libertad religiosa y de educación, en un mundo que olvida a Dios y se centra en el consumo – renovar siempre el «primer amor», con valentía evangélica y perseverando en el carisma original, «respetar la libertad de las personas» y «buscar siempre la comunión»: estas son las tres sugerencias – para el camino de fe y de vida eclesial – que, el pasado 22 de noviembre, señaló el Papa Francisco a los participantes en el Tercer Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y nuevas comunidades.

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