Publicado el 2014-08-14 In Francisco - Mensaje

La fe del cristiano camina al encuentro del Señor resucitado, en medio de las tormentas y los peligros del mundo

org. Todos los estamentos de la Iglesia, y otros muchos de fuera de ella, creyentes o no, han recibido las palabras claras y esperanzadoras, a la vez que motivadoras de Francisco, para asumir la responsabilidad que todos tenemos de construir un mundo de acuerdo al querer de Dios, en la fuerza del Espíritu y por la senda de Cristo. Cardenales y obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, novicios y seminaristas, familias, jóvenes y ancianos, comunidades e instituciones han recibido esta propuesta de salir “a la calle”, a llevar no una esperanza utópica, sino en hechos concretos, en proyectos evangelizadores de vida al hombre, esté este donde esté, y si es en la “periferia”, allí mismo, con todos los riesgos y peligros que conlleva. Prefiero una iglesia accidentada porque sale a servir, que enferma por ensimismamiento, nos repite constantemente. Testimonio de todo esto está en el apartado de Schoenstatt.org, donde se van seleccionando semana a semana, textos que nos impulsan en nuestra propia peregrinación hacia el Jubileo 2014. Sin duda, que siendo nosotros Iglesia, también estas palabras van dirigidas a nosotros. ¡Cómo se alegraría el Padre con este impulso misionero que se nos regala desde el corazón mismo de la Iglesia! (P. José María García)

Gracias a cuantos están ayudando con valentía a nuestros hermanos y hermanas en Irak.

Tweet 13.08.2014

En la voz de Jesús que le dice: “¡Ven!”, Pedro  reconoce el eco del primer encuentro sobre la orilla de ese mismo lago, y luego, una vez más, deja la barca y va hacia el maestro. ¡Y camina sobre las aguas! La respuesta confiada y rápida a la llamada del Señor hace realizar siempre cosas extraordinarias. Pero, Jesús mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, fe en Él, fe en su palabra, fe en su voz. En cambio, Pedro comienza a hundirse en el momento que deja de mirar a Jesús y se deja envolver por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor esta siempre ahí, y cuando Pedro lo llama, Jesús lo salva del peligro. En el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, es descrita nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y todavía victoriosa, la fe del cristiano camina al encuentro del Señor resucitado, en medio de las tormentas y los peligros del mundo.

Ángelus, 10 de agosto (Traducción: Radio Vaticano)

Nuestro pueblo no se equivoca y adora solamente a Dios; a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; ¡Adora a Dios!, pero junto con esta adoración a Dios, saben que Jesús dejo a nuestra Madre para que nos cuidara, nuestro pueblo no adora a nuestra Madre la Virgen; la quiere, la honra, como todos nosotros queremos y honramos a nuestra mamá, sabe que nos cuida, sabe que esta en el cielo, y nuestro pueblo adorando a Dios que es al único que hay que adorar, adorando a Jesucristo que es al único que hay que adorar, también se deja cuidar por la madre, nuestro pueblo no es “guacho” (huérfano), nuestro pueblo tiene Madre. Y es una de las cosas más bellas la devoción a la Virgen, que no es adoración; es cariño de hijos a su Madre, y este pueblo se reúne, para adorar a Dios y para recordar a su Madre, eso es como el núcleo de la piedad popular latinoamericana, un hijo sin Madre tiene el alma mutilada, la ternura que solamente da una mamá; por eso si uno no siente las dos cosas de la piedad popular: la adoración Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y al Él sólo se adora, y el cariño y el respeto, la veneración -que no es adoración- a nuestra Madre, porque nosotros no somos “guachos” (huérfanos) tenemos Mamá.

Entrevista con la Radio de Campo Gallo (transcripción, Radio Vaticano)

El camino es la imagen de lo que es la Iglesia, la Iglesia es peregrina. Jesús fundó una Iglesia en camino, una Iglesia peregrina, cuando la Iglesia esta quieta deja de ser Iglesia, es una asociación civil. Nuestra Iglesia es una Iglesia en salida, en una doble salida: una salida hacia Dios, con la adoración a Dios y la oración; y otra salida hacia los hermanos para ayudarlos, acompañarlos; cumplir las obras de misericordia que Jesús mismo nos enseño, y que están en el capítulo 25 de San Mateo. El peregrino que visita un templo para la Gloria de Dios y para adorar a Dios, y para venerar y honrar a la Madre, ese peregrino también subraya la vocación de caminar que tiene la Iglesia. Nuestra Iglesia que no se canse nunca de caminar porque en el camino encontramos ese sentido que Dios quiere de su pueblo, un pueblo en camino. Cuando una comunidad cristiana esta quieta, le pasa lo del agua cuando esta quieta, el agua estancada es la primera que se corrompe, cuando una comunidad no peregrina, no sólo a pie, sino con el corazón, cuando no tiene un corazón peregrino, que siempre va más allá de sí mismo, ya sea para adorar a Dios, ya sea para ayudar a los hermanos, esa Iglesia esta media moribunda y hay que resucitarla rápido.

Así que a los que están trabajando para edificar una casa de Dios, que sea un lugar de peregrinaje, sepan que eso es símbolo de la Iglesia que camina, y ese peregrinaje que hacen una vez al año allí, lo tienen que hacer todos los días en la vida cotidiana, un peregrinaje hacia Dios para adorarlo, un peregrinaje hacia nuestra Madre, la Virgen para recordarla y quererla. Y un peregrinaje hacia los hombres y mujeres más necesitados de nuestro pueblo.

Entrevista con la Radio de Campo Gallo (transcripción, Radio Vaticano)

A las comunidades les diría lo mismo que dijo Jesús, recen para que Dios mande obreros a la mies, es decir recen para que Dios mande pastores, el corazón de Dios no es indiferente a la oración de su pueblo, recen al Señor para que mande pastores. Y a los jóvenes les diría que si sienten alguna vez el llamado de Jesús no tengan miedo, que vean todo el bien que pueden hacer, que vean todo el consuelo que pueden dar, todo el mensaje cristiano que pueden transmitir, que no tengan miedo. La vida es para jugarla, no es para guardarla. Jesús dice: el que cuida demasiado su vida, el que guarda su vida, al final termina perdiéndola, la vida es para darla, y así uno es fecundo. Si alguno siente, que Dios le pide dar la vida en el sacerdocio, no tengan miedo hay que apostar a cosas grandes y no a pequeñas cositas. Y si sienten que Dios los llama a formar una familia, que sea una familia fuerte, cristiana, linda, con muchos hijos que lleven adelante la fe. … les digo simplemente esto: Jesús es muy buen bueno, Jesús nos quiere, Dios nos ama, Dios nos espera siempre, Dios no se cansa de perdonarnos, solamente nos pide que seamos humildes y pidamos perdón, para poder seguir adelante. Dios nos hizo para que fuéramos felices y Él nos acompaña. Cuando pasamos momentos difíciles, momentos de cruz, momentos de dolor, Él los paso primero y nos comprende en el corazón. Yo le pido al Señor, que a todos los que están escuchando los bendiga mucho, les de fuerza, les de ganas de vivir y de luchar, el coraje de “no dejarse robar la esperanza”, y sobre todo, que les de una caricia y los haga sonreír. Y que la bendición de Dios todo poderoso, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre todos y cada uno de ustedes y permanezca para siempre.

Entrevista con la Radio de Campo Gallo (transcripción, Radio Vaticano)

En la barca están todos los discípulos, acomunados por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, “de la poca fe”. Pero cuando sobre aquella barca sube Jesús, el clima cambia en seguida: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos los pequeños y atemorizados se hacen grandes en el momento en el cual se arrojan de rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas veces también a nosotros nos sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos salir adelante, ¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal vez escondido, pero siempre presente y listo para socorrernos.
Esta es una imagen clara de la Iglesia: una barca que debe afrontar la tormenta y a veces parece que va a ser hundida. Lo que la salva no es la calidad o el valor de sus hombres, sino la fe, que le permite caminar incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre al lado, que nos tiene de la mano para alejarnos del peligro. Todos nosotros estamos sobre esta barca, y aquí nos sentimos seguros no obstante nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, ¡adorar a Jesús!, el único Señor de nuestra vida. A esto nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos dirigimos con confianza.

Ángelus 10 de agosto (Traducción: Radio Vaticano)

Es con el corazón cargado y angustiado que he seguido los dramáticos eventos de estos últimos días en el norte de Irak, donde los cristianos y las otras minorías religiosas han sido obligados a huir de sus casas y asistir a la destrucción de sus lugares de culto y del patrimonio religioso. Conmovido por su situación, he pedido a Su Eminencia el Cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos -que sirvió como Representante de mis predecesores, el Papa San Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI, ante el pueblo de Irak-, que manifieste mi cercanía espiritual y que exprese mi preocupación, y la de toda la Iglesia católica, por el intolerable sufrimiento de aquellos que solo desean vivir en paz, armonía y libertad en la tierra de sus antepasados.

Con el mismo espíritu, le escribo, Señor Secretario General, y pongo ante usted las lágrimas, los sufrimientos y los gritos desesperados de los Cristianos y de las otras minorías religiosas de la amada tierra de Irak. Mientras renuevo mi llamado urgente a la comunidad internacional a intervenir para poner fin a la tragedia humanitaria en curso, animo a todos los organismos competentes de las Naciones Unidas, en particular a los responsables de la seguridad, la paz, el derecho humanitario y la asistencia a los refugiados a continuar sus esfuerzos en conformidad con el Preámbulo y a los Artículos pertinentes a la Carta de las Naciones Unidas.

Los ataques violentos que están extendiéndose a lo largo del norte de Irak no pueden sino despertar las conciencias de todos los hombres y mujeres de buena voluntad para cumplir acciones concretas de solidaridad, para proteger a cuantos son golpeados y amenazados por la violencia y para asegurar la asistencia necesaria y urgente a tantas personas refugiadas, así como también el regreso a sus ciudades y a sus hogares. Las trágicas experiencias del siglo XX y la más elemental comprensión de la dignidad humana, obliga a la comunidad internacional, en particular, a través de las normas y de los mecanismos del derecho internacional, a hacer todo lo posible para detener y prevenir ulteriores violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas.

Confiado en que mi llamado -que uno al de los Patriarcas Orientales y de los demás líderes religiosos-, encontrará una respuesta positiva, aprovecho la oportunidad para renovar a Vuestra Excelencia mi más alta consideración.

Carta al Sr. Ban Ki-moon, Secretario General Organización de las Naciones Unidas, 9 de agosto

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