Publicado el 2014-03-12 In Francisco - Mensaje

‘Dame la mitad de tu misericordia’

org. Todos los estamentos de la Iglesia, y otros muchos de fuera de ella, creyentes o no, han recibido las palabras claras y esperanzadoras, a la vez que motivadoras de Francisco, para asumir la responsabilidad que todos tenemos de construir un mundo de acuerdo al querer de Dios, en la fuerza del Espíritu y por la senda de Cristo. Cardenales y obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, novicios y seminaristas, familias, jóvenes y ancianos, comunidades e instituciones han recibido esta propuesta de salir “a la calle”, a llevar no una esperanza utópica, sino en hechos concretos, en proyectos evangelizadores de vida al hombre, esté este donde esté, y si es en la “periferia”, allí mismo, con todos los riesgos y peligros que conlleva. Prefiero una iglesia accidentada porque sale a servir, que enferma por ensimismamiento, nos repite constantemente. Testimonio de todo esto está en el apartado de Schoenstatt.org, donde se van seleccionando semana a semana, textos que nos impulsan en nuestra propia peregrinación hacia el Jubileo 2014. Sin duda, que siendo nosotros Iglesia, también estas palabras van dirigidas a nosotros. ¡Cómo se alegraría el Padre con este impulso misionero que se nos regala desde el corazón mismo de la Iglesia! (P. José María García)

SEMANA 11/2014

 

La Cuaresma es un tiempo propio para las renuncias. Privémonos cada día de algo para ayudar a los demás.

Tweet del 7.3.2014

En ese tiempo, yo era Vicario General y vivía en la Curia. Y todas las mañanas, temprano, bajaba donde estaba el fax para ver si había llegado algo. Y la mañana de Pascua leí un fax del superior de la comunidad: «Ayer, media hora antes de la Vigilia Pascual, murió el padre Aristi, tenía 94 o 96 años. El funeral será tal día…». Y la mañana de Pascua yo tenía que ir a almorzar con los sacerdotes de la residencia de ancianos – como hacía por lo general en la Pascua. Luego – me dije – después de almorzar iré a la iglesia. Era una iglesia grande, muy grande, con una hermosa cripta. Bajé a la cripta y allí estaba el ataúd, sólo dos señoras ancianas estaban allí rezando, pero no había ninguna flor. Pensé: pero a este hombre, que perdonó los pecados de todo el clero de Buenos Aires, también a mí, ni siquiera una flor… Fui a una floristería – porque en Buenos Aires en los cruces de las calles hay floristerías – y compré flores, rosas … Volví y empecé a preparar bien el ataúd, con flores … Miré el rosario en su mano … y entonces se me ocurrió … – el ladrón que todos tenemos dentro, ¿no? – Mientras arreglaba las flores agarré la cruz del rosario, y con un poco de fuerza la arranqué. En ese momento lo miré y le dije: ‘Dame la mitad de tu misericordia’. ¡Sentí una cosa fuerte que me dio el coraje para hacer esto y para este ruego! Y después esa cruz me la puse, aquí – en mi bolsillo (el Papa señala el pecho). Y aunque las camisas del Papa no tienen bolsillos, yo llevo siempre una bolsita de tela aquí (el Papa señala el pecho) y desde ese día hasta hoy, esa cruz está siempre conmigo. Y cuando tengo un mal pensamiento en contra de alguien, mi mano se dirige aquí, (el Papa señala el pecho) siempre. ¡Y siento la gracia ! Eso me hace sentir bien.  ¡Cuánto bien hace el ejemplo de un sacerdote misericordioso, un sacerdote que se acerca a las heridas …

Encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Roma

Estamos invitados a emprender un camino en el cual, desafiando la rutina, nos esforzamos por abrir los ojos y los oídos, pero sobre todo, abrir el corazón, para ir más allá de nuestro «huertecito». Abrirse a Dios y a los hermanos. Sabemos que este mundo cada vez más artificial nos hace vivir en una cultura del «hacer», de lo «útil», donde sin darnos cuenta excluimos a Dios de nuestro horizonte. Pero excluimos también el horizonte mismo. La Cuaresma nos llama a «espabilarnos», a recordarnos que somos creaturas, sencillamente que no somos Dios. Cuando veo en el pequeño ambiente cotidiano algunas luchas de poder por ocupar sitios, pienso: esta gente juega a ser Dios creador. Aún no se han dado cuenta de que no son Dios. Y también en relación con los demás corremos el riesgo de cerrarnos, de olvidarlos. Pero sólo cuando las dificultades y los sufrimientos de nuestros hermanos nos interpelan, sólo entonces podemos iniciar nuestro camino de conversión hacia la Pascua. Es un itinerario que comprende la cruz y la renuncia. El Evangelio de hoy indica los elementos de este camino espiritual: la oración, el ayuno y la limosna (cf. Mt 6, 1-6.16-18). Los tres comportan la necesidad de no dejarse dominar por las cosas que aparentan: lo que cuenta no es la apariencia. El valor de la vida no depende de la aprobación de los demás o del éxito, sino de lo que tenemos dentro.

Misa, Miercolés de la Ceniza

Vivir en profundidad el Bautismo significa también no acostumbrarnos a las situaciones de degradación y de miseria que encontramos caminando por las calles de nuestras ciudades y de nuestros países. Existe el riesgo de aceptar pasivamente ciertos comportamientos y no asombrarnos ante las tristes realidades que nos rodean. Nos acostumbramos a la violencia, como si fuese una noticia cotidiana descontada; nos acostumbramos a los hermanos y hermanas que duermen en la calle, que no tienen un techo para cobijarse. Nos acostumbramos a los refugiados en busca de libertad y dignidad, que no son acogidos como se debiera. Nos acostumbramos a vivir en una sociedad que pretende dejar de lado a Dios, donde los padres ya no enseñan a los hijos a rezar ni a santiguarse. Yo os pregunto: vuestros hijos, vuestros niños, ¿saben hacer la señal de la cruz? Pensadlo. Vuestros nietos, ¿saben hacer la señal de la cruz? ¿Se lo habéis enseñado? Pensad y responded en vuestro corazón. ¿Saben rezar el Padrenuestro? ¿Saben rezar a la Virgen con el Ave María? Pensad y respondeos. Este habituarse a comportamientos no cristianos y de comodidad nos narcotiza el corazón.

Audiencia general, miércoles de la Ceniza

Los sacerdotes asépticos no ayudan a la Iglesia. La Iglesia de hoy puede compararse con un «hospital de campaña»; necesitamos curar las heridas… Hay muchas personas heridas, por problemas materiales, por escándalos, incluso en la Iglesia … Gente herida por las ilusiones del mundo … Nosotros, sacerdotes tenemos que estar ahí, al lado de estas personas. Misericordia significa, ante todo curar las heridas…. no un análisis; después se le harán cuidados especiales, pero primero hay que tratar las heridas abiertas. ¿Conocéis las heridas de vuestros feligreses?.. ¿Estáis cerca de ellos? … ¿Tú lloras? ¿Cuántos de nosotros lloran ante el sufrimiento de un niño, ante la destrucción de una familia, delante de tantas personas que no pueden encontrar el camino?. El llanto del sacerdote … ¿tú lloras, o en este presbiterio hemos perdido las lágrimas? ¿Lloras por tu gente? Dime, ¿haces la oración de intercesión ante el Sagrario? ¿Luchas con el Señor por tu pueblo, al igual que Abraham luchó?

Al clero de la diócesis de Roma, 6.3.

Con sus invitaciones a la conversión, la Cuaresma viene providencialmente a despertarnos, a sacudirnos del torpor, del riesgo de seguir adelante por inercia. La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: «Convertíos a mí de todo corazón» (Jl 2, 12). ¿Por qué debemos volver a Dios? Porque algo no está bien en nosotros, no está bien en la sociedad, en la Iglesia, y necesitamos cambiar, dar un viraje. Y esto se llama tener necesidad de convertirnos. Una vez más la Cuaresma nos dirige su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y a nuestro alrededor, sencillamente porque Dios es fiel, es siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo, sigue siendo rico en bondad y misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y recomenzar de nuevo. Con esa confianza filial, pongámonos en camino.

Misa, Miercolés de la Ceniza

El cristianismo no es una regla sin alma, un prontuario de observancias formales para gente que pone la cara buena de la hipocresía para esconder un corazón vacío de caridad. El cristianismo es la carne misma de Cristo que se inclina sobre el que sufre sin avergonzarse. El hecho es que los doctores de la ley habían transformado la observancia de los Mandamientos en una formalidad, cambiando la vida religiosa  en una ética y olvidando su raíz, o sea una historia de salvación, de elección, de alianza: Recibir del Señor el amor de un Padre, recibir del Señor la identidad de un pueblo y luego transformarla en una ética es rechazar aquel don de amor. Esta gente hipócrita son personas buenas, hacen todo aquello que se debe hacer. ¡Parecen buenas! Son éticos, pero éticos sin bondad, porque ¡han perdido el sentido de pertenencia a un pueblo! El Señor da la salvación al interior de un pueblo, en la pertenencia a un pueblo”.

Santa Marta 7.3.

Sin embargo ya el Profeta Isaías había descrito con claridad cuál era el ayuno según la visión de Dios: “Soltar las cadenas injustas”, “dejar en libertad a los oprimidos”, pero también “compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo”, “cubrir al que veas desnudo”. ¡Aquél es el ayuno que quiere el Señor! Ayuno que se preocupa por la vida del hermano, que no se avergüenza -lo dice el mismo Isaías- de la carne del hermano. Nuestra perfección, nuestra santidad va delante con nuestro pueblo, en el cual hemos sido elegidos e insertados. Nuestro acto de santidad más grande está precisamente en la carne del hermano y en la carne de Jesucristo. El acto de santidad de hoy, nuestro, aquí, en el altar, no es un ayuno hipócrita: ¡es no avergonzarse de la carne de Cristo que hoy viene aquí! Es el misterio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Es ir a compartir el pan con el hambriento, a curar a los enfermos, los ancianos, aquellos que no pueden darnos nada a cambio: ¡no avergonzarse de la carne, es eso!”.

Santa Marta 7.3.

El  ayuno más difícil, es el ayuno de la bondad. Es el ayuno del que es capaz el Buen Samaritano, que se inclina sobre el hombre herido, y no es aquel del sacerdote, que mira al mismo desventurado pero sigue adelante, quizás por miedo de contaminarse. Y entonces  esta es hoy la propuesta de la Iglesia: ¿me avergüenzo de la carne de mi hermano, de mi hermana? Cuando doy limosna, ¿dejo caer la moneda sin tocar la mano? Y si por casualidad la toco, ¿la retiro de inmediato? Cuando doy limosna, ¿miro a los ojos de mi hermano, de mi hermana? Cuando sé que una persona está enferma, ¿voy a encontrarla? ¿La saludo con ternura? Hay una señal que tal vez nos ayudará, es una pregunta: ¿sé acariciar a los enfermos, los ancianos, los niños o he perdido el sentido de la caricia? ¡Aquellos hipócritas no sabían acariciar! Se habían olvidado… No avergonzarse de la carne de nuestro hermano: ¡es nuestra carne! Seremos juzgados por el modo en el que nos comportamos con este hermano, con esta hermana”.

Santa Marta 7.3.

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  • El objetivo de la peregrinación
    es la renovación de la Alianza de Amor
    en su fuerza plasmadora y misionera;
    la que se manifestará -hacia dentro de Schoenstatt-,
    en la renovación de la Familia
    y -hacia fuera-, en la plasmación de una Cultura de Alianza.

    Documento de Trabajo 2014


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