ECUADOR, P. Rafael Amaya •
En el colegio José Engling, donde trabajo, surgió la idea de hacer una convivencia con los empleados de limpieza. —
Mientras la estábamos planeando, se comentó que ellos nunca habían viajado en avión y no conocían la playa. Así es que, durante seis meses, recolectamos dinero, con trabajos extras, cortando césped, vendiendo ropa usada, vendiendo alimentos… y algunas donaciones, hasta que el viaje en avión se pudo concretar.
Fuimos a Guayaquil, a visitar los dos santuarios de Schoenstatt que hay allá: el santuario donde está la santa de Guayaquil: Narcisa de Jesús; el santuario de la Divina Misericordia, donde estuvo el papa Francisco; el colegio Monte Tabor, donde jugamos con los empleados de la institución, y celebramos la Eucaristía como gran familia.
El viaje fue emocionante porque fue sorpresa tras sorpresa: avión, santuario, playa… nuevos amigos. Lo importante es que se sintieron felices por ser parte de lo que a los demás les parece normal.
Muchas veces contamos nuestras aventuras en presencia de personas pobres
Al final me dijeron, gracias, padre, estas cosas solo escuchábamos, porque los padres de familia y las autoridades nos contaban de sus viajes y los lugares que han viajado, al fin no solo recibimos comentarios, sino, nosotros lo experimentamos.
Esa es la realidad. Muchas veces contamos nuestras aventuras en presencia de personas pobres… y no ayudamos a ellos.