IKAF. Desde hacía mucho tiempo se notaba en la empresa una atmósfera tensa producida por el aumento constante de la presión y no se perfilaba ninguna mejoría. Notamos, que en el equipo (cuatro personas de la junta directiva) aumentaba la inquietud y la tensión. Había discusiones por pequeñeces; de repente nos dimos cuenta de que el espíritu de equipo se desvanecía más y más. ¿Qué hacer? La situación en sí no se podía cambiar, sólo cabía aguantar. Pero en estos tiempos el espíritu de equipo es lo más importante y lo más amenazado.
Pensamos en el padre Kentenich y nos vino a la memoria, que una vez, otro prisionero de Dachau contestó a la pregunta de qué otra cosa habían hecho en Dachau, diciendo: “Juntos nos hemos reído mucho.”
Y de repente nos vino la idea: pasar un día con el equipo navegando en velero por el lago. Había que reconocer que se trataba de una idea loca. – Nadie tenía tiempo – todo urgía.
Pero, realmente, ¿por qué no?
Había que ver las caras de los colegas del equipo cuando se les hizo la propuesta. “¿Qué?, justo ahora, que hay tantas cosas y ni siquiera sabemos cómo las vamos a superar? ¡Qué idea más loca…! Y tras un corto silencio: “…pero realmente ¿por qué no? De todas maneras no pasará nada…y seguro nos hará bien…”
De inmediato se fijó un día de la siguiente semana. Era un día soleado y prometedor. Quedamos a las 8.00 horas, y subimos al barco “armados con el desayuno”.
Un par de rayos centellearon en la orilla del lago, pero no nos impresionaron. El lago estaba tranquilo y el sol calentaba… antes de salir hubo que aparejar las velas. Más tarde una agradable pausa para el desayuno a bordo y después a navegar por el lago. A última hora de la mañana se levantó una tormenta de viento y fuimos al puerto más cercano, donde esperamos que pasara lo más duro frente a un almuerzo extraordinario. El resto del viento, aún fuerte, lo utilizamos para navegar en escorzo uniendo todas las fuerzas.
Riendo, navegando, relajados
Así reímos y navegamos y sentimos la evidencia de que nos hacía bien estar juntos, vivir juntos de nuevo algo distinto, que el día a día en la oficina. Apagamos los móviles o los dejamos sonar.
Por la noche – después de llegar al puerto, aparejamos y estibamos juntos. Solo antes de finalizar, en un café cercano, volvió la conversación a la empresa y al día a día profesional…
Se podía leer en las caras de los que volvían a casa lo bien que les había hecho pasar el día juntos. Estaban tostados por el sol y radiantes, en lugar de cansados y tensos, como en los últimos tiempos. Los días siguientes sacaron a la luz junto a un “gracias”, un nuevo impulso evidente y espíritu de equipo.
¡Esta loca acción ha merecido la pena!
X.
Original: Alemán. Traducción: M. Paz Leiva, Madrid, España