ROMA, Gian Francesco Romano. Una gran fiesta de la Iglesia: así se puede resumir uno de los eventos más importantes y esperados en el Año de la Fe, la vigilia de Pentecostés del Papa con los Movimientos, las Asociaciones y Agrupaciones Laicales se llevó a cabo el 18 de mayo en la Plaza San Pedro, en Roma. Un evento en el cual también ha participado el Movimiento de Schoenstatt y en particular su Familia italiana, presente con casi 150 de sus miembros.
El pueblo de Dios, unido por el Espíritu
La ocasión es de aquellas donde más que contar hay que participar y poder vivenciarla. Se trata de experimentar en la vigilia de Pentecostés la belleza de la Iglesia vivificada por el Espíritu Santo que a través de sus carismas es multifacético pero al mismo tiempo une las diferentes realidades eclesiales. Así es que en la Plaza San Pedro quieren estar todos: 200.000 personas, según las últimas estimaciones (cuando el día anterior solo se esperaba poco más de la mitad) y otras 150 pertenecientes a asociaciones y movimientos diferentes.
Tenemos la impresión de encontrarnos en el medio de una pequeña porción del inmenso Pueblo de Dios, tan variado como son los dones del Espíritu: vamos de los jóvenes a los ancianos, de los niños a las personas con capacidades diferentes, de religiosos con hábitos a aquellos que están en bermudas….. la mirada de todos es para aquellos que hacen bien al alma, porque a la sombra de la Basílica se ven familias y personas comunes, gente que normalmente no son noticia pero que cotidianamente se encuentran en primera línea para vivir y difundir el Evangelio.
En ingreso a la plaza no es de lo más simple, está a cargo de algunos organizadores. Así el grupo de Schoenstatt Italia se ve obligado a separarse. Inmediatamente la sensación es de pena y desagrado; pero es muy consolador, después, ver tanta comunión y que sentido de familia puede nacer al ver flamear a lo lejos una bandera amarilla y azul con el Santuario o leer el nombre de Schoenstatt en grandes carteles hechos para esta ocasión.
La espera y el entusiasmo
Bajo un tibio sol se inicia el espectáculo que anticipa el encuentro con el Papa. Van pasando por el palco personajes conocidos de asociaciones católicas del mundo, cada uno con su equipaje de experiencias y testimonios para compartir. También la música forma parte del programa, con cantos ciertamente cristianos que se mezclan con los testimonios.
Pero todos tienen claro que ésto es un tiempo de espera, hay algunos que aprovechan para descansar, distraerse o simplemente, como sucede en el grupo de Schoenstatt, para comparar e intercambiar ideas sobre el día vivido y sobre la realidad de la Iglesia.
A las 17.30 hs. con casi media hora de anticipo, el Papa hace su ingreso con el papamóvil. Inicia como ya es costumbre, el largo recorrido que lo lleva a recorrer prácticamente todos los sectores, regalando momentos de felicidad, también al grupo principal de la representación schoenstattiana, que estaba situado bastante cerca del obelisco, ve desfilar dos veces delante de ellos al Papa. Fotografías, agitación de banderas, coros, sonrisas, bendiciones… son minutos pero en la experiencia personal hace sentir que fuera mucho más tiempo.
La vigilia del Papa Francisco un “one man show”
Hablar de un Papa como de una estrella puede no ser el mejor modo de describirlo. Y por otra parte, antes de la comunicabilidad hay otras cualidades que deberían caracterizar a un buen pastor: la fe, la caridad, ser la imagen visible de Dios…..Pero si el papa Francisco además de todo esto, es también un extraordinario comunicador, que cosa podemos hacer?
Con su predicación espontánea e inmediatamente comprensible, su estilo así, poco formal, entra al desnudo y arranca muchas sonrisas a la muchedumbre. Como cuando cuenta que a veces cuando reza a la noche, delante del Tabernáculo le agarra sueño; o cuando haciéndole una señal a alguno de sus propios colaboradores, se apena que no lo hagan salir del Vaticano para confesar.
A diferencia de las estrellas, Francisco no busca los aplausos ni trata ser el centro atención. Al contrario, toda su catequesis, simple, que recuerda aquella de un párroco y vuelve a poner en el centro los fundamentos de la fe, especialmente en esta ocasión particular, en la cual tiene delante suyo a los miembros de esos Movimientos que, unidos a la Iglesia pueden hacer tanto bien para la Nueva Evangelización. Habla así de la oración y de los testimonios; de salir afuera hacia los otros y en lo central de la familia la transmisión de la fe, temas que han tenido particular resonancia en el corazón de todos los schoenstattianos presentes; y sobre todo vuelve a poner en el centro a Jesús con un amable reproche a los fieles: Todos ustedes han gritado en la plaza “Francisco, Francisco, Papa Francisco”, pero Jesús ¿donde estaba? Yo hubiese querido que ustedes gritaran: “Jesús, Jesús es el Señor y está verdaderamente en medio de nosotros!”. De ahora en adelante, nada de Francisco, pero sí Jesús!
El encuentro finaliza un poco antes del ocaso. Resuena el Regina Coeli y varios grupos de fieles se retiran en orden, el Papa saluda cordialmente al Padre Walter Heinrich, el Superior de los Padres de Schoenstatt y a partir ese momento el grupo de Schoenstatt se retira de la plaza, con la satisfacción de haber pasado el sábado 18 del mes mariano en comunión con el Papa y con la Iglesia.
Original: Italiano. Traducción: Rosita Ciola, Buenos Aires, Argentina
