PARAGUAY, María Luz Fleitas/aat. Las hermosas celebraciones pascuales, la Vigilia y la Resurrección, marcaron una vez más lo propio de Tupãrenda: ser verdaderamente una Morada de Dios, donde se unen armoniosamente lo divino y lo humano, donde Cristo vence a la muerte.
La Vigilia pascual fue presidida por el P. Tommy Nin Mitchell con quien concelebró el P. Antonio Cosp. Comenzó con el encendido del fuego nuevo en el espacio situado entre la iglesia Santa María de la Trinidad, la Cruz de la Unidad y el Santuario. Una vez encendido el cirio pascual, se formó una procesión hacia la iglesia.
El P. Antonio pronunció la homilía en la que se refirió a las lecturas, y al mencionar el éxodo de los Israelitas, invitó a hacer un paralelo con la propia vida. Citó tres éxodos: la propia salida de los israelitas de Egipto; la de Cristo, que viene del Padre; la de cada uno, en el anhelo de dejar el pecado.
Dijo: “nuestro gran momento del éxodo es cuando aparece Cristo. Jesús, con su éxodo, nos conquistó la vida eterna y nos envía a ser misioneros cada hora de nuestra vida. Queremos vivirlo con mayor intensidad en este año de la corriente misionera, camino a los cien años del Movimiento”
Y continuó: “estamos próximos a las elecciones generales. Como ciudadanos de nuestra patria queremos vivir un éxodo: dejar de lado la corrupción, los errores, en pos de un Paraguay cada vez mejor, porque cada uno está llamado a dar lo mejor de sí, llamado a construir la Nación de Dios con Jesús resucitado, que es quien nos diviniza desde nuestro bautismo, gotita a gotita”
JM: Retiro de Semana Sancta
Participaron en esta celebración los miembros de la Juventud Masculina que estaban en el retiro de Semana Santa de Tupãrenda y el Coro Santa María, que con su bella música, hace de cada Vigilia Pascual una ceremonia majestuosa, solemne. El pregón pascual fue entonado por el Padre Tommy.
Al renovar las promesas bautismales, los presentes irradiaban la luz de la fe en esta hermosa fiesta central del cristianismo.
Desde luego, concluyó la fiesta con el saludo a María: ¡Reina del Cielo, alégrate, aleluya, porque el Señor verdaderamente resucitó, aleluya!
