NIGERIA, P. Reginald Ibe. Después de años de formación y de auto-educación bajo la protección de nuestra Madre tres veces Admirable, cuatro seminaristas fueron ordenados como diáconos de la Iglesia Católica Romana y fueron recibidos en la comunidad de los Padres de Schoenstatt el 8 de diciembre, 2012. Esto fue posible gracias a la Santísima Trinidad a través de la instrumentalidad del arzobispo de Ibadan, Monseñor Felix Adeosin Alaba Job, y los superiores de los Padres de Schoenstatt.
Monseñor Chochos Kunav, Herbert Okechukwu, Anthony Onyewaoma, Gregory Ojukwu de los Padres de Schoenstatt comenzaron su jornada al sacerdocio hace alrededor de 12 años. Ellos han saltado diferentes obstáculos, aplanado varias colinas y llenaron varios valles para lograr el ideal del documento de Pre-fundación. Y ahora, cuando completan una parte de su jornada, ellos han sido ordenados por Dios, celebrados por el Pueblo de Dios y recordados de su vocación al servicio. Ellos son diáconos, servidores, servidores de Dios, servidores del Pueblo de Dios.
Todo el día fue rico en alegría, abundante en felicidad y rebosante de júbilo y alabanza a la Madre tres veces Admirable y a la Santísima Trinidad. La Misa solemne, presidida por el arzobispo y concelebrada por el P. Juan Pablo, el P. Pistilli y muchos sacerdotes de Schoenstatt nigerianos fue una delicia y alimento para el espíritu. La homilía del arzobispo fue vibrante y permaneció latente en los corazones de muchos. La música del coro diocesano y la activa participación de la congregación fue ciertamente un cuadro para contemplar. Una vez más, la exclamación del Tabor estuvo en los labios de todos: «Es bueno estar aquí».
Acción de gracias
Después de la Misa, todos los que asistieron a la celebración y quienes habían venido de lejos y de cerca, se reunieron, unidos, a la sombra del Santuario, en celebración, alegría gozosa y festiva. Cantando, danzando, aplaudiendo y riéndose llenaron el aire; todo en acción de gracias a la Madre tres veces Admirable, para la gloria de Dios.
Este día simboliza un final y a la vez un comienzo: el final de sus vidas como seminaristas pero el comienzo de su jornada como clérigos.
Ellos han escogido este camino; servir a Dios y a los hombres con mucha devoción. Que Dios Todopoderoso, que comenzó este buen trabajo en ellos lo lleve a su conclusión.
Traducción: Eduardo Arnouil, Chile
