CHILE, Carmen Rogers. Son las 03.34 en Cobquecura, epicentro del terremoto y tsunami que asoló la zona centro sur de Chile el 27 de febrero de 2010. La Armada, con un toque de clarín, marca el inicio de un emotivo acto de homenaje a los 523 chilenos fallecidos y 24 desaparecidos. Autoridades y pobladores encienden velas en torno a una ermita donde fácilmente se puede leer «Nada sin Ti, nada sin nosotros».
No es la única vigilia. Las hay en Concepción, Talcahuano, Dichato, Maipú… con diferentes matices: unos acusan, otros dan razones y explicaciones.
¿La verdad? Es difícil descubrirla. Por problemas legales, edificios prácticamente destrozados, aún siguen en pie; pobladores protestan; otros, aplauden.
La excelente estructura vial que heredamos de los gobiernos anteriores está prácticamente reconstruida, pero falta mucho. No en vano se trata del quinto megasismo más destructor de la historia de la humanidad.
De todas las declaraciones, rescato «hemos hecho todo lo humanamente posible».
Se ha hecho mucho y falta una enormidad.
Nada sin ti, nada sin nosotros
Pero, allí, en el epicentro de la tragedia un «nada sin Ti, nada sin nosotros» (publicado el mismo día en decenas de diarios), nos habla de esperanza en la Providencia Divina; nos habla de empuje, de esfuerzo, de tenacidad, de paciencia: nos repite, en palabras de un comentarista deportivo «Vamos, Chile, que se puede».