ALEMANIA, Johannes Oelighoff. Es un sábado a las 8 de la noche en Múnich, Alemania. Las calles del centro de la ciudad tienen mucho movimiento y las tiendas ya están cerrando, pero una puerta sigue abierta: el portal de la iglesia del Espíritu Santo. Quien se asome verá que adentro hay música y luces de colores. Afuera hay personas que detienen por un momento a los transeúntes y les dicen: ¿Puedo ofrecerle una vela? ¿Puedo invitarlo a entrar a la iglesia?
Stay & Pray
Cada segundo sábado del mes están en la zona peatonal. Vienen desde las diferentes comunidades y nuevos movimientos espirituales que están representados en Múnich. Participan la Comunidad Emmanuel, Verbum Dei, Renovación Carismática, Cruzadas de Santa María, Comunidad del Nuevo Camino, Focolares, Círculo de Oración de los Miércoles, la pastoral diocesana y, por supuesto, Schoenstatt. El proceso siempre es igual. La noche empieza con una celebración eucarística a las 7:30 PM. Después sigue la adoración del Santísimo. Uno puede pasar toda la velada en la iglesia y cantar, orar o sólo disfrutar de la música. Los sacerdotes están disponibles para confesar o conversar. La vela que se recibió afuera de la iglesia puede llevarse al altar y tomar ahí un versículo de la Biblia. A medianoche termina la adoración con la bendición sacramental.
Schoenstatt – en medio de las actividades misioneras
La música es interpretada cada vez por una comunidad distinta. Esta vez toca el turno a los schoenstattianos. Con guitarra, piano eléctrico, cajón, violín, flauta, trompeta y muchos cantantes primero se toca en la misa y posteriormente se interpretan canciones hasta las 10 y media de la noche. Somos adolescentes y adultos jóvenes, estudiantes y la Juventud de Sión (seminaristas). Es impresionante observar cómo la gente entra a la iglesia preguntándose qué hay que ver ahí, entre ellos muchos jóvenes. Entre otras cosas supimos de schoenstattianos chilenos, que llegaron «casualmente» y que no esperaban oír canciones de su tierra, como «María de la Alianza».
Ser una Iglesia misionera
En su homilía el P. Hans-Martin Samietz habló de la identidad de los individuos. ¿Quién soy y de dónde vengo? ¿Qué espera la sociedad de mí? Un eslogan publicitario dice: «Quiero permanecer como soy. ¡Tú puedes hacerlo!» Pero nosotros queremos ir más allá. ¡Sal de ti y no sólo para cuaresma! ¡Atrévete a hacerlo! ¡Todo será nuevo!
La oportunidad nos llegó un poco más tarde. Después de los cantos nos paramos frente a la iglesia y abordamos a la gente. Frente a la puerta de la iglesia tenemos una conversación, entre otras, con una señora anciana. Aunque prefiere no entrar a la iglesia, encendemos una vela por ella. Frecuentemente a través de la conversación recibimos una visión muy diferente de un ser humano. A un hombre vestido completamente de cuero negro y enmascarado con un pasamontañas le ofrecemos una vela, ofreciéndole llevarla a la iglesia y ofrecerla por alguna intención particular. Visiblemente sorprendido, el enmascarado casi se inclina a tomar la vela. Cuando le preguntamos si reza ocasionalmente, responde que sí, pero que no necesita de un lugar físico como la iglesia y apunta a su corazón. Esta experiencia nos muestra que el encuentro con Dios es posible cuando nos superamos y nos acercamos a la gente. De esa forma el encuentro es una bendición para la persona a la que nos acercamos y también para el misionero.
Muchos transeúntes se asoman «sólo un momento», algunos permanecen más tiempo. El encuentro hace que uno quiera más.
Traducción: Eduardo Shelley, Monterrey, México
