Publicado el 2020-07-30 In Columna - Cristián León, José Kentenich, Temas - Opiniones

El padre Kentenich y la transparencia. Algunas claves para leer adecuadamente lo que nos está pasando.

Cristián León, Chile

Las entrevistas a la teóloga e historiadora Alexandra von Teuffenbach que mencionan ciertos entredichos sobre la persona del padre José Kentenich se han percibido como un torpedo bajo la línea de flotación en el Movimiento de Schoenstatt. Estas reacciones van desde la creencia de que comprometen seriamente la causa de beatificación de nuestro fundador, hasta el cuestionamiento de la pedagogía y espiritualidad del movimiento. Es decir, quedaría en suspensión el derecho a nuestra existencia carismática hasta nuevo aviso.—

En una columna anterior mencioné la importancia de considerar el pretexto, texto y contexto en el cual el padre Kentenich decía o hacía tal o cual cuestión. Además mencioné que era clave examinar críticamente cuatro conceptos que estaban muy vigentes en nuestra mentalidad y atmósfera psíquica actual. Estos eran transparencia, presentismo, revisionismo y el tema generacional. En dicha columna los desarrollé muy sucintamente, por lo que ahora me gustaría ahondar en el tema de la transparencia y entregar algunas claves para leer lo que nos está ocurriendo correctamente. En lo sucesivo, desarrollaré los otros puntos en próximas columnas, y así no cansar al lector.

Lo que pasó: La ingrata sorpresa

En nuestra sociedad actual, en el último tiempo se ha consagrado como un derecho irrenunciable el transitar rápidamente a una sociedad de la transparencia, término que hoy domina la discusión pública como, tal vez, ningún otro, según afirma el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han. Sus defensores aducen que es la medida correcta para evitar secretismos, corrupciones y redes de protección en el mundo de la empresa privada como en los poderes del Estado. La Iglesia no escapó de su escrutinio debido a la ola de abusos de poder de sus clérigos, ya sea en sus versiones de abusos de autoridad, de consciencia y de carácter sexual. Todo esto trajo un costo altísimo a los modelos económicos de corte liberal, a las democracias del mundo libre y a la institución eclesiástica. Su costo más alto y patético es la irrelevancia en que cayeron los consejos y opiniones de sus clérigos y sus cuerpos episcopales, frente a una sociedad sorda y anestesiada a su mirada. Se ha hablado de hacer accountability en la Iglesia, es decir, definir una forma óptima de trabajar en dicha organización. Pero quiero poner en perspectiva algunos alcances de la transparencia que debemos tener presente.

Muchos miembros del movimiento, que estaban genuinamente sorprendidos por este balde de agua fría, argumentaron que fueron sorprendidos ingratamente con los dichos de la teóloga en cuestión. Otros, al parecer, sabían, o al menos manejaban cierta información, y no se sintieron sorprendidos en lo absoluto, o al menos lo manejaron con prudencia y sin escándalo. Por tanto, estaban los que no sabían y fueron sorprendidos; estaban los que sabían algo y lo lamentaron, y estaban los que sabían más, pidieron disculpas y se comprometieron a contar la verdad, dentro de la información que tenían a mano.

Lo que se sabe: El objeto cuestionado y las causas del exilio

Lo que hay hasta el momento es una crítica, fuera del tiempo y del espacio, de una ceremonia privada del Instituto de las Hermanas de María denominada Kindesexamen, un examen de filialidad, que practicaba el Padre Kentenich en forma libre a las Hermanas de María, a mi conocimiento siempre en presencia de la superiora de dicha comunidad. El P. José Kentenich lo explica como una repetición original del examen de amor y humildad, que a San Pedro le hiciera el Señor al ser nombrado primado. Es la flor y el fruto de una educación del amor a través de largos años, en base a cuatro preguntas. En dicha ceremonia habría habido una quinta pregunta a una hermana en particular, la cual se habría sentido ofendida y avergonzada porque habría tenido una connotación sexual. Esto habría ocurrido a fines de los años ‘40 o a comienzos de los ‘50. De esto se habría enterado el  visitador Sebastian Tromp en entrevista con las Hermanas de María, dentro del contexto de la visitación apostólica encargada por el Santo Oficio a la obra de Schoenstatt (actual Congregación para la doctrina de la fe).

Junto con ello, se nos ha dicho ahora que el motivo del exilio del fundador a Milwaukee durante catorce años fue por un conjunto de cuatro causas:

  1. La iglesia no entendió Schoenstatt, su terminología, que motivó la epístola per longa del 31 de mayo.
  2. El tema con las hermanas, su relación con ellas y sus acusaciones de abuso de conciencia y sexual.
  3. La relación con los sacerdotes diocesanos schoenstattianos, que querían fundar parroquias de Schoenstatt en Alemania.
  4. Todos los problemas que tuvo con los Palotinos, que comienzan en 1916 y en los que el P. Kentenich reinterpreta a Pallotti en términos schoenstattianos.

Eso es, más o menos, una síntesis de la información que hoy se maneja y que es de público conocimiento. Y saber esto ha despertado diversas sensibilidades, suspicacias e interpretaciones. A partir de lo que se ha dicho y mostrado en documentos, da la impresión que no es mucho más lo que se sabe. Habrá que esperar a ver lo que se encuentra en los archivos vaticanos.

 

Transparencia total, revelación progresiva u ocultamiento premeditado

Mientras tanto, sería válido despejar la pregunta de si previo a este «escándalo» era necesario saber estas cuatro causales a todo miembro del Movimiento, nada más de entrada por pertenecer a él o al menos si había documentos disponibles para acceder a ellas. Aquí, al parecer, hay 3 alternativas: transparencia total, revelación progresiva y ocultamiento premeditado.

Al menos el propio padre José Kentenich nos arroja algunas luces en el libro central de la espiritualidad schoenstattiana como es el Hacia el Padre, escrito durante el campo de concentración de Dachau (1942-1945) en la oración Séquese mi diestra en la Estrofa 584:

 

“Lo que hacia afuera

no pueda aumentar su honra,

siempre me guardaré de publicarlo;

sobre ello extiendo

un manto de silencio

y lo expío

con una vida de santidad.

Sea Dios mi testigo:

Séquese mi diestra,

Schoenstatt,

Si de ti me olvido”.

 

Por otro lado, los textos neotestamentarios son abundantes en mostrar como Jesús se va revelando paulatinamente a sus discípulos. Al principio, pregunta a los suyos “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lc. 9 y Mt. 16) y ninguno de ellos sabe con quién está hasta que Pedro aventura: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Vivo”. Más tarde, en el Monte Tabor, vendrá la Transfiguración de Cristo, donde se manifiesta como verdadero Dios a sólo tres de sus doce discípulos, señalado en los tres sinópticos (Mt. 17, Mc. 9 y Lc. 9) y ordenando expresamente a éstos: “No cuenten a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado”. No es hasta la última Cena, en el Evangelio de Juan, donde Cristo hace una referencia explícita de su persona y su misión (Jn, 13 a 17).

También nuestra experiencia familiar revela situaciones parecidas. ¿Cuándo es el momento adecuado para decirle el origen a alguno de nuestros hijos que es adoptado? ¿Cuándo le decimos a nuestros hijos que uno de sus padres fue infiel a su cónyuge en determinado momento de su vida? Algunos podrán aducir que desde siempre, otros en cambio dirán que cuando los receptores estén preparados y maduros para recibir la noticia. Pero, al parecer, lo que sí estaría claro es que nunca podemos ocultar el “secreto”. Pero debemos aceptar que según las dinámicas propias al interior de las comunidades y su particular y privado discernimiento deben ellas “elegir” cuando revelar aquellos temas y siempre desde la mirada de si aporta saberlo, si aumenta la honra o ayuda a la vida de las otras comunidades.

Y tensando más el arco… ¿En virtud de esa supuesta transparencia, los sacerdotes podrían en un futuro estar obligados a violar el secreto de confesión? Asimismo, ¿las comunidades estarían obligadas a exponer sus costumbres y ritos privados al escrutinio público?

Querer saber es orgánico, querer saberlo todo porque así debe ser no lo es

Quiero finalizar exponiendo algunas ideas del citado Byung-Chul Han en su libro La sociedad de la transparencia (Herder, 2013). Las acciones se tornan transparentes cuando se hacen operacionales, cuando se someten a los proceso de cálculo, dirección y control. El tiempo se convierte en transparente cuando se revela como la sucesión de un presente disponible. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual, como sólo lo desprovisto de cualidad puede ser. Debemos tener cuidado de que la transparencia total es también una coacción sistémica que se apodera de todos los sucesos sociales y los somete a un profundo cambio. También tiene un rasgo totalitario: «Una nueva palabra para la uniformación: la transparencia». Esta exige en nombre de esa misma transparencia un total abandono de la esfera privada, con el propósito de conducir a una comunicación transparente.

Pensemos en que el mismo Freud –quien no era un santo de la devoción del P. José Kentenich-, afirmaba que el propio hombre ni siquiera para sí mismo es transparente. El yo niega precisamente lo que el inconsciente afirma y apetece sin límites. El «ello» permanece en gran medida oculta al yo (Han, p. 15). ncluso el ocultamiento es más que discutible. El poeta chileno Eduardo Anguita nos recuerda que “hay cosas por las cuales es bello callar”. Defiendo entonces el derecho al legítimo secreto.

Querer saber es orgánico, querer saberlo todo porque así debe ser no lo es. El pecado original radica precisamente ahí, cuando la serpiente le dice a Eva: “…sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era (…) codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos” (Gén.3, 5-7). Con la total transparencia el mundo se hace más desvergonzado y desnudo.

Una acumulación de información por sí sola no es ninguna verdad

No obstante, el evangelio dice que la verdad nos hará libres (cfr. Jn. 8, 32); pues bien, transparencia y verdad no son idénticas. Más información o una acumulación de información por sí sola no es ninguna verdad. Le falta la dirección, a saber, el sentido. La hiperinformación y la hipercomunicación dan testimonio de la falta de verdad, e incluso de la falta de ser. Más información, más comunicación no elimina la fundamental imprecisión del todo. Más bien la agrava. Los invito a pensar en ello.

 

CRISTIÁN LEÓN GONZÁLEZ

26.07.2020

 


CRISTIÁN LEÓN (1969) pertenece al movimiento desde 1991. Actualmente es miembro del curso 2 de la Federación de Hombres de Chile. Es arquitecto y licenciado en estética (PUC) y magister y doctor en historia del arte, UPO Sevilla. También es vocero de la Fundación Voces Católicas.

 

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8 Responses

  1. Miguel González dice:

    Cristián, me parece que no queda demasiado clara la conclusión de tu reflexión.
    Hay dos posiciones, la de Jose Luis Correa y la del padre Patricio Moore. Uno justifica y el otro pide perdón.
    Puede que me equivoque, pero me parece que estás cerca de lo que dijo Correa, quien hizo distinciones
    entre»mentir» y «omitir». Me gustaría que aclararas el punto.
    saludos cordiales
    Miguel González

  2. Cristián, la denuncia del mecanicismo en la cultura occidental, y por extensión en grandes sectores de la Iglesia católica, fue lo que me cautivó -y me sigue cautivando- del pensamiento del P. Kentenich.

    Ignacio, no me cabe duda de que el vínculo con el P. Kentenich generó y genera una inmensa corriente de santidad. Pero eso no quita que, si hay en su pensamiento y pedagogía elementos que lleven en una dirección equivocada, habrá que discernirlos adecuadamente, y estar prevenido contra ellos.

  3. Estimado Gonzalo, primero que nada, agradecer el sumarte a la reflexión. Encuentro muy estimulante las ideas que pones en la mesa.
    Sin ser experto en el tema me atrevo a decir que todo carisma, toda espiritualidad y toda pedagogía en la vida de la Iglesia han nacido de una antropología, es decir, de una visión determinada del hombre y sus circunstancias. La lucha central y de fondo del PJK fue el darse cuenta que el mundo estaba poseído por una visión mecanicista y colectivista del hombre y la sociedad, de sus estructuras políticas y economicas, que sin duda afectaban su relación personal con un Dios personal y actuante en la historia. Todo lo que el PJK hace, es intentar dar respuesta acomoda desarticular esa relación, con un hombre nuevo, en una nueva comunidad y traspasado por lo Sobrenatural.
    Teniendo eso claro, podemos revisar toda la pedagogía en función de esos objetivos, y mutatis mutandis, adaptarlo a los nuevos tiempos. Afirmé en una columna anterior, que la realidad es siempre compleja, cambiante y contradictoria. Por eso, en definitiva hay que jugar un doble juego, el de la adaptación y el de la orientación. Es decir, revisar críticamente nuestros principios y pedagogía, y reflexionar si hay cosas que modificar, sin perder de vista la orientación, que es en definitiva, lo que da altura y profundidad a lo que es el carisma específico de Schoenstatt. Es decir, es orgánico revisar, pero no lo es ser revisionista. El adanismo es una lacra funesta a mi parecer .
    Saludos cordiales.

  4. Estimados Ignacio y Cristián,

    Sigo con interés vuestras columnas y comentarios. Me gustaría ahora comentar un punto de vista algo diferente. Es decir, no quiero referirme ni a la exactitud histórica de los distintos relatos sobre los hechos que motivaron el exilio, ni a la legitimidad u oportunidad prudencial de haber contado un relato más o menos «suavizado» de estos hechos.

    Más bien, mi punto es: de los cuatro hitos que habitualmente se suelen mencionar en la historia schoenstattiana, el tercero es El Hito por excelencia, porque en él se jugaba el núcleo de la aportación del P. Kentenich a la Iglesia. Esta aportación se puede cifrar, tal vez, en la denuncia del pensar mecanicista y el reclamo por el Pensar, Amar y Vivir Orgánico. O tal vez, ya no estoy seguro, el núcleo de la aportación sea el Principio Paternal.

    De las cuatro causas del exilio que se mencionan en esta columna y en otros lugares, la primera ha sido siempre la protagonista del relato que hemos recibido la mayoría. «La Iglesia no entendió a Schoenstatt; el padre no podía ceder, sino que respondió valientemente escribiendo la Epístola Perlonga; esto le costó el exilio».

    No solo eran las otras tres causas mucho menos conocidas; es que en la primera causa siempre se ha dado por sentado que el P. Kentenich tenía completa razón en sus denuncias, y que el juicio de la Iglesia fue equivocado (además de abusivo en sus formas). Pero, ¿y si no es así? ¿Y si el P. Kentenich estaba equivocado, no digo en todo, pero sí en algún aspecto de lo que consideraba tan esencial defender, aun con el mayor de los sacrificios personales?

    Me parece que un elemento esencial del proceso que tenemos que afrontar los schoenstattianos es esta labor de reflexión y discernimiento. No sólo sobre acciones concretas del padre y sus seguidores -que pienso es más fácil aceptar que estuvieron equivocadas- en relación con las hermanas, con los sacerdotes diocesanos y con los palotinos; sino sobre todo el discernimiento sobre el carisma del Fundador, porque ese carisma es el que seguirá inspirando a Schoenstatt en el futuro.

    • Ignacio Serrano del Pozo dice:

      Estimado Gonzalo,
      Estoy completamnete de acuerdo que lo que ha pasado no es sólo una oportunidad de leer más textos o encontrar más fuentes, eso es lo de menos. Es una oportunidad para comprender mejor el carisma. Pero yo no lo pondría en términos de error o aciertos, de que si se equivocó la Iglesia o Schoenstatt. En la hermeneutica de Gadamer existe un término aleman que es bien interesante: Wirkunsgeschichte. Eso significa que la historia se debe mirar también desde los efectos de un acontecimiento, y en ese sentido la distancia histórica me permite calibarlo mejor. ¿Cuáles son los efectos del mensaje carismático del 31 de mayo? Negativamente puede ser que efectivamente el vínculo paterno-filial generó en algunas personas una dependencia filial poco sana que denunció Stein&Tromp, con mucha falta de libertad y entusiasmo ciego. E incluso algunos abusos del clero pueden encontrar la explicación en se poder magnético del vínculo . ¿Sólo eso? También estan los santos: Hna. Emilie Engel, Mario Hiriart, P. Hernán Alesandri, la contracorriente desde Bellavista y la fuerza de la cruz de la unidad. Yo tiendo a pensar que esa inmensa corriente de santidad es precisamnete gracias al vínculo con el P. Fundador, y estoy convencido que fue ese contacto con la misericordia del Padre trasparentada en un viejo sacerdote alemán de barba blanca, lo despertó tanta vida fecunda. Lo que sí, el requisito del 31 de mayo requiere entenderse desde el sacrifiico de la cruz (desde el 20 de enero), del pastor que da la vida por su ovejas…

  5. era enunciar, no renunciar.*

  6. interesante reflexión Ignacio, y creo que ese es uno de los puntos centrales de la discusión y creo que la columna quiere situar esa discusión y proponer contrapuntos. Es la práctica de la mesotés aristotélica, la,ley del justo medio. Esto finalmente se juega en la libertad y en la magnanimidad de sus miembros. Obviamente que prácticas corruptas deben ser denunciadas y extirpadas sin concesiones. Pero hay un mundo más grande y más ancho que eso, y que valía la pena renunciar.
    Abrazos.

  7. Ignacio Serrano del Pozo dice:

    Estimado Cristian, muchas gracias por tu columna. Usar las categorías que utilizas, e invitar a Byung Chul Han a la discusión, sin duda ilumina y oxigena el tema en Schoenstatt. Pero me queda la pregunta si la imagen del padre de familia que resguarda información a sus hijos o la de uno mismo que calla intimidades, es la adecuada para justificar una posible no transparencia de los asesores (padres de Schoenstatt y Hermanas de María), en tanto ellos son quienes debiesen trasmitirnos la historia de nuestro padre común. El sentido de su tarea es precisamente asistirnos en tareas que nosotros los laicos no podemos emprender por tiempo o conocimiento, un poco como el asesor de un organismo en mundo secular, en esa línea, no cabría ocultamiento de información. Incluso si esa información no aumenta la honra de la Familia, para usar oración del Padre Fundador, ¿somos los laicos los hijos menores de esa familia que debemos quedar excluídos? Para seguir conversando…

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