Publicado el 2020-07-26 In Columna - Ignacio Serrano del Pozo, José Kentenich

En esta hora de balance: unidos en la verdad y en el amor

Ignacio Serrano del Pozo, Chile •

Todavía no se cumple ni un mes desde que apareciera el polémico reportaje en el que la historiadora y teóloga Alexandra von Teuffenbach denunciaba haber encontrado documentos en los archivos vaticanos, que comprometían la integridad moral del P. José Kentenich.  Sin embargo, a muchos este tiempo nos ha parecido un año completo, sino más, caracterizado por desgaste emocional e intensa discusión. Incluso podríamos admitir que nunca habíamos leído tan rápidamente tantos estudios, documentos o cartas de Kentenich o contra Kentenich, ni reflexionado con tanto interés sobre el contenido de ciertos episodios históricos, que hasta hace poco parecían piezas de museo: la visitación apostólica de Stein & Tromp, el exilio en Milwaukee, y la rehabilitación que habría recibido nuestro Fundador desde las autoridades romanas. —     

Ahora bien, debemos reconocer que, junto con esta sensación de vorágine, el episodio von Teuffenbach ha puesto al descubierto también nuestros lados más débiles como familia de Schoenstatt.  Parece ser que eso suele suceder en los momentos de crisis, que, ante la inestabilidad, aparece lo peor de nosotros. Me gustaría detenerme en tres de estos aspectos que conviene reparar, en vista precisamente de asumirlos como carga a trasformar e instancia de crecimiento.

La falta de preparación para un escrutinio desde afuera

En primer lugar, creo que esta crisis de acusaciones nos ha mostrado que no estábamos preparados para un escrutinio desde afuera, o de exigencia por información transparente. Si bien al principio señalamos que todos los documentos estaban depositados como parte del proceso de beatificación del P. Kentenich y que, por ende, habían recibido su nihil obstat, el asunto ahora parece más complejo, no sólo porque existe mucha documentación archivada en el Vaticano que hasta ahora no se conoce, sino que -más importante- porque nos hemos percatado de que en el Movimiento sólo contábamos con estudios fragmentarios de la historia de Schoenstatt, y que no teníamos una especie de catálogo completo de las obras de Kentenich, ni en papel, ni en formato digital.  Los esfuerzos ingentes de estudiosos como la Hna. Herta Schlosser, el P. Paul Vautier, o recientemente el P. Heinrich Hug, para editar los textos del P. Kentenich, habían estado destinados a producir manuscritos para uso interno, inaccesibles a la mayoría de los schoenstattianos, que sólo contábamos con algunos libros publicados y unas pocas colecciones de textos con estudios introductorios para uso general, como los Kentenich Reader o Durchblick in Texten, de Herbert King.  Si a esto se suma que buena parte de la información que manejamos muchos de nosotros tampoco responde a estas lecturas -sino a lo que escuchamos en la última plática de la Hermana de María que conoció al padre fundador, o a la charla del asesor que se dio el trabajo de estudiar un poco más, para no decir lo que leímos en la fotocopia subrayada de un antiguo manual de formación-, el asunto de la desinformación cobra importancia.  En términos escolares, podríamos decir que en esta prueba que nos puso von Teuffenbach nos faltó material y nos faltó estudio.  Así no es posible defender al padre fundador, ni podemos dar testimonio de su mensaje.  Si hasta los primeros cristianos decidieron poner por escrito el acontecimiento de la venida de Jesucristo, “después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen” al decir de Lucas (Lc 1,3).

La acentuación de un relato épico desde Schoenstatt

En segundo lugar, lo vivido nos ha mostrado que Schoenstatt aún padece el peso del “exilio” o un cierto síndrome del desterrado.  Por razones que no vienen al caso, viví mi infancia lejos de Chile. En ese ambiente uno podía observar dos fenómenos interesantes en los expatriados: la idealización del país abandonado en un relato más mítico que verdadero, y un andar con cuidado para que no se descubriesen sus raíces ni su pasado…  En Schoenstatt pasa algo análogo que ha marcado nuestro discurso, especialmente el de las generaciones que nos precedieron. Los 14 años de exilio que vivió el padre fundador nos han llevado a mirar más hacia atrás que hacia adelante, y nos han empujado a hacerlo con el tono épico de una víctima cuyo desarrollo se vio truncado en una tierra extraña.  Es algo semejante al lamento del pueblo hebreo cautivo en Babilonia. Esto es importante de considerar porque creo que las acusaciones de Alexandra von Teuffenbach no sacaron a la luz una especie de ocultamiento o engaño de parte de los padres de Schoenstatt o las Hermanas de María, como algunos piensan. Eso supondría una intencionalidad de encubrir que, al menos yo, no puedo creer que haya existido. En cambio, lo que sus denuncias han mostrado es más bien que en Schoenstatt durante mucho tiempo se privilegió el relato épico referido a las injusticias vividas por José Kentenich, antes que conocer verdades incómodas y opacas. Así, en la recreación del pasado se impuso más la lucha de un hombre profeta que debió enfrentar la incomprensión de la Iglesia preconciliar, que la acusación que realizó un grupo de mujeres frente el estilo de conducción del fundador o que el contenido de un decreto administrativo firmado por el Santo Oficio. Por eso nos duele tanto cuando alguien empieza a indicar aspectos menos glamorosos y más humanos de nuestra historia.

La desconfianza entre las comunidades     

En tercer lugar, además de falta de preparación y un exceso de épica, me parece que los últimos hechos han empezado a revelar otra de nuestras debilidades como familia, y quizás la más grave: la suspicacia.  Y aquí no me refiero a las tensiones y resquemores que se han suscitado recientemente entre el grupo de los radicales que hace un llamado a una cruzada por reconquistar el buen nombre de Kentenich y la de aquellos indignados que reclaman trasparencia total “caiga quien caiga”. Me refiero más bien a esa falta de comunicación y de confianza que late subyacentemente, y que se percibe entre la comunidad de las Hermanas de María y el Instituto de los Padres de Schoenstatt, entre los que pertenecen a Federación y los que componen los Institutos, entre un Schoenstatt de élite y uno de a pie, o entre el Schoenstatt alemán y el latinoamericano, por nombrar cuatro tensiones que no siempre hemos sabido resolver apropiadamente. Quizás es sólo una sensación personal, pero siento que todos estos grupos se miran mutuamente ahora como posibles responsables de lo que ha estado sucediendo, intentando dilucidar por qué von Teuffenbach ha causado tanto impacto.

De cara al futuro, cabe preguntarse ahora qué camino seguir para que la crisis vivida no nos destruya, sino que nos permita salir fortalecidos como Obra de Schoenstatt. En la misma línea de lo señalado, y recogiendo las voces de schoenstattianos de diversos contextos y mucho más lúcidos que uno, me atrevo a proponer tres senderos por los que se podria transitar.

Coordinar un centro de documentación y de estudio sobre Kentenich

En primer lugar, algo práctico: sería conveniente que la Presidencia General pudiera coordinar un proceso de apertura de toda la obra kentenijiana. Me parece que una especie de centro de documentación y de estudio sobre Josef Kentenich, con una biblioteca virtual en la que colaboren todas las comunidades, sería un aporte muy apreciado.  Aquí se podría contar con la obra completa en línea del Padre Fundador en alemán su idioma original (más adelante con traducciones a otros idiomas), y con prefacios y notas aclaratorias realizadas por un equipo multidisciplinarios de estudiosos. De esto modo toda la Familia sabría que la obra está disponible para quien la quiera consultar. En esta dirección, no cabe sino celebrar la apertura de los archivos de la Hermanas de María según decisión de su Superiora General, así como el esfuerzo del P. Juan Pablo Catoggio, en representación de la Presidencia General de Schoenstatt, por sacar a la luz textos claves con sus respectivas introducciones.

Asumir la debilidad de nuestra historia

En segundo lugar, algo más espiritual: parece fundamental asumir -como muchos lo han repetido- todos los claroscuros de la biografía del P. Kentenich. Pero no sólo de él, sino también de toda la Familia. Nada más sano que asumir nuestras vergüenzas y nuestros límites. Toda historia familiar tiene aspectos que no nos enorgullecen y hay nombres que nos gustaría borrar, pero eso no se puede hacer ni conviene realizar. Esa es nuestra historia, sobre la que Dios ha construido grandes cosas, valiéndose de débiles hombros de hombres y mujeres concretas, donde la existencia de cada uno cobra sentido. Recordemos que incluso la genealogía de Jesús referida por los sinópticos incluye el nombre de una prostituta de Jericó (Rahab) o de un politeísta como Taré el padre de Abraham.

Unirse en la verdad y el amor

En tercer lugar, y quizás lo más relevante pero también lo más difícil, es que como familia debemos mantenernos unidos, sin dar espacio a rencillas e intrigas que tantas divisiones producen. Entiendo que hay muchas desconfianzas justificadas, y creo aún más, muchas de ellas son responsabilidad del propio padre fundador, que le dijo a cada comunidad que tenía el derecho de primogenitura, que era su predilecta o que él hubiese pertenecido a ella…  En la hora presente, debemos superar esa etapa, con oración y capital de gracias; han pasado los años, hemos crecido y ahora nuestro “padre común” nos necesita unidos. Él ha sido acusado y requiere el apoyo mancomunado de todos sus hijos. Por lo demás, esa fue su petición sacerdotal de hace 110 años: “Concede, Dios mío, que todos los espíritus se unan en la verdad y todos los corazones en el amor”.

 

Ignacio Serrano del Pozo

25 de julio de 2020

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9 Responses

  1. Eduardo Arnouil dice:

    Qué podemos hacer mientras tanto?
    1. Confirmar que efectivamente se sabía que existen acusaciones presentadas a los visitadores (Obispo Stein y P. Tromp) por Hermanas de María aunque no se inició entonces un proceso para verificar la veracidad o no de ellas.
    2. Esperar que el P. Eduardo Aguirre tenga acceso (en setiembre, 2020) al archivo del P. Tromp guardado en el archivo del Santo Oficio, ahora abierto hasta 1958.
    3. Confirmar por el P. Aguirre la veracidad o no veracidad de la existencia de las denuncias presentadas por las Hermanas (aunque probablemente sin referirse a su contenido).
    4. Esperar los resultados de la investigación realizada por la Comisión nombrada por el obispo ordinario de Tréveris, Stephan Ackermann exonerando o no exonerando al P. Kentenich y dando luz verde o no para continuar con la causa de beatificación.
    5. Y qué más?

  2. Gracias Ignacio por tu valioso aporte de ideas y reflexiones. Comparto que no estábamos preparados para atender proactivamente a lo que nos pasó y no nos fue bien, en vez de impulsar Schoenstatt quedamos atendiendo reactivamente a más preguntas internas que externas. Tenemos que aprender a ser PROACTIVOS, es una exigencia de l tiempo moderno global e hiperconectado. Para eso hay que tener planes y no improvisar usando nuestra intuición; supone un plan que articula los planes de todas las fundaciones de Schoenstatt porque es Schoenstattt, como un todo, el que es interpelado y el que debe responder; estas respuestas aisladas son débiles, frágiles y riesgosas y hay que hacerlo a la primera porque muchas veces no hay segundas oportunidades. Desgraciadamente ha quedado al descubierto que no tenemos interés por un plan común de comunicaciones y de gestión. Por otra parte, internamente hemos constatado que tapar demasiada información, haciéndola inaccesible no se sostiene en el tiempo actual con abundantes redes sociales y recursos globales. Debemos corregir y hacer entre todos y para todos una BIBLIOSCHOENSTATT y una PEDISCHOENSTATT que faciliten el conocimiento de Schoenstatt, sin miedo, y promuevan su novedosa renovación del mundo y para el mundo. Hemos constatado también que Schoenstatt en la práctica no sabe ser familia de adultos, al menos según el modelo abierto de Nazareth. Todo parece estar, inconveniente e innecesariamente, lleno de muros, como lo denunciaron nuestros jóvenes. Yo comparto contigo y también no creo que haya habido deliberado ocultamiento aunque demasiadas veces se recurre a la privacidad familiar, que está bien pero tiene que ser minoritaria en una institución pública como se ha hecho Schoenstatt en estos últimos 50 años. Las tensiones en Schoenstatt sabemos que existen y las hemos vivido y con demasiada frecuencia nos encontramos con ellas como si faltara voluntad de conversar y ser familia. Es URGENTE, como propones un CENTRO DE DOCUMENTOS con una biblioteca remota en la que colaboren todas las comunidades, manteniendo la reserva fundada de aquello que estimen privado y poninedo todo lo demás a disposición de todo Schoenstatt y, con restricciones fundadas, a todo el mundo. Schoenstatt tiene que abrirse, aceptar que es público, lo que es una virtud apostólica y no una amenaza, ni una dificultad. Tenemos que dejar de tener miedo a la verdad con bondad, y asumir el riesgo de presuponerla. Como dices, debemos mantenernos unidos, atevernos a conversar y a sentarnos a la mesa para reirnos jutnos, perdonarnos y animarnos a ayudarle a la Mater, sin confundir el desarrollo de la individualidad de Institutos y Federaciones con el cultivo y el sostén de la confianza que es la base de la transparencia. .

  3. Gonzalo Génova dice:

    >> no cabe sino celebrar la apertura de los archivos de la Hermanas de María según decisión de su Superiora General

    Dónde se publicó este comunicado? Muchas gracias.

  4. Eduardo Arnouil dice:

    Excelente reflexión, Ignacio. Muchas gracias y manos a la obra!

  5. Rafael Mascayano Medo dice:

    Gracias Ignacio, es comenzar ya a decantar lo sucedido y mirar con propuestas afectivas y efectivas hacia adelante.

  6. Juan Eduardo Villarraza dice:

    Muy buena reflexión. Hace falta conocer más a Kentenich, darlo a conocer y no crear una especie de ocultismo o esoterismo kentenijiano. Investigar todo, publicar todo, dar a conocer todo y el que quiera, que lea. Es evidente que no todos querrán hacerlo, pero la disposición está.

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