Pastoral carcelaria cárcel

Publicado el 2018-05-04 In Obras de la misericordia

Estuve preso y me viniste a visitar

PARAGUAY, Pedro Cáceres •

En el año de la misericordia, el Papa Francisco nos exhortaba a realizar visitas a las cárceles, como una de las obras de misericordia. Un día, en una actividad parroquial frente a muchas personas, manifesté que me sería muy difícil realizar esta obra de misericordia, ya que no sabía a quién visitar, ni con quién iría. A mediados del año 2016, en una conversación con el padre Pedro, me hizo una invitación para acompañar a la Pastoral carcelaria un sábado. Durante esa semana y después de pensar mucho, decidí aceptar la invitación e ir a la cárcel. —

cárcel

Llego el día y estuve puntualmente en el horario que acordamos. Fuimos entrando y yo me llenaba de miedo e incertidumbre, pensando qué podría pasar, y cómo sería mi encuentro con los internos. Con el primer grupo al que me presenté se me complicó bastante, ya que no sabía qué palabras decir ni cómo expresarme. Pero enseguida uno de los chicos se acercó a mí, me saludó muy amablemente, y empezamos a intercambiar palabras y a conocernos. Ese momento fue de mucha ayuda, ya que entré en confianza y los nervios eran cada vez menos. Pasamos después a los demás grupos de adolescentes y fui notando muchas cosas interesantes en ellos. Después de terminar las actividades, charlando con los integrantes de la pastoral, me comprometí a volver el sábado siguiente.

El segundo sábado volví… y el tercero también

Fue así que volví a ir, ya con un pensamiento distinto y más tranquilo, compartiendo y hablando un poco más. Fui recorriendo los grupos de catecismo, observando y analizando el comportamiento de los chicos, y el interés que mostraban en lo que se les enseñaba. Al terminar la tarde, de nuevo me comprometí a ir el sábado siguiente.

Hoy ya hace casi dos años que voy a la cárcel cada sábado, como catequista y miembro de la Pastoral carcelaria. ¿Qué fue lo que me motivó para realizar este apostolado? Desde el primer día noté la realidad de los jóvenes que se encuentran privados de su libertad. Me di cuenta que ellos son las primeras víctimas, porque nunca tuvieron una buena infancia, ni una familia estable, ni una persona que les diera buenos consejos, educación y, por sobre todo, cariño, amor y cuidado. Muchos viven en la calle, sin familia, en la precariedad y abandono total. Otros tienen padres separados, o viven con los abuelos.

La otra cara de la moneda

Hoy puedo decir con certeza que la realidad de estos chicos es muy diferente a todo lo que podamos pensar, decir o imaginar. Les invito a ver la otra cara de la moneda, y no quedarse con el prejuicio de que “todos son drogadictos y delincuentes”. ¡Son en primer lugar personas, hijos de Dios!  Son jóvenes, adolescentes o niños que, a lo mejor, cometieron un error o muchos, pero que merecen una oportunidad. Necesitan de una familia, de un amigo, de alguien que quiera darles una mano o un abrazo.

Alguien tiene que decirles…

Con la Pastoral carcelaria pudimos llegar a muchos de ellos, conocimos sus realidades, sus problemas y necesidades. Nos dimos cuenta que nadie está perdido; muchos de ellos anhelan ser mejores personas y cambiar. En ellos podemos ver que Jesús se hace presente, en cada abrazo, en cada mirada, o simplemente intercambiando algunas palabras. Ellos necesitan de ti, necesitan de mí y de todos, para poder forjar un futuro diferente, lleno de luz y esperanza, para llevar una vida más saludable. Como decía Don Bosco: “No hay jóvenes malos, solo hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos, y alguien tiene que decírselo”.

Fotos: Javier Vera

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1 Responses

  1. Ani Soüberlich dice:

    Es así Pedro , todos merecen una oportunidad! Gracias por el trabajo que están realizando, doy mi testimonio en Casa Madre de Tupârenda que dàndoles una opotunidad son capaces de emprender vuelo de águila! Los felicito y sigan adelante!

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