Publicado el 2014-05-17 In Schoenstatt en salida

En la fuerza de la Alianza, con María al encuentro del Cristo que sufre

CHILE, Hna. M. Renata. Después del gran incendio ocurrido en Valparaíso, justo antes de Semana Santa, surgió entre varias jóvenes de la Juventud Femenina de la zona Maipo la inquietud: ¿Cómo nos vamos a quedar todas aquí celebrando tranquilamente nuestra Semana Santa sabiendo que hay tantos hermanos chilenos pasándolo tan mal? ¿Por qué no ir en su ayuda?… ¡Salgamos al encuentro del Cristo que carga con la cruz en tantas personas concretas y llevémosles un mensaje de esperanza! Llevémosle la alegría de la Resurrección, el mensaje de que Dios es capaz de empezar de cero, crear de la nada, vencer la muerte. Vamos a animarlos en medio de tanto dolor.

La gente necesita ser escuchada

Lo que parecía una locura se transformó en una realidad. Tomamos contacto con un párroco que podría necesitar ayuda y llamamos. La parroquia se llama Nuestra Señora de Andacollo, ubicada en el cerro Ramadita, uno de los cerros afectados por el incendio. Pensábamos ir para acompañar, para dar una palabra de aliento y un mensaje de esperanza. El párroco nos dijo que necesitaban ayuda y que ponía a nuestra disposición el salón parroquial, cocina y baños para que nos quedáramos. La conversación era rápida, se notaba que estaba con mucho trabajo. Nos comento que la gente necesitaba ser escuchada que seríamos bienvenidas.

Por todas partes nos llegaba información de que no eran necesarios más voluntarios y muchas otras voces como para desistir, pero lo rezamos, y confiadas en las puertas que se nos iban abriendo (donación de pasajes, donaciones en dinero, alimentos etc.), nos pusimos en camino.

Alégrate María, mi alianza trae a Cristo

Partimos enviadas desde el Santuario de Providencia el Viernes Santo, viernes 18, día de Alianza, bajo el lema de nuestro encuentro nacional de juventud en el verano, “Reginae Sum”: Alégrate María, mi alianza trae a Cristo. Fuimos enviadas, cada una con su Virgen Peregrina a recorrer las calles de Valparaíso. En la fuerza de la Alianza, con María al encuentro del Cristo que sufre.

Llegamos a Valparaíso, al Cerro Ramadita. La parroquia, que se encuentra en la mitad del Cerro, no fue afectada por el incendio. Caminando unas cuadras hacia arriba, comienza la devastación. Desde el cerro se pueden ver los cerros vecinos (lo cañas, cerro la cruz) o caminar hasta el sector de Rocuant. El panorama era desolador. El incendio arrasa sin dejar nada. Escombros, bosques quemados, sitios irregulares al descubierto en medio de tortuosas calles, muchas de tierra.

La parroquia, Nuestra Señora de Andacollo, se había transformado en un centro de acopio. ¡Hasta en el templo había colchones arrumbados! El salón parroquial (donde alojaríamos) estaba repleto de ropa y cachureos de todo tipo. En el lugar alojaban, ya otros grupos de voluntarios. Jóvenes venidos de todas partes con muy buena voluntad. La mayoría no eran católicos y el ambiente estaba lejos de ser semejante al espíritu de cualquier otra misión que hayamos vivido.

La gente no quiere más tallarines… no tiene ollas, no tiene gas para cocinar

El párroco se encontraba en terreno, después de haber trabajado por la gente de su cerro se pasó a los cerros vecinos a brindar ayuda. Iba preguntando cuantas familias había en un sector y desde su parroquia se armaban paquetes para cubrir las necesidades reales de muchas familias. Nos explicaba que este cerro (Ramadita) es de fácil acceso y la ayuda se concentró aquí, pero que había otros sitios donde es difícil llegar y la gente no había recibido ayuda. Tampoco se había terminado de remover los escombros de esas zonas y con todos los anuncios los voluntarios habían disminuido mucho. En el día llegaban muchas personas de todo tipo a los cerros y para evitar más problemas se puso límites de restricción vehicular entre otras medidas. Por todo ello, en las noches, el cargaba un camión y varios autos con todos los paquetes armados en la parroquia durante el día y hacían varios viajes nocturnos llevando ayuda a los cerros. Las personas, en su mayoría, no querían abandonar sus sitios y se encontraban durmiendo a la intemperie o en carpas. El nos decía: “la gente no quiere más tallarines. La gente no tiene ollas, no tiene gas, no tiene una cocinilla donde cocinar”. Está era la situación. En medio de este ambiente no había cabeza para pensar en el Viernes Santo, al párroco no celebraría la liturgia de la cruz, ni participaría en el vía crucis que rezarían las personas de su parroquia.

Liturgia de la Cruz

Lo primero que hicimos fue ordenar el salón parroquial. Había que separar toda la ropa de cama de la ropa de vestir que podía comenzar a infectarse y hacer orden. En 40 minutos el salón era otra cosa. Luego nos animamos a hacer una liturgia de la cruz invitando a la gente de la parroquia que afanada trabajaba. Todos, se notaba, venían trabajando la semana entera y pensamos que no podían negarse a detener su trabajo 15 minutos para acompañar a Jesús crucificado. Fue una liturgia muy linda, sencilla. En las peticiones pedimos por todas las personas del lugar afectadas por el incendio.

Una linda sorpresa nos tenía la Mater preparada al entrar en el templo para arreglar todo para la liturgia. En el centro a cada lado de la Virgen de Andacollo unos números muy bien hechos con las siguientes fechas: 1914 – 2014 y abajo, en letras doradas se leía “cien años junto a ti”. No podía ser casualidad… cien años, las mismas fechas. Descubrimos que la parroquia también celebraba sus 100 años, cien años desde que fuera consagrada en 1914 a la Virgen de Andacollo. ¡No cabía duda de que la Mater nos trajo hasta aquí!

Luego los ministros nos pidieron ayuda para las estaciones del Via Crucis y accedimos con gusto. 14 estaciones y un gran número de feligreses caminábamos por los retorcidos pasajes del Cerro Ramadita rezando junto a Jesús. Cada estación era una casa muy bien adornada con un altar para Jesús. Nos asombramos de la religiosidad de este cerro, nos encontramos con personas de fe profunda y viva.

Una sopa caliente

Al llegar, ya era la hora de la Cena nos pusimos a cocinar una sopa para llevar a las personas en los cerros. Sin saber si sería necesario. Llevábamos, desde Santiago, dos quemadores, y dinero para un balón de gas. En el centro de acopio encontramos todo tipo de verduras para hacer una rica sopa caliente que les llevaría sabor de hogar a tantos. Pelar papas, picar cebolla, hervir agua etc., cocinábamos afanosamente para llevar todo lo más listo posible.

Cuando comenzaron los viajes no subimos a los autos y seguimos la caravana que se metía rápido por entre los cerros. Subimos caminos de tierra pasando guardias de militares hasta llegar al Cerro lo cañas. Allí en medio de la noche vimos los lugares más arrasados por el incendio, escombros, cenizas y barro y en medio todos trabajando para tratar de rearmar algo de todo lo que quedo. Allí comenzamos a repartir nuestra sopa. Fue todo un éxito, la gente estaba muy agradecida. Con la sopa comenzaron a cercarse muchas personas a quienes pudimos escuchar y acoger. El día termino muy tarde, cansadas pero agradecidas de poder estar allí ayudando tanto.

Una lección de fe

Al día siguiente, Sábado Santo nos quedamos en la parroquia. Después de comenzar el día con la oración de la mañana nos pusimos a ayudar en la parroquia, donde trabajo sobraba.

En la tarde tomamos nuestras Vírgenes Peregrinas y nos fuimos a misionar por los sectores afectados del mismo cerro Ramadita. Al comienzo no nos atrevíamos a decir muchas palabras. Las necesidades materiales eran tan evidentes, que parecía superfluo todo lo demás ¿Cómo hablar de Dios cuando, aparentemente, nada te habla de Él? ¿Qué puertas tocar si ¡no había puertas!…? pero la Mater nos regalo una lección de fe que no olvidaremos fácilmente. Sacamos su imagen peregrina de nuestros estuches y simplemente caminamos con Ella, o mejor dicho Ella con nosotras. María, la Reina de la Esperanza, que cree en la vida después de la muerte, que cree que su Hijo resucitará, quería estar allí para acoger a tantos corazones sedientos de búsqueda de sentido. No pasó mucho y se nos acerco una persona para que fuéramos a bendecir a su señora enferma. Entramos a una carpa y allí hicimos oración. Luego se nos acercó un hombre muy devoto de la Virgen que nos pedía oraciones por su mamá. Más allá una voluntaria que nos decía que era tan bueno ver a la Iglesia presente allí y nos pedía que volviéramos a celebrar una Misa. Después una pequeña catequesis a unos niños llenos de huevitos que les habían regalado, pero que no tenían ninguna idea del porque. Más allá una conversación con un hombre que creía que todo esto tenía un sentido profundo para hacernos llegar más a Dios etc. A cada paso era el mismo Jesús que nos salía al encuentro para compartir la fe, para conversar sobre lo ocurrido, para elevar una oración, pedir, dar gracias. Si, es verdad muchos pueden llevar ayuda material de todo tipo, y es muy necesaria, pero hay algo que tenemos y que no puede dar nadie más: la fe, la esperanza y ese ardor que hemos experimentado por la Alianza de Amor y que es camino y puente seguro hacia Dios. Ese Dios que todos buscan, del que todos tenemos necesidad, que está más cerca de lo que pensamos pero que necesita de instrumentos que lo hagan visible.

Una Pascua que nos quedó grabada para siempre

En la noche participamos de la Vigilia Pascual con la Parroquia. Una Vigilia muy completa, con las 9 lecturas y todos los salmos bien cantados. Al final de la Misa el párroco nos dijo algo que nos sorprendió. El nos agradeció diciendo “algunos pensarán que este grupo no hizo mucho (no removimos escombros ni nada de ese tipo de trabajos), pero la verdad es que han hecho mucho. Ellas han rezado mucho y le han venido a dar el espíritu a esto que hacemos porque sin la oración todo nuestro trabajo carecería de sentido”

Después de la Misa celebramos la Pascua, una Pascua que nos quedó grabada para siempre. Más que lo que pudimos dar fue mucho lo que pudimos recibir, sobre todo una resurrección para nuestra fe, para creer más en nuestra Alianza de Amor, esa que en estos cien años ha dado vida a nuestra familia y que debemos regalar para que sean muchos los que encuentren por María el camino a Cristo resucitado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicado el In Schoenstatt en salida

En la fuerza de la Alianza, con María al encuentro del Cristo que sufre

CHILE, Hna. M. Renata. Después del gran incendio ocurrido en Valparaíso, justo antes de Semana Santa, surgió entre varias jóvenes de la Juventud Femenina de la zona Maipo la inquietud: ¿Cómo nos vamos a quedar todas aquí celebrando tranquilamente nuestra Semana Santa sabiendo que hay tantos hermanos chilenos pasándolo tan mal? ¿Por qué no ir en su ayuda?… ¡Salgamos al encuentro del Cristo que carga con la cruz en tantas personas concretas y llevémosles un mensaje de esperanza! Llevémosle la alegría de la Resurrección, el mensaje de que Dios es capaz de empezar de cero, crear de la nada, vencer la muerte. Vamos a animarlos en medio de tanto dolor.

(más…)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *