Publicado el 2014-12-28 In Vida en alianza

ALÉGRENSE (Mt. 28, 9)

PARAGUAY, José Aníbal Argüello. El pasado 15 de noviembre, día de Roque González de Santa Cruz, primer Santo Paraguayo, fue el día escogido por la providencia para dar a conocer la voluntad del Padre Celestial, quien por medio del Obispo de Roma, el Santo Papa Francisco, nombró como nuevo Obispo de la Diócesis de la Santísima Encarnación al Padre Francisco Javier Pistilli Scorzara.

 

 

 

El Pa´í Francisco nació el 26 de mayo de 1965 en Asunción, Paraguay. Vivió en el Barrio Ciudad Nueva, y toda su vida parroquial y sacramental la desarrolló en la Parroquia San Miguel Arcángel. Ingresó a la JM en el año 1985, y selló su Alianza de Amor dos años más tarde. En el año 1988 ingresó al Primer Noviciado Iberoamericano de los Padres de Schoenstatt en Florencio Varela, y fue ordenado sacerdote el 10 de mayo de 1997, en Tuparenda, Paraguay. Desde el año 2000 al 2004 trabajó en varias tareas pastorales en el Santuario Joven, principalmente como asesor de la Juventud Masculina. Del año 2004 a febrero de 2012 fue Maestro de Novicios del Noviciado de los Padres de Schoenstatt en Tuparenda, siendo el formador de cuatro cursos de novicios. En setiembre de 2011 fue elegido Superior Regional de los Padres de Schoenstatt de la Región del Padre (Paraguay, Argentina, Uruguay, Italia y Nigeria), para el periodo 2011 – 2017, cargo que ejerció hasta su designación como Obispo de Encarnación, el 15 de noviembre de 2014.

Más de 100 sacerdotes y buena representación de la familia de Schoenstatt

Desde tempranos horas, la Iglesia “San Roque González de Santa Cruz” de la ciudad de Encarnación fue llenándose de fieles, en su mayoría de la familia de Schoenstatt, que viajaron desde distintos puntos del país, principalmente de Asunción y Ciudad del Este para acompañar al querido Pa´í Francisco en tan especial acontecimiento. Cabe destacar además, que la organización de toda la liturgia estuvo a cargo de varios integrantes de la familia de Schoenstatt de Encarnación, que con especial cariño y alegría previeron hasta el último detalle para esta gran fiesta.

La celebración eucarística inició puntualmente a las 10:00 hs. Ingresaba la solemne procesión, encabezada por seminaristas, diáconos, más de 100 sacerdotes, y trece Obispos de todo el Paraguay, mientras toda la feligresía cantaba “Es hermoso ver bajar de la montaña, los pies del mensajero de la Paz”.

Ordenación

El Obispo Ordenante Principal fue el Monseñor Claudio Giménez –quién ya había ordenado sacerdote al Padre Francisco-, y los Obispos Concelebrantes el Monseñor Ignacio Gogorza Izaguirre, Obispo Emérito de Encarnación, y el Monseñor Gilles Lemay, Obispo de Quebec.

Inmediatamente luego de la Liturgia de la Palabra, se dio inicio a la Ordenación del Obispo Electo, cantando la invocación al Espíritu Santo. Luego se dio lectura al mandato apostólico escrito por el Papa Francisco, quien en el mismo señaló que “…En vista de que la Iglesia de la Santísima Encarnación necesita un administrador de las cuestiones sagradas, debido a la renuncia venerable del Hermano Ignacio Gogorza Izaguirre, S.C.I. de Betharram, consideramos que haremos bien, dilecto hijo, si te encargamos su administración a ti, a quien conocemos como dotado de riqueza y cualidades necesarias para gobernar el pueblo de Dios…”. Seguidamente, el Obispo Electo, pasó a realizar las promesas de fidelidad al mandato que se le ha otorgado, de conformidad a la antigua regla de los Santos Padres, que establece que quien ha sido elegido para el Orden Episcopal sea, ante el pueblo, previamente examinado sobre su fe y sobre su futuro ministerio. Seguidamente, el Obispo Electo se postró en el suelo, mientras se cantaban las letanías de los santos, pidiendo su intercesión y bendición para la tarea del nuevo Obispo. Luego de esto, todos los Obispos del Paraguay presentes, y mientras el Obispo Ordenante imponía las manos al Obispo Electo, rezaron juntos la plegaría de ordenación: “Infunde ahora sobre este tu elegido, la fuerza que de Ti procede: el espíritu de gobierno que diste a tu amado hijo Jesucristo, y Él, a su vez, comunicó a los Santos Apóstoles, quienes establecieron la Iglesia como santuario tuyo, para gloria y alabanza incesante de Tu nombre”. Finalmente, para concluir el rito de ordenación, el Obispo electo, recibió la unción de la cabeza, y se le hizo entrega del libro de los evangelios para la proclamación de la palabra de Dios; la entrega del anillo como signo de fidelidad a la Iglesia, esposa Santa de Dios; la entrega de la mitra y del báculo, signo del ministerio pastoral, encomendándole el cuidado del rebaño que el Espíritu Santo le ha encargado guardar, como Pastor de la Iglesia de Dios.

Su primera frase “célebre”

Una vez culminado el rito de ordenación, al nuevo Obispo, Monseñor Francisco Pistilli, se erigió revestido, y fue saludado por toda la feligresía presente, con un fuerte, extenso, cariñoso y caluroso aplauso. Se lo notaba muy emocionado, así como lo estábamos todos los presentes. Seguidamente, prosiguió la liturgia eucarística, presidida por el mismo.

Al concluir la misa, fue saludado por todos los Obispos, así como por todos los sacerdotes y diáconos que pertenecen a la Diócesis de Encarnación.

En su mensaje al final de la misa, el Monseñor Francisco Pistilli nos comentó sobre su lema episcopal: “Alégrense”, invitándonos a acompañarlo con alegría y oración, en esta tarea que Dios y la Mater le han confiado. Asimismo, ha quedado marcada su primera frase “célebre” como nuevo Obispo, cuando nos dijo que “La fe hay que transpirarla”, en una imperativa invitación a esforzarnos, con alegría, para ponernos a disposición del cumplimiento del plan de Dios.

EXPLICACIÓN DEL ESCUDO EPISCOPAL

El escudo de Monseñor Francisco Javier, siguiendo la tradición de la heráldica eclesiástica, adopta la forma de “cáliz”, y en su interior contiene símbolos relacionados con sus ideales de vida y con su espiritualidad.

El campo del escudo es de color azul, lo cual recuerda el escudo del Papa Francisco, quien lo ha llamado al ministerio episcopal confiándole el cuidado pastoral de la Diócesis de la Santísima Encarnación.

En el centro del escudo, como símbolo principal, aparece un árbol de follaje verde con fruto sobre un monte. Esta imagen recuerda el jardín que Dios plantó en el edén, para colocar allí al hombre que había creado (Génesis 2, 8); asimismo, el árbol ilustrado es el árbol de la vida (Génesis 3, 22), que Jesucristo lo hace accesible a todos los hombres en el árbol de la cruz: “ésta es la cruz de nuestra fe, el más noble de los árboles: ningún bosque produjo otro igual en ramas, flores y frutos”. La referencia al jardín de edén, lleva también a pensar en el anhelo de la tierra sin mal de los indígenas guaraníes.

El monte, recuerda al Monte Sión (Hb. 12, 22.24), ideal sacerdotal de la Comunidad de los Padres de Schoenstatt, del cual proviene Monseñor Francisco Javier.

Destaca en el escudo, a la derecha de quien lo observa, la radiante estrella blanca, la cual representa a la Santísima Virgen María, estrella de la nueva evangelización. En la Alianza de Amor con María, Monseñor Francisco Javier ha encontrado su vocación de vida, y a invitación de ella, ha aprendido a decir, “Sí” a los siempre sorprendentes designios de Dios (CF. Lucas 1, 38). La estrella es también aquella que los Magos de Oriente siguieron para encontrar a Jesús (CF. Mateo 2, 2), los cuales, al verla “se llenaron de alegría” (Mateo 2, 10). AsÍ, en su forma, la estrella se refiere a la estrella de Belén, y con ello hace presente la Navidad, y el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios.

Finalmente, desde el árbol de la vida emana luz blanca, que insinúa una cruz. En el eje vertical de esta cruz luminosa, aparecen representados el lugar de origen espiritual y la experiencia existencial de Monseñor Francisco Javier: Digitus Paternaedexterae, el dígito de la diestra del Padre, el Espíritu Santo; que representa la cercanía de Dios, su amor personal que toca la vida humana, la elige, la sana y la transforma. El Santuario, lugar de gracia, de presencia de María, es el hogar espiritual de monseñor Francisco Javier. En el eje horizontal aparece una corona, que invita a la confianza en María, Reina de los Apóstoles; y una cruz, que simboliza la infancia espiritual, la entrega filial a Dios Padre. Estos elementos provienen de la espiritualidad del Movimiento Apostólico de Schoenstatt.

En torno al escudo aparecen los signos heráldicos propios de un Obispo. El galero verde con seis borlas a dada lado y la cruz episcopal con las cinco llagas de Jesucristo. En la base del escudo aparece el pergamino con el lema del Obispo: “Alégrense”.

ALÉGRENSE – Explicación del lema episcopal

Es costumbre en la Iglesia Católica, expresen por medio de un lema, que puede constar de varias palabras o de una sola, “un ideal o un programa de vida”, que inspire y guíe el ejercicio de su ministerio.

Monseñor Francisco Javier ha elegido un lema sencillo, pero que transmite toda la fuerza de la vida del Evangelio: “ALÉGRENSE”. Esta palabra está tomada del Evangelio según San Mateo, y forma parte del relato del encuentro entre las mujeres que fueron al sepulcro, y El Resucitado (Mateo 28, 1-10): “De pronto, Jesús salió a su encuentro, y las saludó diciendo: “Alégrense” (Mt. 28,9)”.

Este saludo expresa el Don que Jesucristo resucitado quiere hacer a la humanidad: la alegría de su presencia en medio de nosotros. Sí, su presencia trae una alegría luminosa y serena a nuestra vida. Se trata de la alegría del Evangelio, que “llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”, porque “quienes se dejan salvar por Él, son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium 1).

Esta alegría de Jesús nace de la relación filial con Dios Padre, así Él puede invitarnos a alegrarnos porque nuestros nombres están inscritos en el cielo, en el corazón de Dios (CF. Lucas 10, 20). En las bienaventuranzas el seguimiento de Jesús se vuelve promesa de alegría plena en medio de los desafíos: “Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo” (Mt. 5, 12). Finalmente, la alegría de Jesús es la alegría llena de misericordia por el reencuentro con la oveja perdida (CF. Lc. 15, 6B).

Así, la alegría del resucitado es una alegría pascual, es decir, una alegría que ha madurado en la cruz, y que por ello se hace plena en la resurrección y puede regalarse. La alegría del Resucitado, es así el fruto más hermoso del árbol de la cruz. “El evangelio donde deslumbra gloriosa la cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría” (Evengelii Gaudium 5).

Con la alegría de Jesús resucitado, Monseñor Francisco Javier quiere salir al encuentro de todos los hombres y mujeres de la Diócesis de la Santísima Encarnación.

María, estrella de la Nueva Evangelización, implore para toda la Iglesia de Encarnación, que la alegría de la resurrección, ilumine todas las dimensiones de su vida, y llegue allí donde más necesita de misericordia.


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ALÉGRENSE (Mt. 28, 9)

PARAGUAY, José Aníbal Argüello. El pasado 15 de noviembre, día de Roque González de Santa Cruz, primer Santo Paraguayo, fue el día escogido por la providencia para dar a conocer la voluntad del Padre Celestial, quien por medio del Obispo de Roma, el Santo Papa Francisco, nombró como nuevo Obispo de la Diócesis de la Santísima Encarnación al Padre Francisco Javier Pistilli Scorzara.

 

 

 

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