Publicado el 2011-04-18 In Vida en alianza

En Roma, un cáliz caminante

Via Crucis en Roma - una religiosa de Corea quiso llevar la pequeña cruz de Mario.ROMA, Amelia Peirone. Este viernes previo al Domingo de Palmas, en la plaza San Pietro había mucho ajetreo. Unos ensayaban partes de la liturgia que seguramente les tocará leer o realizar el domingo. Otros, jóvenes con una cruz enorme, la que está en el Centro San Lorenzo, capilla y cripta que Juan Pablo II les donó a los jóvenes como lugar de plegaria y reunión, muy cerca al Vaticano, se preparaban casi con seguridad a iniciar su via crucis. Personas en silencio, el chofer de un bus que espera a su contingente, un ‘carabiniere’, dos señoras con paraguas, un abuelo solo, aquí y allá sacan sus papeles y rezan sus via crucis.

Via Crucis monumental para Coquimbo,ChileNosotros habíamos cursado invitación para las 6 de la tarde, en la otra punta de la Via della Conciliazione, donde se alza la primera estación del via crucis, hecho en Italia con bronce vaciado en moldes más grandes que la estatura humana, para entregarlo después de Pascua a la ciudad de Coquimbo, en Chile, donde será instalado en un parque junto a la Cruz del Milenio. Se publica que es el más grande del mundo. Dicho así, y por la expresión de algún niño mirando con ojos y boquita abierta estas monumentales figuras, parece del todo cierto.

Revivir el camino de Jesús

Cuando la pequeña procesión (había unos 30 participantes, de España, México, Argentina, Alemania, India, Corea) bajo una llovizna fría, va caminando de una escena a otra, y escucha con fervor en el corazón, palabras de la Escritura y palabras de las meditaciones de Mario Hiriart, se cae en cuenta que lo más grande del mundo está en otra parte. Sólo uno, el Hijo de Dios hecho hombre, vivió la única, entera, sangrienta verdad del camino de la cruz. Sólo él, casi suspendido en la soledad muda entre el cielo y la tierra, supo la más grande realidad de cómo respondió este mundo al amor entregado. El alma va en puntas de pie, andando de una estación a otra, y se queda envuelta en la congoja apretada al enfrentarse y revivir ese camino de Jesús.

Adelante, una religiosa de Corea quiso llevar la pequeña cruz de Mario. Labrada en madera con uvas frescas en los extremos, nos trae la presencia de otros hombres y mujeres que se han aproximado a grabar en su carne algo de la pasión de este Cristo doliente, mansamente victorioso. Los santos y nuestro hermano Mario, hablan de una humanidad que no pudo y no quiso, por la gracia de Dios, dejar infecunda esa hora de aquel Viernes de Cristo.

La vida con él exige un via crucis

Via CrucisEn el umbral de nuestra pequeñez, vamos dejando caer las palabras de Mario, aquellas que escribió rezando, por eso, llegan con la estampida del oleaje contra la roca: «Si Cristo me ha escogido a mí también, entonces… la vida con él exige un via crucis; la renuncia, el sufrimiento, son el camino. Pero también el precio del verdadero amor».

Con maestría, enseña ese camino que ha cruzado su experiencia: esta hora «no se puede pasar ni solo ni con los hombres, sino con Cristo, junto a él, siguiéndole paso a paso… y su Sangre, para poder recibirla, hay que estar tres horas al pie de la cruz, y vaciarse entero».

De mirar a Cristo, se lanza, si «Él es quien lleva la cruz más pesada: ¿no puedo yo acaso ser su cirineo?… si aceptas, te pido que me des también las fuerzas de ser ofrenda».

¿Y cómo sabremos hacerlo?… la iniciativa será siempre suya: «me ha de dar a beber su propio cáliz: para enseñarme que sólo en él encontraré la vida» y con ello, grabará a fuego «el instinto de la sangre y el instinto propio del cáliz…», capacidades que «no basta comprender, se trata de ofrecerlo todo una y otra y mil veces al Hijo Jesús».

Ahora bien, «el cáliz es, por sobre todo, fiel», ello nos da una clave de por qué san Pablo decía estremecidamente: «Ahora, es Cristo quien vive en mí». Mario lo retoma y repite con ardor de alma.

Si le golpea este eco de latidos en su vida, entonces no puede callar. Sabe que se trata de un tesoro, pero más es una herencia viva que debe perdurar: «para ser fecundos, hay que estar dispuestos a regalar a Cristo a otros… yo le llevo ante los hombres».

Ahora, la cruz es como tu regazo materno

Y ¿quién no sabe aún que la horma con que Mario mide todo en su vida es la Madre fiel, de pie, valerosa y llena de ternura? Tanto la mira a ella, que se le transforma hasta el horror de esa cruz del viernes que revivimos en cada via crucis, en una invitación de la que se fía: «La cruz es una imagen de María. Tiene los brazos abiertos como tú, Madre… Ahora, la cruz es como tu regazo materno». Nadie fue tan allá en traspasar ese misterio.

Esto le cambia toda la perspectiva del camino de la cruz, ahora sabe, contempla y vive de otro modo el camino que lleva a la Pascua colmada de luz: «La sangre vertida de Cristo es el río vivo que redimió al mundo. ¡La cumbre del amor redentor divino, expresada en la máxima donación humana! El corazón de Jesucristo es el cáliz que vació toda su sangre por nosotros… El precio aparente de tal fidelidad es la participación en el sacrificio de Cristo, pero su último fruto es siempre la resurrección con él».

Vía Crucis – Fotos

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