Publicado el 2011-03-16 In Santuario Original

El Padre vive en Schoenstatt…

Santuario OriginalEugenia Cortés. A lo largo de toda la vida de Nuestro Fundador, cada persona que decidió visitarlo, pudo encontrar en él a un verdadero Padre, un hombre cariñoso, acogedor, preocupado de hasta los mas mínimos detalles, y que por sobre todo, siempre salió al encuentro de sus hijos. Para aquellos que no tuvimos el privilegio de conocerlo, siempre resulta cautivador gozar cómo, desde su nueva presencia, él sigue siendo tan padre como en aquel entonces, y cómo se alegra y sale al encuentro de sus hijos cuando estos deciden visitarlo.

Fue así que luego de tantos y tantos años de escuchar historias sobre los tiempos de fundación, los primeros congregantes, el Santuario Original y nuestro Padre Fundador, llegó por fin el momento de poder visitar Schoenstatt y hacer tangible todas aquellas imágenes que, sin hacer justicia a la realidad, uno debe armarse en la cabeza para poder imaginar cómo es esa lejana Tierra Santa de Schoenstatt.

Huellas del Padre

Eugenia Cortés (segunda de izq.) con las demás jóvenes de Chile y EcuadorLlegamos a Schoenstatt un miércoles por la noche, directo a la última misa del día en el Santuario Marienau. Esta fue la primera experiencia de no entender ni media palabra de ese complicado alemán en el que fue celebrada la Santa Misa. Al finalizar, pudimos saludar al sacerdote celebrante, quien para nuestra sorpresa, hablaba un perfecto español. Luego de una entretenida y acogedora conversación, el Padre Egon nos llevó al interior de la casa Marienau para mostrarnos aquellos lugares, bastante poco conocidos por la gente, donde nuestro Padre estuvo y compartió con muchas personas. Todo estaba tal cual él lo dejó hace ya más de 40 años, rodeado de una intensa atmósfera que hacía sentir que en cualquier momento podría aparecer el Padre con su larga barba, su sonrisa acogedora y los brazos abiertos para recibir a sus hijos. El tiempo pasó volando y pronto debimos despedirnos, no sin antes quedar cordialmente invitadas para la misa en el Santuario Original de la mañana siguiente, que sería celebrada por el mismo Padre Egon.

En nuestro segundo día en Schoenstatt, y fieles a nuestro compromiso, nos levantamos muy temprano para participar de la Santa Misa en el Santuario Original, con la única tristeza de prepararse para no entender ni media palabra nuevamente. Al iniciarse esta, el sacerdote entabló una pequeña conversación con los alemanes presentes, y luego de esto comenzó a celebrar la misa ¡completamente en español! Y ahí estábamos nosotras, dos chilenas y una ecuatoriana, gozando de nuestra primera misa en el Santuario Original dedicada especialmente para nosotras…

Dicen por ahí que un santo nunca abandona su misión, y nuestro querido Padre Kentenich no es la excepción. El, ya desde el cielo, no quiere abandonar su misión de Padre y desde el primer día se hace presente para salir a recibir a sus hijas con los brazos abiertos y su sonrisa acogedora, y se preocupa de hasta los más mínimos detalles, como que sus hijas puedan gozar de la Santa Misa en su propio idioma…

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