Un "san Esteban de hoy"

Karl Leisner y el Pelícano

El  pelícano de la invitación, muchos se lo llevaron a su casa y parroquia para enmarcar The pelican of the invitation; many took the picture home or to the parish Der Pelikan der Einladung; viele nahmen das Bild mit nach Hause oder in die Pfarrei
Esta escena se refiere a la vida de Gianna Berretta Life of Gianna Berretta Szene zum Leben von Gianna Berretta
Ésta a la escena sobre el mártir Francisco Castello de España Scene on Francisco Castello, from Spain Szene zum Märtyrer Francisco Castello aus Spanien Fotos: Peirone © 2008

ROMA, Amelia Peirone. Hoy es el tercer domingo de Adviento, Domingo "Gaudete-Gozad", y parece que mis amigos se hubieran puesto de acuerdo. Me llegaron por e-mail los recortes de distintos periódicos donde se habla de "Pelikan", el musical presentado en Roma pocos días atrás -3 de diciembre de 2008-. Pensé que lo enviaban para hacerme saber los ecos desde otros países, dado que estoy en Roma. Diario El Mercurio de Santiago, video de Canal 13 Universidad Católica, ForumLatina, Jesús Colina por Zenit, CatholicNet, RomeReports, Aica, Alfa y Omega, y otros informes repetidos. Después pensé que el aluvión, tal vez, escondía un mensaje.

Estuve presente en el Panteón viendo la representación artística. Dos cosas me siguieron dando vueltas hasta hoy. Ahora no encuentro mejor salida que escribirlas. Después de ver aquella expresión del arte, sobria, verídica, se me clavó más honda aún, la frase que repetía Mario Hiriart en su diario, y que me causaba no pequeño rechazo. Era del escritor holandés, Pieter van der Meer, un convertido al catolicismo, hijo espiritual y amigo de León Bloy. Escribía: "La vida con Dios es bella, bella y dolorosa: cuesta toda la sangre del corazón". Dejó de parecerme espantosa, después de haber recorrido la entrega hasta la muerte, de esas diez historias de mártires del siglo XX. El mismo autor que leía Mario, casi escondido en los textos de "Pelikan", me mostró el secreto completo: "¡Todo es hermoso porque todo es amor!".

Cuando terminó la obra, quise salir corriendo a confesarme

La segunda cosa fue recibir el comentario de unos sacerdotes. Un estudiante joven me dijo: "Cuando terminó la obra, quise salir corriendo a confesarme". Alguien, mayor, afirmó: "Me sentí renacer en mi identidad sacerdotal. Deseaba bautizar, celebrar mejor la eucaristía, ir con el Evangelio hasta el confín". Otro, del Pilgerzentrum de Roma, no se avergonzó de decir: "Lloré como un niño porque vi la belleza de esta entrega". Esto de los sacerdotes, me estimuló a releer, en el folleto de la obra "Pelikan", las historias de aquellos sacerdotes mártires. Llegué a la décima, la última historia: pertenece a Karl Leisner.

Carlos Leisner: ser otro Cristo

El primer golpe fue cotejar que ningún mensaje enviado por mis amigos tenía una fuente schoenstattiana. No entendí por qué no se da -en familia- una alta vibración con esta ocasión providencial. Me sorprendí, y quizás, se me mezcló algo de dolor. El segundo, fue un remate increíble: Leisner fue ordenado sacerdote la ¡mañana del tercer domingo de Adviento, Domingo Gaudete!, aquella vez 17 de diciembre de 1944. El preso Nº 22356, de la barraca 26, en el campo de concentración de Dachau, a casi 30 años y 4 de ellos en prisión, llegaba al punto más anhelado de su vida: ser sacerdote. Sólo quería, con todas y hasta las últimas fuerzas del alma, ser otro Cristo.

La ordenación sacerdotal fue preparada silenciosamente, semanas antes, por los sacerdotes prisioneros provenientes de 25 naciones. Lo necesario para la ceremonia, incluidos los ornamentos del obispo, habían sido introducidos en el campo, a escondidas. El diácono Karl Leisner pasó su tiempo en este infierno, llevando esperanza a otros prisioneros; a escondidas, les alcanzaba la comunión; por las tardes, les invitaba a cantar para levantarles la moral.

Otro prisionero, el obispo de Clermont-Ferrand, monseñor Gabriel Piguet, celebró el rito de la ordenación. "Adsum-estoy dispuesto". Con esas palabras, se adelantó el candidato ante el obispo, éste le impuso las manos. Un presbítero de Münster, presente en la consagración, anotó: "El candidato, pálido, delgadísimo, con temblores, vestido con su uniforme de prisionero a rayas se encontraba ante el altar… El obispo, con los ornamentos pontificales debajo de los cuales sobresalían los pantalones del uniforme… Otros treinta sacerdotes, con vestidos a rayas, le impusieron las manos, después del obispo, en silencio".

"Cristo, ¡tú eres mi pasión!"

Su amor a Cristo en la Eucaristía era ilimitado, escribía con color de sangre: "Cristo, ¡tú eres mi pasión!". El lema de su ordenación sostenía: "En cadenas, la victoria". Cristo en mí, no importa en qué lugar ni condición. La tuberculosis ganada en el campo, pronto lo arrastró a la enfermería, de donde salió una vez, para celebrar su Primera y Única Santa Misa. Era el día después de Navidad, del año 1944, fiesta de San Esteban, primer mártir del cristianismo. La última inscripción del diario de Karl Leisner reza: "¡Bendice, oh Altísimo, también a mis enemigos!". No se necesita mayor explicación para entender por qué lo llaman "el Esteban de hoy".

Sobre la figura sacerdotal de este Beato, schoenstattiano, se cierra la obra "Pelikan-En tus manos". El bailarín principal, lo encarna prodigiosamente. Es el sacerdote Karl Leisner, que se convierte en el pelícano que muere. De su costado abierto mana la sangre salvífica. Algunas bailarinas recogen la sangre en el cuenco de sus manos, imaginando el cáliz; la llevan, simbólicamente, al público. Una de ellas, la entrega al cardenal Castrillón Hoyos, sentado adelante, como presidiendo esta tarde, donde no es dudoso decir que se oraba a través del arte.

Jesús re-nace y re-muere y re-triunfa en la multitud de los mártires.

Los prestigiosos artistas polacos, con sus voces, músicas y danzas, fueron el canal por donde corrió este río rojo de martirio y amor. Han recorrido otras 17 ciudades de Europa, llevando tan vigoroso mensaje cristiano. El prólogo, escrito por el padre Joaquín Alliende, schoenstattiano, inspirador de la obra, presidente de Ayuda a la Iglesia Necesitada -que impulsó la obra artística-, nos recuerda que: "Estrenaron ‘Pelícano’ cuando Benedicto XVI navegaba por el Rin, con los jóvenes del mundo en Colonia, en los días del Encuentro Mundial de Juventud-2005. Ahora, llegan a Roma, al ombligo religioso de la Ciudad Eterna, bajo la cúpula perfecta. Allí, en lo más alto, se abre un ojo al sol y a la lluvia, a los pétalos rojos que cada año bajan al templo católico en Pentecostés, porque el Espíritu Santo quiere calcinar el pecado e incendiar nuestro amor tibio… se parecen muchísimo a las gotas de sangre del Pelícano Jesús, que rompe su pecho en la colina del Gólgota. Ese viejo símbolo… se lo apropiaron los cristianos hace siglos. El pájaro blanco se rasga el pecho y la sangre alimenta a los polluelos, resucitándolos del hambre mortal. Es Jesús Mártir. El Pelícano Jesús, héroe de carne nuestra. Hijo de ‘María, Reina de los Mártires’ (título del Panteón consagrado como templo cristiano). Jesús re-nace y re-muere y re-triunfa en la multitud de los mártires. De los antiguos y de los de llaga fresca en el siglo XX."

Sí, se escondía un poderoso rompecabezas entre los correos, el tercer domingo Gaudete, las entregas y palabras sacerdotales, el pelícano blanco, la esperanza martirial, y este tiempo de Adviento, en que la vida nace tomando toda la sangre del corazón y toda la belleza del amor. Le agradecí a Mario que repitiera aquella frase sobre la vida.