Como la estrella de Belén

Breve peregrinación al Santuario de Belmonte, el domingo 18 de septiembre de 2005

18 de septiembre: llegando al Santuario en Belmonte, Roma

September 18: Arriving at the Shrine in Belmonte

18. September: Angekommen beim Heiligtum in Belmonte

Se ve el campanario! Belltower in sight! Glockenturm gesichtet!
En camino al Santuario On the way to the Shrine Auf dem Weg zum Heiligtum
Entrada Entrance Eingang
En construcción Under construction Im Bau
La puerta se abre… The door opens… Die Tür öffnet sich...
Renovación de la Alianza Covenant Renewal Bündniserneuerung Fotos: Donnelly © 2005

ROMA, Simon Donnelly. Llegar al Santuario de Belmonte, en Roma, con transporte público no es muy complicado, pero lleva un tiempo. Especialmente los domingos, en que circulan menos colectivos.

Tomé un minibus diferencial (número 190) en el medio de la ciudad, que va en dirección al norte y al oeste. Iba pendiente de mis folletos sobre los dos Santuarios de Roma y cómo llegar a ellos.

Ah, pero este colectivo es el "190 X", así que: ¡Attenzione! ¡No para en todas las paradas! Vi a varios pasajeros desconcertados tratando de bajarse en paradas que el colectivo velozmente dejó atrás. "¡Dice X! ¡X significa Expreso!", aullaba el conductor.

Con voz calma, le dije: "Me gustaría bajarme en Boccea/Framura". "Come?!" preguntó el conductor. Literalmente ¿Cómo? que significa ¿Qué?? ¡Cada vez que veo esta reacción, pienso que debo haber inventado alguna palabra inexistente o un lugar nunca visto ni escuchado en Italia! Aparentemente el chofer no conocía Framura.

Intento nuevamente desde otra perspectiva: "Umm, quisiera tomar el 905". "Bueno, bájese en Galeotti". [Nota para los peregrinos a pie: si toman un colectivo Expreso, ¡esta información es de lo más útil!]. Y creo que conviene aprenderse bien esta frase: "¿Sería tan amable de indicarme dónde puedo bajarme?". El conductor en cuestión era muy atento, y me indicó exactamente dónde hacerlo.

Debo ir bien orientado ya que veo la crucecita arriba del Santuario

A continuación, vino el segundo colectivo del domingo a la tarde: el 905 que es como un tanque – un tipo de aparato gigantesco de larga distancia. Todo muy bien, salvo que no se puede leer el nombre de las paradas ya que como las calles son muy angostas los carteles están acostados, para que no se los lleve por delante el tráfico, ¡incluso el colectivo en el que iba yo! O sea que hay que tener cierta aptitud especial para leer a toda velocidad, o animarse a interrumpir al chofer, que parece estar muy entretenido conversando en privado con un pasajero.

"Umm, quisiera bajarme en Cellulosa/Santa Gemma". "Está bien". Al cabo de un rato veo por la ventana un cartel de Schoenstatt, pero ni una sola palabra por parte del conductor. "¿Um....?" "Sí, debe bajarse en la próxima parada. Acabamos de pasar por la parada que me indicó". ¡Argh!

¿Dios mío, por qué me pedís esto? ¡Ahora tengo que caminar cuesta arriba la colina y pedir indicaciones! Pero siempre hay un motivo (¡además de educar la paciencia!). Mirá lo que quería que vieras, Simon. Cuando llego resoplando a la cima de la colina, alcanzo a divisar el campanario del nuevo Santuario, asomándose a través de los árboles. ¡Qué belleza! Es lo que seguramente debe sentir cada peregrino – peregrino en el verdadero sentido de la palabra, que ha caminado cientos de kilómetros- al divisar por vez primera la meta sagrada de destino. Muros, verjas y árboles nos separan, pero obviamente debo ir bien orientado ya que veo la crucecita arriba del Santuario. Como la estrella de Belén.

Recordando a los miles de schoenstattianos congregados hace un año en este lugar

Finalmente llego a la esquina donde el Padre Kentenich estuvo parado mientras dictaba su conferencia a la Familia de Schoenstatt en 1965, y donde a su vez ésta le hizo entrega del regalo simbólico de un futuro Santuario en Roma. ¡Todavía está el cartel amarillo fosforescente que pusieron en septiembre del año pasado para la bendición del nuevo Santuario, haciéndose lugar entre los demás carteles! (Y probablemente siga ahí todavía dentro de 20 años). Por ultimo, un mapa que anuncia el "Centro Internacional de Schoenstatt, Belmonte".

Y ahí, en medio del parque cubierto de césped, en todo su esplendor, se eleva el flamante Santuario, aguardando la llegada de los peregrinos (junto con la pequeña sacristía construida al lado), aguardando a esa nueva comunidad que lentamente irá surgiendo a su alrededor. ¡Pero no veo a nadie! ¿Me habré equivocado de hora o de día?

Cuando llego ahí por fin –evocando a los miles de schoenstattianos congregados hace un año en este lugar para celebrar el nacimiento del nuevo Santuario- ¡veo que el Santuario está lleno! Hay un montón de señoras de los alrededores rezando el rosario.

Teresinha Abram se asoma a la puerta para ver quién llegó. Su marido, Nivaldo, me recibe con enorme calidez y descubro una vez más un pedazo de mi hogar espiritual, tan lejos de mi hogar físico.

La Mater cuenta ya con una partecita de su familia internacional aquí

Inmediatamente nos disponemos para la Santa Misa en este atardecer de verano, celebrada en italiano por un sacerdote brasilero, el Padre Ludovico Tedeschi (de Argentina, descendiente de italianos) y un sacerdote de habla francesa que vive en Roma. Un grupo de chicos jóvenes toca la guitarra y canta canciones en español y en portugués. En silencio medito en sudafricano (¡en inglés!). La Mater cuenta ya con una partecita de su gran familia internacional aquí. Es éste un lugar magnifico, nuestra iglesia dentro de la Iglesia. Creo que el Padre Kentenich debe estar feliz. Y creo que nuestro Santo Padre Benedicto está feliz también.

Finalizada la Misa, afuera del Santuario, quemamos los papelitos con los ofrecimientos de la gente al capital de gracias, contenidos en la inmensa tinaja que tantas veces se vio colmada a lo largo de este año ("¡Llenad las tinajas!"). Luego cada cual reemprendió su camino, rejuvenecidos, de vuelta al mundo.

Traducción: mca, Argentina