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 published: 2005-09-30

La Eucaristía y María

El 2 de octubre comienza la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía

 

Hemos venido a adorarle: recuerdos inolvidables de la JMJ 2005

We have come to adore HIM: unforgettable moments of WYD 2005

Wir sind gekommen, um IHN anzubeten: Unvergessliche Momente des WJT 2005

Foto: Weltjugendtags-gGmbh © 2005

 

El 2 de octubre, comienza el sínodo sobre la eucaristía

October 2, the synod on the eucharist begins in Rome

Am 2. Oktober beginnt die Bischofssynode über die Eucharistie

 
 

Herencia de Juan Pablo II: La eucaristia y Maria, el Año de la Eucaristía y el Año del Rosario

Legacy of John Paul II: Eucharist and Mary, the Year of the Eucharist and the Year of the Rosary

Erbe Johannes Pauls II: Eucharistie und Maria, Eucharistischen Jahr und Rosenkranzjahr

 
 

Proecisión de Corpus Cristi en Schoenstatt

Corpus Christi procession in Schoenstatt

Fronleichnamsprozession in Schönstatt

Fotos: POS Fischer © 2005

 
 

Rosario Iluminado en Santa Maria, Brasil

Illuminated Rosary in Santa Maria, Brazil

Lichter-Rosenkranz in Santa Maria, Brasilien

Foto: Meister © 2005

 
 

ROMA, P. Alberto Eronti. Del 2 al 23 de octubre tendrá lugar en Roma la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos convocado por el Papa Juan Pablo II. Tras la gran experiencia de gracia que fue el Jubileo del año 2000, y dada la conmoción que causó en el mundo el atentado del 11 de septiembre en Nueva York, como también las consecuencias que le siguieron, el Papa polaco quiso señalar a la Iglesia dos modos particularmente intensos de la presencia de Dios. Se trata del doble testamento de Jesús a la Iglesia y a la humanidad: la Eucaristía y María. Así en el año 2003-2004, promulgó el Año del Santo Rosario y para el 2004-2005 el Año de la Eucaristía. La clausura solemne de éste último coincidirá con el Sínodo.

¿Qué quiso Juan Pablo II con ambos eventos? Quiso que la Iglesia se volviera a su Madre mediante la "plegaria amada" del Santo Rosario, "la que en su fisonomía mariana, es una plegaria de corazón cristológico y, en la sobriedad de sus elementos, concentra el entero mensaje evangélico, del cual es un compendio". Lo dicho se explicita cuando en la Carta sobre la Eucaristía describe su intención pastoral: "Deseo suscitar este asombro eucarístico" y, en continuidad con el año del Rosario, indicar a la Iglesia el "programa" que ha de orientarla en el inicio del nuevo milenio: "Contemplar el rostro de Cristo, y contemplarlo con María".

La presencia de Dios en la vida

¡Cristo y María! ¿Por qué estos dos nombres?, ¿por qué estos dos rostros? Porque en el inicio del largo camino del tercer milenio cristiano, la Iglesia, y por lo tanto la humanidad entera, enfrenta serias dificultades motivadas por un acelerado cambio epocal. Dificultades que se pueden resumir en con dos expresiones que encierran una serie de connotaciones más: pérdida del sentido de lo sagrado y relativismo ético y moral.

Justamente las dos expresiones y sus contenidos han sido utilizadas y explicitadas por el Papa Benedicto XVI. La increencia, la indiferencia religiosa, la tendencia a marginar a Dios, van creando un estilo tal, que el hombre pierde el sentido de la "presencia de Dios" en su vida. Este modo de vivir y la atmósfera social y comunitaria que crea, incapacitan al hombre para vivir lo esencial de la fe recibida en el bautismo: la Alianza. Las promesas de "permanencia", de "amistad", de "caminar juntos" que Jesús hiciera se ven bloqueadas, de parte del hombre, en la medida que pierde el sentido de lo sagrado y asume el relativismo ético y moral para vivir su vida.

Es aquí donde ambos Papas le recuerdan y ofrecen a la Iglesia los dos Tesoros, los dos "Testamentos del Señor", que son una respuesta vital a la realidad que viven los discípulos en el mundo: la Eucaristía y María. Es así como se realiza en y para nosotros la "promesa" de Jesús: "Permaneceré con vosotros todos los días, hasta el fin" (Mt. 28,20) y también hacemos lo mismo que Juan, el discípulo amado: Recibir a María en la casa del propio corazón (Jn.19,27).

La Eucaristía y Maria

La Eucaristía y María. Juan Pablo II la llama a la Virgen "Mujer de la Eucaristía" y agrega que "María es Mujer eucarística con toda su vida"(Ec. Eu. Nº 52). Ella es la que, recordando el "mandato" de Jesús: "Haced esto en memoria mía" (Lc. 22,19), nos dice con todo su amor de Madre: "Haced lo que él os" dijo (Jn. 25). Ella es la que creyó primero en el misterio del Cuerpo y la Sangre de Jesús, fe que se hizo compromiso personal para siempre, cuando respondió al Ángel: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc. 1,38). Fe que mereció la exclamación de Isabel: "Feliz de ti, que has creído lo que te fue dicho" (Lc. 1,45). Ella es la que nos abre al asombro recordándonos que estamos llamados a llevar a Cristo en el tabernáculo del corazón por el camino de la vida. Ella es la que nos recuerda que hemos de manifestar a Cristo como ella lo hizo: irradiando su presencia por nuestra manera de vivir. Irradiándolo como ella lo hizo: por sus ojos y su voz, por su hablar y escuchar, por su amar y servir… Ella es la que vivió desde el inicio lo que Juan Pablo II afirma al escribir, "que la Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo" y que, "mirándola a ella conoceremos la fuerza transformadora que contiene la Eucaristía".

Con María al altar

Refiriéndose a la bi-unidad: Eucaristía y María, el Padre Kentenich nos dejó una enseñanza que, a la vez, irradia su propia actitud interior sobre este misterio insondable. Lo dijo y nos lo dice así: "¡Con María al altar! ¿Qué significa esto? Significa que queremos arder como la Santísima Virgen – ¡sí, realmente arder! – por las palabras de Dios; y como ella, girar con toda nuestra alma en torno al altar del sacrificio y al Sacerdote Sacrificante (¡Cristo!), y esto en forma tan profunda, tan íntima, que por él aprendamos a girar cálida y ardientemente, en torno al Padre Dios en todas las circunstancias de nuestra vida" (7/3/65).

La Eucaristía y María se nos presentan como respuestas a la desacralización y el relativismo. La Eucaristía porque es no solo una realidad sacral, sino que es absolutamente lo más sagrado, ¡Dios mismo! Por algo la Iglesia se ha referido a este don como "misterio de la fe" y como "el Santísimo Sacramento". La Eucaristía, cuando la relación con ella es real y personal, nos forma y conforma. Nos da el sentido de lo sagrado. ¡Dios habitando en nosotros! El Padre Fundador lo expresa así: "Tú, oh Dios, elevas nuestro ser, te estableces en el alma como en un templo", ¡Dios en el santuario del corazón! Pero, del cuerpo y la sangre de Jesús nadie "sabe" más que María. Su seno fue su cuna y ella le dio su sangre para que Dios viviera el "camino del hombre" haciéndose historia, ella lo cuidó con amor de madre en su infancia y adolescencia, ella…¡siempre ella junto a él! Nadie "sabe" de él como ella. Nadie lo "ve" como ella. Nadie lo ama como ella…y nadie se lo enseña a la Iglesia como ella.

¿Vamos a acompañar al Sínodo?

En la Asamblea Sinodal el Papa, los Obispos, los peritos y observadores participantes no han de estar solos, ¡toda la Iglesia ha de acompañarlos con la oración! Sería, sin duda, un aporte acorde con el momento, si todos nosotros nos propusiéramos participar – durante los días del Sínodo – diaria e intensamente de la celebración de la Eucaristía y de la adoración eucarística; como el rezo diario del Santo Rosario. La comunión con Jesús, la contemplación de su rostro – con y como María – nos harían vivir en comunión con todos los Padres Sinodales y participar todos nosotros en el Sínodo. Pero a la vez, esta actitud de comunión y participación interior, redundaría en beneficio nuestro ya que le permitiría a María "sumergirnos en la hondura de Cristo".

Del Movimiento de Schoenstatt participa el Cardenal Francisco Javier Errázuriz.


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Last Update: 30.09.2005 Mail: Editor /Webmaster
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