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 published: 2005-08-08

Apertura del Festival de la Juventud 2005

Charla de bienvenido del P. Heinrich Walter, Presidente de la Presidencia General del Obra de Schoenstatt

Pater Heinrich Walter

P.Heinrich Walter

 

Foto: www.wjt.schoenstatt.de © 2005

 
Lunes, 8 de agosto de 2005

 

Queridos amigos,

¡hoy se hace realidad un gran sueño! El P. Kentenich creyó firmemente que desde aquí la Sma. Virgen iba a atraer a muchos corazones jóvenes. Un pequeño grupo de jóvenes estaba reunido aquí – todavía pueden leer los nombres de ellos en la pared interior del Santuario Original –, y el Padre Fundador les dijo: «Quisiera convertir este lugar en un lugar de peregrinación, en un lugar de gracia, para nuestra casa y toda la Provincia alemana y quizás más allá.»

Hoy, estas palabras son una realidad. ¡Ustedes son la realización del sueño del Padre Fundador! Él mismo les da la bienvenida. Pueden creerme que está feliz de verlos – seguramente está sonriendo y haciendo la «V» de victoria. Y entiende todos los idiomas de ustedes, no solamente alemán, sino también vietnamita, ruso, kirundi, tamil, y todos los demás. Los entiende porque entiende el idioma de los corazones jóvenes.

1) ¿A qué vinieron?

Ustedes vinieron para participar de un evento muy especial, para encontrarse con muchísimos otros jóvenes que comparten los mismos sueños de ustedes, para experimentar la Iglesia universal. Vinieron para celebrar la alegría de Dios, para compartir lo que los mueve, para rezar, hacer nuevos amigos, bailar, meditar.

Vinieron porque quieren encontrarse con el Santo Padre. Todos nosotros pertenecemos a la generación de Juan Pablo II. Él marcó nuestras vidas; la mía desde que entré al seminario, la de ustedes desde que aprendieron a caminar o incluso antes. Él fue y sigue siendo una estrella que guía nuestro camino. Aprendimos de su testimonio cómo ser discípulos de Cristo. Nuestro nuevo Papa, Benedicto XVI, sigue su mismo camino.

Queridos jóvenes, la fuerza de la fe del Papa sigue viviendo en nosotros. Su experiencia de Dios es la herencia que queremos sembrar en el tercer milenio. Nosotros somos sus semillas en este mundo globalizado.

¡Qué bueno que uds. estén aquí! ¿Hay otros motivos para la venida de ustedes?

2) Vinimos porque Schoenstatt es nuestro hogar

Muchos cristianos sueñan con ir alguna vez en la vida a Tierra Santa – los fanáticos de los beatles quieren visitar Liverpool – ¿y los schoenstattianos?

Queremos, necesitamos tomar contacto con nuestro lugar de origen, respirar la atmósfera de los primeros. Todos ustedes pusieron mucho en juego para poder estar aquí, se prepararon intensamente. Puedo dar testimonio p. ej. del trabajo arduo y excelente que durante muchos meses hicieron los voluntarios de la oficina de la JMJ aquí en Schoenstatt.

Todos experimentamos que Schoenstatt da respuestas a nuestras preguntas: es la espiritualidad que marca nuestro camino. Cada uno sabe en su corazón que la Mater, en este pequeño Santuario, nos llama por nuestro nombre, nos ama tal como somos. El encuentro con Ella, aquí en el Santuario, es nuestra ancla firme en este tiempo sin hogar, lleno de miedos, sobreexigencias e inseguridades.

Creemos y experimentamos que Dios está presente en este lugar de una manera particular. Allí donde está María, está Dios. Ella me ama y me conduce hacia Cristo. Experimentar eso ha cambiado la vida de muchos de nosotros, le ha dado un norte a nuestra vida. Ahora todo, hasta el más pequeño detalle de la vida, tiene un sentido más profundo.

Por eso vinimos hasta aquí.

¿Habrá otras razones, más personales todavía? ¿Por qué viniste tú, Verónica, Joe, Susanne, Miguel...? ¿Por qué?

¡Esta pregunta es esencial! Les pido que traten de encontrarle una respuesta bien propia en sus corazones: «¡La medida del anhelo es la medida de la realización!» La Mater tiene preparadas gracias muy especiales para cada uno de ustedes en estos días. Por eso: ¡abre tu corazón y tu alma para ellas! ¡De ti depende recibirlas, para que den muchos frutos!

3) Ustedes son la Generación Fundadora del tercer milenio

Este Festival de la Juventud tiene lugar al comienzo de un nuevo milenio. Después de 2000 años, la Iglesia sigue viva, sigue joven gracias a ustedes.

En el horizonte ya vislumbramos el año 2014: ¡Schoenstatt va a cumplir 100 años! ¿Será un Schoenstatt viejo o joven? ¡Depende de ustedes! Todavía están entre nosotros aquellos que convivieron con el P. Kentenich. Pero la historia nos enseña que esa etapa se va a terminar. Tenemos grandes desafíos delante nuestro.

Me imagino al Padre Fundador mirando desde su ventana, allí en la «Casa antigua» junto al Santuario Original; les sonríe a ustedes y les dice: «Desiderio desideravi – ¡con un gran anhelo los estuve esperando! ¡Schoenstatt solamente va a seguir adelante si ustedes realmente se comprometen enteramente, si se arriesgan a tomar el futuro en sus manos!» Siento que les dice: «¡Ustedes son mi Generación Fundadora del tercer milenio! Mi carisma es ahora el de ustedes, ¡anímense a darle un rostro joven a nuestro movimiento!» De ustedes depende cómo Schoenstatt va a estar presente en la Iglesia y la sociedad del año 2014.

¿Cuál es el aporte que Schoenstatt le puede dar al mundo de hoy? Experimentamos que a la sombra de nuestros Santuarios maduran muchas cosas buenas para la Iglesia y el mundo. Muchos de ustedes provienen de países con grandes tensiones, con problemas sociales, con crisis económicas, etc. A todos nos preocupan los desafíos culturales actuales y las consecuencias de la globalización. El diálogo entre las religiones y la superación del terrorismo son desafíos a nivel mundial. El mismo mundo es el que está en juego. ¿Será que pronto todos tendremos que vivir permanentemente con miedo, o ser simples marionetas de los poderosos de turno?

Nosotros queremos asumir responsabilidades, queremos brindar un aporte para que nuestras sociedades sean más justas y fraternas, y para que haya más solidaridad entre las naciones. Protegemos la vida en todas sus etapas y manifestaciones, y creemos en la familia como núcleo central y esencial de todos los pueblos.

En muchos países Schoenstatt ya está desarrollando proyectos sociales, pedagógicos, económicos, etc., muy interesantes. Hay colegios schoenstattianos, incluso ya se está hablando de una universidad schoenstattiana. Todas estas iniciativas los necesitan a ustedes: sus capacidades y talentos, su creatividad y fantasía, el deseo y la voluntad de ustedes de comprometerse con la civilización del amor.

Los grandes ideales de un mundo mejor están vivos en ustedes. Sus corazones se animan a comprometerse radicalmente, por entero. Ustedes tienen una gran capacidad para trabajar en común, uniendo fuerzas y corazones. La civilización del amor solamente se puede gestar en una solidaridad mundial. Schoenstatt está naciendo en muchos países nuevos, en todos los continentes. Todos éstos son desafíos para los pioneros de esta nueva Generación Fundadora.

4) Dos caminos para seguir la estrella

Vimos nacer la estrella que es Cristo. Queremos encontrarnos con Él y darle testimonio al mundo entero de que en Él está la salvación, el centro, la paz, la plenitud de vida y felicidad.

Quiero mostrarles dos caminos para seguirlo:

El camino de la santidad

En el año 2000, el Santo Padre nos dijo que no tengamos miedo de ser los santos del nuevo milenio. Estas palabras tocaron muchos corazones. Quien se sabe amado, quien entiende su vida como una vocación, ya está en el camino de la santidad.

La santidad no es algo raro; al contrario, ser santo significa vivir la vida de cada día con Dios, pertenecerle a Cristo por entero, darle a la propia vida un sabor especial. Crecer en santidad significa madurar como personalidad original, como ser humano con todos mis talentos y limitaciones, con mis miedos y esperanzas, con mis pasiones y anhelos. Santidad es plenitud de vida, es felicidad perfecta. Ser santo significa saber que soy instrumento de Dios y querer buscarlo a Él en cada instante de la vida.

Nuestro camino es el del santo de la vida diaria, al que se lo reconoce porque irradia algo muy especial: una sana «naturalidad sobrenatural». Encontrarse con este tipo de santos simplemente hace bien, y despierta lo mejor en cada uno.

Nuestro camino de santidad tiene un nombre: María. El P. Kentenich la describe con estas palabras: «fuerte y digna, sencilla y bondadosa, repartiendo amor, paz y alegría». El Santuario es nuestra cuna de santidad, como dice el Padre Fundador; y nuestro anhelo de santidad ejercerá «suave violencia», para que la Mater se siga estableciendo en medio nuestro.

En el misterio de la Alianza de Amor, muchos jóvenes, hombres y mujeres han encontrado el camino de la santidad, a tal punto que ahora son ejemplos radiantes que nos orientan: José Engling, Francisco Reinisch, el beato Carlos Leisner, Mario Hiriart, la Hna. Emilie, Barbara Kast, y tantos otros.

¿No será posible que Dios hoy en día también sigue llamando a personas de ese formato? Nosotros, los de una generación más antigua, hoy imploramos esa gracia muy especialmente.

Vivimos el Festival de la Juventud junto al Santuario. Allí, María nos espera, nos invita: «Querido hijo, querida hija, en medio de todas las actividades de estos días, ¡ven todos los días, aunque sea un rato, a visitarme, a encontrar un oasis de tranquilidad y paz en el Santuario! Juntos, tú y yo, por la juventud de Colonia 2005; tú y yo para la Iglesia y el mundo; tú y yo...»

Seremos una generación fundadora en la medida de la profundidad y fuerza de este anhelo de santidad, que siempre es un regalo de arriba, pero siempre también un compromiso nuestro.

El camino del amor

Ésta es la segunda perspectiva: Sentirnos amados y aceptados, sentir que podemos regalar amor, eso nos hace realmente felices. Nada despierta y estimula el núcleo de nuestra personalidad más que la experiencia del amor verdadero.

Tantos problemas de desconfianza, de envidia, incluso tensiones internacionales, tienen su origen en la falta de amor y aceptación mutuos. Se trata de reconocernos mutuamente un derecho a existir, a tener un lugar en el mundo y en el corazón del otro. Queremos aprender a decir: «¡Qué bueno que existas!» Éste es el camino que nos enseña el Evangelio con el mandamiento del amor al prójimo. ¡Cristo espera de nosotros hasta amar al enemigo!

El camino de los cristianos es el camino del amor. Para nosotros ese camino se concreta en la Alianza de Amor. El pueblo de Israel vivió y vive de una experiencia de Alianza con Dios. Esa misma Alianza entre Dios y los hombres tomó cuerpo, pies y manos en Jesucristo, tomó una voz para hablarnos y sobre todo un corazón para amarnos y entregarse enteramente por nosotros.

La Alianza de Amor es una semilla que nace de la relación entre María y cada uno de nosotros, semilla que es plantada en el Santuario. El vínculo del amor une todo, como dice san Pablo (Col 3, 14), y nos conduce hacia el corazón de Dios y hasta los confines del mundo.

Ustedes quieren ofrecerle a la juventud del mundo entero al final de este festival una red de amor en la Alianza. Nadie debe quedar excluido de esa red, que crecerá y se anudará cada día más a través de nuestros gestos de amor, pequeños y grandes, diarios y heroicos. Será un vínculo escondido, pero firme, que atravesará todo el mundo allí donde Dios haga fecunda nuestra entrega de amor. Es una Alianza de Amor para los jóvenes del mundo entero.

Esta Alianza da respuestas a los interrogantes, a los anhelos y las dificultades, nuestras y de todos los jóvenes. Es nuestra respuesta a los grandes desafíos del tiempo actual, a las tensiones sociales, a los conflictos entre generaciones y pueblos.

El camino de la Alianza de Amor está marcado por los símbolos del ánfora y del fuego. Estoy hablando del Capital de Gracias. El amor solamente es verdadero si es concreto. Aprendimos a ofrecer todos nuestros sacrificios de amor, nuestros pasos de crecimiento y maduración, nuestra entrega, en el ánfora del Capital de Gracias en el Santuario. Ahí depositamos todo, porque en el fondo le regalamos nuestra vida entera a Dios y a la Mater, porque así nuestra vida, nuestros logros y fracasos, lo que anhelamos y soportamos, adquiere un sentido pleno. A través del ánfora, la Mater misma nos dice: «¡Ven y regálame todo!» Así será también en estos días del Festival de la Juventud.

Cuando todas nuestras contribuciones al Capital de Gracias ardan en una gran hoguera, recordaremos la zarza ardiente que Moisés encontró en el desierto: ardía pero no se consumía. Allí donde arde el fuego del amor auténtico, allí donde amamos, está Dios, allí es tierra santa.

Entonces realmente comprenderemos por qué estamos aquí: ¡Seguimos la estrella que nos indica el camino a Cristo, vinimos para adorarlo!



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Last Update: 08.08.2005 Mail: Editor /Webmaster
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