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 published: 2005-07-19

El amor es mas fuerte

Después de los atentados en Londres

Fahne Friedenstaube

Da nos la paz

Give us peace

Gib uns Frieden

Foto: Archiv ©2005

 

INTERNACIONAL, P. Alberto Eronti. Desde el atentado terrorista en Madrid, la pregunta que aparecía de cuando en cuando en los medios era: "¿dónde será el próximo?". Como es lógico, no hay sociedad alguna que pueda vivir en tensión permanente, por eso a los picos de tensión siguen los tiempos de distensión, realidad ésta que a la que el ser humano tiende naturalmente. Días antes del 7 de julio y con motivo de dos hechos simultáneos: la reunión del G8 y el anuncio de la ciudad que sería sede de las Olimpíadas de 2012 (Londres aparecía como una de las favoritas), algunos periodistas europeos se preguntaron si la coincidencia de ambos hechos no significaban un momento "adecuado" para el terror. Nadie podía afirmarlo ni desmentirlo, simplemente había que esperar. Lo temido por algunos ocurrió, otra vez el terror y el horror, otra vez la muerte y el miedo, otra vez llorar los muertos y buscar a los desaparecidos, otra vez…

¿Dónde ha estado lo distintivo, lo particular de estos atentados? En lo que se temía desde hacía tiempo: esta vez los "hombres-bomba" no eran extranjeros, eran ciudadanos británicos, nacidos y crecidos en el Reino Unido. Esta vez los actores eran "uno de nosotros, como nosotros". Nada en el comportamiento de ellos hizo sospechar algo a sus familiares, amigos y vecinos, nada. Sus vidas eran tan "normales" que ni la esposa de uno de ellos – padre de un niño de 8 meses – se dio cuenta de nada. En este sentido la espiral del terror ha tocado un punto de máxima y la reacción natural, al menos por un tiempo, será la sospecha y la desconfianza frente al otro, el miedo y la inseguridad en el vivir de cada día. No voy a entrar al tema de si los Ingleses fueron ingenuos en su fe democrática, ni si los casi cerrados barrios musulmanes de Londres impiden la verdadera incorporación afectiva y cultural. De todos modos habrá que esperar para saber en qué y cuánto cambiará la vida de los londinenses. Es y será muy duro vivir así.

Una realidad que no siempre se reflexiona

¿Cómo explicar esta realidad? Hay razones históricas, políticas, económicas, culturales, religiosas, que constituyen un entramado imposible de simplificar a la hora de opinar. Pero en el mundo árabe está instalado un sentimiento intenso: "el enemigo tiene nombre y es ajeno a nosotros", y nombran sin dudar a Estados Unidos e Israel. Este sentimiento es tan intenso y extendido que no son capaces de examinar su propia cuota de responsabilidad frente a la realidad de sus países. Tema que sí señala la escritora egipcia Nawal el Saadawi cuando dice: "Todos los gobiernos árabes, desde sus orígenes hasta ahora, nunca han trabajado para la gente, sino para los colonizadores" y agrega hablando sobre su país: "Nos hemos convertido en una colonia americano-israelí, dependiente de la ayuda estadounidense, que de hecho revierte en Estados Unidos". Muchos de los países árabes tienen yacimientos y reservas petrolíferas, lo que constituye una riqueza incalculable, sin embargo más del 90% de la población está marginada de los beneficios que produce la explotación y que, de hecho, beneficia a unos pocos dentro y muchos más afuera. Es esta incapacidad de reacción interna, comprensible por su cultura e historia, la que les proyecta "hacia el enemigo exterior". Y este sentimiento intenso de ser explotados y humillados por el poder exterior es, junto al crecimiento del fundamentalismo islámico, la tierra apta para el cultivo del odio. El odio, como se sabe, está emparentado con la muerte.

 

Usar el horror para crear terror

Lo paradójico de esta realidad es que el llamado "actor fuerte" es el más vulnerable, que el "actor débil". Es el juego del gato y el ratón, pero éste tiene sus ventajas: no tiene rostro. Se sabe que va a golpear, pero no se sabe dónde, cuándo ni cómo, su acción es siempre una sorpresa. Esta ventaja le permite usar el arma más mortífera: el horror para crear el terror. Sus "blancos" son generalmente la gente común, hombres y mujeres, jóvenes y niños de toda condición. Cuanto más horror, más terror. Si no, ¿cómo explicar la acción del hombre que se explotó para matar niños en Bagdad? Lo que se ataca y se intenta paralizar es la zona afectiva de las gentes. El terror se manifiesta como un método de lucha. Pero el "actor poderoso" tiene otro problema insoluble: no puede, suponiendo que lo quisiera, dialogar o negociar. Está inerme.

Un camino de paz a nacer desde las religiones

¿Dónde se podría encender una luz de esperanza? Desde las religiones. Todo parece indicar que desde el poder político, al menos de momento, se puede poco o nada Pero sí pueden avanzar más aún las llamadas Grandes Religiones. No hay que minimizar el rol de la fe ni la capacidad de acción e influencia de las distintas religiones, los antecedentes más recientes son cercanos. Podemos suponer que son los líderes de las Religiones los que han de dar el ejemplo y abrir camino, pero esto no quita que cada creyente pueda y deba ser constructor de puentes y de lazos. Solo desde la fe en Dios, y pienso en primer lugar en las religiones monoteístas, se puede abrir un camino al amor y por eso a la paz. Solo la fe en Dios puede abrir un sendero al perdón y a la misericordia. Solo la fe en Dios nos da la fuerza de pedir, aceptar y ofrecer perdón. Esta responsabilidad de las religiones monoteístas es esencial en el ahora y el mañana de Occidente, del Medio Oriente y del Norte de África, cuyas historias y culturas se tocan y están llamadas a convivir en paz. No en vano el "Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso" ha tenido una actividad destacadísima en los últimos años, pero no basta. Los dirigentes están llamados a preceder, pero todo creyente tiene el deber moral de actuar como instrumento de encuentro, de diálogo, de respeto y de fraternidad.

El espíritu de Asís

El llamado "espíritu de Asís", en referencia a los encuentros de oración realizados bajo la protección de San Francisco, ha sido y es una señal para el camino. Nadie debiera quedar paralizado por el terror. Nadie debiera pensar que lo que ocurre "allá" no me toca. Si siempre lo humano ha sido cosa de todos, hoy – entendiendo y viviendo bien la globalización – lo es más que nunca. Nadie está a salvo de nada. Lo que "toca" a un ser humano, también "me toca". Ya Pablo VI había alertado sobre la llamada "cultura de la muerte", a la que él propuso responder con la "cultura del amor". No son meras palabras ni simple expresión de deseo, es una misión para todos los creyentes. Esta misión se debiera enseñar y aprender en la vida familiar, en cada grupo humano, en cada centro religioso. Es en la familia, "primera escuela", donde se reciben o no los presupuestos inconscientes para el amor, el respeto, la tolerancia, la comprensión y aceptación del otro. Si no se "aprende" ahí, será difícil aprenderlo afuera y más tarde. La familia es la fuente de los vínculos primarios de todo hombre, por eso es que sin familia o sin espíritu de familia no es pensable el diálogo, la comunicación y la comunión con los distintos.

Una cultura de amor y de vida

El odio es muerte, el amor es vida. No basta con no querer una "cultura de muerte, una cultura de miedos", hay que trabajar y construir una "cultura de amor y de vida". Hoy la política y los políticos pueden poco, los hombres y mujeres de fe pueden más. Jesús venció el odio sin resistirlo, amando a quienes lo condenaron y crucificaron. No en vano las dos primeras conversiones que narran los Evangelios como fruto del Gólgota son las de "uno de los crucificados con él" y la del Centurión romano. Como proclamara Juan Pablo II en Chile: "El amor es más fuerte". Sí, el amor es más fuerte.



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Last Update: 19.07.2005 Mail: Editor /Webmaster
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