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 published: 2005-01-14

Esperanza para miles de chicos

Dra. Ana Mon: nuevamente nominada para el premio Nobel de la paz

Un presente digno... Chicos en una de las Casas del Niño en Argentina

A noble present... Children in one of the day care centers in Argentina

Eine würdige Gegenwart ... Kinder in einer der Tagesstätten in Argentinien

 
 

Chicos de la Casita „Nuestra Señora de Guadalupe”, Argentina

Children of the Center “Our Lady of Guadalupe”, Argentina

Kinder aus dem Haus “Muttergottes von Guadalupe” in Argentinien

Fotos: Apoyo Familiar © 2005

 
 

Dra. Ana Mon (der.) con Dra. Juana Otero, Vice-Presidente en Apoyo Familiar

Dr. Ana Mon (r.) with Dr. Juana Otero, Vice-President of Apoyo Familiar

Dr. Ana Mon (r.) mit Dr. Juana Otero, Vize-Präsidentin von Apoyo Familiar

 
 

En la Casa Marienau, donde se alojaron, con el Rector P. Egon Zillekens

At House Marienau, where they stayed during their days in Schoenstatt, with Fr. Egon Zillekens

In Haus Marienau, vor dem Abflug nach Oslo, mit Rektor Egon Zillekens

 

Dra. Ana Mon, en la Oficina de Prensa: “Gastar la vida en ese proyecto”

Dr. Ana Mon, sharing her ideas and experiences in an interview with PressOffice Schoenstatt: “It means to give one’s life for this project”

Dr. Ana Mon im Interview mit PressOffice Schönstatt: “Das Leben geben für dieses Werk”

Fotos: POS Fischer © 2005

 
 

Casa del Niño en Alexandra, Sudafrica

Day Care Center in Alexandra, South Africa

Tagesstätte in Alexandra, Südafrika

 
 

„Gracias, queridos amigos de „Helft uns leben“!!!

“Thank you, dear friends of “Helft uns leben”!!!

“Danke, liebe Freunde in Deutschland, liebe Freunde von “Helft uns leben!”

Fotos: Apoyo Familiar © 2005

 

 

 

ARGENTINA, mkf. "Nada me quitará la alegría", "La vida es una fiesta", "Vivir la esperanza en tiempos difíciles", son los libros que lleva en su valija al partir de Schoenstatt, rumbo a Oslo, Noruega, pocos días antes de Navidad, luego de haber recorrido miles de kilómetros por Europa. Son los títulos de los libros del Padre Antonio Cosp, de Paraguay, y el Padre Ángel Strada, de Argentina, este último – como dice Ana – responsable de su permanente correr en pos de una única meta: llevar a cabo la misión que, inspirada en una charla del Padre Ángel, pidiera un día, hace más de 20 años, en el Santuario del Padre en Nuevo Schoenstatt, Florencio Varela. Un pedido escuchado y por el cual actualmente ha sido nominada una vez más para el premio Nobel de la paz.

Está nerviosa de haber sido designada nuevamente, al igual que en los años 1996, 1998 y 2000. "No por el honor en sí, pero imagínense la publicidad que significa para nuestra obra y cuántas casitas se pueden construir con ese dinero...". Piensa en las casitas. Vive para las casitas. Y tiene sentido, que se hace visible ni bien comienza a hablar. "Pensé qué hacer ahora, en que cada vez es más difícil conseguir fondos para una casita nueva, debido a la crisis económica por la que atraviesa la Argentina. Tal vez se podría imitar a las Hermanas Clarisas que tocan la campana cuando les falta comida, pero la comunidad se ha comprometido, por contrato, a que los chicos jamás sufran hambre. Mire, me sale mi veta de abogada", dice, sonriendo. No sólo abogada, sino madre, que lleva sobre sus hombros una gran misión. La Dra. Ana Mon, nacida el 12 de octubre de 1951, abogada, madre de cinco hijos y miembro de la Familia de Schoenstatt, es fundadora y presidente de la "Federación de Apoyo Familiar".

Volver a "la casita" veinte años después

En su visita a Schoenstatt, trae consigo algunos artículos publicados por de la ciudad de La Plata a raíz del 20 aniversario de la primera Casa del Niño, que lleva por nombre "Esperanza", ubicada en La Plata. Para el aniversario, se hicieron presentes jóvenes que fueran los primeros en alojarse durante el día en la Casa del Niño, quienes – en su retorno al lugar – rescataron recuerdos del hogar donde se conectaron "con valores solidarios y con la oportunidad de estudiar y de aspirar a una vida digna". 

Veinte años después, bajo el mismo techo que albergó tantos días de su infancia, Alma Silva (26 años) no duda que haber pasado por "la casita" fue fundamental para su formación, para aspirar a un futuro mejor y lograr así entrar a la Universidad y poder ayudar hoy día a los demás.

La Casa del Niño Esperanza, donde creció Alma, fue la primera desarrollada por la Federación Argentina de Apoyo Familiar que dirige Ana Mon; a partir de la cual se extendieron por todo el país argentino y en el mundo, creando más de 185 hogares en tres continentes que albergan a más de 10.000 chicos.

Por ese motivo, para celebrar el 20 aniversario, se pensó en un festejo muy especial: invitar 20 años después a los primeros chicos que encontraron refugio en aquella primera casa de Apoyo Familiar.

La ocasión dio lugar a recuerdos y a un balance, en los que los jóvenes rescatan la formación, la educación recibida, los amigos, los maestros, los valores como los principales aportes que les dio la casita.

No obstante, destacan que lo principal que recibieron allí fue la opción de aspirar a una vida distinta en momentos en que estaban en una delicada situación económica y social. Para Cristina Kun (18 años), estudiante de derecho, la Casa del Niño Esperanza fue el refugio donde pasó los días de su infancia entre los 8 y 13 años, mientras su mamá trabajaba, pero también el lugar que le permitió conocer por primera vez el mar y el lugar donde empezó a imaginarse una vida distinta, como profesional.

Para Reynaldo Acuña "la casita" representa otra cosa: el ámbito que lo estimuló a estudiar en momentos en que su familia pasaba muchas urgencias. Ahora Reynaldo es técnico en laboratorio y sueña con poder terminar la carrera de Bioquímica. Para Alma Silva, la casita fue eso y mucho más: "una escuela de valores solidarios", que ahora la impulsan a colaborar con todo lo que pueda. Alma estudió Ciencias de la Educación y no pierde la esperanza de dar una mano.

Ana Mon, fundadora de la casa y de la iniciativa solidaria que se inició con ella, proyectándose en más de 180 hogares diurnos en tres continentes y a partir de la cual se la nominó para el premio Nobel de la paz, dice entretanto "que las historias de los chicos son el testimonio de la solidaridad de los platenses" con la obra. Una obra centrada en brindar "un presente digno a los chicos, para que ellos logren un futuro mejor".

El inicio en una decisión silenciosa y personal

"No sé si aquella tarde lluviosa de febrero de 1984, Ana Mon se habrá dado cuenta cabal de que la escena que miraba desde su camioneta transformaría su vida", escribe el Padre Ángel Strada en el prólogo de la biografía de Ana Mon, publicada en 2002. Y continúa diciendo en su testimonio: "Esa tarde, en la ciudad del La Plata, decenas de personas vieron lo mismo: niños buscando comida en los tachos de basura. Muchos seguramente sintieron compasión; otros, indignación: algunos otros en la responsabilidad del gobierno; no habrá faltado quien echó la culpa a los padres de esos niños; otros apenas si lo registraron porque era una escena acostumbrada, estaban agotados o absorbidos por los propios conflictos... Lo que ocurría en un barrio platense se repetía a la misma hora en tantos otros lugares del país. La sensación de no poder hacer nada, de que basta con los propios problemas, de que es inútil intentar un cambio también se repetía en los múltiples espectadores de esa hiriente escena. Es la sensación que impulsa a retirar la mirada y a volver a las cosas de uno, conformándose con algún sentimiento de lástima o de impotencia. Ana Mon miró esa escena con otros ojos y la asumió con otra actitud. No le habrá sido nada fácil. La grave enfermedad de su padre y la dura pregunta de por qué Dios la había permitido, el sentimiento de un vacío existencial y la responsabilidad por sus cinco hijos y su esposo le daban suficientes motivos para pasar por alto a esos niños. Sin embargo, siente una reacción casi espontánea, surgida de una maternidad solidaria: "podrían ser los míos". Hacer algo por ellos implica hacer algo por los propios. Y se trata de hacer, no de mirar. Es preciso pasar del lamento y del diagnóstico a la acción y a la propuesta concreta. Una cosa es conversar en la mesa de café sobre el escandaloso hecho de niños buscando comida en tachos de basura y exigir que el gobierno haga algo, y otra es poner manos a la obra y emprender una acción de ayuda eficaz. Es cierto que Ana Mon tenía cualidades para arriesgar ese paso: personalidad activa, multifacética, pujante; tendencia a lo empresarial; capacidad de liderazgo; vínculos sociales... Y sobre todo, contaba con el incondicional apoyo de su esposo Isidoro y de sus hijos. Pero ¿no hay miles de personas con esas cualidades?, ¿por qué en ella esa transformación y no en otros?, ¿qué fuerza la llevó a superar el "no te metás"; "seguí en lo tuyo que con eso basta"; "que los propios padres o los gobernantes hagan algo"? La misma Ana nos ofrece la respuesta: sintió un llamado. En lo íntimo de su corazón y en la profundidad de su conciencia experimentó que Dios le pedía hacer algo por la niñez carenciada. Y la fe personal en ese Dios personal, una fe duramente probada por la enfermedad de su padre, la decide a seguirlo con generosidad. No era algo repentino ni ocasional. Meses antes, en octubre de 1983, de rodillas en un Santuario de la Virgen María – el Santuario de Nuevo Schoenstatt, en Florencio Varela – le había pedido que le confiara alguna misión. Sabía bien que ser esposa y madre constituía una misión importante y hermosa, pero se ofrecía para algo más. Este ensanchamiento del corazón, el mirar mas allá de los límites de la propia vida, la voluntad de realizarse pero con los demás y a favor de los demás; invertir y gastar los talentos personales en beneficio de los otros, especialmente de los necesitados, todo esto lo había aprendido precisamente de María, la mujer más realizada, más solidaria de la Historia. "Yo siembro pequeñas cosas. Lo grande lo haces vos", le dice Ana a la Virgen cuando regresa feliz a su casa después de las fundaciones en Sudáfrica y la India. Entre el Santuario de la Virgen y los chicos buscando comida hay una conexión íntima. El pedido fue escuchado y los niños carenciados dieron rostro concreto a la misión encomendada. Esta es la historia íntima del nacimiento y fecundidad de una obra. Hoy día está en la prensa mundial y provoca el merecido reconocimiento de importantes personalidades e instituciones nacionales e internacionales. Pero no hay que olvidar que el inicio estuvo en una decisión íntima, silenciosa y personal. Ana Mon no oculta esa historia. Tampoco la transforma en imperativo para su obra. La quiere ecuménica, apolítica, abierta a todas las mujeres y varones de buena voluntad...".

Sacar a los chicos de la calle

Veinte años después, los directivos de la Casa del Niño Esperanza destacan el propósito de sacar a los chicos de la calle y brindarles una opción de vida distinta. Para Ana Mon, es "una gota de agua en el océano" y recuerda que esa frase se la dijo la Madre Teresa de Calcuta en una ocasión, refiriéndose a la obra. "Pero lo importante es que cada vez más gente sume su esfuerzo para que las gotas en el océano se multipliquen".

La Federación Argentina de Apoyo Familiar (FAAF) es una institución ecuménica, civil, privada y sin fines de lucro. Su tarea consiste en fundar y ayudar a crear Casas del Niño y Talleres de oficios para socorrer a familias muy necesitadas. Hoy existen 167 centros argentinos que se guían por principios de descentralización, autonomía (económica, jurídica, funcional e institucional), apartidismo, regionalización y distribución de responsabilidades entre los miembros de la comunidad.

Las Casas del Niño son hogares diurnos que albergan – de lunes a viernes, y durante todo el año – a más de 10.000 chicos. Se trata de cubrir todo el ciclo, desde la gestación o dos años, según cada Centro autónomo, hasta la salida laboral. Normalmente el horario de atención es de 7 a 17 horas. El equipo a cargo de cada Centro, después de recibir la ayuda inicial de Apoyo Familiar – U$ 5.000 en ayuda financiera, respaldo y capacitación en lo jurídico, pedagógico, económico – se hace responsable del Centro en todos los aspectos, al mismo tiempo que forma parte de una federación que da apoyo y motivación. Muy importante es la cooperación con las familias necesitadas. Los chicos vuelven cada noche a sus hogares, mientras que los padres, que no tienen que pagar nada, son motivados a ayudar con el mantenimiento de la casa. "Es algo hermoso", cuenta Ana Mon. "Las casitas cambian los barrios! Visitamos a las familias y comienzan a limpiar y ordenar sus casas a raíz de la visita, y les gusta y entonces continúan haciéndolo; visitan la Casa del Niño autoridades de la iglesia, de fundaciones, y las familias se esfuerzan por embellecer las calles y sus barrios para los destacados visitantes, y luego continúan haciéndolo también. Se sienten importantes...".

Cuando Ana Mon estuvo de visita en Schoenstatt en el año 2000, la Fundación "Ayúdanos a vivir", del diario "Rhein-Zeitung", donó el dinero para una nueva Casa del Niño – la primera en Sudáfrica, que hoy está funcionando con éxito en el barrio Alexandra, de Johannesburg. Su nombre coincide con la meta que persigue Ana Mon, junto con todos los que día a día trabajan con abnegación en las Casas del Niño: "Futuro de los Chicos". Denominada también "Chicos del futuro", el futuro del mundo entero.

Apoyo Familiar: www.esperanza.org.ar

Contacto: F.A.A.F. Federación Argentina de Apoyo Familiar y C.I.A.F. Confederación Internacional de Apoyo Familiar
Calle 33 N° 1186 - Piso 3 - Departamento B. La Plata. CP. 1900. Tel/Fax: 54 (0221) 422-3734 / 422-9328 / 4895460
Mail: faafciaf@netverk.com.ar



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Last Update: 14.01.2005 Mail: Editor /Webmaster
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