ROMA, mcb/mkf. "Fue, sin duda, una vivencia inolvidable para todos los que vinieron hasta aquí y fueron muchos. Hubo una gran coincidencia: fue la experiencia más internacional, quizás sea mejor decir "más católica", de la Familia. Creo que esto es lo propio de Roma: la catolicidad, la universalidad", comenta el P. Alberto Eronti, resumiendo así lo que experimentaron todos durante los días compartidos en Roma. Ese 8 de septiembre por la noche, cuando ya se había puesto el sol, y el Santuario se encendía con luces de diversos colores, las largas filas de gente aguardando frente al Santuario fueron una manifestación del amor que siente esta familia por la Mater en su Santuario en Belmonte.

Todos quieren entrar al Santuario. Frente al Santuario, pueden verse extensas filas de gente aguardando ingresar a él por primera vez. Hay una atmósfera de profunda expectativa... paso a paso, lentamente, con los acordes de la serenata y el susurrar de un sinfín de conversaciones como música de fondo, la fila avanza hacia la puerta del Santuario en la que puede verse el Símbolo del Padre, signo de su mirada paternal. Al llegar a la puerta, todos dirigen su mirada a la Mater... Una vez dentro del Santuario, muchos espontáneamente se ponen de rodillas, rezan en silencio, depositan cartas sobre el piso junto al altar, transformando el Santuario en una sola tinaja que contiene alegrías, sufrimientos, anhelos, pedidos, esperanzas, entrega, compromiso. De vez en cuando, alguien recuerda amablemente a los peregrinos que circulen para dejar lugar a los que aún aguardan ingresar. Ya es casi medianoche cuando los últimos peregrinos abandonan el Santuario. Tan sólo días más tarde se sabe que en realidad los últimos peregrinos fueron tres jóvenes peruanos que literalmente durmieron en el umbral del Santuario por no tener lugar donde alojarse...

"¡La conozco de schoenstatt.de!!!"

Los que no esperan en fila para ingresar al Santuario, se reúnen en la carpa - maravillosamente decorada con una gran imagen de la MTA y una foto del Padre Kentenich en el terreno de Belmonte – para compartir una deliciosa cena y encontrarse con conocidos y no conocidos. "¡La conozco de schoenstatt.de!", exclama una señora de México al saludar a uno de los peregrinos de Chile que "antes de Roma" pasaron por Schoenstatt y fueron parte de un artículo en schoenstatt.de. "En Milwaukee me encontré en el Santuario con una señora y ahora nos reencontramos aquí", comenta Margaret Fenelon, de Milwaukee. "En este grupo nos encontramos reunidos gente de tres continentes", cuenta Rosa Maria Wieland: matrimonios de Alemania, Estados Unidos, Chile y Australia conversan junto a la carpa, intercambiando gestos y traducciones improvisadas. Los Padres de Schoenstatt de Argentina, que trabajan en Roma, se ven permanentemente rodeados por sus compatriotas schoenstattianos, que comparten saludos, preguntas, recuerdos, primicias, abrazos, risas, la alegría del reencuentro! Hannelore Spannagel, jefe de la Rama de Madres de la arquidiócesis de Friburgo, se encuentra con el grupo de Paraguay. No se conocen aparentemente, pero se conocen: Hannelore Spannagel inició una peregrinación donde se rezó el rosario y se reunieron donaciones para las víctimas del incendio del 1 de agosto, y entre el grupo de Paraguay se halla una señora que perdió a su hermana en dicha tragedia; muchos otros están al tanto de esta iniciativa suya, y aunque es casi imposible comunicarse por la barrera del idioma, intercambian direcciones y rosarios, estampitas y chocolates.

La serenata: una poesía de luz, colores y canciones

La serenata comienza tarde y se extiende demasiado, por lo cual la mayoría de los peregrinos debe partir antes de que finalice para no perder el bus de regreso a sus respectivos lugares de alojamiento. Aún así, la serenata aporta su brillo a este día festivo, encendiendo y deleitando a todos. Birgitt Winter, de Alemania, y el P. Duncan McVicar, de Escocia, como moderadores, presentan canciones, poemas, bailes y coreografias en honor de la Virgen, ofrecidos por artistas schoenstattianos, tales como Cecilia Mirenda, de Argentina, y Katharina Grunewald, de Alemania, junto con grupos de diversos países. Cabe destacar, entre los muchos aportes artísticos, la danza tribal interpretada por sacerdotes de Burundi, el coro de Australia, las canciones de Chile y la emotiva presentación de Polonia, con su vestimenta típica.

Como broche de oro, cerrando este maravilloso día de encuentro familiar internacional, se proyectan fotos y un breve video del Padre, con las palabras que pronunciara el 8 de diciembre de 1965 a raíz de la colocación simbólica de la piedra fundamental de este Santuario tan hermosamente iluminado en esta noche. Muchos de los presentes por primera vez ven y escuchan hablar al Padre en un video... Repentinamente cesan las conversaciones y todos miran embelesados... Tras renovar la Alianza como familia, Mons. Wolf imparte a todos la bendición final. "Simplemente grandioso", exclama Kathrin Bieler, una de las tantas jóvenes presentes. "No puedo decir otra cosa más que: grandioso".

Ya en el tiempo "después"

"Ahora estamos en el tiempo después", comenta el Padre Alberto Eronti en una carta dirigida a la Familia argentina. "En primer lugar hay que "pos-gustar" lo vivido, ponderarlo desde la hondura del corazón. En segundo lugar viene el desafío: llenar de vida el Santuario de Belmonte. Que sea lo que el Padre de la Familia anhelara: "un lugar de peregrinación". Un lugar de arraigo en Dios, transformación interior y necesidad de vivir lo recibido. Esperamos que toda la Familia internacional nos ayude. Esto significa: aportes al Capital de Gracias. No olvidemos que con la oración y la entrega diaria, podemos "llegar" a todos y a todos lados".

Muchos de los que la noche del 8 de septiembre partieron del terreno de Belmonte, llevando como recuerdo el regalo recibido allí - una pequeña tinaja de estilo italiano – quizás nunca más visitarán de nuevo este Santuario. Pero permanece en él lo que cada uno colocó dentro de las tinajas... y siguen vivos la misión y el compromiso asumidos con este Santuario, ofrecido como regalo al Padre y a la Iglesia toda, como familia internacional.