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 published: 2004-01-07

¡El amor es más fuerte!

La paz es "posible", por lo tanto es un "deber": la marcha organizada por la Comunidad de Sant'Egidio subraya el llamado del Santo Padre por la Paz

La "Marcha de paz" de la Comunidad Sant'Egidio

Peace march of the Community Sant'Egidio

Friedensmarsch der Gemeinschaft Sant'Egidio

 
 

Lema: Paz en toda la tierra

Motto: Peace all over the earth

Motto: Friede auf der ganzen Erde

 
 

En la plaza San Piedro

At St. Peter's Square

Auf dem Petersplatz

 
 

Logotipo de la marcha de paz

Logo of the peace march

Logo des Friedensmarsches

Fotos: www.santegidio.org

 

 

 

ROMA, P. Alberto Eronti. El primer día del año ha sido consagrado por el Santo Padre a la Jornada Mundial por la Paz. En momentos en que la Iglesia y el mundo contemplan azorados el asesinato del Nuncio Apostólico en Burundi, y los atentados en Bagdad y en Indonesia no permiten olvidar la continuidad de las guerras y la falta de paz, Juan Pablo II invocó la protección de la Virgen María a quien le pidió que apoye y acompañe a la humanidad en el camino arduo y entusiasmante de la edificación de la paz.

En 1968 el Papa Pablo VI instituyó el día 1º de enero, fiesta de la Maternidad Divina de María, como Jornada mundial de la paz. En el pensar y sentir del Papa Montini este debía ser un día de oración, suplicando el don inmenso de la paz. Juan Pablo II no sólo ha continuado la senda abierta sino que la ha seguido con inusual energía. Entre los Movimientos de la Iglesia ha sido la Comunidad de Sant’Egidio, fundada precisamente en 1968, la que tomó como parte de su misión carismática el tema de la paz. Este compromiso lo han asumido con enorme fidelidad y coherencia: la Comunidad tiene mártires de la paz, son los jóvenes que han sido muertos mientras trabajaban por la paz en zonas conflictivas. Como parte de su "sentir con el Papa y la Iglesia", han asumido la responsabilidad de realizar cada 1º de enero la "marcha por la paz". Así, a las 10,30 horas de este el primer día del año, la plaza frente a la Chiesa Nuova, distante unos mil doscientos metros de la Plaza de San Pedro, se encontraba colmada. Era fácil ver la cantidad y variedad de razas y culturas presentes. Treinta y siete carteles con los nombres de los países con conflictos armados, eran portados por los niños del "arco iris" y por adultos, a fin de que no hubiese "guerras olvidadas".

Todo se pierde con la guerra, todo se puede ganar con la paz

Antes de iniciar la marcha hubo cuatro oradores. Me impresionó el testimonio de una joven mujer musulmana de Somalia que contó brevemente su historia trágica: sus padres muertos en la guerra fratricida, sus hermanos, hermanas y sobrinos dispersos por el África o el Medio Oriente. Ninguno quería emigrar, lo debieron hacer por la simple y elemental necesidad de vivir. Para ellos emigrar no fue una elección libre, si lo hicieron fue porque en su tierra se les negaba el futuro y lo debieron buscar fuera. Al escucharla me vinieron a la memoria algunas afirmaciones del Papa: "La guerra es una aventura sin retorno", "Todo se pierde con la guerra, todo se puede ganar con la paz", "La guerra es fuente de indignidad, de miseria, de destrucción"…

Sant'Egidio: "Paz en toda la tierra"

Al iniciar la marcha anunciaron que en este día, en más de 70 países y en más de 200 ciudades, se realizaba la "la marcha por la paz", en unión espiritual con la que se estaba iniciando en el corazón de la Iglesia. El lema de la marcha: "Paz en toda la tierra". En muchos lugares, la Campaña del Rosario de la Virgen Peregrina de Schoenstatt, en sintonía con esa iniciativa, invitó a rezar el rosario por la paz, como por ejemplo en Resistencia, Argentina. En Dietershausen, Alemania, las Hermanas de María invitan a rezar diariamente una oración por la paz ante el pesebre - al Príncipe de la Paz - entre la Navidad y el 6 de enero.

La columna entró a la Plaza de San Pedro minutos antes del rezo del Ángelus, y la mayor parte se situó junto al pesebre construido con imágenes de tamaño natural en el centro de la plaza, junto al obelisco. Puntualmente el Papa se asomó a la ventana de su residencia y comenzó su meditación con estas palabras: "El Señor te muestre su rostro y te bendiga con la paz". Esta bendición, usada en el Antiguo Testamento, sonó con fuerza en nuestros oídos y un rumor orante se extendió en el ambiente: "Sí, Señor, danos la paz, la paz…". El Papa recordó que el don de la paz está unido a María, cuya Maternidad Divina estábamos celebrando y a Ella se debían volver nuestros ojos, nuestra súplica para pedir el don de la paz, don que Ella entregó al mundo en la fragilidad de su Niño, el Hijo amado del Padre. Demás está decir que, al final, recibí la bendición papal recordando a la Familia de Schoenstatt y muy particularmente a la Familia de Burundi.

La paz que da Jesús

Al término del Ángelus y mientras los miles de peregrinos se desconcentraban, me quedé conversando con un pequeño grupo de misioneros y misioneras que trabajan en África. Regresando a casa, y a raíz de lo que acababa de oír, me quedé meditando en algunas frases del Nuevo Testamento y otras de Juan Pablo II. Está claro que Jesús habla de "dos" tipos de paz, la que da Él y la que da el mundo. ¿En qué radica la diferencia?, en que la que da Él, es para siempre; la que da el mundo, en cambio, es frágil porque descansa en la mera voluntad de los hombres. La paz "del mundo" puede permanecer si se une, si se alía, a la paz que da Jesús. No es el hombre el garante último de la paz, sino Dios. Pero la paz de Jesús se funda en su Persona y en su Amor. San Juan pone estas palabras en labios de Jesús: "Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (13,34). Pero, estas palabras se entienden más aún si recordamos dos afirmaciones, una de San Juan y otra de San Pablo: "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte" (1ª Jn.3, 14). "Si no tengo amor, soy nada" (1ª Cor.13,2). La muerte hace del cuerpo una nada. No amar es tener la muerte en el alma y por ello una "zona interior" de nada.

La Madre de la Paz

Pero, como bien lo explica el Papa, para "pasar" de la muerte a la vida, es necesario suplicar el don del perdón y de resistir la tentación de la venganza. La capacidad de perdonar y el resistir la venganza supone un "amor mayor" (Jn.15, 13), es el que nos da Jesús si vivimos en Alianza con El. La carencia de amor, viene a decir el Pontífice, "me destruye y destruye a otros", de aquí la necesidad de este "paso", esta "pascua" permanente: "pasar de la muerte a la vida", "paso" que se da amando.

Los medios, al hacer el resumen del año 2003, nos han invadido con escenas de violencia. Sí, la violencia nos golpea en colores, con rostros desencajados, con una multitud de hombres y mujeres que lloran a sus seres queridos, otros claman venganza, cubren sus rostros y portan armas. ¿Cómo detener esta espiral de violencia? Recuerdo, una vez más, las palabras del Papa Juan Pablo II en Chile, cuando respondió a los gritos de violencia con su propio grito: "¡EL AMOR ES MAS FUERTE, ES MAS FUERTE…!" Sí, decididamente, el amor es más fuerte y nosotros lo bebemos y aprendemos a vivir en la Alianza de Amor con María, porque Ella al ser la Madre de Jesús es también la Madre de la Paz, la Madre del más bello y hermoso Amor. Por ello, con palabras de nuestro Padre, le decimos "a la toda hermosa":

Tu Santuario es nuestro Belén,
en cuya aurora Dios se regocija.
Para que nuestro tiempo
pueda mirar la luz eterna,
erigiste benignamente a Schoenstatt.
Como enviada de Dios y portadora de Cristo,
quieres, desde el Santuario,
recorrer el mundo en tinieblas.
Con alegría sumerge nuevamente
al Señor en mi alma, y, al igual que tú,
me asemeje a Él en todo;
hazme portador de Cristo a nuestro tiempo
para que se encienda
en el más luminoso resplandor del sol. ¡Amén!

(H. el P. Nº 186, 188 y 189)



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Last Update: 05.02.2004 Mail: Editor /Webmaster
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