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 published: 2003-04-04

Un hombre que sembraba la paz en tiempos de conflicto

Testimonio del Sr. Arendes sobre Don Joao Pozzobon

Compañero de Joao Pozzobon y testigo: Sr. Germano Arendes

Companion of John Pozzobon, and his witness: Mr. Hermann Arendes

Weggefährte von Joao Pozobon und Zeuge seines Friedenseinsatzes: Hermann Arendes

 
 

Testimonio sobre "un hombre de paz"

Testimony about "a man of peace"

Zeugnis über einen Mann des Friedens

 
 

Sr. Arendes con la Peregrina N°. 1000

Mr Arendes with the Pilgrimn MTA N°. 1,000

Herr Arendes mit der "Peregrina 1000", die bis zur Heiligsprechung Pater Kentenichs in Schönstatt wandert

 
Fotos: POS Fischer © 2003  

SCHOENSTATT, mkf. Durante el retiro de las Profesionales de Alemania del Norte, el Sr. Germano Arendes, Hermano de María de Schoenstatt, les ha contado sobre la vida de Don Joao Pozzobon, el iniciador de la Campaña del Rosario de la Virgen Peregrina. Sus palabras sobre este hombre sencillo que confió ciegamente en el actuar de la Mater desde su Santuario y en la realidad de la alianza de amor, las entusiasmó totalmente.

Va aquí algo de los recuerdos de estas charlas, autorizado por el Sr. Arendes.

Monseñor Ivo Lorscheiter, Obispo de Santa María, Brasil, dijo después de la muerte de Don Joao, que "era un hombre apostólico, un hombre de oración y un hombre que sembraba la paz". Quien está unido a Dios por la oración como Don Joao, puede ser también un hombre de paz.

¡Cuántas familias pudo reconciliar! Su persona irradiaba paz. Fue un hombre lleno de paz interior, un ser humano que se sentía como un niño libre ante Dios, que se sentía feliz. Así lo experimentó el Obispo, y así lo expresó en su homilía.

Eran tiempos difíciles para la Obra de Schoenstatt

En el año 1956 ya hacía seis años que Don Joao llevaba la Peregrina a las familias. Eran tiempos difíciles para la Obra de Schoenstatt (el Fundador estaba en el exilio), y el Movimiento fue prohibido en la diócesis de Santa María, donde está el Santuario.

A raíz de esto, el Obispo quiso cerrarlo. Esto se pudo evitar porque las Hermanas de María, a las cuales pertenece el Santuario, lo alquilaron a la comunidad de los Padres Palotinos; ya que estaba justo en los límites de la casa de ejercicios Palotina. El Obispo no podía intervenir en el interior de esta comunidad y así las Hermanas de María lograron evitar que fuera cerrado el Santuario. Pero ellas y todos los otros schoenstattianos tuvieron que dejar de trabajar para el Movimiento.

Se decretó que había que quitar las imágenes de la MTA de todas las capillas e iglesias donde estuviesen colocadas. ¡También se debían destruir las ermitas y oratorios de la MTA!

Joao Pozzobon, por lo pronto, continuó con su Campaña ya que él no había recibido ningún decreto: sólo lo recibieron los párrocos y las comunidades religiosas. ¡Por supuesto que no faltó quien le comunicara al Obispo que Don Joao Pozzobon continuaba con su Campaña!

"Porque me he entregado totalmente a la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt..."

Entonces, por supuesto, el Obispo citó a Don Joao a su oficina. Debía presentarse en un determinado día. Le dio un sermón sobre la obediencia, diciéndole que tenía que ser obediente. Le dijo además que lo que hacía era bueno y que podía seguir haciéndolo pero sin la imagen de la MTA; que debía sustituirla por otra imagen de la Virgen.

Por supuesto que fue una tentación grave para Pozzobon, ya que él tenía la posibilidad de seguir siempre que decidiera cambiar la imagen.

El Obispo trató de tranquilizarlo diciéndole que "la Virgen es una y la tenemos en muchas imágenes diferentes, pero es siempre la misma" a lo que Pozzobon respondió: "Bien, si no es importante qué imagen de la Virgen uno tiene, déjeme usted a mí la mía". Él no quería llevar otra imagen que no fuera la de la Mater.

En ese momento Don Joao Pozzobon sintió su cruz, la que había recibido en la hora de su alianza de amor. En ella estaban escritas las palabras: "Amor por amor, fidelidad por fidelidad, mors sola (hasta la muerte)".

Entonces Don Joao tomó la cruz, y le pidió al Obispo que leyera las palabras escritas detrás de ella: "Amor por amor...". "Bueno, muy bueno lo que está escrito", dijo el Obispo, "amor por amor, fidelidad por fidelidad, amor hasta la muerte", y Pozzobon dijo: "Tengo que borrarlo ahora". ¿Por qué motivo?, preguntó el Obispo. Y Don Joao respondió: "Porque me he entregado totalmente a la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt, a la que he jurado fidelidad hasta la muerte. Si tengo que cambiar la imagen entonces no cumplo lo prometido en la consagración, por lo tanto borraré de la inscripción la parte que dice "Fidelidad hasta la muerte".

Esto no le gustó al Obispo, lo conmovió un poco, por lo que Pozzobon, notándolo inseguro, continuó diciendo: "pero habría otra posibilidad! Ya que yo le he regalado mi corazón a la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt, usted me podría dar otro corazón, y así yo podría entregar el nuevo corazón a la Virgen bajo otro titulo". El Obispo respondió: "¡Pero vaya! no se puede cambiar el corazón".

Pozzobon preguntó: "Bien, ¿qué puedo hacer ahora? Usted no me cambia mi corazón, usted tampoco quiere que borre la promesa ¿qué hago?". Y el Obispo dijo entonces: "¡Pues continúe!".

Continuar en paz interior

Así él era el único que tenia permiso para continuar con Schoenstatt. Quien se aventurara a trabajar con Schoenstatt, fueran las Hermanas o los Padres, habría sido expulsado de la diócesis. Don Joao Pozzobon continuó visitando familias con la Peregrina diariamente, y la Campaña de difundió y desarrolló.

Como se sabía que Schoenstatt había sido prohibido por el Obispo, Don Joao fue a veces insultado a lo largo de su camino con la Peregrina, y a veces amenazado. Pero esto no apagaría su fuego. Joao sabía cómo soportar todo esto. Ante todo le dolía cuando el agravio venía de parte de un representante de la iglesia. Muchos le dijeron: "¡Schoenstatt esta prohibido! Entonces, ¿qué quieres? ¡desaparece!". No es fácil continuar con experiencias como estas. ¡Y Don Joao lo ha hecho!

Una vez, alguien llamó a Don Joao y le dijo: "¡Te ahorcaremos!". A lo que Joao replicó: "¡Bueno, pero como schoenstattiano!".

En otra ocasión, una persona que intentó 'salvarlo', le dijo: "Escucha, no irás al cielo, lo que tú haces esta prohibido por el Obispo, la imagen que portas es una imagen comunista". Joao respondió: "Te agradezco que te preocupes por si voy al cielo o no, pero no es necesario, ya que la Virgen se ocupa ella misma de eso!".

Otra vez alguien cruzó la calle para decirle: "Caminar con tu imagen por los alrededores es tiempo perdido". Pozzobon lo miró y le contestó: "Escucha, si lo que hago es tiempo perdido, es tarea de Dios el juzgarlo; pero si tú cruzas la calle sólo para decirme esto, ¡eso que es tiempo perdido!".

"Pero si es de Dios ¡usted no podrá destruirla!"

En otra ocasión, el capellán de una parroquia, extremo opositor de Schoenstatt, quiso que Don Joao termine con la Campaña. Fue a verlo a Don Joao Pozzobon y golpeando sobre la mesa exclamó: "¡Destrozaré esta campaña!". Pozzobon reaccionó enseguida; "No quisiera ofender a un sacerdote, pero he de decirle dos cosas. La primera: ésta es mi casa y si alguien tiene derecho a golpear la mesa, ese soy yo. En segundo lugar, si esta Campaña es de los hombres, va a desaparecer pronto. Pero si es de Dios ¡usted no podrá destruirla!". Joao habló con mucho respeto pero con total claridad. En la escuela se celebraba una procesión en el estilo tradicional del pueblo, había niños, madres, oraciones, flores y fuegos artificiales. ¡Habiendo chicos, tenía que haber ruido!

Don Joao preparaba la procesión para que sea muy festiva. El capellán exclamaba: "¡Lo que hacen ahí está cerca de la superstición!". Don Joao pensó un momento, y respondió: "Entonces, ¿la visita de la Virgen a su prima Isabel fue superstición? ¿Qué sucede aquí? La Madre de Dios viene de visita con el Niño Dios en brazos brindando regocijo, júbilo y encuentro ¿Es esto acaso superstición?".

El capellán se quedó mudo un momento, entonces sólo dijo: "Tengo el automóvil afuera, si necesitas ayuda, puedo llevarte toda la tarde".

Sin ofenderse ni regañar, Pozzobon dio una clara y manifiesta respuesta. Soportó los ataques de afuera, en silencio a veces, respondiendo otras con respeto pero con claridad. Jamás dudó de su misión de llevar a la Peregrina a los hombres.

Traducción: Alicia Sbarbati, Villa Ballester, Argentina/ hma



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Last Update: 04.04.2003 Mail: Editor /Webmaster
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