Schönstatt-Bewegung
31. Mai 1949 - 31. Mai 1999
50. Jubiläum des Dritten Meilensteines der Geschichte Schönstatts
Serie: der Schritt über die Schwelle



El paso por el umbral...

10 - ¿Un ámbito de protección con una "cultura de nichos"; o una fuerza genial?

Los artículos precedentes han tratado acerca de conceptos centrales -y también de los procesos vitales que están en conexión con estos conceptos- que el Padre Kentenich aborda en su respuesta al informe de la Visitación: ocupación predilecta, ser cerrado, obediencia.
Ninguno de estos puntos centrales, ciertamente esenciales, va a ser explicado tan detalladamente por el Padre Kentenich como el concepto: "filialidad". Sin duda alguna, ninguno de estos conceptos tiene "tanto peso" como éste, señala el Padre Kentenich introduciendo al tema. La filialidad no es sólo un "componente esencial" de la espiritualidad de Schönstatt y por eso reviste una especial importancia, sino que es también -esta es la convicción y la experiencia del Padre Kentenich- la clave de la educación de la personalidad cristiana que puede comprender y responder correctamente al llamado que Dios le hace a nuestro tiempo. Se trata del descubrimiento de una fuerza nueva, y no de la huida de las exigencias de la vida.

Los años '90 han descubierto los nichos. No como un elemento arquitectónico decorativo, sino como un espacio para el desarrollo de algo que no puede resistir la presión de la competencia en la "vida normal", o las transformaciones de la sociedad, y por eso desaparece de la escena. Aquello que son las reservas para animales amenazados o los viveros con clima artificial para plantas exóticas, eso mismo son los

"nichos" en la vida cultural

Espacios en los que se puede desarrollar un estilo de música, o de arte, o de pensamiento, o de vida, que no hallan resonancia en los medios ni aprobación en la publicidad; una especie de ámbito protegido y parque de juego para: hippis envejecidos, artistas apartados de la realidad, nostálgicos revolucionarios del año '68, soñadores fracasados o utopistas exaltados...
Algo que caracteriza a la "cultura de nichos" es que, aquellos que se refugian allí, tienen y transmiten el sentimiento: aquí en el nicho se vive bien; afuera en el mundo, no vale nada. Pero ni de lejos tienen la intención de salir del nicho y cambiar su entorno. En el nicho se presupone tácitamente que todo intento en esta dirección está condenado al fracaso (no tan sin motivo), y además que a uno le va bien en el nicho que se forma a sí mismo, en el cual, lo que en la vida real ha fracasado, aquí será cultivado e idealizado.
La ilusión alejada de la realidad, la niñería, la idealización de la independencia, la inseguridad y la desprevención... ¿no resuena mucho de esto en el concepto "filialidad", no aparenta ser éste un

ámbito de protección para gente que está sobrecargada,

o para personas que no saben arreglárselas con la vida 'dura'?
Para el visitador, la actitud bíblicamente fundamentada del 'ser niño' ante Dios, no es de ninguna forma motivo de escándalo. Pero a él le parece que la filialidad, tal como la cultiva y enseña el Padre Kentenich en Schönstatt, pasa por alto el fin que en realidad tendría: formar personalidades cristianas vigorosas, y forma en realidad personas inmaduras.
¿Encuentran aquí las personas que tienen miedo permanentemente de hacer algo mal, un nicho en el que el ideal es dejarse llevar de la mano (cfr. art. 8 y 9)? ¿Se convierte aquí en un principio para personas dependientes y que no son interiormente libres, seguir 'filialmente' a la "personalidad fascinante" del Padre Kentenich (cfr. art. 6)? ¿Crea Schönstatt un lugar de escape, bajo el nombre de 'filialidad', para personas que están sobrecargadas por la vida, que no son suficientemente fuertes ni hábiles ni tienen conciencia de su propio valor para formarse una opinión propia, un proyecto de vida propio, para permanecer vigorosos en la lucha por la existencia (cfr. art. 5)?
En su respuesta a estos reproches, el Padre Kentenich expone: Las cuestiones que aquí se abordan nuevamente, ya han sido explicadas en las actitudes precedentes, sobre todo, frente a la obediencia. Él percibe que aquí todo se concentra en el punto central: la filialidad. Por eso se detiene más detalladamente en este punto que en los precedentes.
El Padre Kentenich es realista. Cada movimiento de educación, dice, debe

tomar al hombre tal como éste es

y esto significa hoy: limitado, cargado, complicado, quebradizo. Las personas se cuidan a sí mismas tan intensamente. Al mismo tiempo -y esto no es una contradicción- crece la percepción del poder humano en vistas al dominio de la naturaleza y de las posibilidades de la ciencia y de la técnica. Pero precisamente en la destrucción del medio ambiente y la amenaza de la vida por parte de aquello que los mismos hombres han creado, las personas que se hallan ante el umbral del tercer milenio se sienten quizás más desvalidas que nunca.
El Padre Kentenich observa: se puede pasar por encima de este desvalimiento con un despliegue de fuerzas arduo y acrecentado, "cuya fatiga se ve ya de lejos". Pero a la larga, esto conduce a un quiebre aún más masivo. También frente a Dios. El acuerdo dado a la voluntad de Dios, mordiéndose los dientes; la observancia torturante de leyes y preceptos; el mantenimiento arduo y obstinado de propósitos: todo esto conduce a la convulsión, el autoengaño y no rara vez, al abandono de un Dios cuyas pretensiones y expectativas no se pueden cumplir.
Pero lo que el Padre Kentenich quiere con la filialidad no es tampoco un ámbito de protección. Ni siquiera el mero cobijamiento en Dios (porque si no, no se lo encuentra en ninguna otra parte).
Para él se trata -y por eso explica el tema tan intensamente- de un camino de desarrollo genial de fuerzas para el hombre actual, para quien la debilidad y el desvalimiento experimentados no son un impedimento sino un

trampolín

Se trata, así lo expone el Padre Kentenich, del proceso de un lento madurar y crecer hacia una autoposesión sin convulsiones, tranquila y tranquilizadora, casi que juega, atrayente. Este camino es efectivo porque en su raíz está el amor, uno de los instintos esenciales del hombre, que pone todas las fuerzas en movimiento, como lo expone el Padre Kentenich en la "Santificación de la vida diaria".
Lo que proporciona la filialidad es un nuevo 'sentimiento de vida' con el que aún las debilidades se convierten en puntos fuertes. Puesto que aquí hay alguien que me permite estar orgulloso de mis puntos fuertes y que me quiere por mis esfuerzos y por mis faltas. Aquí hay alguien que me quiere no porque yo sea bueno y fuerte y maduro, sino para que llegue a serlo. Aquí hay alguien que está para mí, y yo estoy para él; alguien que cree en mí y que me apoya, que me fortalece las espaldas, y me da un sí porque sabe de mis debilidades y mis deficiencias.
Pues: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil4,13) y "porque soy débil, soy fuerte" (1Cor12,10). La conciencia de responsabilidad crece precisamente porque la última responsabilidad la asume alguien que alienta al obrar independiente.
"¡Cuán débiles somos física, moral y religiosamente!", dice el Padre Kentenich. Si allí entonces no tengo la experiencia de ser estimado y amado, y de que tengo valor y dignidad porque sé que soy débil y quebradizo- "entonces con el tiempo, todos nos escaparemos de Dios, porque no podremos dominar más la vida."
En el proceso vital de la filialidad se consuma la maduración personal de virtudes humanas que marcan el trato consigo mismo, con los demás y con las exigencias de la vida.
El Padre Kentenich describe en su respuesta un panorama atrayente de la eficacia de la filialidad como el sello interior del "hombre nuevo en la comunidad nueva", quien configura su mundo pequeño o grande activamente y con conciencia de responsabilidad.
Las cualidades que él describe fundamentándolas no en análisis sino observando la vida concreta en las comunidades de Schönstatt, no son simplemente una "justificación" de la filialidad. Son frutos señalados, perceptibles de la filialidad, efectos que permiten sacar conclusiones, en qué medida la filialidad en el sentido de la espiritualidad de Schönstatt, en el sentido del 31 de mayo, se ha convertido en una fuerza genial.

Fuerte

La fuerza, la madurez y la resistencia no se originan después sino en el desarrollo de la filialidad como la raíz más viva y propulsora de la madurez personal. "Cuanto más filiales somos, tanto más maduros hacia afuera podemos ser. Esto está en conexión interior. Cuanto más filial soy ante Dios, tanto más vigoroso, maternal, maduro puedo ser hacia afuera. Y todo lo que me apremia al ser maduro frente al hombre, me apremia, en la misma medida hacia la filialidad sencilla ante Dios. La auténtica madurez a la larga es impensable sin una profunda filialidad ante Dios."
Esta fortaleza no es la fuerza extraordinaria de la humanidad, ni la dureza, ni la indiferencia, ni la brutalidad.
Una participante en un seminario para empresarios, informó sobre la lucha por una promoción en su división, y en medio de su exposición se detuvo y añadió confusa: "Estos tipos (de personas) fuertes son inhumanos. El que es más débil será apartado. La ley del más fuerte..." Sin comentarios.
Para el Padre Kentenich se trata de una madurez que no mira despóticamente hacia abajo, de una fuerza que no se vuelve dura y brutal.
De la raíz de la filialidad auténtica, y sólo de ella -esta es su observación- crece un sostén interior que desarrolla una fuerza anímica interior. El ánimo y la valentía, el jugarse por la justicia y la verdad, el autodominio y la fuerza para perdonar y empezar de nuevo -con respecto a sí mismo y a los demás- crecen de la mencionada raíz.

Entusiasta

Un joven sacerdote de Indonesia pasó algunas semanas durante su tiempo de estudio, en una parroquia en Alemania. Resumió así sus impresiones: "Los cristianos en Alemania están cansados y envejecidos. También lo está la gente joven. No están entusiasmados por Jesús. Una Iglesia sin entusiasmo, muere."
El que ama se entusiasma con todo aquello que está en relación con el objeto de su amor. La expresión "entusiasmo juvenil" es, para el Padre Kentenich, algo más que un atributo relacionado con la edad. La filialidad como una "eterna juventud" regala -según su experiencia- empuje e inflamabilidad hasta en la edad avanzada; entusiasmo creciente por todo lo grande y hermoso y también, precisamente, en medio de las cargas y las desilusiones. Junto con la inflamabilidad por todo lo religioso, crece también, desde la actitud fundamental de la filialidad, una receptividad espontánea para aquello que es verdaderamente valioso y precioso en el cambio vertiginoso de los valores en la Iglesia y la sociedad.

Seguro

La "seguridad asombrosa" de poder escuchar la voz de Dios en medio de millones de voces atrayentes, solicitantes y contrarias, es explicada por el Padre Kentenich como un efecto de la filialidad. Esa seguridad para intervenir, que admiraban en el Padre Kentenich muchas personas que lo conocieron, es un efecto de una actitud anímica profundamente filial, que está dispuesta al don de la sabiduría como seguridad para intervenir en el Espíritu Santo.

Intuitivo

La filialidad, esta es la observación del Padre Kentenich, preserva al pensar de una "espiritualidad unilateralmente racionalista". Las personas que viven de la raíz de la filialidad pueden "rescatar" o ganar nuevamente la capacidad para observar, para admirarse, para la captación y la contemplación intuitiva de las causalidades. El análisis divide las partes para poder comprender algo; esto es importante y frecuentemente insustituible para adquirir conocimientos fundamentales. La intuición capta una totalidad en la conexión de la vida y comprende, muchas veces, sin reflexionar. "De una sola vez veo la totalidad", dice el Padre Kentenich.
"No puedo comprender por qué los colegas, los conocidos y los padres de X. la consideran 'problemática' y 'nerviosa'", dice una joven refiriéndose a una amiga con la cual muchas personas tienen dificultades. "Para ti ella no es así", le responde alguien que conoce bien a ambas. "Porque tú la comprendes".

Sin complicaciones

Apenas hay algo que sea más liberador y distensionante que encontrarse con alguien que aborda sin complicaciones a las personas y a las situaciones. Y apenas si hay algo más atractivo que la "nueva sencillez", que precisamente, debido a complejidad creciente, se la descubre nuevamente como un valor. El que es niño ante Dios se dirige a Dios con sencillez y habla con palabras del lenguaje cotidiano. "Cuán seguido vemos personas que en la vida cotidiana son alegres, pero en cuanto van a rezar, de repente asoma una seriedad misteriosa en su rostro..." Quizás es precisamente el trato sencillo, espontáneo con Dios, el cual crece a partir de la filialidad, lo que hoy puede volver a ganar a las personas para Dios; personas para las cuales los ritos y las fórmulas de oración se les han vuelto algo extraño.

Distensionado

Sin convulsiones, suelto, sin torturarse, sin fatigas ni penas, relajado... ya tan sólo con leer estas palabras se despiertan anhelos. El Padre Kentenich habla en su respuesta de una "autoposesión que se logra casi jugando", que caracteriza al hombre filial. No se trata de un jugueteo o de un comportamiento juguetón sino -en referencia a santo Tomás de Aquino- de la vida como un "juego": como expresión de un actuar suelto, sin convulsiones, con el cual estoy totalmente conmigo mismo. "Simplemente, este instinto de juego de la naturaleza humana es uno de los instintos primarios de la misma. En tanto seamos hombres, en tanto estemos en camino de ser hombres perfectos, se esconde en nosotros el impulso de jugar ... Tal juego ... exige de los que juegan estar libres de convulsiones. Se debe ser capaz de llevar a cabo las reglas que se conocen claramente, de afirmarlas, pero, sin embargo, hacerlo con una cierta soltura interior."
Fuerte, entusiasta, seguro, intuitivo, distensionado: un libro de orientación para la vida que prometiera la adquisición de estas cualidades luego de un corto tiempo de entrenamiento duro, sería un bestseller. Una persona que encarna, aunque sea en principio, estas cualidades, que crecen a partir de su propia filialidad, y dice a su entorno con qué "bestseller" se las ha apropiado, vive el 31 de mayo - como ofrecimiento del Padre Kentenich a la Iglesia y al mundo.
La filialidad frente a Dios, una filialidad tan profunda y que sella el sentimiento de vida, se puede encender en otros en el fuego de personas que ya viven según este ideal. En este punto se 'inflama' la crítica del visitador. El próximo artículo tratará acerca de esto.

Hna. M. Kornelia




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Letzte Aktualisierung: 07.06.99, 20:43
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