El paso por el umbral...
10 - ¿Un ámbito de protección con una "cultura de nichos"; o una fuerza genial?
Los artículos precedentes han tratado acerca
de conceptos centrales -y también de los procesos vitales que
están en conexión con estos conceptos- que el Padre Kentenich
aborda en su respuesta al informe de la Visitación: ocupación
predilecta, ser cerrado, obediencia.
Ninguno de estos puntos centrales, ciertamente esenciales, va a ser explicado
tan detalladamente por el Padre Kentenich como el concepto: "filialidad". Sin
duda alguna, ninguno de estos conceptos tiene "tanto peso" como éste,
señala el Padre Kentenich introduciendo al tema. La filialidad no es
sólo un "componente esencial" de la espiritualidad de Schönstatt y
por eso reviste una especial importancia, sino que es también -esta es la
convicción y la experiencia del Padre Kentenich- la clave de la
educación de la personalidad cristiana que puede comprender y responder
correctamente al llamado que Dios le hace a nuestro tiempo. Se trata del
descubrimiento de una fuerza nueva, y no de la huida de las exigencias de la
vida.
Los años '90 han descubierto los nichos. No como un elemento arquitectónico decorativo, sino como un espacio para el desarrollo de algo que no puede resistir la presión de la competencia en la "vida normal", o las transformaciones de la sociedad, y por eso desaparece de la escena. Aquello que son las reservas para animales amenazados o los viveros con clima artificial para plantas exóticas, eso mismo son los
"nichos" en la vida cultural
Espacios en los que se puede desarrollar un estilo de
música, o de arte, o de pensamiento, o de vida, que no hallan resonancia
en los medios ni aprobación en la publicidad; una especie de
ámbito protegido y parque de juego para: hippis envejecidos, artistas
apartados de la realidad, nostálgicos revolucionarios del año '68,
soñadores fracasados o utopistas exaltados...
Algo que caracteriza a la "cultura de nichos" es que, aquellos que se refugian
allí, tienen y transmiten el sentimiento: aquí en el nicho se vive
bien; afuera en el mundo, no vale nada. Pero ni de lejos tienen la
intención de salir del nicho y cambiar su entorno. En el nicho se
presupone tácitamente que todo intento en esta dirección
está condenado al fracaso (no tan sin motivo), y además que a uno
le va bien en el nicho que se forma a sí mismo, en el cual, lo que en la
vida real ha fracasado, aquí será cultivado e idealizado.
La ilusión alejada de la realidad, la niñería, la
idealización de la independencia, la inseguridad y la
desprevención... ¿no resuena mucho de esto en el concepto "filialidad",
no aparenta ser éste un
ámbito de protección para gente que está sobrecargada,
o para personas que no saben arreglárselas con la
vida 'dura'?
Para el visitador, la actitud bíblicamente fundamentada del 'ser
niño' ante Dios, no es de ninguna forma motivo de escándalo. Pero
a él le parece que la filialidad, tal como la cultiva y enseña el
Padre Kentenich en Schönstatt, pasa por alto el fin que en realidad
tendría: formar personalidades cristianas vigorosas, y forma en realidad
personas inmaduras.
¿Encuentran aquí las personas que tienen miedo permanentemente de hacer
algo mal, un nicho en el que el ideal es dejarse llevar de la mano (cfr. art. 8
y 9)? ¿Se convierte aquí en un principio para personas dependientes y que
no son interiormente libres, seguir 'filialmente' a la "personalidad fascinante"
del Padre Kentenich (cfr. art. 6)? ¿Crea Schönstatt un lugar de escape,
bajo el nombre de 'filialidad', para personas que están sobrecargadas por
la vida, que no son suficientemente fuertes ni hábiles ni tienen
conciencia de su propio valor para formarse una opinión propia, un
proyecto de vida propio, para permanecer vigorosos en la lucha por la existencia
(cfr. art. 5)?
En su respuesta a estos reproches, el Padre Kentenich expone: Las cuestiones que
aquí se abordan nuevamente, ya han sido explicadas en las actitudes
precedentes, sobre todo, frente a la obediencia. Él percibe que
aquí todo se concentra en el punto central: la filialidad. Por eso se
detiene más detalladamente en este punto que en los precedentes.
El Padre Kentenich es realista. Cada movimiento de educación, dice, debe
tomar al hombre tal como éste es
y esto significa hoy: limitado, cargado, complicado,
quebradizo. Las personas se cuidan a sí mismas tan intensamente. Al mismo
tiempo -y esto no es una contradicción- crece la percepción del
poder humano en vistas al dominio de la naturaleza y de las posibilidades de la
ciencia y de la técnica. Pero precisamente en la destrucción del
medio ambiente y la amenaza de la vida por parte de aquello que los mismos
hombres han creado, las personas que se hallan ante el umbral del tercer milenio
se sienten quizás más desvalidas que nunca.
El Padre Kentenich observa: se puede pasar por encima de este desvalimiento con
un despliegue de fuerzas arduo y acrecentado, "cuya fatiga se ve ya de lejos".
Pero a la larga, esto conduce a un quiebre aún más masivo.
También frente a Dios. El acuerdo dado a la voluntad de Dios,
mordiéndose los dientes; la observancia torturante de leyes y preceptos;
el mantenimiento arduo y obstinado de propósitos: todo esto conduce a la
convulsión, el autoengaño y no rara vez, al abandono de un Dios
cuyas pretensiones y expectativas no se pueden cumplir.
Pero lo que el Padre Kentenich quiere con la filialidad no es tampoco un
ámbito de protección. Ni siquiera el mero cobijamiento en Dios
(porque si no, no se lo encuentra en ninguna otra parte).
Para él se trata -y por eso explica el tema tan intensamente- de un
camino de desarrollo genial de fuerzas para el hombre actual, para quien la
debilidad y el desvalimiento experimentados no son un impedimento sino un
trampolín
Se trata, así lo expone el Padre Kentenich, del
proceso de un lento madurar y crecer hacia una autoposesión sin
convulsiones, tranquila y tranquilizadora, casi que juega, atrayente. Este
camino es efectivo porque en su raíz está el amor, uno de los
instintos esenciales del hombre, que pone todas las fuerzas en movimiento, como
lo expone el Padre Kentenich en la "Santificación de la vida diaria".
Lo que proporciona la filialidad es un nuevo 'sentimiento de vida' con el que
aún las debilidades se convierten en puntos fuertes. Puesto que
aquí hay alguien que me permite estar orgulloso de mis puntos fuertes y
que me quiere por mis esfuerzos y por mis faltas. Aquí hay alguien
que me quiere no porque yo sea bueno y fuerte y maduro, sino para que llegue a
serlo. Aquí hay alguien que está para mí, y yo estoy para
él; alguien que cree en mí y que me apoya, que me fortalece las
espaldas, y me da un sí porque sabe de mis debilidades y mis
deficiencias.
Pues: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil4,13) y "porque
soy débil, soy fuerte" (1Cor12,10). La conciencia de responsabilidad
crece precisamente porque la última responsabilidad la asume
alguien que alienta al obrar independiente.
"¡Cuán débiles somos física, moral y
religiosamente!", dice el Padre Kentenich. Si allí entonces no tengo
la experiencia de ser estimado y amado, y de que tengo valor y dignidad
porque sé que soy débil y quebradizo- "entonces con el
tiempo, todos nos escaparemos de Dios, porque no podremos dominar más la
vida."
En el proceso vital de la filialidad se consuma la maduración personal de
virtudes humanas que marcan el trato consigo mismo, con los demás y con
las exigencias de la vida.
El Padre Kentenich describe en su respuesta un panorama atrayente de la eficacia
de la filialidad como el sello interior del "hombre nuevo en la comunidad
nueva", quien configura su mundo pequeño o grande activamente y con
conciencia de responsabilidad.
Las cualidades que él describe fundamentándolas no en
análisis sino observando la vida concreta en las comunidades de
Schönstatt, no son simplemente una "justificación" de la filialidad.
Son frutos señalados, perceptibles de la filialidad, efectos que permiten
sacar conclusiones, en qué medida la filialidad en el sentido de la
espiritualidad de Schönstatt, en el sentido del 31 de mayo, se ha
convertido en una fuerza genial.
Fuerte
La fuerza, la madurez y la resistencia no se originan
después sino en el desarrollo de la filialidad como la
raíz más viva y propulsora de la madurez personal. "Cuanto
más filiales somos, tanto más maduros hacia afuera podemos ser.
Esto está en conexión interior. Cuanto más filial soy ante
Dios, tanto más vigoroso, maternal, maduro puedo ser hacia afuera. Y todo
lo que me apremia al ser maduro frente al hombre, me apremia, en la misma medida
hacia la filialidad sencilla ante Dios. La auténtica madurez a la larga
es impensable sin una profunda filialidad ante Dios."
Esta fortaleza no es la fuerza extraordinaria de la humanidad, ni la dureza, ni
la indiferencia, ni la brutalidad.
Una participante en un seminario para empresarios, informó sobre la lucha
por una promoción en su división, y en medio de su
exposición se detuvo y añadió confusa: "Estos tipos (de
personas) fuertes son inhumanos. El que es más débil será
apartado. La ley del más fuerte..." Sin comentarios.
Para el Padre Kentenich se trata de una madurez que no mira
despóticamente hacia abajo, de una fuerza que no se vuelve dura y
brutal.
De la raíz de la filialidad auténtica, y sólo de ella -esta
es su observación- crece un sostén interior que desarrolla una
fuerza anímica interior. El ánimo y la valentía, el jugarse
por la justicia y la verdad, el autodominio y la fuerza para perdonar y empezar
de nuevo -con respecto a sí mismo y a los demás- crecen de la
mencionada raíz.
Entusiasta
Un joven sacerdote de Indonesia pasó algunas
semanas durante su tiempo de estudio, en una parroquia en Alemania.
Resumió así sus impresiones: "Los cristianos en Alemania
están cansados y envejecidos. También lo está la gente
joven. No están entusiasmados por Jesús. Una Iglesia sin
entusiasmo, muere."
El que ama se entusiasma con todo aquello que está en relación con
el objeto de su amor. La expresión "entusiasmo juvenil" es, para el Padre
Kentenich, algo más que un atributo relacionado con la edad. La
filialidad como una "eterna juventud" regala -según su experiencia-
empuje e inflamabilidad hasta en la edad avanzada; entusiasmo creciente por todo
lo grande y hermoso y también, precisamente, en medio de las cargas y las
desilusiones. Junto con la inflamabilidad por todo lo religioso, crece
también, desde la actitud fundamental de la filialidad, una receptividad
espontánea para aquello que es verdaderamente valioso y precioso en el
cambio vertiginoso de los valores en la Iglesia y la sociedad.
Seguro
La "seguridad asombrosa" de poder escuchar la voz de Dios en medio de millones de voces atrayentes, solicitantes y contrarias, es explicada por el Padre Kentenich como un efecto de la filialidad. Esa seguridad para intervenir, que admiraban en el Padre Kentenich muchas personas que lo conocieron, es un efecto de una actitud anímica profundamente filial, que está dispuesta al don de la sabiduría como seguridad para intervenir en el Espíritu Santo.
Intuitivo
La filialidad, esta es la observación del Padre
Kentenich, preserva al pensar de una "espiritualidad unilateralmente
racionalista". Las personas que viven de la raíz de la filialidad pueden
"rescatar" o ganar nuevamente la capacidad para observar, para admirarse, para
la captación y la contemplación intuitiva de las causalidades. El
análisis divide las partes para poder comprender algo; esto es importante
y frecuentemente insustituible para adquirir conocimientos fundamentales. La
intuición capta una totalidad en la conexión de la vida y
comprende, muchas veces, sin reflexionar. "De una sola vez veo la
totalidad", dice el Padre Kentenich.
"No puedo comprender por qué los colegas, los conocidos y los padres de
X. la consideran 'problemática' y 'nerviosa'", dice una joven
refiriéndose a una amiga con la cual muchas personas tienen dificultades.
"Para ti ella no es así", le responde alguien que conoce bien a ambas.
"Porque tú la comprendes".
Sin complicaciones
Apenas hay algo que sea más liberador y distensionante que encontrarse con alguien que aborda sin complicaciones a las personas y a las situaciones. Y apenas si hay algo más atractivo que la "nueva sencillez", que precisamente, debido a complejidad creciente, se la descubre nuevamente como un valor. El que es niño ante Dios se dirige a Dios con sencillez y habla con palabras del lenguaje cotidiano. "Cuán seguido vemos personas que en la vida cotidiana son alegres, pero en cuanto van a rezar, de repente asoma una seriedad misteriosa en su rostro..." Quizás es precisamente el trato sencillo, espontáneo con Dios, el cual crece a partir de la filialidad, lo que hoy puede volver a ganar a las personas para Dios; personas para las cuales los ritos y las fórmulas de oración se les han vuelto algo extraño.
Distensionado
Sin convulsiones, suelto, sin torturarse, sin fatigas ni
penas, relajado... ya tan sólo con leer estas palabras se despiertan
anhelos. El Padre Kentenich habla en su respuesta de una "autoposesión
que se logra casi jugando", que caracteriza al hombre filial. No se trata de un
jugueteo o de un comportamiento juguetón sino -en referencia a santo
Tomás de Aquino- de la vida como un "juego": como expresión de un
actuar suelto, sin convulsiones, con el cual estoy totalmente conmigo mismo.
"Simplemente, este instinto de juego de la naturaleza humana es uno de los
instintos primarios de la misma. En tanto seamos hombres, en tanto estemos en
camino de ser hombres perfectos, se esconde en nosotros el impulso de jugar ...
Tal juego ... exige de los que juegan estar libres de convulsiones. Se debe ser
capaz de llevar a cabo las reglas que se conocen claramente, de afirmarlas,
pero, sin embargo, hacerlo con una cierta soltura interior."
Fuerte, entusiasta, seguro, intuitivo, distensionado: un libro de
orientación para la vida que prometiera la adquisición de estas
cualidades luego de un corto tiempo de entrenamiento duro, sería un
bestseller. Una persona que encarna, aunque sea en principio, estas cualidades,
que crecen a partir de su propia filialidad, y dice a su entorno con qué
"bestseller" se las ha apropiado, vive el 31 de mayo - como ofrecimiento del
Padre Kentenich a la Iglesia y al mundo.
La filialidad frente a Dios, una filialidad tan profunda y que sella el
sentimiento de vida, se puede encender en otros en el fuego de personas que ya
viven según este ideal. En este punto se 'inflama' la crítica del
visitador. El próximo artículo tratará acerca de esto.
Hna. M. Kornelia