Schoenstatt-Meeting
Beten, das die Welt umkreist
Schönstatt-Tagebuch

SchoenstattBewegung


Antwort auf die Sehnsucht nach Freiheit und Einheit
20. Januar

(mkf) Mit einer festlichen Eucharistiefeier in der Anbetungskirche feierte die Schönstattfamilie den Tag der Entscheidung Pater Kentenichs, freiwillig ins Konzentrationslager Dachau zu gehen. In seiner Ansprache stellte Pater Angel Strada dieses Ereignis der Schönstattgeschichte ins konkrete Hier und Jetzt des Jahres 2000.

Mit Pater Dr. Michael Marmann, dem Vorsitzenden des Generalpräsidiums, feierten 15 Priester aus den verschiedenen Schönstattgemeinschaften in Konzelebration um 9.30 Uhr die heilige Messe. Vertreter aller Schönstattgemeinschaften nahmen teil.

HOMILIA: Pater Angel Strada

Iglesia de la adoración
20 de enero del 2000

Hace ya 58 años que el Padre Fundador en la soledad de su celda de la cárcel en Coblenza escribió en un trozo de papel: "Por favor, comprende esta respuesta a la luz de la fe en la realidad de lo sobrenatural y de la comunidad de destinos de los miembros de nuestra Familia". Esta respuesta constituye el centro del segundo hito, el eje de la historia de nuestra Familia. Dios ha irrumpido de nuevo en la vida del fundador y en la vida de su fundación.

1. Celebramos en el 2000, año de gracias.

Al comienzo del año jubilar alabamos y damos gracias al Dios uno y trino por su acción poderosa en nuestro Padre Fundador.

Alabamos a Dios, el Padre bueno y Señor de la historia. El realizó trabajo de escultor en la persona del fundador. Lo condujo según un sabio plan, le regaló profundo cobijamiento y capacidad para la entrega audaz y filial. También en horas difíciles de oscuridad e impotencia humana se manifestó como el Dios fiel y bueno. Sólo una profunda fe en el amor y la cercanía de Dios Padre pudo impulsar al fundador prisionero a escribir: "Existen pocos hombres como yo que tan de corazón y tan frecuentemente pueden y deben decir: deo gratias" (Año nuevo 1942).

Alabamos a Jesucristo, el hijo de Dios hecho hombre, nuestro hermano y buen pastor. Por seguirlo incondicionalmente el fundador se entrega por los suyos. De su Maestro y Señor ha aprendido que "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Ju. 15, 13). Su amor apasionado a Cristo no lo quiere guardar para sí, a toda la Familia quiere ganarla para tal amor. A su Madre y Reina le implora: "¿Quieres mi trabajo? Aquí estoy. ¿Quieres que todas las fuerzas de mi espíritu lentamente se desangren? Aquí estoy. ¿Quieres mi muerte? Aquí estoy, pero procura que todos los que tú me has confiado amen a Jesús, vivan para Jesús y aprendan a morir por Jesús".

Alabamos al Espíritu Santo, la promesa del Padre y la fuerza de lo alto. Si no actúa el Espíritu ¿alguien es capaz de escribir desde una prisión: "mi alma nada en una luz que continuamente aumenta en claridad y calor"?. El "estar en la confianza divina"- precisamente en años de guerra, destrucción y odio - sólo es posible cuando los dones del

Espíritu son abundamente regalados y con magnanimidad son recibidos.

En este año 2000, año de júbilo y de gracia, es en verdad digno y justo que entonemos un cántico de alabanza y de gratitud al Dios uno y trino. Porque el 20 de enero obró grandes cosas en nuestro fundador y en nuestra Familia. Lo entonamos junto con María, fuente viva de esta profunda experiencia de Dios. Por amor a Ella, alma de su alma, el fundador asume el riesgo del 20 de enero. La fidelidad a la alianza fue fuerza impulsora y norma permanente en cada momento de esa etapa decisiva de su vida. Ese amor entrañable a María que llenaba su vida tampoco quiso guardarlo para sí sino que procuró transmitirlo a todos. Por eso escribe desde la cárcel: "no tengo ningún otro objetivo que regalar a todos los míos, puros y santos, a Dios y a la Sma. Virgen" (22 o 23 de enero 42).

2. Celebramos en un nuevo siglo, en un nuevo milenio

Para la inmensa mayoría de los hombres ya ha comenzado el nuevo milenio, si bien los entendidos calculan de otra manera, Por primera vez celebramos el 20 de enero de 1942 en el tránsito a un nuevo siglo, es más, a un nuevo milenio. La distancia cada vez más grande del acontecimiento histórico nos plantea una pregunta inevitable y decisiva: ¿que impulsos surgen del ayer de la historia para el hoy que nos toca protagonizar? ¿cual es la actualidad de algo que ocurrió en el siglo pasado?

El fundador vivió con "el oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo". El escribe para el año nuevo de 1942: "En el horizonte se van delineando paulatinamente las grandes líneas estructurales de un nuevo orden mundial; un viejo mundo está en llamas"

Han pasado ya casi 60 años de estas proféticas palabras. Nos preguntamos al inicio de un nuevo milenio: ¿qué percibimos nosotros en el horizonte de nuestro tiempo? ¿cuál es el llamado del Dios de la historia? ¿cuales son las respuestas del 20 de enero a las búsquedas y preocupaciones nuestras y de nuestros contemporáneos?. Esta es una cuestión fundamental para quienes seguimos a un padre profético. El nos llamó a ser activos protagonistas y no meros espectadores. Sería muy interesante reflexionar sobre las múltiples líneas estructurales de un nuevo orden mundial pero concentremos nuestra atención en dos vigorosas fuerzas que movilizan la historia actual: el anhelo de libertad y al anhelo de unidad. Veremos que ambos juegan un rol decisivo en el 20 de enero.

2.1 El anhelo de libertad

Este anhelo se ubica hoy en el centro de la historia personal de millones de hombres. Sin duda que puede optar por caminos muy equivocados pero el hombre actual quiere liberarse de la angustia, de presiones externas e internas, de dictámenes foráneos. Quiere ser libre para realizarse a sí mismo. Busca con afán su originalidad personal y determinar en forma autónoma su propio ámbito de vida. "Mi lucha es lucha por la libertad", escribe el fundador desde la prisión. "Con gusto pierdo mi libertad exterior y gano mi libertad interior cuando la ato al deseo del Padre y a la responsabilidad por los míos". Libertad y vínculo no se oponen, son dos caras de la misma moneda en quien anhela la libertad de los hijos de Dios. El psiquiatra Víctor Frankl, tres años prisionero en cuatro campos de concentración, afirma que sólo aquél que vivía y sufría por una persona o por una obra concreta estaba en condiciones de sobrevivir a esa terrible realidad de un campo de concentración. Esa fue precisamente la experiencia de nuestro Padre. Vive para María y para los suyos. Nos enseña así que asumir vínculos por amor y en forma autónoma es el camino para la conquista de la verdadera libertad. Esta experiencia de la gracia en el 20 de enero es base e impulso para el mensaje del 31 de mayo de 1949. Aquello que a la Familia le permitió salir airosa en la dura prueba debía ser ofrecido a toda la Iglesia como camino válido de renovación. Al servicio de esa Iglesia quiere la Familia ser cada vez más un reino de libertad, quiere encarnar y construir ese reino de múltiples vínculos naturales y sobrenaturales que le señalan el 20 de enero y el 31 de mayo. Con alegría y unanimidad la Familia internacional asumió de nuevo esa misión el año pasado, en ocasión de la celebración del jubileo del 31 de mayo en el santuario Cenáculo de Bellavista. En la alianza de amor con el Padre expresó en forma conciente y profunda que ella quiere asumir ese encargo profético y está dispuesta a proyectarlo al nuevo tiempo.

2.2 El anhelo de unidad

Este anhelo es hoy más actual que nunca. Está alimentando y fortalecido por la dolorosa experiencia de polarisaciones, tensiones y divisiones. Existe una fuerte búsqueda de unidad en la diversidad. Se afirma el perfil propio, la originalidad y la autonomía. Al mismo tiempo se la quiere integrar en la participación activa, en la consecución de objetivos comunes y en la efectiva cooperación con los demás. Disposición para dar y recibir, afirmación de lo propio y apertura para lo ajeno, mutua benevolencia, confianza y voluntad de reconciliación son actitudes indispensables para lograr el arduo crecimiento de la unidad. Hay signos poderosos y graves exigencias de nuestro tiempo: la búsqueda de unidad entre la iglesia universal y las iglesias locales; entre los distintos movimientos eclesiales - con alegría recordamos la visita de la fundadora del movimiento de los focolares y del fundador de la comunindad San Egidio el año pasado - ; unidad entre las distintas confesiones cristianas y entre las grandes religiones mundiales.

Nuestro mundo busca también la unidad y está desafiado a lograrla respetando la diversidad de culturas, etnias y razas. Los difíciles, a veces sangrientos confictos en Chechenia, en los Balcanes, en Tierra Santa, en varios países africanos y asiáticos nos señalan cuán lejos estamos del ideal de una humanidad pacificada y unida. Nos aleja también el grave hecho de que la brecha entre ricos y pobres no disminuye sino que aumenta cada vez más. Muchos aspectos positivos de la globalización nos alegran, pero la globalización de la economía y las comunicaciones no basta sino que debemos llegar a la globalización de la solidaridad y la justicia.

Schoenstatt el 20 de enero de 1942 se experimenta como una Familia unida y solidaria. Es la consecuencia y el fruto de la alianza con el Padre y de la alianza fraterna. Justamente en tiempos de férreo dominio de un dictador sediento de poder y de glorificación de una única raza una alianza de amor une cabeza y miembros, une diversos miembros entre sí y une con Vicente Pallotti, apóstol de amor y de la unidad. Del segundo hito de nuestra historia surge un claro llamado a la comunidad de destinos, a la indisoluble solidaridad, a la Familia del Padre, al Jardín de María. En la Semana de octubre de 1947 utiliza el fundador la hermosa imagen de los montañistas que forman una cordada para escalar la cumbre. El dice: "Nosotros podemos, queremos y debemos encordarnos unos a otros, comunidad de élite con comunidad de élite, el movimiento popular con las comunidades de élite...No basta el cultivo de una relación amistosa y de buena vecindad sino que debemos estar íntimamente penetrados de esta realidad porque se trata de una verdadera comunidad de destinos, de tal manera que el bien de un instituto depende del otro. Juntos avanzamos o caemos" (OW 47, 95). Sólo una Familia unida, una Familia con "unidad de espíritu, unidad de corazones, unidad de mutua ayuda", sólo esta unidad familiar al servicio de una misma misión puede capacitarnos para dar un aporte valioso para la renovación de la Iglesia y la construcción de un mundo acorde a la dignidad del hombre.

La alabanza al Dios uno y trino por la irrupción de gracias el 20 de enero de 1942 nos conceda fuerzas para que al comienzo de una nueva época entreguemos nuestro aporte a una Iglesia y a un mundo en búsqueda de libertad y de unidad. Con María y con nuestro Padre nos encaminamos al nuevo tiempo seguros de la victoria y alegres en la esperanza. Amén


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