published: 2009-04-23 |
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Dejándose conducir dócilmente por los planes de DiosLas primeras misiones familiares en España |
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ESPAÑA, Bárbara de Franceschi. Pasamos años soñando con las misiones familiares, antes de que pudieran hacerse realidad. Y es que, una vez más, se confirma que los tiempos de Dios, no son los nuestros. La familia de Schoenstatt en España tuvo que madurar primero: las diferentes Ramas se fortalecieron y crecieron en otros proyectos previos, las vocaciones matrimoniales y personales se iban entretejiendo, y en algunos casos con un marcado acento misionero. Y así fue como un buen día, de la mano del Padre Carlos Padilla y la Hermana Sylvia María, y de un matrimonio joven que previamente había misionado en India y Paraguay, Rosa y Edu Aymerich, se constituyó desde la Obra Familiar una pequeña comisión representada por matrimonios de las tres comunidades. La andadura de esta comisión fue desde el principio alegre y confiada, ellos no sabían ni en dónde, ni cómo, ni cuándo se abrirían las puertas de la misión familiar, pero se dejaron conducir dócilmente por los planes de Dios llegando así hasta la Diócesis de Segovia, donde finalmente tuvieron lugar dichas misiones. La presencia viva de nuestra Virgen PeregrinaEse día, la Mater desde el Santuario hizo sus maletas con nosotros; nos enseñó que no hacen falta muchas cosas para misionar: tres casas vacías donde acomodar las esterillas y los sacos de dormir, algo de ropa abrigada por si llovía o nevaba, un menú equilibrado y sano para fortalecer los ánimos de los misioneros, unas sencillas cruces de madera y eso sí, una preciosa capilla-Santuario-Hogar con alfombras de colores en el suelo, cojines, telas adecuadas al tiempo litúrgico y velas encendidas todo el día para calentar los corazones ante el Santísimo, presente siempre cual amigo que alienta, ama y alimenta el alma en lo más profundo de los suyos. Nuestro primer pueblo misionado, San Cristóbal, donde dormíamos y teníamos nuestras oraciones de la noche, era un pueblo de 5.000 habitantes; casi podríamos decir que un barrio-dormitorio de Segovia, donde muchas familias jóvenes se han instalado para no alejarse demasiado de su lugar de trabajo y poder disfrutar de más comodidades que en la propia ciudad. No llegamos a todos: algunas puertas se cerraron con recelo ante nuestra presencia, otras se abrieron tímidamente, y muchas acogieron nuestra presencia con gratitud y reconocimiento, pues sentían la presencia viva de nuestra Virgen Peregrina que entraba en sus casas y abría corazones para hacerles llegar, a través de sus instrumentos, el acogimiento suyo, su amor cálido y su presencia tranquila y reconfortante. ¡Risas y lágrimas de amor!El otro pueblo, Trescasas, era una aldea más sencilla, con hermosas vistas a la sierra y casas de antaño mezcladas con casas más nuevas, de buena construcción, donde algunas familias viven desde siempre, con el hogar encendido, y otras pasan sus vacaciones. Allí disfrutamos de una hermosa casa solariega de pueblo, desde hace tiempo abandonada a su propia suerte y a la que entre todos, habitantes del lugar y misioneros, volvimos a dar vida , mucha vida. Así fue como sesenta y cinco misioneros agrupados en cuatro grandes familias, entre los que había bebés de pocos meses, niños, adolescentes, hijos propios y adoptados más grandes, padres y abuelos, tuvieron –me atrevo a decir- una de las experiencias más hermosas y profundas vividas en comunidad. Por las mañanas en familia, hijos incluidos, o por parejas, se visitaba a las familias, interesándose por ellas, rezando con ellas e invitándoles a los talleres que tenían lugar por la tarde en ambos pueblos. Los talleres de niños, jóvenes, adultos y matrimonios eran pedagógicos, creativos, y hasta en algunos casos divertidos, muy divertidos, por lo que hubo de todo: ¡risas y lágrimas de amor! Una familia unida capaz de amarse y capaz de amar¡Qué necesitada está la gente de que se la escuche y se la consuele! ¡Qué necesitados estamos todos de acompañarnos los unos a los otros y de sentir el fuego del amor de Dios entre nosotros! Nos dimos cuenta de que la reevangelización no se hacía con grandes palabras, ni siquiera con grandes gestos. Se hacía con una presencia cercana y alegre, con las puertas abiertas de la casa para que todo el que quiera o lo necesite pueda acercarse y entrar. Se hacía con la inocencia de los niños pequeños, la alegría de los jóvenes, sus canciones, sus guitarras y el "tum, tum del cajón", la buena disposición de los padres, el sacrificio de todos, la aceptación de lo que Dios quería de nosotros en cada momento del día y la alabanza de la creación permanente, en el sol, la lluvia, la nieve y las montañas. Pero sobre todo pudimos confirmar juntos que la familia con su presencia es la gran misionera, pues en ella están representadas todas las edades y etapas de la vida, y en ella se contempla lo que Dios quiso para la Iglesia, una familia unida capaz de amarse y capaz de amar. ¡Ojalá que la misión se haga cada vez más grande y ancha!¡Gracias a Dios y la Mater por esta experiencia que queda grabada en nuestros corazones con letras de oro! ¡Gracias a Schoenstatt por ser familia, por permitirnos dar lo mejor de nosotros mismos, sin importar la vocación particular o la Rama de la que veníamos, y gracias a todos por la oración, el enorme Capital de gracias de algunos, y la generosidad de muchos! Seguiremos misionando, pues estamos seguros de que así Dios lo quiere y así nos lo ha mostrado, y ¡ojalá que la misión se haga cada vez más grande y ancha, y muchos puedan experimentar ese fuego capaz de transformar los corazones fríos en cálidas moradas! ¡Seguimos unidos! "Familia de María, sé fiel a tu misión". |
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23.04.2009