Warning: include_once(x_include/xzz-include-einstellungen.php) [function.include-once]: failed to open stream: No such file or directory in /homepages/29/d69818482/htdocs/schoenstatt/news2008/11/8t1182sp-rsa-ripberger-memories.php on line 10

Warning: include_once() [function.include]: Failed opening 'x_include/xzz-include-einstellungen.php' for inclusion (include_path='.:/usr/lib/php5') in /homepages/29/d69818482/htdocs/schoenstatt/news2008/11/8t1182sp-rsa-ripberger-memories.php on line 10
In Memoriam, Padre Albert Ripberger
Nachrichten - News - Noticias
 published: 2008-11-11

Recuerdos de un Acólito

In Memoriam, Padre Albert Ripberger

 

Südafrika wurde das Apostolatsfeld von P. Albert Ripberger

Sudáfrica se volvió en campo de apostolado del P. Albert Ripberger

South Africa became the apostolic field for Fr. Albert Ripberger

Südafrika wurde das Apostolatsfeld von P. Albert Ripberger

 

Ein Land mit fünf Schönstatt-Heiligtümern

Un país con cinco santuarios de Schoenstatt...

A country with five Schoenstatt Shrines

Ein Land mit fünf Schönstatt-Heiligtümern

Fotos: StckXchnge © 2008

 
   

SUDAFRICA, Simon Donnelly. Cuando yo era pequeño, normalmente íbamos a la Santa Misa siempre al mismo lugar, a una distancia considerable de la parroquia a la cual pertenecíamos, en las afueras del sur de Cape Town, donde yo crecí, en el área forestal en las faldas del Monte Constancia; donde las casa se encontraban lejos de los caminos, en una tierra que estaba habitada solo en parte. Íbamos allá por una razón: para rezar en una capilla pequeña, un lugar de gracias, que yo sabía era la casa de Nuestra Señora. Un campanario sobresalía en el techo de la capilla, cubierto – como hasta ahora – de una hiedra trepadora, rodeada de hermosas flores. Al otro lado del sendero que llevaba a las puertas de madera había una casa donde vivían muchas hermanas: hermanas bondadosas y angelicales que amaban a los niños, que eran generosas y amables con los muchos visitantes que venían al pequeño santuario.

Algunas personas venían con sus alegrías, otras con su dolor. Para mi era claro: había algo muy particular sobre este lugar. La capilla irradiaba vida y calor. Luz y vida brillaban a través de sus vitrales en la tarde. Durante el día la puerta estaba abierta. En una tarde cálida de verano, el trinar de los pájaros se oía por las ventanas y una suave briza de verano hacía parpadear a las velas encendidas en el noble altar de madera de Nuestra Señora. El interior olía a pino durante el adviento y siempre olía a velas. Pero principalmente, el lugar es simple e invita a la oración, tanto así que se lo puede sentir en los huesos, en el corazón.

Un Padre de Schoenstatt alemán...

Mis más tempranas memorias de haber estado ahí datan del año 1973, pero había estado ahí antes. Un Padre de Schoenstatt alemán, P. Albert Ripberger, me hizo nacer en la fe en Jesucristo, al derramar agua sobre mi cabeza e invocar al Espíritu Santo, en marzo de 1968. Así comenzó mi vida en Cristo. Me dicen que grité durante toda la ceremonia.

Después de convertirme en acólito, a pesar de que ayudaba en la Misa en una iglesia provisional un poco más lejos, mi lugar preferido para ayudar era este santuario de Nuestra Señora, Ter Admirabilis, la Madre y Reina de Schoenstatt. Me tomó muchos años darme cuenta que estas hermanas y los dos Padres de Schoenstatt que estaban ahí habían dejado su país, en el otro lado del mundo, para venir a nuestra tierra misionera, para traernos la buena nueva de Cristo Jesús y para despertar en nosotros el amor por su preciosísima Madre, María, cuyo papel de Intercesora cambiaría nuestras vidas. El mismo P. Ripberger era solo un niño cuando la amenazante segunda guerra mundial se desataba en parte de su tierra natal. Los dos sacerdotes alemanes habían visto cosas ya de niños, que jamás mencionaron delante de nosotros. No puedo ni imaginarme lo que tuvieron que ver.

Una pequeña anécdota: mi papa estaba con el P. Ripberger viendo una película una noche en los 60. Hubo un temblor en Cape Town y la electricidad falló. La gente salió corriendo del cine. Mi papá recuerda que el P. Ripberger estaba muy nervioso, pues recordó sus terribles experiencias de los bombardeos durante la guerra.

El fundador de la Obra de Schoenstatt, P. José Kentenich, fue marcado durante la guerra. Los Nazis lo tenían en una lista de personas buscadas y finalmente lo arrestaron en 1942. Después de estar preso en un bunker y en la cárcel de Koblenz, estuvo por tres años en el campo de concentración de Dachau, un infierno. En medio de un terrible sufrimiento y gran dolor, su gran confianza en la providencia de un Dios Poderoso permaneció fuerte. Cuando salió continuó su trabajo con muchos jóvenes – hombres y mujeres – y familias. Todavía tendría que pasar 16 años en el exilio, separado de su amado Schoenstatt. Pero una vez más su confianza permaneció fuerte. "Dilexit Ecclesiam" (Amó a la Iglesia), escribieron en su tumba. Esto también es cierto del P. Albert Ripberger, aunque de una forma diferente, por una larga, a veces turbulenta, vida misionera en África.

El Padre Kentenich murió el 15 de Septiembre de 1968, cuando yo tenía 6 meses de edad. Pero sus pensamientos, sus ideas y sobre todo su amor por Nuestra Señora y por la Iglesia de su Hijo, se encuentran en todas partes en Schoenstatt. "Todo es importante," decía el P. Kentenich, "debemos dar nuestro todo por todo." Estas hermanas parecían encarnar esa obra: todo era importante. Se prestaba gran atención a la liturgia, a los cantos, a la formación de los niños, al amor mutuo de los esposos, la relación de la Iglesia local con la amplia familia de santuarios y con la Iglesia en su totalidad.

En el Santuario de Schoenstatt

Con el P. Ripberger tuve mi primera confesión. Y luego, en el pequeño santuario, el Santuario de Schoenstatt en Constancia, Cape Town, recibí, de manos del P. Ripberger, la Primera Comunión en 1977 a mis nueve años de vida. A mi lado, en el cuarto de mi seminario romano, se levanta una pequeña placa de una familia en Grassy Park cuyos hijos eran mis amigos: "Un pan que nos hace Uno." Me ha seguido alrededor del mundo, a cada casa en la que he vivido. En este año de San Pablo parece ser lo más apropiado que esta imagen siga conmigo. Creo que el P. Ripberger con el P. Scheneider y las Hermanas de María, trataron de hacer de esto una viva realidad en la comunidad de Cape Town: Contrario a las rivalidades, crear una comunidad que adorara alrededor del mismo altar y que fuera testimonio de lo que es posible en Sudáfrica. El P. Ripberger tomó una postura firme en contra de las políticas que separaban a blancos, negros, indios y de color el uno del otro. Fue en Schoenstatt que aprendimos a vernos unos a otros como iguales. No me di cuenta hasta después de algunos años, que era una experiencia muy inusual en los 70 el hecho de que gente de distintas razas se uniera para la Santa Misa. Policías de seguridad venían a Misa a veces para ver qué estábamos haciendo. El P. Ripberger creía firmemente en la libertad y el perdón que vendría solo muchos años más tarde con la abolición del ANC en 1990 con la liberación de Nelson Mandela después de 27 años de prisión.

Mi más vívida memoria del P. Ripberger, quien rara vez nos hablaba a nosotros los niños en los 70 y los 80, es su imagen al pie del altar del santuario: para la Bendición con el Santísimo, tarde en los Domingos de Peregrinos (Domingos de Alianza), una vez al mes. El dulce aroma del incienso inundaba el santuario: muchos de nosotros nos arrodillábamos afuera, puesto que el santuario es muy pequeño para más de 30 personas. En el verano, las piedras lisas eran muy calientes para mis rodillas, en el invierno eran muy frías. Pero sabíamos que en ese momento, cuando el P. Ripberger sostenía en Santísimo Sacramento en el velo humeral que cubría su capa, que algo muy importante estaba pasando: no era un encuentro casual, sino algo místico, hermoso, incomprensible. Estábamos – todos juntos – nuevamente en el Cenáculo, reunidos en torno a la mesa del Señor. Era la Última Cena nuevamente. Y su Madre estaba ahí: "Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos." Solo se las preses divinas en Inglés como eran entonadas con el fuerte acento alemán del P. Ripberger.

También, estos santuarios vand e regreso al Santuario Original, cerca de un pequeño pueblo con el nombre romano de Vallendar, cerca del Río Rin en Alemania. Ese primer santuario era una capilla del Arcángel San Miguel. Y el arcángel está fielmente presente en todos los santuarios de Schoenstatt. El Espíritu Santo baja perpetuamente al altar: una paloma dorada en el tumbado sobre el altar. Y nuestra Señora – Tres Veces Admirable, maravillosa, hermosa – sostiene a su Niño sobre el tabernáculo, para que nosotros lo adoremos.

En cada una de las prédicas que dio, la palabra extraordinario sobresalió.

¿Cuántas Misas serví, con muchos otros acólitos, para el P. Ripberger? Ciertamente cientos. Y no solamente en estos santuarios, sino más adelante, en la pequeña capilla local de la residencia de los Padres, Casa Sión, en la calle Lansdowne, Claremont. Una casa que había pertenecido a la comunidad de las Hermanas se convirtió en el hogar de los Padres a finales de los 70. El P. Ripberger – o el P. Schneider o el P. Musgrave – celebraban la Santa Misa ahí cada mañana a las 6:30 a.m. Como estudiante de secundaria, cuando podía salir de mi cama temprano, salía de mi casa a las 6:15 y montaba mi bicicleta hasta la Casa Sión para llegar a tiempo para ver al P. Ripberger recogido en silencio en la pequeña sacristía, luego caminaría silenciosamente hasta el santuario para comenzar la Santa Misa. Calmada y silenciosamente, con la primera luz del día, él ofrecía la Liturgia Divina, con su fuerte acento alemán, transformando cada th en una s. En cada una de las prédicas que dio, la palabra extraordinario sobresalió. Tenía una visión muy clara de la vida política y espiritual en Sudáfrica y de los tiempos. Si me quedaba después de Misa, lo podía ver entado en la última fila, leyendo el oficio de la mañana de su breviario. Sabía que era una actividad misteriosa y sacerdotal en la que él estaba involucrado.

El P. Ripberger fue parte de la generación fundadora del Movimiento de Schoenstatt en Cape Town, junto con algunas docenas de Hermanas de María, quienes lo precedieron por 30 años y permanecen las guardianas de los cinco Santuarios de Schoenstatt en Sudáfrica hoy en día. En los 60 el P. Ripberger tenía un grupo de jóvenes al cual muchos pertenecían. Ellos continuaron, de múltiples maneras, a santificar su trabajo, en sus familias, en sus parroquias, con refugiados, en los medios de comunicación Católicos. Mi propio padre fue uno de esos jóvenes. Cuando le preguntó al entonces capellán de un hospital qué podía hacer un joven católico para ayudar, él le indicó que había muchas personas enfermas en el gigantesco hospital de Cape Town, Groot Schuur, que necesitaban ser visitados, porque estaban muy lejos de sus casas y se sentían desorientados por las circunstancias en las que se encontraban.

Fue también el P. Ripberger quien una noche paseó en su Volkswagen escarabajo a un joven católico que venía de un hogar sin padre. El P. Ripberger quería hablarle de la paternidad, lo que significaba ser un padre. El joven, que no había tenido ninguna experiencia de paternidad directamente de su propio padre biológico pensaba que la palabra padre era terrible. Pero a través del P. Ripberger, ese joven llegó a conocer la paternidad del P. Kentenich y de Dios como un verdadero Padre. El joven se convirtió en un buen padre, un padre cristiano verdaderamente amoroso y generoso. Sin el P. Ripberger, que actuó como un instrumento de Dios, esto nunca hubiese pasado. Estoy seguro de que existen muchas otras historias que son guardadas en lo privado del corazón de las personas.

Ellos son nuestro pan de cada día

En los 80 los Padres de Schoenstatt comenzaron a trabajar con comunidades africanas pobres de Cape Town: Crossroads y Khayelitsha (´Casa Nueva´ sarcásticamente llamada así dado que las personas no escogían realmente vivir ahí). La única frase que recuerdo haber escuchado de labios del P. Ripberger cuando estábamos los dos solos una noche de Jueves Santo, mientras caminábamos juntos en una nohe de invierno en Constancia, después de haber depositado el Santísimo Sacramento en el altar de reposición después de la conmemoración de la Última Cena. La dijo en voz alta hablándome a mí, pero fue como si saliera de lo más profundo de su corazón en esa noche al comienzo del Triduo Pascual: "La gente de Crossroads – ellos son nuestro pan de cada día." Yo no supe que decir, y así, la frase quedó como colgada en el en la fría oscuridad, mientras recorríamos nuestro camino de regreso entre los árboles donde recién se había celebrado la Santa Misa.

También recuerdo cuando el P. Ripberger fue atacado en Crossroads: un hombre borracho le lanzó un ladrillo una noche, aparentemente tratando de matarlo. Luego lo recuerdo después de que tuvo un fuerte accidente automovilístico cuando regresaba de Crossroads una noche en los 80. Estuvo en Groot Schuur por algún tiempo. Cuando salió podía caminar solo con mucha dificultad. Y así, cada domingo al empezar la Misa, caminaba con muletas hasta el altar, pues no podía subir las escaleras hasta la sacristía. Lo recuerdo revistiéndose en el altar delante de todo el mundo, algo muy raro el ser hecho públicamente cuando es el momento más privado para todo sacerdote. De ahí en adelante siempre caminó cojeando (uno de sus zapatos tenía un tacón grueso, porque sus piernas ya no eran del mismo largo).

El P. Ripberger no era una persona fácil en muchos aspectos. Parecía molestarse silenciosamente por algunas cosas, y nosotros realmente no podíamos entender por qué. A menudo luchábamos por tratar de comunicarnos de forma más o menos normal. Sus prédicas largas y envolventes eran frecuentemente difíciles de captar. Era verdaderamente un hombre sacerdotal: para él la liturgia era un trabajo increíblemente serio. Siempre cantaba el Evangelio en las Misas de domingo, a pesar de que su voz no era la mejor. La Misa no era para ser apurada. Y luego venía toda una vida pastoral que se desprendía en muchas actividades que muchos de nosotros desconocíamos. Mi impresión es la de un hombre que sabía como tomarse en serio la Santa Misa – la Liturgia Divina. Era la obra de Dios mismo, y era algo solemne. Siempre vistió su uniforme de sacerdote alemán: traje negro con filos de cuello blanco que salían hacia abajo.

Una vida con Cristo nuestro Señor

El P. Ripberger y el P. Schneider me proveyeron de mi primera lección en la vida sacerdotal: los fundamentos de su vida sacerdotal estaban claramente en su lugar. El P. Ripberger nunca me habló directamente del sacerdocio, y sin embargo, aprendí estas cosas básicas de él. Era claro también que él llevaba esa vida escondida que todo sacerdote debe llevar: una vida con Cristo nuestro Señor, compartida solo entre el sacerdote y Dios. Era un hombre reservado.

El P. Ripberger y el P. Schneider han sido hermanos de curso, con el P. Günther Boll, y otros, por más de cincuenta años. Es el tiempo más largo para vivir la alianza de amor con Nuestra Señora, la unión especial en alianza de amor sellada por cada Padre de Schoenstatt y que durará toda su vida, por cierto, la misma alianza que sella todo miembro de toda rama de Schoenstatt. Esta representa la forma más intensa de compartir fraterno en la vida sacerdotal.

Y así, ahora, en el ultimo día del mes más cercano al corazón de Schoenstatt, el mes del rosario de Nuestra Señora, ha muerto el P. Ripberger, luego de una enfermedad larga dolorosa. Parte del via crucis de nuestro Señor hacia el Calvario, le fue dado a él. Hacia el final, el P. Ripberger ya no podía comer, y luego, ya el último tiempo, ni siquiera podía tomar agua. Su hermano de curso, el P. Schneider estaba a su lado. No solo para compartir la vida sacerdotal de un hermano de curso, sino para darle la unción de los enfermos y para acompañarlo en el último momento de su vida terrena: este es un nivel de amor fraterno que pocos sacerdotes tienen el privilegio de compartir.

Descanse en paz, P. Ripberger. Gracias por la prueba que nos dio de la vida extraordinaria del Padre Kentenich, y por su extraordinario testimonio de vida, de la vida que llevó en Cape Town, a muchos kilómetros de distancia de aquellos quienes le dieron la vida. Interceda por nosotros en el Reino, ante el trono del Cordero. Pídale a Nuestra Señora, Madre y Reina, que nos cuide, a nosotros sus hijos, quienes permanecemos en la viña del Señor, para alimentar a las plantas a las que usted dio la vida.

Traducción: mev, Ecuador

 


 

Zurück/Back: [Seitenanfang / Top] [letzte Seite / last page] [Homepage]
Impressum © 2008 Schönstatt-Bewegung in Deutschland, PressOffice Schönstatt, all rights reserved, Mail: Editor /Webmaster
Last Update: 03.12.2008