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Punto predeterminado de falla
Zum Weiterdenken - Considerations - Para reflexionar
 published: 2008-04-04

Punto predeterminado de falla

Una reflexión sobre el domingo de la misericordia

 
Teilnehmer des Wochenendes “Kentenich II”

Sollbruchstelle

Foto: © 2008 Tetra Pak Deutschland

 

 

P. Elmar Busse, Essen, Alemania

Los que toman con gusto el café con un poco de leche condensada seguro las conocen: esas pequeñas jarritas de plástico con una punta superior de plástico que primero hay que presionar fuertemente y romperla a fin de poder abrirla, levantando la tapita resultante, y servir la leche sin problema en la taza. Esa misma tapa se puede entonces presionar de nuevo para cerrar la jarra y evitar escurrimientos. Los técnicos llaman este tipo de diseño un "punto predeterminado de falla".

No solo en las jarritas de leche condensada pueden hallarse este tipo de puntos de falla. En 1972 fundó el óptico de Hamburgo, Günther Fielmann, un negocio en Cuxhaven. Se dio cuenta de un vacío existente en el mercado de aquellos anteojos que cubrían los seguros médicos de ese tiempo que, por lo poco atractivos que eran, la gente no los quería. La variedad de modelos a escoger se limitaba a sólo seis diseños para adultos y dos para niños. Además, estos armazones estaban diseñados a propósito de tal manera que, incluso con el simple uso cotidiano, debían romperse. Los fabricantes de esos modelos de anteojos se vieron de pronto ante una cuenta enorme de reclamos de clientes enojados, los cuales preferían comprar mejor unos lentes más caros de su propio bolsillo. En 1981 firmó el óptico Fielmann un contrato especial con la aseguradora alemana AOK por el cual presentó 90 modelos diferentes de metal y plástico en 640 variantes. Con esto acabó él con la era de los típicos "anteojos de seguro médico". En una entrevista de televisión demostró Günther Fielmann cómo estos armazones estaban secretamente mal diseñados para provocar una ruptura temprana.

También los agricultores conocen esos "puntos predeterminados de falla". Cuando ellos montan a su tractor, por ejemplo una segadora de pastura o una rastra de campo, la fuerza se transfiere desde el tractor a través de un eje relativamente delgado, el cual se rompe al ser sometido a un esfuerzo excesivo. Por supuesto pudiera uno recriminar y reclamar a los diseñadores porqué no hacen más resistente esos ejes, sin embargo, el sentido de esos "puntos predeterminados de falla" es que, en caso de que ocurra un bloqueo, por ejemplo con una roca o un tronco, no se dañe el costoso y complicado mecanismo del tractor, sino solamente el eje de transmisión de la fuerza que se puede reemplazar con facilidad y menor costo.

O sea que, tales puntos predeterminados de falla tienen una razón y cumplen una función lo mismo en la industria de los equipos agrícolas como en las jarritas de leche condensada.

¿Existen "puntos predeterminados de falla" en las personas?

Pero ¿cómo es esto en nosotros como personas? En la actualidad podemos encontrar a muchos que nos dan consejos acerca de cómo poder educarnos como personas eficientes. El P. Kentenich se cuenta entre la lista de los grandes pedagogos reformadores de principios del siglo veinte que, contrario a las tendencias comunes de aquella época, acentuó en su pedagogía el deseo de libertad y el anhelo de autonomía de los jóvenes. En su enseñanza y en la praxis sobre el ideal personal así como en el control por escrito de su horario espiritual y del examen particular (propósito particular) comenzó a recorrer nuevos caminos en el tema de la autoeducación. ¿Y el resultado? Naturalmente fue para él una alegría poder vivenciar cómo en muchos jóvenes se deshacía el nudo interior que les impedía crecer y sacar lo mejor de sí mismos. O, de la misma manera, cómo él pudo ayudar más tarde a esas jóvenes novicias que ingresaban como pequeñas florecillas en la recién fundada comunidad de hermanas hasta florecer abundantemente como un hermoso jardín de María. Aunque en algún momento también ocurría que un jóven o una jóven con grandes capacidades y potencialidades no podía avanzar en sus esfuerzos autoeducativos por más que se lo proponía. Habían llegado a un límite que requería poner en juego una capacidad que debían adquirir: ¿puedo decir "sí" a la realidad de que soy limitado, de que no soy Dios? ¿Puedo despojarme de mis fantasías juveniles de ser "todopoderoso" como los super héroes de las películas, como James-Bond, Spiderman o Superman? ¿Puedo dar el "sí" a mi condición de creatura limitada, que precisa de alguien que me ame con misericordia? La mayoría de los hijos espirituales del P. Kentenich llegaron mucho más pronto a este punto. Y algunos de ellos venían cargando con este sufrimiento desde su más tierna infancia.

Si revisamos en el antiguo testamento descubriremos que Dios nos hizo a imagen y semejanza suya... pero entonces cayeron Adán y Eva en el error y se resquebrajó esta armonía.

Cuando pensó en nosotros, nos pensó santos...

La doctrina sobre el pecado original nos quiere dejar en claro que Dios al crearnos nos pensó santos, es decir, que nuestra voluntad, entendimiento y sentimientos formaran una unidad. El hombre del paraíso podía querer sin ningún problema aquellas cosas que él reconocía como buenas y podía también dirigirse al bien con la fuerza de los mejores sentimientos. Con el pecado original se originó la ruptura. El hombre perdió así el donum integritatis, o sea el don de la integridad, y con esto la voluntad, el entendimiento y los sentimientos pueden ir cada uno en las direcciones más variadas e incluso opuestas. San Pablo describe drásticamente el sufrimiento del hombre en su condición no redimida: "pues no entiendo mi comportamiento porque no hago lo que quiero sino lo que aborezco. Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la ley es buena. Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí. Porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí. (Rom. 7, 17-20)

Donde la naturaleza se rompe es donde la gracia irrumpe

Si somos honestos sabemos cuáles son nuestros puntos débiles, y si también somos humildes los podremos aceptar. La jarrita de leche puede abrirse y cumplir con su finalidad a través de una ruptura. Nosotros como personas experimentamos en momentos de presiones y dificultades los puntos débiles de nuestra persona. El sentido divino de esta experiencia no es que nos sintamos desvalorados y nos deprimamos huyendo de nuestra propia sombra. El sentido está en la posibilidad que se nos ofrece de abrirnos a la misericordia de Dios, que aceptemos ese amor suyo y que lo dejemos entrar en nuestro corazón. Con esto podremos darnos cuenta que nuestra autoestima no se alimenta solamente de las cosas que podemos lograr, sino también de saborear el amor misericordioso de Dios ante nuestras limitaciones. El P. Kentenich expresó esta interrelación entre el pecado original y la redención en un juego de palabras: "donde la naturaleza se rompe es donde la gracia irrumpe".

El Papa Juan Pablo II declaró el domingo de la octava de pascua como el domingo de la misericordia divina (Este día cayó en este año en el 30 de Marzo) Inspirado por las visiones de la hermana Sta. Faustina y por la atenta observación del tiempo describió en su encíclica sobre la misericordia divina esta propiedad de Dios como algo muy actual y muy necesario para el hombre moderno que siempre de nuevo cae en la trampa de esperar demasiado de si mismo.

La próxima vez que abra usted una de estas jarritas de leche recuerde que puede hacer lo mismo con su alma: algo tiene que romperse para que la gracia sobrenatural pueda irrumpir.

Traducción: Carlos Infante, Coburg, Alemania

 



 

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Last Update: 02.05.2008