published: 2007-11-13 | |
Enseñanzas sobre el Fundador que no se encuentran en los librosAlgunas impresiones, reflexiones de una peregrinación a Milwaukee – un mes después del regreso de la Tierra del Exilio |
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EE.UU./ZIMBABWE/SUDÁFRICA, Marlene Peter. Durante mucho tiempo, después de que habíamos estado enSchoenstatt y habíamos llegado a conocer más sobre el P. Kentenich, había deseado (sin muchas esperanzas) visitar Milwaukee en donde él se había exiliado. Cuando mi hijo Trevor estuvo en la universidad en los Estados Unidos tenía algo de esperanza. Pero todo quedó en la nada. Finalmente, después de peregrinaciones a Schoenstatt en Alemania, nuestra Unión de Madres comenzó a hablar de una peregrinación a Milwaukee. El deseo se convirtió en planes concretos para el 2007. Creo que todos los que finalmente salimos de viaje para Chicago podemos decir que nuestra Santísima Madre obró en mayor o menor medida para hacerlo posible, y hasta agregó unos buenos extras: como el que nos tocó a Francis y a mí cuando British Airways ¡nos subió de categoría haciéndonos viajar por Club Class cuando salimos de Zimbabwe! (¡Tal vez ella estaba contenta de que estuviéramos viajando con nuestros esposos!) Llegamos al aeropuerto de O’Hare en Chicago con diferencia de pocas horas entre sí y viajamos en un autobús alquilado hasta el Centro Internacional de Schoenstatt. El campo camino a la ciudad me impresionó. Era hermoso y el terreno en el cual se había construido el centro y el Santuario era como un regalo de Dios, tan verde, abierto y tranquilo. Nos recibieron, nos llevaron a nuestras habitaciones, y una foto del P. Kentenich sonriente nos dio la bienvenida. Subimos por un camino hacia el Santuario para hacer una breve visita (a esta altura ya estaba oscureciendo). Por fin estábamos allí, nuestro cansancio por un momento quedó en el olvido. Pensé, "Vaya donde vaya en este mundo, nuestro Santuario será igual, con la MTA y su Hijo Jesús recibiéndonos." Da la sensación de seguridad y familiaridad que brinda el ser parte de una familia. Si bien se le prohibieron muchas cosas, no se le prohibió contribuir al capital de gracias ni orar.Conocimos a la Hermana Petra –¡quien ahora mismo está visitando Paraguay! – a las 9 de la mañana del día siguiente en el salón internacional, un salón muy cómodo en donde se exhibían varios artículos de distintos países. Es pequeña y delgada (aunque los hábitos que usan algunas veces dan una impresión diferente respecto del tamaño de las hermanas); dicen que la dinamita viene en envases pequeños. Ella era una pila de energía y nos dio una cálida bienvenida. Habíamos venido a la "tierra del exilio" para experimentar la vida y el trabajo del P. Kentenich como fundador en este lugar tan lejos de su fundación. Cuando hablaba de él, la Hermana Petra revivía todo lo que había experimentado en la época (3 años) en que había estado con él en Milwaukee. Cada día, las ideas que compartía con nosotros, las experiencias, las cosas que decía y hacía, nos enseñaba cosas sobre el fundador que no se encuentran en los libros. Nos llevaba a imaginarnos cómo sería si nos sacaran del trabajo después de años de servicio y que tratáramos de pensar sobre aquello por lo que tuvo que pasar el P. Kentenich. Pero él estaba convencido de que lo liberarían y no estaba "quebrado" por el tratamiento que recibió. Algo que dijo la Hermana me hizo reflexionar. Si bien él estuvo tan prohibido, no se le prohibió contribuir al capital de gracias, ni se le prohibió orar, que es algo para recordar cuando nos encontramos entre la espada y la pared. La aceptación y la obediencia fueron importantes para el P. Kentenich, la voluntad de Dios para un propósito. Pensaba lo que estaba prohibido, trataba de descubrir lo que no era permitido y lo que sí era permitido. Buscaba las posibilidades que Dios le daba para cumplir su trabajo. Tomaba la situación dada y sacaba lo mejor de ella. Los discípulosEstábamos aquí para ir al encuentro del P. Kentenich y seguir sus pasos. Cuando vi el campo que nos rodeaba pensé que las hermanas verdaderamente tenían buen ojo para encontrar el terreno perfecto. Son sólo seres humanos, de manera que nuestra Santísima Madre debió haber sido la que les señaló la dirección correcta. ¿No fue el P. Kentenich quien dijo cuando estuvo incomunicado en el bunker "la Santísima Madre escoge los mejores pañales para sus hijos?" ¡Y el P. Kentenich fue uno de sus favoritos! Durante la tarde de nuestro primer día cuando fuimos al santuario del Exilio en Milwaukee – el santuario en donde el P. Kentenich vigilaba ya que estaba siendo construido desde su oficina en la Casa Palotina – la Hermana primero preparó la escena pidiéndonos que nos lo imagináramos yendo y viniendo por el pasillo, orando cuando estaba solo, escuchando y hablando cuando tenía visitas. Esto hacía que las imágenes que habíamos visto de él haciendo esto fueran tan reales. Aquí se producía como una especie de veneración, cuando nos acercábamos como si estuviésemos pisando suelo sagrado; los árboles y las ardillas correteando por ahí, es un lugar sagrado. Dentro del Santuario, Jesús estaba expuesto en el altar – el P. Kentenich celebró misa allí más de ¡3.000 veces! La Hermana Petra nos contó que él decía que nuestra MTA lo siguió en el exilio. Ella irradiaba amor, fuerza y gozo para él. Sus catorce años de exilio fueron una escuela del sufrimiento – su Camino de Cruz -, catorce estaciones ofrecidas para la redención de la familia. Vivió la santidad diaria en el aquí y ahora, vivió una fe perfectamente práctica en la Divina Providencia. Buscaba la puerta abierta. Me asombró cómo la hermana Petra había estado tan inspirada por el P. Kentenich cuando ella era tan joven y cuántos detalles tan pequeños y tan grandes de sus palabras y acciones aún perduraban en ella. Ella lo "trajo" a la vida para nosotros. ¿Acaso los discípulos tuvieron semejante entusiasmo? ¿Y nosotros? CompartirFue impresionante la gente con la cual la Hermana arregló para que hablara con nosotros sobre cómo lo conocieron al P. Kentenich y el tiempo que pasaron con él. Todos llegaron a sentirlo como un "padre" de diversas maneras. La Hermana Janice habló de la época en la cual, cuando era pequeña, había preguntado si podía hablar con él cuando llegó. Como un padre le sugirió que primero durmiera un poco, intuyendo su cansancio. En otra ocasión la Hermana M. Simonette dijo que una vez ella le preguntó al P. Kentenich si podía acompañarlo en el auto y no había lugar y le preguntó en broma si podía viajar en su bolsillo. Él dijo que podía, en su "bolsillo del corazón". Él también le prestó una de sus camisas de dormir cuando sus maletas no llegaron. Las Hermanas y los matrimonios que conocimos que habían sido jóvenes matrimonios cuando vinieron a conocerlo contaron cómo se preocupaba no sólo por sus necesidades espirituales, sino también por sus necesidades prácticas físicas y financieras. ¡Hasta los ayudó a salvar sus matrimonios! Esta gente le mostró un costado muy humano al P.. Kentenich cuando nos hicieron reír con algunos de sus recuerdos. Nos divertimos mucho con Henry y Dorothy Gmeinder de Madison. No mucha gente puede compartir sus experiencias de vida con su párroco y demostrar tanta proximidad, amistad, amor y gratitud. Porque él estaba allí…Un día especial para mí fue nuestra visita a Madison, especialmente mi encuentro con Martha Bindl por primera vez. Hemos sido amigas por correspondencia desde aproximadamente 1990. Eso fue tan especial. La Providencia Divina es tan perfecta. Sin Schoenstatt, y con el Padre Kentenich en el exilio en Norteamérica ¡no hubiéramos llegado a conocernos! Nuestras actividades extracurriculares fueron excelentes, los picnics, las compras, la cena en un gran restaurant buffet, la visita al lago, el Capitolio, Old World Wisconsin, etc. etc. Nos brindaron un maravilloso panorama y la Hermana Petra hizo lo que estoy segura hubiera hecho el P. Kentenich – como un padre bondadoso – asegurarse de que recibiéramos el mejor de los cuidados. Adviertan que no mencioné la comida, etc. Nos atendieron bien. Hasta el clima fue benevolente con nosotros (por gracia de San Pedro). Tenemos tiempo de reflexionar sobre nuestras experiencias en la tierra del Exilio y recordar tantos momentos memorables. Mi único deseo es que todas nuestras hermanas hayan podido estar con nosotros porque nuestras palabras no son suficientes. Marlene Peter, residente de Zimbabwe, es miembro del primer curso de la Federación de Madres de Sudáfrica y Zimbabwe. Visitó Schoenstatt por primera vez como miembro de la delegación de Zimbabwe en el Centenario del Padre Kentenich en 1985. Junto con el P. Esteban Uriburu, trabajó para difundir la Campaña del Rosario de Schoenstatt en Zimbabwe. Traducción: Cecilia Mata, Buenos Aires, Argentina |
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Last Update: 23.11.2007