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P. Juan Pablo Catoggio – Prédica en la Misa de Alianza en Schoenstatt, 18 de septiembre de 2007
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 published: 2007-09-21

En el Santuario, nos reencendemos en el fuego de la Alianza de Amor, el mismo fuego que María ha encendido en el corazón de nuestro Padre Fundador

P. Juan Pablo Catoggio – Prédica en la Misa de Alianza en Schoenstatt, 18 de septiembre de 2007

 

P. Juan Pablo Catoggio – Prédica en la Misa de Alianza en Schoenstatt, 18 de septiembre de 2007

P. Juan Pablo Catoggio – Prédica en la Misa de Alianza en Schoenstatt, 18 de septiembre de 2007

 

Queridos hermanos y hermanas:

Estamos aquí. Peregrinamos al Santuario Original este día 18 para renovar y celebrar la Alianza de Amor. Yo mismo llegué aquí hace unos días, el sábado por la tarde. Inmediatamente me dirigí al Santuario Original y le dije a mi co-hermano que me había llevado: ¡Qué bien hace esto!

Hoy le decimos a ella: Mater, aquí estamos. Y ella nos dice a nosotros, a cada uno y cada una de nosotros: Sí, hijo mío, hija mía, estoy aquí, estoy aquí para ti. Es la experiencia de Tabor que podemos revivir siempre de nuevo en el Santuario Original: "¡Qué bien estamos aquí!". Aquí estamos en casa, y al mismo tiempo en lo que para nosotros, como schoenstattianos, es la piedra angular del mundo, el centro del mundo. Pertenecemos a este lugar, pertenecemos a Maria, pertenecemos al Santuario, y María nos pertenece a nosotros, el Santuario nos pertenece a nosotros. Totus tuus – todo tuyo - todo nuestro. Es el secreto de la Alianza de Amor. "Todas mis fuentes están en ti" (Salmo 87,7).

Hace una semana se llevó a cabo el encuentro anual de la Familia de Schoenstatt de Italia, con motivo del tercer aniversario de la bendición del Santuario de Belmonte, en Roma. En las paredes exteriores del Santuario estaba colgada una gran red de pescadores, donde los más de 400 participantes depositaron un corazón hecho de cartulina. "María, a ti mi corazón, Madre y Reina de la Familia". María es la red que nos "pesca", nos atrapa y nos une como gran familia de Schoenstatt mundial.

En el Santuario, nos reencendemos en el fuego de la Alianza de Amor, el mismo fuego que María ha encendido en el corazón de nuestro Padre Fundador, el que arde y debe arder en todos nosotros. Ya como novicio, el joven Kentenich dictó una conferencia sobre la palabra de Jesús: "He venido a traer fuego sobre la tierra" (Lc 12,49). Fue esto también lo primero que dijo al pisar por primera vez, en Brasil, tierra latinoamericana.

Es el fuego del entusiasmo. Hace muchos años había una canción juvenil (de Alemania) que decía: "La Iglesia de Jesús necesita entusiastas". Es verdad, la iglesia los necesita. El mundo de hoy necesita a estos entusiastas. Schoenstatt también los necesita. Entusiastas que de la Buena Nueva de Jesús no hacen una quejumbrosa letanía ante la decadencia de los tiempos ni la desdibujan como un lastre moral de mandamientos y prohibiciones, ni la reducen a un producto "light" o a una charla inofensiva color rosa. ¡No! Entusiastas que, convencidos y convincentes, dan testimonio de que vale más que todo descubrir a Cristo, decidirse por él, seguirlo. El es la vida, nuestra vida, en abundancia. Nuestro camino, nuestra verdad, nuestra vida. Es nuestra libertad y nuestro amor. Es nuestra felicidad más profunda y nuestra alegría. Como repite siempre el Santo Padre: La belleza de ser cristiano y la alegría de compartirlo.

Y esta experiencia se la debemos a María; a través de ella sabemos esto, ella nos abrió el camino, ella conquistó nuestros corazones. Como en aquel entonces abrió de par en par los corazones de los discípulos para el Espíritu Santo en el Cenáculo. En su cercanía, sus corazones fueron entusiasmados, atrapados y conmovidos profundamente por el Espíritu Santo.

El Espíritu les abrió los ojos, les encendió los corazones; el Espíritu transformó cada tristeza en alegría, y cada temor en confianza. Este es el espíritu de los discípulos y apóstoles, el espíritu del Cenáculo y de Pentecostés, el espíritu de nuestro Padre y Profeta. No es un entusiasmo fugaz y superficial, es el entusiasmo del Espíritu Santo, que exige la radicalidad y seriedad del amor probado. El amor, en la Alianza de Amor, se demuestra con hechos de amor, en la seriedad del compromiso: este es nuestro capital de gracias.

Cuando peregrinemos ahora al Santuario Original y renovemos la Alianza de Amor, imploremos para toda la familia mundial de Schoenstatt este entusiasmo, este estar poseídos por Dios y por la misión, para que podamos testimoniar ante la iglesia y el mundo la belleza de vivir la Alianza de Amor y de compartirla. Que esta alegría profunda en Schoenstatt sea nuestra fuerza y testimonio.

Nuestro Padre denominó la irrupción de vida y gracias en Schoenstatt como un terremoto de gracias. ¡Qué tsunami de vida y de gracias vamos a experimentar cuando como familia de Schoenstatt entera celebremos los cien años del Santuario en 2014!

Traducción: mca/mkf

 


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Last Update: 21.09.2007 Mail: Editor /Webmaster
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