published: 2007-03-16 |
Por la cultura del encuentro y la solidaridadUn nuevo 18 celebrado, en plena cuaresma, como familia |
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REFLEXIÓN, P. Javier Arteaga. Estamos ya en plena cuaresma y este 18 de marzo, día de Alianza y domingo, el Evangelio nos trae la ilustrativa parábola del hijo pródigo (derrochador) o, visto de otra perspectiva, la parábola del Padre misericordioso (Lucas 15, 1-3. 11-32).
Tenemos tres actores: el hijo menor, que pidió a su padre su parte de la herencia y se fue de la casa; malgastó todos los bienes, la libertad, la gracia, y terminó viviendo y comiendo con los cerdos, es decir en la miseria total. Un buen día, sinceramente arrepentido, decide volver y pedir perdón a su padre: "Padre he pecado contra el Cielo y contra ti", contra Dios Padre y contra ti, mi padre; y se puso en camino, de regreso a casa. El segundo actor es el padre, que dio al hijo lo que le pertenecía, su herencia y libertad y lo ve partir. Sabía que su hijo estaba viviendo mal y su corazón de padre sufría. Lo esperaba de regreso cada día, durante años, y nos lo imaginamos mirando el horizonte, con los ojos y el corazón bien abiertos, anhelante y sin rencor. Un día como tantos, mientras esperaba a su hijo perdido, lo vio venir a lo lejos por el camino, y dice Lucas que "lo vio y se conmovió hondamente". Salió corriendo para alcanzarlo, lo abrazó y lo besó. Dice José Luis Martín Descalzo, sacerdote y escritor español, que seguramente cuando el hijo, arrodillado, quiso pronunciar las palabras de arrepentimiento y perdón, el padre con su mano debe haber tapado los labios de su hijo y, entre lágrimas de alegría, lo levantó y se unieron en un profundo, fuerte y cálido abrazo. El padre pide que le pongan al hijo las sandalias y el anillo, símbolos de la dignidad y la pertenencia recobradas. Y se organizó una gran fiesta por el hijo vuelto a la vida. Y por último, el tercer personaje de esta historia, el hijo mayor: él siempre había cumplido con todos los mandatos de su padre, se había portado bien y siempre había estado junto a él. Había visto también la partida del hermano menor, su mala vida y el dolor que había causado en su padre. Y ahora que "ese hijo tuyo" volvía arrepentido, le daba el perdón y le hacía fiesta: era demasiado, era totalmente injusto. El padre busca la unidad de sus hijos basada en la verdad y el amorTodos tenemos algo del hijo pródigo y del mayor. Alguna vez nos hemos "ido" y malgastamos la libertad y la gracia, nos hemos equivocado sin querer y queriendo también; luego nos hemos arrepentido sinceramente y hemos experimentado el amor de Dios: un amor cálido que nos ha cobijado; un amor fuerte que nos ha levantado; un amor fiel que se ha mantenido a pesar de nosotros y nos ha esperado. Pero también tenemos algo del hijo mayor: nos esmeramos en hacer las cosas bien pero somos intolerantes con los defectos de los demás; valoramos a los otros según nuestros criterios "absolutos" y somos miopes para reconocer lo bueno que excede a nuestros esquemas; nos cuesta creer en el sincero arrepentimiento del que ha hecho algo malo y decimos "mirá ese, cómo va a Misa y comulga…"; pero mucho más nos cuesta vincular justicia con misericordia y reconciliación. A veces confundimos la misericordia con debilidad y permisividad. Pero también confundimos la justicia con la revancha y el solapado anhelo de venganza. ¿Cómo podemos rezar entonces cada día "perdona nuestros pecados como se los perdonamos a los que nos ofenden"? ¿Cómo entender las palabras del Señor "misericordia quiero no sacrificios; no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores" (Mat. 9, 13)? Me imagino al buen padre del evangelio viendo a sus hijos, los argentinos, que ciegos y endurecidos de corazón luchamos por "nuestros" derechos excluyendo de sus derechos a los demás. Es la supremacía del interés personal, la ley de la selva, el canibalismo social de arriba y de abajo, la voracidad de los oportunistas que ostentan algún tipo de poder. Muy por el contrario el padre busca la unidad de sus hijos basada en la verdad que reconoce lo justo y el amor que todo lo supera y sana. Unidad y no exclusión. El Cardenal Bergoglio nos lo recuerda claramente: "Para refundar los vínculos sociales debemos apelar a la ética de la solidaridad y generar una cultura del encuentro. Ante la cultura del fragmento, como algunos lo han querido llamar, o de la "no integración", se nos exige, aún más en los tiempos difíciles, no favorecer a los que pretenden capitalizar el resentimiento, el olvido de nuestra historia compartida, o se regodean en debilitar los vínculos, manipular la memoria y comerciar con utopías de utilería. Para una cultura del encuentro necesitamos… construir un universalismo integrador que respete las diferencias; necesitamos también del diálogo fecundo para un proyecto compartido." ("La nación por construir", pag. 43) "El amor al prójimo es un camino para encontrar también a Dios"Como Familia de Schoenstatt queremos trabajar por la cultura del encuentro y la solidaridad, por la unidad en la verdad y el amor, por una cultura de alianza de amor. En cuaresma Cristo nos llama a un encuentro personal con Él, quien busca la conversión de nuestro duro corazón, y con Él crecer más en el amor. Benedicto XVI nos dice: "el amor al prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte en ciegos ante Dios" (Deus Caritas est, nº 16) En cuaresma hacemos más obras y sacrificios por amor.
Construir comunidad, una Patria Familia, es dar la mano, "ponerse la patria al hombro" (Card. Bergoglio), y al hermano concreto también, con un amor grande, fuerte y fiel. Que en alianza con María crezcamos en un amor generoso y fuerte para gestar espíritu de Familia y mantenerlo; un amor fiel hasta el dolor del "viernes santo" y lleno de esperanza victoriosa en el "domingo de resurrección". Extracto de la Carta de Alianza, marzo de 2007, Argentina |
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Last Update: 26.03.2007
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