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 published: 2007-02-09

La intraducibilidad de Schoenstatt

En respuesta al artículo/reflexión de Simon Donelly

 

Donde todos entienden todo...

Where all understand...

Wo alle alles und einander vestehen...

Foto: POS Fischer © 2007

 

SUDAFRICA, Sarah-Leah Pimentel, Luego de leer el artículo de Simon Donelly "El misterio de cómo conocer Schoenstatt: hablando y viviendo en alemán (o inglés, o...)", me sentí impulsada a ejercitar la mente. Su reflexión despertó varias ideas en mí. Al igual que él, me fascinan la interacción y las relaciones entre los diferentes lenguajes. Al mismo tiempo, me encuentro a dos semanas de comenzar la carrera de Traductorado y me pregunto si semejante aspiración es realmente posible. Quizás, más que todo eso, extraño las charlas ocasionales que teníamos con Simon los sábados luego de la Misa matinal en el Santuario de Johanesburgo, Sudáfrica. Eran siempre muy interesantes y me dejaban pensando y haciéndome preguntas por semanas.

Estoy de acuerdo, Schoenstatt es un misterio que puede ser traducido a mi lengua madre, a mi cultura, adaptado al tejido social de mi país. Pero al mismo tiempo desafía cualquier traducción.

La misma esencia, distintas versiones

Debe ser una experiencia muy distinta participar de la Familia de Schoenstatt en Alemania, hablando alemán. Por empezar, es mucho más fácil visitar el Urheiligtum (Santuario Original), o aprender y vivir la espiritualidad de Schoenstatt por boca del Fundador. También lograr un conocimiento acabado de la sociedad posmoderna y crecientemente nihilista que el Padre Kentenich conoció y experimentó personalmente –especialmente, en la agonía de la Primera Guerra Mundial, durante el régimen Nazi o en la desesperación de Dachau. Para los que vivimos fuera de Alemania y hablamos otras lenguas, y para quienes la historia de Europa de la primera mitad del siglo XX es poco más que conocimiento escolar, tan siquiera empezar a concebir el mundo el que Padre Kentenich veía desintegrarse frente a sus ojos, implica una imaginación gigante.

A pesar de las diferencias entre el mundo del P. Kentenich y el de cada uno, hay dos constantes que unen a todos los miembros de la Familia de Schoenstatt en una experiencia común: el Santuario y la Alianza de Amor con María. Estas dos dimensiones están presentes tanto dentro como fuera del campo del lenguaje. El Santuario es una experiencia de gracia. Y la gracia no necesita del lenguaje para hacerse sentir. En la catequesis infantil, nos explicaron qué es la gracia mediante las palabras, y por tanto se vuelve un hecho bastante racional. Sin embargo, nadie que haya recibido el regalo de la gracia puede llamarla una experiencia racional. Es un sentimiento profundo que desafía cualquier explicación. El Santuario, en el lugar y momento en que lo visitamos, se vuelve un símbolo visible de esa gracia intraducible. Los símbolos suelen ser universales, y se usan justamente porque no están anclados en una lengua en particular, sino que se arraigan en una experiencia cultural. Si nos tomamos en serio a Schoenstatt como una forma de vida, entonces participamos en una cultura común, caracterizada por una espiritualidad y un estilo de vida. Una cultura de Schoenstatt.

De la misma manera, nuestra Alianza de Amor está estructurada como un contrato, y por tanto necesariamente atada al lenguaje. En los distintos países en los que estamos, debemos traducir el contenido de la Alianza hecha por la generación fundadora para poder también nosotros participar de ella. Sin embargo, una alianza no es algo nuevo en la tradición judeocristiana. En consecuencia, supera los límites del lenguaje y se vive en la relación de amor entre Dios y su pueblo, tanto colectiva como individualmente, en cada corazón.

Es cierto, a menudo siento la tristeza de no poder acceder a los textos y pensamientos del P. Kentenich, y el contenido disponible en inglés es limitado y muchas veces difícil de leer, dadas las limitaciones de la lengua inglesa. Se que no siempre me identifico con la persona del P. Kentenich por no haber conocido tanto de su vida y su pensamiento como alguien que habla alemán. Aun así, me aferro con pasión a esos pocos textos porque son mi única herramienta para descubrir la vida y obra del fundador, y a través de ellas, al Movimiento de Schoenstatt.

¿Es posible imaginar una vivencia distinta?

En el mundo actual estamos rodeados por tal cantidad de textos sobre tantos tópicos, que corremos el riesgo de convertirnos en una generación superficial. Sencillamente no tenemos el tiempo para leer y aprender todo, por eso a menudo nos conformamos con la porción más mezquina de una cantidad de temas. Esto me hace contemplar atónita la experiencia de la Familia de Schoenstatt en Kenya, por nombrar un ejemplo. Los documentos sobre el P. Kentenich son pocos, están lejos y no hay tecnologías para reproducirlos. Consecuentemente, los textos son copiados con dedicación y cariño, luego pasados de mano en mano, y estudiados con empeño por quienes los reciben, deteriorándose poco a poco. Estos papeles muchas veces viajan cientos de kilómetros y son esperados por lectores impacientes. ¿Acaso ellos no conocen mejor la vida y la espiritualidad de nuestro fundador, que muchos de nosotros, que leemos sermón tras sermón, carta tras carta? Quizás, por haberse tomado el tiempo necesario para meditar sobre cada palabra y cada oración. ¿Es posible entonces que su experiencia de Schoenstatt sea mucho más profunda que la de cualquiera de nosotros? Incluso sin haber visitado jamás un Santuario, ¿no entenderán algunos de ellos Schoenstatt mejor que yo?

Con todo, las experiencias de Schoenstatt no podrían ser más diferentes: un Padre de Schoenstatt alemán viviendo en Monte Schoenstatt, una madre que vive en una pequeña aldea rural de Kenya, un joven estudiante en Milwaukee, una familia schoenstattiana de Santiago de Chile, o yo, una joven sudafricana de Johanesburgo, la ciudad más desarrollada del continente africano. Cada uno de nosotros tiene una historia completamente diferente que contar sobre su vida como miembros de la Familia de Schoenstatt. No puedo concebir lo que implica para esa madre en Kenya intentar educar a su hijo de la misma forma que la Mater la educó a ella. Tampoco puede la familia de Santiago, donde predomina la religión católica y Schoenstatt se vive con tanta pasión, entender la pequeñez de la Familia en Sudáfrica, donde sólo el 10% de la población es católica.

Llevando esta idea un paso más, aún cuando Simon Donelly y yo compartimos muchas experiencias comunes al ser de la misma nacionalidad, estoy convencida de que su experiencia de Schoenstatt creciendo en Ciudad del Cabo en la década de 1970 es muy diferente a la mía –yo crecí en Johanesburgo en los noventas. Simplemente porque los cambios políticos, culturales y económicos de los últimos veinte años cambiaron dramáticamente la esencia de nuestro país. Aún dentro de mi grupo de Schoenstatt, muchas de nosotras estudiamos juntas, y sin embargo nuestras experiencias de Schoenstatt son únicas. Tres de nosotras estuvimos un tiempo en Schoenstatt, Alemania, en los últimos tres años, pero nuestras vidas allá, la gente y las experiencias que nos moldearon como mujeres jóvenes no podrían haber sido más diferentes. Cuando nos reunimos, nos gusta conversar sobre estas cosas que compartimos, pero a veces llegamos a un punto donde ya se hace muy difícil encontrar palabras que faciliten a las demás entender algo de lo que hemos vivido.

El justo equilibrio entre tradición y cambio

Así, a pesar de las cosas que tenemos en común y que son centrales para todos, las experiencias individuales de Schoenstatt son tan diferentes que incluso son intraducibles en el mismo lenguaje entre dos personas. Es quizás esa intraducibilidad la que ha permitido que las gracias que nuestra Madre nos regala desde el Santuario se esparcieran de país en país, de manera que casi un siglo después de su fundación, Schoenstatt es un movimiento vibrante dentro de la Iglesia y una poderosa fuerza en muchísimas vidas en los cinco continentes. Cada vez que la gracia se manifiesta, Schoenstatt es refundado. Sí, Schoenstatt tiene un sabor particular en cada país, pues tiene características que lo hacen único. Pero todos redescubrimos Schoenstatt en nuestras vidas, nuestros hogares, nuestro mundo.

Algunas voces preocupadas podrían objetar y alegar que si continuamos con esta idea, podríamos llegar a un punto en el que nuestra espiritualidad no tiene nada que ver con la visión del P. Kentenich. Sí, y no. El objetivo principal de Schoenstatt, como parte de su misión de renovación de la Iglesia, es educar al hombre nuevo para la comunidad nueva. Sin embargo, la sociedad es siempre cambiante y por tanto, los matices de Schoenstatt deben cambiar para no perder el paso y continuar siendo relevante para la gente a la que alcanza. Pero dentro de este sí, también hay un no. El centro y la esencia más profunda de Schoenstatt no pueden cambiar – la Alianza con nuestra Madre en la que nos comprometemos a ser sus instrumentos y a permitirle moldearnos no puede ser olvidada.

Schoenstatt trasciende las circunstancias

Como reflexión final acerca del misterio de la (in)traducibilidad de Schoenstatt, mi propia experiencia. Profundicé mi amor por Schoenstatt y mi relación con la Mater durante una estadía de nueve meses en los sitios originales de Schoenstatt, hace casi dos años. Allí experimenté y viví momentos indescriptibles junto con varios jóvenes que hablan portugués o español, con quienes tengo un vínculo aún más fuerte que con mi propio grupo en Johannesburgo. Por pura necesidad, aprendí español y volví a dar uso a mi lengua materna –portugués- de manera de poder expresar y absorber estas experiencias. Hoy en día, mis conversaciones más íntimas con la Mater tienen una manera muy filial, y eso sólo puedo lograrlo en español. Sigo compartiendo mis pensamientos y mi vida como schoenstattiana a través de esos dos idiomas. Mientras el inglés es la lengua a través de la cuál interpreto el mundo, la encuentro inapropiada para expresar mi mundo de Schoenstatt. Allí está la esencia del misterio de Schoenstatt: aunque esté fundado y arraigado en un tiempo, lengua y lugar concretos, Schoenstatt trae nueva vida y florece al trascender cualquier tiempo, lugar o idioma.

Traducción: Tomas Garzón de la Roza, Buenos Aires, Argentina

 

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Last Update: 16.02.2007 Mail: Editor /Webmaster
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