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 published: 2006-09-22

La historia de Schoenstatt es la historia del Santuario

Prédica del Padre Ángel Strada - Santuario Original, 19 de septiembre de 2006

 

P. Angel Strada, prιdica en la Misa en el Santuario Original

Fr. Angel Strada, sermon in the Mass in the Original Shrine

P. Angel Strada, Predigt in der Messe im Urheiligtum

 

Hay lugares adonde uno sueña llegar y de donde cuesta irse y despedirse. Este lugar es un lugar así. Seguramente muchos de ustedes soñaron muchas veces con llegar hasta este lugar. Y, bueno, pasaron los días y ahora hay que despedirse.

En la introducción a la Misa se dijo que iban a dejar un pedazo del corazón. Mejor si dejan el corazón entero. Pídanle a la Mater la gracia de poder volver, pero sobre todo pídanle la gracia de poder llevarse el Santuario con ustedes.

Este es el lugar donde comenzó todo. La historia de Schoenstatt es la historia del Santuario. En muchos movimientos, la historia de ese movimiento es la historia de alguna iniciativa, de alguna idea, de algún hecho que hubo. En el caso nuestro la historia de Schoenstatt nace, se desarrolla y va a terminar con la historia del Santuario. Esto que fue una piecita para guardar las herramientas del jardín – muchas veces lo escucharon, ahora se pueden hacer una idea bien concreta: el jardín estaba acá, acá se guardaban las herramientas -, que antes había sido la capillita de un cementerio (...) A lo mejor en el viaje que van a hacer a Munich y Dachau les toca ver alguna capilla semejante a la del Santuario porque es muy típica en Alemania esta forma arquitectónica de las capillas de los cementerios.

El Padre Fundador dice que después que él leyó el artículo de la historia de la Virgen de Pompeya y de Bartolo Longo – este abogado que había donado su dinero en un proceso de conversión para crearle a María un lugar de gracia – que él meditó mucho si no había que hacer lo mismo. Se decide a hacerlo y afirma: Es el acto de mayor riesgo de mi vida, más riesgoso que la ida a Dachau. Yo, en otros actos de mi vida y en otros episodios de mi biografía, pude ver bastante abierta la puerta por la que Dios quería que yo pasara. En algunos casos me abrió portones, vi claramente: ese es el plan de Dios. En otros casos la puerta estaba más o menos abierta. Pero en el caso del Acta de Fundación y de la fundación del Santuario había nada más que una rendija, apenas podía ver del otro lado, apenas podía ver que eso era lo que Dios quería. El acto de mayor riesgo de mi vida. Y a la vez el acto de mayor importancia de su vida.

La ida a Dachau ciertamente es muy importante – lo van a poder vivenciar mañana o pasado mañana - y trae muchísimas gracias para él y para la Familia. El tiempo en Milwaukee es un tiempo extraordinario de heroicidad de virtudes de él. Pero lo mayor – si ustedes quieren – la mayor empresa, la mayor obra que hizo el Padre Fundador fue esto: fue creer que María quería establecerse en este lugar. Y él vivió en la fuerza de esa convicción creyente: María está aquí; María está presente en este lugar. No únicamente; está presente en muchos lugares, pero está presente aquí. Dice: Ciertamente María actúa en Fátima, en Lourdes, pero actúa aquí, y nosotros somos responsables de la acción de María en este lugar.

Y hay que pensar: eso fue la vida del Padre. Si le preguntáramos: Ώqué misterio tuvo usted?, Ώqué fuerza, qué fuente de energía alimentó su vida? él nos respondería: el Santuario. Él no se santificó de otra manera que no fuera por la fe en el Santuario. Nosotros admiramos la vida santa del Padre Fundador. Pero hay que pensar: la fuerza que a él lo llevó a la santidad fue la confianza y la fe en que María estaba presente en el Santuario, y que estaba presente de una manera particular. Y eso le fue revelado en el tiempo: que María estaba presente como educadora. Está presente como madre, está presente como reina, está presente como auxiliadora, pero sobre todo está presente como educadora.

Por eso es bueno que al Santuario le traigamos a María nuestras penas, nuestros dolores, nuestras alegrías, lo que vivimos, que le vengamos a contar, que le vengamos a pedir. Ustedes seguramente han traído decenas de pedidos y tienen decenas de nombres en este momento por los cuales ustedes quieren pedir. Tantas necesidades que hay, tantas cruces, tantas aflicciones. Uno recurre a la Madre para depositar todo allí. El Santuario tiene esa función también. Pero la mayor alegría de María es cuando venimos al Santuario a decirle: ΏDónde querés que cambie, dónde querés que crezca, dónde querés que invierta mejor mis talentos, dónde querés educarme más? Por eso es hermosísima la oración del Padre Fundador – muchos de ustedes seguro la saben de memoria – en el campo de concentración: "Aseméjanos a Ti" No le dice solamente: "consolame en tal cosa y necesito tu ayuda". Eso también, y tenemos derecho a hacerlo. María como buena madre acoge todos los pedidos, sin duda. Pero mucha más alegría tiene cuando uno le dice: "aseméjame a Ti, haz que yo me parezca a Ti. Enséñame a caminar por la vida tal como Tú lo hiciste". Y fíjense las virtudes que el Padre nombra: sencilla y bondadosa, fuerte y digna, repartiendo amor, paz y alegría.

Una vez una señora me dijo: "Padre, no predique tanto sobre eso porque yo reparto gritos, y a veces reparto chirlos también.Y ojalá que no lo escuche mi esposo porque va a estar todos los días repitiéndome que no tengo que gritar". María nos quiere educar. El Padre Fundador llegó a decir que si alguna mujer – también algún varón, pero sobre todo alguna mujer – por acción pedagógica de él llegaba realmente a asemejarse a María, a ser una imagen de María, que él consideraría que su sacerdocio había sido fecundo. Tanto valoraba a mujeres fuertes y dignas, sencillas y bondadosas, que reparten amor, paz y alegría. Y que por eso preparan el camino para Cristo Jesús.

La mayor alegría que le podemos dar a María, junto con entregarnos como hijos y por lo tanto confiarle lo que somos, lo que tenemos, es pedirle: "aseméjame, haz que me parezca más a ti, mostráme dónde puedo asemejarme más, ayudame a que yo te ayude, a que yo sea instrumento tuyo". El Santuario no es solamente una capillita acogedora - normalmente está muy limpia, normalmente es muy agradable rezar en un Santuario. El Padre Kentenich le daba mucha importancia a un ambiente mariano. Al Santuario lo llama "el taller del hombre nuevo", el taller de la mujer nueva. Es el lugar donde se educa y se construye un hombre y una mujer nueva. Y esto nosotros lo tenemos para regalarlo a la Iglesia. Lo mejor que tiene Schoenstatt para entregarle a la Iglesia son los Santuarios, esta fuente de gracias que Dios ha querido regalar para la renovación de la Iglesia. Por eso la mayor obra apostólica que podemos hacer es acercar gente al Santuario, llevar el Santuario a los Santuarios Hogares, llevar la Virgen Peregrina – ahí está la genialidad de don Joao Pozzobon, el hecho de que yo llevo el Santuario, llevo a María a las familias y las familias vuelven en la visita al Santuario para encontrarse con María. Que el Santuario – deseamos eso y el Padre Fundador soñó con esa realidad – llegue a ser una gran fuente de renovación de la Iglesia, una gran fuente de vida para todos los cristianos, para todos los hombres de buena voluntad.

A mí me impresiona una anécdota que hay de la vida del Padre Fundador. Cuentan que él llegó a Brasil, llegó en el verano, y en Brasil en el verano – y no solamente en el verano – suele haber un viento que es como el viento zonda, si no me engaño, es un viento como psicológico, además de que es de muchísimo calor a uno como que lo deprime un poco. Y en esos días había ese viento – viento norte, que le llaman – y estaba predicando retiro para sacerdotes. La Hermana que le había preparado la habitación, o el apartamento donde estaba viviendo, al tercer día se da cuenta que no le había puesto pasta de dientes. Lo más preocupada busca un tubo de dentífrico y después de la Misa, después de que el Padre había hecho su Acción de Gracias va y le dice: "Padre, discúlpeme lo descuidada que he sido, no le he puesto pasta de dientes y usted no se ha podido lavar los dientes estos días que han sido de un calor que ha sido insoportable. Discúlpeme". Y el Padre, con toda tranquilidad, dice: "Hermana, yo sabía que usted hoy me iba a traer pasta de dientes". La Hermana le dice: "No, Padre, usted no sabía nada porque yo a nadie le he dicho del descuido mío. Imagínese, no voy a estar contando este descuido mío". "Yo en la Acción de Gracias ahora en el Santuario le dije a María: María, hace tres días que estoy trabajando para vos; es bueno que vos trabajés para mí. Hacé que hoy me traigan pasta de dientes. Yo sabía que me iban a traer pasta de dientes, que María iba a actuar". Él estaba trabajando para María y María iba a trabajar para él, en la Alianza, pero la Alianza vivida.

Uno puede decir: bueno, fantástico, nadie se muere porque no se pueda lavar los dientes dos o tres días; es una pequeña cosa en la vida diaria. En otra situación, donde estaba en juego la vida misma, en el campo de concentración de Dachau, se produce una hambruna enorme - hay asesores del Movimiento que mueren de hambre, el Padre adelgaza muchísimo - en un momento, a uno de los sacerdotes que estaban con él, el Padre le dice: "dentro de dos semanas todo habrá acabado". Probablemente tenía la sensación: aguanto una o dos semanas más. En una situación dramática, él convoca a los schoenstattianos a la barraca y les dice: "Estamos ante la posibilidad de morir de hambre. María es Madre del pan. Coronemos a María para que ella nos ayude". Comienzan una novena, hacen una coronita con unas maderas que había allí en la barraca, hacen una pequeña corona, "y dentro de nueve días le entregamos esta coronita de madera a María y le pedimos – todos los días le pedimos - que ella se manifieste como reina y como madre del pan para que podamos sobrevivir". Al cuarto día el jefe del campo de concentración permite la entrada de alimentos, que los parientes y amigos envíen alimentos a los prisioneros para que no mueran de hambre. El Padre Fundador recibe el primer paquete. Creo que tenía, si no me engaño, 300 gramos de manteca, creo que tenía tres rebanadas de pan, una cosa así. Hay un informe de lo que tenía el paquete ese, que se lo mandaron las Hermanas. ΏQué es lo que hace el Padre? Agradece a la Reina del pan y reparte; toma algo para él y reparte el resto, lo poquísimo, lo reparte allí con los suyos. Siguiendo a una Virgen que es una mujer solidaria, no se guarda las cosas para él, las regala, las comparte. En una cosa bastante doméstica como es la pasta de dientes, y en una situación dramática de hambruna, la respuesta es la misma: la alianza con María.

Llévense como gracia de este Santuario el anhelo de volver, llévense la alegría de todo lo que han vivido, y llévense sobre todo el anhelo de pedirle a María en los santuarios donde normalmente viven y conviven con otros: "Sé madre, manifiéstate como madre, manifiéstate sobre todo como educadora, ayúdanos a asemejarnos a Ti, y ayúdanos a asemejarnos a Ti para que podamos ayudar a la renovación de la Iglesia, para que podamos ayudar a que nuestra patria encuentre caminos de paz, encuentre caminos de progreso, encuentre caminos de dignificación de la persona. En estos días leí una carta del Padre Fundador a un sacerdote en Brasil, del año 53, donde alaba mucho la devoción mariana que hay en Brasil – ya la había constatado en Chile, en Uruguay, en la Argentina -, a él le había sorprendido mucho el afecto filial del pueblo nuestro hacia María, y él dice: "Eso es extraordinario, pero preocúpese de que María no sea mirada solamente como auxiliadora, y no solamente como madre; ella es defensora de la dignidad de la persona humana. Predique sobre eso, estudie esa realidad, déla a conocer, preocúpense de que María aparezca como la defensora de la dignidad humana". Y en otra carta a este mismo sacerdote le dice: "Preocúpese de que María no quede aislada, incorpórela siempre a Cristo, al Espíritu Santo, a Dios Padre, porque entonces la devoción mariana tiene mucha más fuerza, es mucho más conforme al Evangelio y tiene mucha más fuerza".

Tenemos, por eso, mucho por delante todavía. Y no se olviden, amigos del Padre Kentenich, que él se santificó gracias al Santuario. Esa fue la fuente de energía que él tuvo para llegar a ser santo. Junto con pedirle a Dios la gracia de la canonización del Padre, pídanle también por la aspiración a la santidad de cada uno, pídanle que de las filas de la Familia surjan muchas mujeres y muchos varones que sigan las huellas de santidad del Padre Fundador. Que así sea.

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Last Update: 22.09.2006 Mail: Editor /Webmaster
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