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 published: 2006-08-15

«La belleza de ser cristiano y la alegría de transmitirlo»

Congreso Mundial de movimientos católicos y nuevas comunidades realizado en Rocca di Pappa, Roma, del 31 de Mayo al 2 de Junio de 2006 - Informe de Dra. Cecilia Sturla


El presente informe lo dividí en 5 grandes secciones:

  1. Introducción al tema del Congreso
  2. Las conferencias dictadas durante los tres días del Congreso (resumen hecho con apuntes personales)
  3. Actividades durante el Congreso
  4. Valoración personal acerca de la postura de la Iglesia con respecto a los movimientos y su importancia en la actualidad
  5. Análisis del papel de Schoenstatt en su misión para la renovación religioso-moral del mundo en Cristo.

1. Introducción al tema del Congreso

«La belleza de ser cristiano y la alegría de transmitirlo»

El lema del Congreso de este año fue tomado de la homilía del comienzo del pontificado de SS Benedicto XVI, en la cual hacía referencia al encuentro con Cristo y la alegría que provoca este encuentro personal con Él, ya que revela el secreto más profundo de su atractivo: la belleza. "Nada hay más hermoso que haber sido alcanzado por Cristo".

El tema elegido para este encuentro no generó en mí mayor intriga. Es que al término "belleza" nuestra época se ha encargado de rebajarlo a su significación más básica: la estética. Imposible es también nombrar la estética sin relacionarla aunque sea mentalmente con las palabras "cirugía estética", con lo cual el término acaba en una serie de transformaciones tan tremendas que ya no se lo puede relacionar sino con las vanguardias o con algún cirujano de moda.

"La belleza de ser cristiano" por fuerza tenía que significar algo más que el contenido banalizado de la belleza actual y a lo largo del Congreso pude remontarme a la fuente del término mismo: ese arrobamiento que es capaz de sacarlo a uno de su propio ser para llevarlo a un lugar que está más allá de lo meramente temporal y corporal. La belleza es esa característica del ser creado que arrebata de tal modo, que el alma no es la misma luego de haberse encontrado con lo bello. Platón ya lo dice magistralmente y para toda la posteridad: en el encuentro con la belleza, el alma misma sale fuera de sí como en un arrobamiento amoroso y se queda en la contemplación de lo bello en sí. Ese encuentro transforma de tal modo al hombre que ya no puede permanecer indiferente ante la creación: el mundo entero es una manifestación de Dios tan evidente, que no se puede ocultar esa belleza.

La realidad a veces muestra lo contrario y a pesar de ello es posible encontrar cosas bellas aún en las situaciones más espantosas de la humanidad. ¿Por qué puede ocurrir algo semejante? Es que simplemente la belleza no se reduce al ámbito de lo físico: es una realidad que puede prescindir de la sensibilidad, aunque no de la espiritualidad.

Es por ello que la belleza no es un tema meramente decorativo, sino central en el pensamiento cristiano: es de todo punto de vista imposible seguir a Cristo si antes no se ha sido arrebatado en todo el ser en su dimensión anímica-corpórea. En definitiva se es cristiano porque Cristo ha captado el alma con la belleza de su ser y de su mensaje: caso contrario no se podría seguirlo. La belleza de Cristo se traduce en el amor que se entrega sin límites, es el ágape del que hablaba Platón en su Fedro, y por ello Cristo vino a darle al término su más plena significación: la belleza radica no en las sensaciones de la carne, aunque ésta sea una participación divina en las cosas, sino en el amor que se dona y que se transforma en misericordia. Porque el hombre es un ser corpóreo y no puede prescindir de su corporeidad, Dios se hace hombre y se entrega en la cruz, misterio que encierra en sí mismo un hecho de inusitada belleza: es la muerte que ha sido vencida en la entrega generosa e incondicionada. Es el Dios hecho hombre que conmueve hasta transformar todo el ser del hombre en una respuesta concreta al mensaje de amor oblativo de Cristo, en el esfuerzo por hacer vida sus palabras cargadas de misericordia por este hombre que se pierde en su propio yo y que a veces no puede salir si no es por ese contacto con lo Bello.

"La belleza de ser cristianos y la alegría de trasmitirlo" no es otra cosa que esa respuesta natural de amor del hombre hacia ese Dios que habla continuamente a través de su creación. Porque la belleza es don pero también un desafío. La felicidad profunda que nace de este encuentro se manifiesta en la alegría inmensa del cristiano al tomar conciencia de este hecho de enorme trascendencia en su vida concreta y en las ansias de manifestarla con su compromiso en la santificación personal, de la familia y del trabajo.

Es entonces la belleza algo de suma importancia, pues lleva consigo el enamoramiento de Cristo y de su misión, lo que hace que se difunda de manera más profunda y orgánica, ya que, al decir de los latinos: "Bonum diffusivum sui"

Estas palabras no quieren ser otra cosa que una especie de apología del tema tratado en el Congreso, por lo que no es bueno que me extienda en demasía.

2. Conferencias

Día 31 de mayo: Introducción a cargo de Mons. Rylko

Trescientas personas llegaron a Rocca di Papa de continentes tan distintos como América, Europa y África. El motivo era reunir a los distintos movimientos y nuevas comunidades con el fin de reflexionar acerca de la unión y la alegría de pertenecer a una misma Iglesia y por los crecientes problemas actuales que trae consigo la posmodernidad para la Iglesia toda.

Comenzó el Congreso con una introducción hecha por Mons. Rylko, en la cual destacó que los movimientos son expresiones concretas del Evangelio en el tiempo actual. Hay distinción de carismas dentro de la Iglesia, pero un sólo Espíritu, y eso es lo que nos convoca.

Se hizo referencia al último congreso celebrado en el pontificado de SS Juan Pablo II en 1998 (en el cual participó activamente el por entonces Cardenal Ratzinger), donde el Pontífice confió a los movimientos buscar la madurez eclesial, y la ruta segura para llegar a esa madurez eclesial, es la del Concilio Vaticano II, que fue para la Iglesia un nuevo Pentecostés. "Los movimientos – sostuvo Juan Pablo II – representan el Ver Sacrum de la Iglesia". Es notable destacar cómo la unidad reina en la diversidad. Y la Iglesia no se edifica a través de la dialéctica hegeliana, sino a través de una dialéctica orgánica, teniendo en cuenta los diversos carismas pero también la unidad de la Iglesia total. De allí la recomendación de SS Benedicto XVI a los pastores: "Menos organización y más Espíritu Santo"

El primer signo de madurez es la comunión fraterna entre las distintas realidades que promueve el Espíritu, y el segundo signo es el fuerte compromiso misionero, que es el hacer llegar a Cristo a las distintas personas. Esta madurez no tiene nada que ver con la vejez: es una madurez que apuesta todo por el Evangelio con pasión y con una juventud que nace del corazón del hombre y esa metanoia (Metanoia) debe ser salvaguardada a través de las generaciones. Por ello las nuevas generaciones cristianas no deben dejar que se debilite la pasión originaria del propio carisma, no vaya a ser que pase lo que dice san Juan Evangelista: "Tengo contra ti que has perdido el amor de antes"

Es por ello que los movimientos y las nuevas comunidades deben ser un testimonio de la belleza de ser cristiano. El mundo está dominado por la belleza banal, y Von Balthasar sostiene que hay que redescubrir la belleza como categoría fundamental. Por ello la belleza es un tema muy serio y muy caro al cristianismo, porque en la experiencia del misterio de Cristo es el hecho del ser arrebatado por Cristo el origen del cristianismo. Los apóstoles son arrebatados por lo que ven en Cristo. "Me has seducido, Señor, y me dejé seducir", dice San Agustín citando al profeta Jeremías. SS Benedicto XVI remite al Salmo 45 y a la profecía de Isaías: Él, que es la belleza misma se ha dejado desfigurar, y allí radica la auténtica extrema belleza: es el amor que no tiene límites, que se dona totalmente porque la belleza en Cristo es la misericordia.

¿Cómo trasmitir esta belleza? Juan Pablo II fue claro: que los cristianos muestren, hagan brillar con sus propias vidas la belleza de Cristo, la belleza de la fe y la belleza de formar familias santas. De este modo el testimonio cuestiona la indiferencia y la mediocridad, porque genera algo bueno. El ser signo de contradicción no es utopía porque el paradigma del ser cristiano es la persona de Cristo. No la idea, sino la persona.

Ya esta primera conferencia de Mons. Rylko, marcó la pauta para todo el Congreso. Las dos conferencias siguientes, una dada por Mons. Schönborn "Cristo, el más hermoso de los hijos de Adán" y la del Cardenal M. Oullet, Arzobispo de Québec, "La belleza de ser cristianos", trataron sobre el concepto de belleza (basados principalmente en Von Balthasar) y la profundidad tanto teológica como filosófica fue excepcional. Sería demasiado para un informe tratar de resumir en pocas palabras lo que ha sido dicho con tanta fuerza y tanto nivel metafísico, pero vale la pena el poder contemplar al menos lo estructural de cada conferencia.

"Cristo, el más hermoso de los hijos de Adán"

El tema de la belleza lo enfocó Mons. Schönborn sobre el icono de Cristo. Cualquier debate sobre la belleza de Cristo, gira alrededor de la figura de Cristo, por lo tanto el debate no es una cuestión estética, sino Cristológica: es donde se entroncan la humanidad y la divinidad.

El iconoclasmo reduce el arte a un mero ornamento de la vida cristiana: es la secularización de la actividad artística. Y si esto ocurre, la cuestión de la belleza deja de tener importancia.

El icono de Cristo entonces es resumen de la vida cristiana y esto se puede examinar de dos maneras:

Una mirada nueva: La correlación entre el misterio humano-divino y el arte.

Este misterio cambió de tal manera la forma del hombre de ver el mundo que la cosmovisión de los artistas quedó transformada.

Se verifica esta postura en la relación del Islam con el arte sagrado: el Islam rechaza cualquier imagen y antropomorfismo y rescata solamente la escritura porque en este mundo nada puede representar esa belleza: el hombre no es imago Dei, Dios es el Único, el Sin Par y no tiene adecuación alguna con el hombre. El que no haya iconos, es porque Dios no puede ser representado: hay luz sin forma ni figura.

En el cristianismo, por el contrario, el Creador habla a través de sus criaturas: es en el hombre (logoteniente de Dios), cuando Dios habla. El corazón del hombre es una fábrica de ídolos, pero a pesar de ello Dios se da a conocer a través de las obras del mismo hombre, a través del arte sagrado.

El misterio de Cristo profundiza esta visión: porque el Verbo se hizo carne, las realidades humanas se convierten en lugar de su presencia. La fe cristiana en la encarnación es un arte dedicado a las cosas de la tierra. San Juan Damasceno llega a decir: "Dado que Cristo se dio a nosotros en la materia, yo amo la materia".

Cristo mismo es belleza: toda belleza creada es una participación de la belleza de Dios.

Y aquí entran en juego los trascendentales, que son los rasgos de Dios mismo: Dios es la Verdad, la Bondad, la Belleza porque como nos enseña la metafísica, estos trascendentales se convierten entre sí. Cristo es el más hermoso, porque es una Verdad Encarnada de Dios, Cristo puede afirmar sobre sí mismo lo que Dios dice de sí en Ex. 3,16: "Yo soy", de allí el esplendor de la Verdad (splendor veritatis)

San Ireneo nos dice que Cristo al encarnarse nos trajo toda una novedad: porque Cristo es la medida de toda belleza, aporta con su propia persona toda la belleza "Porque en Tí se revela lo que es la belleza y los criterios para discernirla"

Cristo nos conduce por el camino de la belleza y podemos contemplarlo como

accesible por su misma encarnación: allá donde está Cristo, está la verdad, allá donde las personas se abren a Cristo, se abren a la belleza y a la Verdad.

Tras 2000 años, se puede pensar en Pentecostés como semilla de la belleza y de sus frutos: y la bondad de la belleza de Cristo se manifiesta en la santidad. Dice Ratzinger: "El pobre de Asís ha provocado enormes movimientos artísticos", porque Cristo, al suscitar con su espíritu, es fuente de belleza artística: ha dado al mundo la belleza de la misericordia, por ello el hombre puede alcanzar la santidad. San Agustín, en el sermón sobre el salmo 44 dice: "Allí donde no hay ni gracia ni bondad, tampoco hay belleza". Porque no lo comprendieron, (como Logos), tampoco lo amaron. Esta verdad primera de la encarnación, suscita en nosotros como respuesta natural el amor. Cristo crucificado es escándalo para los gentiles pero para los cristianos la cruz es sinónimo de belleza: que la enfermedad de la carne no impida descubrir la belleza de lo creado.

Monseñor Schönborn da dos pistas para el debate al término de su exposición:

Cristo es hermoso porque es la belleza encarnada: donde existe la justicia y la verdad, la belleza se encarna. Ahora bien:

a. ¿El arte moderno ha perdido algo de la belleza de Cristo?

b. A la expresión litúrgica ¿le falta un enraizamiento en Cristo? ¿Falta la belleza misma? ¿Es posible que la belleza de Cristo esté escondida en la pobreza de las expresiones artísticas actuales y en la liturgia?

Luego de la conferencia de Mons. Schönborn, comenzó la mesa redonda. La integraron distintos fundadores de movimientos y nuevas comunidades. Eran ocho oradores a los que se les asignó doce minutos de exposición, lo que terminó siendo abrumador.

Se conformaron luego los grupos de trabajo por idiomas: 2 de español, 2 de inglés, 4 de italiano, 2 de francés. Como había muchos alemanes, agregaron 2 grupos de lengua alemana.

Estos talleres de reflexión fueron interesantes en la medida que cada movimiento y nueva comunidad se identificaba con la importancia capital que había generado para ellos el último encuentro en el año 1998. Fueron preguntas de reflexión para ir viendo la realidad de cada movimiento desde el ´98 hasta la actualidad, por lo cual personalmente creo que a Schoenstatt le quedaba "chica la camisa", puesto que las preguntas iban enfocadas más bien a movimientos nuevos. Schoenstatt tiene ya mucho camino recorrido y es tan amplio su desarrollo que fue casi imposible hacer un resumen del carisma y del proyecto educativo que pedían. Toda la reflexión se encaminó hacia la búsqueda de la madurez eclesial, y la dimensión comunitaria de cada carisma. Algo aportamos entre Juan Enrique Coeymans y yo, pero nos encontramos frente a este dilema: ¿Cómo explicar algo tan amplio y profundo a la vez? ¿Cómo explicar el carisma del P. Fundador?

Día 1° de junio

La II ponencia "La belleza de ser cristianos" la dio el Cardenal de Québec, Mons. Marc Oullet, miembro del Instituto San Juan.

Comenzó, claro, reflexionando sobre la belleza. Cuando se evoca una obra de arte, el corazón queda movilizado a grados que llevan a nuestro ser fuera de sí. "Pulchrum est quod visum placet", como dijo Santo Tomás, y Dios se sirve de imágenes sensoriales para comunicar algo de su ser, por ello la belleza evoca la pluralidad. Dios se manifiesta a través de la belleza: La acción de Dios en el cristianismo es la manifestación de la belleza y del amor.

Hay allí una connaturalidad entre sujeto y objeto: se requiere el don del Espíritu Santo, porque se necesita de la fe para que toda la cristología participe de una manera de ver de Jesús. No se adquiere este don por naturaleza, sino como resplandor de Cristo, porque es un don de amor. El espíritu Santo hace resplandecer el amor de Dios en el éxito de la Alianza entre Dios y los hombres.

La identidad del cristiano nunca es individual, siempre implica al otro, por ello la estética es un camino realmente fecundo para la existencia de hoy. El cristianismo a través de la belleza no queda fijo ni estático, sino que tiene la suficiente fuerza como para dar movilidad a toda la Iglesia. De este camino mostrado a través de la luz de la belleza, es de donde nacen los movimientos y las nuevas comunidades. Camino signado por la luz que emana de Cristo, Señor de la belleza.

Entonces la belleza de la Iglesia tiene un valor de resumen y de programa. Encontramos en el cristianismo la armonía entre el amor divino y la respuesta humana: debemos suscitar en el mundo un compromiso renovado por el gozo, la alegría de creer.

Von Balthasar dice que la gloria es también el nombre de la belleza: el camino de lo bello va a las aspiraciones más profundas del ser humano: es un amor gratuito en Cristo.

Plantea entonces Mons. Oullet la metodología que se desprende del tema de la belleza: Si todo lo que es bello se encuentra entre las species et lumen, el encuentro de la belleza está imbuido de estos dos: percibir la belleza y salir fuera de sí, ser transportados, incluye un encuentro personal.

Se es cristiano por el encuentro de una persona, no por un conjunto de ideas, como hizo notar Benedicto XVI en su primera encíclica: el don de sí al seguimiento de Cristo. Los tiempos actuales urgen a explorar este punto de vista.

Entre la bondad, la verdad y la libertad, la armonía queda rota: es el problema más grave del secularismo y el cristiano debe restaurar esta ruptura con su propia vida. Es por ello que el cristianismo está en permanente conflicto: en el mundo actual hay un decaimiento de las tradiciones y de las leyes de la familia: sólo arraigados en Cristo se podrá superar este desafío.

El núcleo central de este tema es entonces que la belleza que resplandece en el rostro de los cristianos proviene de Cristo: la unicidad del cristianismo consiste en el hecho paradójico que absolutiza el yo de cada persona porque lo relativiza: Dios llama a las personas a que hagan un don de sí, por ello la persona, que es don de amor, se encuentra al perderse entre el nosotros.

María, al recibir el don de Dios es plenamente activa: se convierte en la primera discípula de Cristo, porque ejerce la libertad obedeciendo. María es la gratia plena, la Theotokós que vive con sus hijos, los cristianos, y comparte con ellos la belleza de ser cristianos en correspondencia con la Trinidad.

La característica principal de las relaciones de gracia entre Dios y los hombres es en la Familia Santa de Nazaret: el amor que se entrega, que se dona, se manifiesta en el llamado a la santidad y en la evangelización, con el fin de dar testimonio de una vida llena de fe. La belleza de ser cristianos, en definitiva, es una gracia que deriva de la belleza de Cristo y la gracia de María. Por ello los cristianos tienen la responsabilidad de dejarlo resplandecer en la acción: el amor no es sólo un sentimiento, es un compromiso que ilumina toda la vida.

La mesa redonda al término de esta ponencia tan rica en contenido y profundidad, fue tan abrumadora como la anterior, pero más larga. Los oradores no se caracterizaron por su retórica dinámica y ordenada, lo cual dejó muy poco a la concurrencia en general según pude más tarde constatar.

La segunda parte de los trabajos por áreas lingüísticas fue bastante más concreta que la del día anterior, y se reflexionó sobre los caminos pedagógicos adoptados por cada movimiento y los desafíos que presenta el actual tiempo tardo moderno para la Iglesia y para los movimientos en general.

Día 2 de junio

La última conferencia a cargo del Cardenal Angelo Scola, Patriarca de Venecia, titulada: "Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades en el mundo", fue la que propiamente dio los fundamentos teológicos de por qué los movimientos y las nuevas comunidades son de vital importancia para la Iglesia. Fue una exposición sumamente interesante en la que se destacó que la vida donada del Espíritu de Cristo es siempre personal, por lo cual la libertad del que responde es de vital importancia. En la Tradición, Dios se revela como unidad orgánica de dinamismo (que garantiza la objetividad del mensaje) y carismática (que garantiza la pluralidad de los dones sacramentales). Esta co-esencialidad es propia de la Iglesia como tal: es el Espíritu por un lado y la libertad del hombre por el otro, ya que, como decía Romano Guardini, la Iglesia nace de las almas y de las personas. Seguir el propio carisma profundiza la objetividad del Bautismo: quien encuentra un movimiento debe ser siempre verdaderamente eclesial.

Por ello la misión para el III milenio es mostrar a Cristo teniendo en cuenta el tiempo y la cultura. El cristiano está llamado a través de todas las circunstancias de la vida a plasmar el mensaje de Cristo. Dice el Apóstol: "Examinadlo todo pero guardad lo que es bueno". La educación en la fe debe ser orgánica (pensamiento caro al Padre Kentenich): vivido en la vida y atestiguado en la fe. Es imposible separar en la educación cristiana lo que Cristo enseña. Por ello el testimonio (ters tís, el 3° que está entre dos) mueve a la persona y a la comunidad a una vida más plena. Para los movimientos no existe un único camino a seguir: se perdería esa diversidad que provoca el Espíritu para el bien de la Iglesia. La acción y la reflexión de los movimientos en la Iglesia debe tener lugar en la sinfonía total de la creación: impone buscar permanentemente nuevas formas.

Por ello la respuesta frente a los desafíos de la posmodernidad no proviene de afuera, sino de adentro del mismo cristianismo: El hombre posmoderno soporta la realidad porque esa realidad está guiada por la Divina Providencia. Hay que llegar a mostrar la importancia y las implicancias antropológicas y sociales de las personas de la felicidad y la libertad, dos temas fundamentales que trata de alcanzar la posmodernidad.

Por ello el desafío es descubrir el querer de Dios en estos tiempos tan buscadores de verdad y de libertad, y asumirlos como Iglesia desde cada persona, cada carisma y también desde cada comunidad, porque el mensaje de Cristo nos urge, y porque como exclama el Apóstol: "¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!".

Conclusiones leídas por Mons. Rylko

Habiendo participado de una experiencia única, especial, de la riqueza y variedad de los dones carismáticos que el Espíritu Santo nos hace llegar en estos días, hemos constatado que Pentecostés es el icono más bello de la Iglesia: donde están María y los apóstoles y la intervención del Espíritu Santo, los elementos constitutivos de la Iglesia.

Empezamos el Congreso profundamente unidos al Santo Padre que nos dijo en las palabras del bienvenida: "El Papa necesita de los movimientos y las nuevas comunidades, y éstos al Papa".

Todos nosotros sostenemos que este mensaje es un programa de vida y acción:

  1. Que estos movimientos sean siempre escuelas de comunión
  2. Lleven siempre la luz de Cristo a todos los ambientes sociales, culturales donde vivís
  3. Lleven en este mundo turbado el testimonio de la libertad que Cristo nos dio.
  4. Sed constructores de un mundo mejor de acuerdo al ordo amoris.
  5. Los movimientos son signos luminosos de la belleza de Cristo y su Iglesia. Esto es un hecho y un desafío.
  6. Todo problema debe ser llevado por los movimientos a los pastores con el sentimiento de comunión profunda

El tema del Congreso abrió perspectivas fascinantes: la belleza de Cristo y de ser cristianos. Esta belleza se nos presenta entonces como don, gracia y misión: debemos comunicarla con alegría, y esta comunicación no se da tanto por las palabras como por ósmosis. Es la santidad vivida desde dentro.

María es guía de nuestro Congreso y a Ella se lo confiamos porque es la TOTA PULCHRA, y está siempre en comunión con nosotros. Es por ello que el cristiano, como dice Von Balthasar, nunca es un ser solitario, el cristiano tiene un fuerte sentido de pertenencia a una comunidad.

Los movimientos generan en las personas una pertenencia total, entonces las cambia y permite una unión auténtica con la Iglesia.

También responden a la exigencia de tener una casa: Dice SS Benedicto XVI: "Gracias a los movimientos las filas de los bautizados han encontrado una casa, una familia"

La madurez eclesial, aunque esté vinculada al tiempo, no es envejecer. Al contrario, es una juventud permanente del espíritu. El cansancio y la rutina siempre están al acecho, pero no debemos desfallecer sino seguir siempre este primer impulso generado por el carisma original que jamás debe perder la fuerza y la pasión por el compromiso con el reino de Dios: Es la conversión constante del corazón para descubrir este primer amor a Cristo.

Es de suma importancia la memoria constante de los orígenes de la propia historia que se convierte en reto y compromiso. La vocación de los movimientos es una "sana provocación" para el mundo y la Iglesia: deben ser los "signos de contradicción" en el mundo de hoy, contra las fuerzas niveladoras que se dan en aquellas comunidades cristianas cansadas, desalentadas, descoloridas: debemos revitalizar y alegrar toda la Iglesia con la belleza que proviene de Cristo.

3. Actividades durante el congreso

Las actividades realizadas durante el Congreso no fueron significativas.

Las mesas redondas al finalizar las conferencias, trataban de temas independientes relativos a la juventud, la educación especial, el trabajo con los pobres, etc., desde la visión de algunos fundadores de movimientos y comunidades nuevas, pero sin morder la temática del encuentro. Supuestamente eran 8 minutos por cada orador, lo que resultó ser unos 12 minutos cada uno, y los participantes de las mesas redondas eran 8 por cada una. Casi todos resultaron ser testimonios personales. Sin invalidar los mismos, ninguno dejó material para la reflexión acerca de la respuesta al mundo que daba cada movimiento a las problemáticas planteadas. No hubo grandes oradores, por lo que cada mesa redonda resultó ser demasiado larga y, como dije anteriormente, abrumadora.

En cuanto a los trabajos por idiomas, ya aclaré que el problema fue que las preguntas fueron demasiado generales, siempre teniendo en cuenta que la mayor cantidad de participantes eran de movimientos nuevos (algunos incluso se fundaron gracias al primer encuentro de movimientos convocados por SS Juan Pablo II en el año 1998). Las preguntas trabajadas no fueron concretas y no tuvieron en cuenta a los movimientos con más historia y camino vivido, lo que hubiera generado un encuentro de intercambio más profundo y significativo.

La riqueza de este encuentro se basó en la rica experiencia del encuentro personal con gente de países, culturas y carismas tan diversos como sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Ello hace que se abra el panorama a veces limitado por el tiempo y el espacio particular a una visión más universal de la Iglesia.

4. Valoración personal acerca de la postura de la Iglesia con respecto a los movimientos y su importancia en la actualidad

Cuando se habla de la Iglesia, muchas imágenes rondan con esa palabra tan cargada de significado para toda la civilización. Al hacer un análisis del papel que juega la Iglesia en la actualidad, el panorama se abre como un abanico, puesto que nuestra época ha tomado a la Iglesia como una institución en su aspecto más secular: si de elegir Papa se trata, el debate del mundo no es, claro está el obrar de Dios sobre los cardenales a cargo de esa misión tan grande, sino y sobre todo, la telaraña política y el negociado intrínseco que tiene esa elección ante los ojos humanos casi totalmente despojados de una visión trascendente.

En lo nacional, el país (Argentina) atraviesa por una gran crisis institucional en todos los órdenes, crisis que se hace notar (y muchas veces es incentivada) por el gobierno mismo, que con sus dichos por demás virulentos, continuamente pone en jaque la relación Iglesia-Estado: ésta se deteriora cada vez más, lo que impacta en toda la comunidad católica y no católica de manera desfavorable desde todo punto de vista, puesto que los que estamos dentro de la Iglesia demonizamos al gobierno y los que no participan en la vida de la Iglesia, hacen críticas por demás superficiales y arbitrarias que nada tienen que ver con la Iglesia que instituyó Cristo.

Es por ello que el tema de la Iglesia por momentos se presenta como un tema por demás doloroso: cada fiel quiere ver a la Iglesia en su ser real, los medios la bastardean a diario y los laicos no podemos o no tenemos la inquietud básica de defender lo que consideramos verdadero y digno de lucha, no para caer en el mismo error del otro, sino para superarlo con la vida y las actitudes cristianas de humildad y magnanimidad.

El Congreso que se llevó a cabo en Rocca di Papa, mostró a esa misma Iglesia tan golpeada por la sociedad actual, con una riqueza y un dinamismo digno de una obra de Dios.

Constatar la fecundidad de los carismas promovidos por el Espíritu Santo que uno ni sabe que existen, el compromiso de los laicos por la educación, la adoración, la educación de los niveles sociales más bajos y dejados de lado por otras instituciones, es realmente increíble.

Llama la atención que ante tiempos desesperanzados, el mensaje de Cristo cobra tanta vida en personas concretas, con compromisos que ponen en entredicho el juicio apresurado del mundo. Es una Iglesia con hambre de acción y de transformar la sociedad. El mundo está tan saturado de verdades parciales, que pide a gritos que se le muestre la verdadera belleza, esa que no proviene del cuerpo, sino del espíritu.

Claro que esta belleza impone un desafío: no en vano Cristo trae la verdad sobre el hombre y sobre la historia: de la única manera que podamos realizar el Reino de Dios sobre la tierra, es haciendo de nuestras vidas algo que transparente el amor de Dios a los hombres en actos concretos y estos actos son a los que aspiramos en la santidad de la vida diaria.

Es interesante constatar que la santificación personal no alcanza: como decían en el Congreso, el cristiano no es un ser solitario, por lo que la comunidad a la cual pertenece también debe ser santificada. Y eso se logra sólo a través del testimonio y de las obras concretas: el compromiso del laico es de vital importancia a la hora del crecimiento de la Iglesia. Si tenemos laicos que son incapaces de trascender el mero pietismo quietista (lo que nuestro Padre Fundador diría de los "pasivistas de la historia"), la Iglesia pierde riqueza y carisma, se debilita y terminamos aburguesando el mensaje de Cristo a una comodidad de catacumbas (hablamos en silencio y sólo para el grupo de los elegidos, como ya sucedió con los gnósticos en el comienzo del cristianismo).

El mundo entero tiene hambre de Dios. Y la saciedad no proviene solamente de una mejor distribución de las riquezas, sino de vidas que vivan el evangelio en todos los ámbitos en los que estén. La evangelización de la cultura comienza con el encuentro personal con Cristo y ese mismo encuentro personal nos lleva casi espontáneamente a la comunidad entera.

5. Análisis del papel de Schoenstatt en su misión para la renovación religioso-moral del mundo en Cristo.

Tuvo en mí un impacto muy grande el haber constatado que el pensamiento del Padre Kentenich es de vital importancia no sólo para comprender el mundo actual, sino para sanarlo desde sus raíces. Es increíble escucharlo al Papa Benedicto XVI, utilizando un lenguaje tan kentenijiano. Lo que ahora escuché en el Congreso, ya el P. Kentenich lo decía en 1912. Y eso es un claro desafío a nuestro movimiento. De nada sirve decir, hablar lo importante que es el pensamiento de nuestro Fundador para la Iglesia y el mundo, si no salimos de la visión más estática y conformista de una parte del Schoenstatt actual: la piedad y la devoción a María de tipo intimista. Si nos quedamos así, corremos el riesgo de no avanzar más y quedarnos con una visión tremendamente distorsionada de Schoenstatt: la idea genera la acción, caso contrario, la idea muere. Es lo mismo que dice el Apóstol: "la fe sin obras es fe muerta".

Juan Enrique Coeymans ha tenido una intervención sumamente inspirada durante el Congreso: con su particular estilo ha reclamado frente a todo el Pontificio Consejo para los laicos que en las mesas redondas no se haya tratado el tema de la familia. Porque es en las familias donde el hombre aprende a manejarse en sociedad, y donde aprende todas las cuestiones más importantes de su vida. Y a continuación, dio un testimonio tan profundo como emotivo: cuando su Director Espiritual les preguntó a él y a su hermano por qué eran católicos, él reflexionó esa pregunta, y se dio cuenta que eran cristianos por el testimonio de amor y admiración mutua que se tenían sus padres. Su padre ("un racionalista francés, con perdón de los franceses presentes, pero son todos racionalistas" (sic)) no era un fervoroso cristiano y su madre les enseñaba a rezar oraciones espantosas que nunca consiguieron movilizar a nadie. Así y todo, el testimonio de amor entre ellos dos les había mostrado de una manera preclara la profunda unión de Cristo con su Iglesia, y de un amor manifestado en el matrimonio y en la familia capaz de superar todos los obstáculos terrenales.

Siguió su testimonio diciendo que en Schoenstatt la devoción a María no era para nada pietista: María en el Santuario de Schoenstatt se presenta como Educadora del hombre. María es una persona que en cuanto le dice su Fiat a Dios, se pone en movimiento y sale a visitar a su prima Isabel. María no vivió encerrada en adoración, sino que era un ama de casa, una persona que está pendiente de los hombres para ayudarlos y llevarlos al corazón de su hijo.

Es el pensamiento orgánico vivido: el cobijamiento y las gracias del Santuario nos impulsan de manera casi necesaria al apostolado y al apostolado universal. Por ello la magnanimidad es de vital importancia a la hora de trasmitir el mensaje de nuestro Fundador: "No sólo lo grande ni lo más grande, sino lo excelso ha de ser el objeto de nuestras aspiraciones intensificadas". Si nos quedamos cortos en las exigencias, si nos conformamos con la misa dominical y con cumplir el horario Espiritual, estamos condenando a muerte el ser mismo de Schoenstatt. Si no conseguimos movilizar al laico desde un plano más activo, es que algo estamos haciendo mal: el mundo necesita desesperadamente el mensaje del Padre Kentenich. La pregunta que me corroe la mente desde el Congreso es: ¿Qué estamos haciendo para mostrar al verdadero Padre José Kentenich, vivo, presente en el hoy, que no es un recuerdo? Honestamente no lo sé.

En los "Principios Generales del Movimiento Apostólico de Schoenstatt", nuestro Fundador nos dice que es necesario formar "líderes de líderes", para que, como una piedra en un lago, los círculos se amplíen cada vez más y el mensaje cristiano llegue a toda la orilla. Y la formación de "líderes de líderes" debe estar asegurada por los Institutos seculares de Schoenstatt. Como miembro de un Instituto Secular, me pregunto si estamos haciendo lo que nos pidiera el Padre Kentenich ya en 1926, o si por lo menos estamos haciendo lo suficiente.

Está clarísimo que el pensamiento de nuestro Fundador aún no ha sido comprendido por nosotros del todo. Y eso es claramente un signo y un desafío: la formación en todos los aspectos se hace una urgencia y una necesidad. También es esperanzador, porque siempre hay algo nuevo que aprender, y por eso es más difícil que nos estaticemos en una espiritualidad que nada tiene de rutinaria ni de "vieja", sino que es un equilibrio entre la contemplación y el dinamismo.

"Mi vida para Schoenstatt, Schoenstatt para la Iglesia, la Iglesia para el Dios Uno y Trino". Es el pensamiento orgánico en una formulación sumamente sencilla.

La posmodernidad nos pone en continuo jaque: es por ello que nuestra época es tan motivadora y nos exige diariamente creatividad a la hora de hacer llegar el mensaje de Cristo. La pedagogía en la transmisión de la fe es de vital importancia en este tercer milenio. Y si el problema es pedagógico... ¿a quién exigir más que a un movimiento que se denominó "Movimiento de educación y de educadores"?

Cecilia E. Sturla de Sanguinetti, 9° curso del Instituto de Familias, LVP


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