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Ordenación de Miguel Rocha
Ordination of Miguel Rocha
Priesterweihe von Miguel Rocha
Fotos: Aileen Lütjens © 2006
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CHILE, Vinculo. "Estamos profundamente agradecidos a
todos los que nos han acompañado y con los que nos ha tocado trabajar,
porque cada uno ha colaborado en la formación y ha sido más
importante de lo que se imagina, ha sido un gran regalo. Pedimos que se
rece por las vocaciones, por la fidelidad que es algo que se conquista
día a día".
El sábado 29 de abril se ordenó sacerdote Miguel en la
Iglesia del Espíritu Santo de Bellavista. Hijo de Miguel y Luz
Verónica, es el mayor de tres hermanos, le siguen Luis y María
Jesús. Estudia en la Alianza Francesa de Concepción y a
los diez años entra a los Pioneros de Schoenstatt. Luego entra
a Bioquímica en la Universidad de Concepción, carrera que
le atrajo porque reunía temas interesantes como salud, moral, investigación.
Está dos años y participa en el centro de alumnos. Ahí
toma su decisión de entrar a la comunidad de los Padres de Schoenstatt.
Parte a su noviciado en el año 1996, estando dos años en
Paraguay. Pertenece al curso Ita Sión Cruz in Corde Patris,
que es muy internacional, lo que para él es un gran regalo, porque
ser un reflejo de la Comunidad de los Padres en el propio curso, es un
desafío y una riqueza.
Hoy le preocupa en forma especial el tema de las comunicaciones, porque
considera que a través de los medios (prensa, radio, TV) se llega
a todos y cree que aún queda mucho por hacer en este ámbito.
"Hay que saber pensar y proponer para adelantarse y transmitir con categorías
comprensibles, actuales y modernas nuestro mensaje y ser así, alma
del mundo".
Unos días antes de la ordenación quisimos que él
mismo nos contara de su opción por este gran camino al sacerdocio.
¿Cuándo conociste el Movimiento de Schoenstatt?
- Conocí el Movimiento a los 10 años en Concepción;
se formaban grupos de Cruzados con niños de varios colegios,
el P. Claudio Jeria era el asesor de la juventud masculina. Fue bien
especial el hecho que el chiquillo que me invitó al Movimiento
(que era masón de familia) se salió del grupo el día
en que yo entré. Hacíamos lo propio de esa edad con juegos,
peleas, etc. Luego entró mi hermano menor y después mis
papás a la Rama de matrimonios, lo que fue muy bueno, porque
hasta entonces sólo éramos católicos de misa de
domingo. Nos comprometimos como familia a ir juntos los domingos a misa
al santuario, sin enojo para levantarnos, porque ahí todos nos
sentíamos en casa, era un lugar de amigos donde nos encontrábamos
los Pioneros, Cruzados, juventud femenina. Con el tiempo, el santuario
fue un lugar de visita de otro día en la semana.
¿Cómo fue tu paso por la juventud del Movimiento?
- Tuve una participación activa en los Pioneros, primero como
jefe de grupo y luego de rama, después fui subjefe de los Universitarios,
con harta responsabilidad, años muy lindos. En esa época
los asesores fueron el P. Claudio, el P. Marcelo Aravena y el P. Alejandro
Martínez, con los que tuvimos un contacto muy natural y de confianza;
compartíamos en los campamentos, las reuniones y también
con nuestra familia. Por otra parte pude experimentar la necesidad de
Dios en mi colegio, que era laico, y muchos no eran creyentes, también
en la Universidad, donde me decían "No podrás ser buen
científico porque eres católico". Todo esto fue una motivación
a ser una respuesta en el mundo. Me pregunté ¿qué me quiere
decir Dios? Pude experimentar más radicalmente el vivir los ideales
de Schoenstatt en la vida diaria, porque como joven es un desafío
perseverar habiendo tantas alternativas en el mundo. Ahí comprendí
que la fidelidad se juega en el compromiso, no en el tratar de no caernos.
Dios nos mira en el proceso que hacemos.
¿Y cuándo se despierta en ti la vocación?
- Estaba en la Universidad, muy contento con mi carrera, entusiasmado
saliendo con una chiquilla, tenía la vida perfecta; el tema de
la vocación era algo que no me lo quería plantear. Le
dije a Dios: "Si quieres algo de mí, tienes que mostrármelo".
Sin embargo, me llené de actividades para no escuchar a Dios.
Pero sucedió algo especial: estuve enfermo, lo que me llevó
un mes a la cama, y tuve que dejar la universidad. Como a san Ignacio
de Loyola, Dios me dio tiempo para pensar. Ese mes fue un gran retiro
para confrontarme con la vocación, fue un tiempo para Dios, y
ahí en ese mes tomé la decisión de entrar a la
Comunidad de los Padres de Schoenstatt, y lo conversé con el
P. Alejandro. Fue difícil volver a la vida normal, porque la
decisión tiene que hacerse concreta, en la vida cotidiana uno
se re-decide con todo, con la humanidad completa. Dios no nos quiere
perfectos, El lleva a la plenitud esta decisión a largo plazo.
Era el año 1994, fui aceptado el ‘95 para entrar el ‘96.
¿Cuál fue la reacción de tu familia?
- Coroné a la Mater como "Reina de la vocación", les
cuento a mis papás y reaccionaron muy bien, pero con las típicas
preguntas, porque era muy joven (18 años), estaba en primer año
de universidad. Les pedí que me acompañaran rezando, seguí
mis actividades normalmente y en mayo del ‘95 lo doy a conocer a los
demás.
¿Cómo han sido tus años de paso por el Seminario?
- Ha sido un gran regalo cada una de las experiencias, trabajos y países
que he conocido, muy lindo y variado. El segundo año hice práctica
en un asilo de ancianos de Londrina (Brasil), me tocó conocer
la fuerza de la campaña de la Virgen Peregrina allá. En
Chile, estuve en el Colegio Monte Tabor, fue una experiencia muy completa
por el trabajo con niños, profesores, padres, uno se conecta
con la vida. Luego estuve en Querétaro, México, por un
año con la juventud masculina, ahí me dedico al apostolado,
viviendo la vida de un padre de Schoenstatt, lo que me ayudó
a madurar en la conciencia de lo que es ser sacerdote, me afianzó
la vocación y la pertenencia a la comunidad. Luego viajamos a
Schoenstatt a hacer nuestro Terciado, donde estudiamos al Padre Kentenich,
conocemos la comunidad alemana en profundidad, nos reencontramos nuevamente
con el curso, es un tiempo de vivencias y alegrías, pero también
de redecidirse por la comunidad y reencontrarse con la vocación;
uno se confronta y se pregunta ¿así quiero que sea mi vida?
¿Cuál fue la motivación de ir a trabajar a Burundi?
- La motivación principal fue conocer la realidad del Movimiento
ahí y hacer un trabajo en conjunto con esa comunidad. Sentí
que Dios nos puede llevar a cualquier lado y ahí está
nuestra libertad interior. El P. Sydney Fones fue ese año a la
bendición de la Iglesia en Gikungu y aceptó mi propuesta.
Allá hay un centro de Schoenstatt, donde el P. Claudio Jeria
está hace 10 años. Trabajé con la juventud universitaria,
hicimos viajes apostólicos a distintas comunidades de Schoenstatt.
Es el lugar del mundo donde el Movimiento es más grande, hay
un gran desarrollo y mucho trabajo. Tuve un desafío importante
por la limitante que es el idioma "kirundi".
¿Cómo han sido tus últimos años en Chile y tu trabajo
apostólico?
- Junto con terminar la carrera de teología, he trabajado en
la zona del Maipo con la juventud y el Consejo de Familias, un trabajo
muy completo. En estos años uno se acerca a lo que será
el sacerdocio, se ve más de cerca y se proyecta a futuro. Ha
sido un tiempo lindo de pregustar muchas cosas, porque uno tiene más
herramientas para poder vivir más plenamente el sacerdocio. También
la conquista del santuario en esa zona ha sido un gran regalo.
¿Qué te llevó a elegir como lema de tu ordenación:
"Señor tú sabes que te quiero", "Apacienta mis ovejas"?
- Este pasaje de la Biblia nos muestra el encuentro con Jesús,
en la forma de un diálogo, que se da a lo largo de toda nuestra
vida, uno dice lo que siente y El te responde. El diálogo toma
lo más personal de uno y en base a eso El te quiere y te confía
cosas. "Apacentar" es dar paz y misericordia, tranquilidad interior
por el sentirse querido por Dios, porque El nos conoce y nos ama. Lo
importante es que de este encuentro permanente que toma lo propio, seamos
mensajeros del amor de Dios, mensajeros del Padre.
¿Qué quisieras transmitir como sacerdote?
- La vida sacerdotal es una vida normal, es importante humanizarla
cada vez más, el regalo de la vocación es para llevarnos
a la plenitud y poder entregarlo a los demás. El sacerdocio es
algo que se aprende, uno necesita conocerse, quererse, aceptarse, la
base es estar convencido de que Dios nos ama profundamente tal como
somos. He experimentado ese amor sanador de Dios en mi vida y por eso
quiero transmitirlo, quiero entregarlo. Que sea un sacerdocio "pascual",
que pasa por todo, desde el Viernes Santo hasta el Domingo de Resurrección,
porque ahí está la vida que nos entrega el Señor
por amor y que nos salva. A través de la gente que se nos confía
uno aprende, ve, conoce y se maravilla con el camino que Dios hace con
los demás.
¿Qué significado tiene para ti el ideal de curso "Ita Sión
Cruz y Corde Patris"
-
El ideal es la genialidad que el Padre Kentenich tuvo para las comunidades
libres. "Ita Sión Cruz" es la decisión de seguir la
voluntad del Padre, experimentar en la Cruz de la Unidad la misión,
la entrega de mi propia vida sacerdotal, acompañado de María.
Sí puede darse sólo con la segunda parte, que es poder
estar en el corazón del Padre, poder sentirse amado por Dios,
que tiene mucho que ver con la historia personal. Uno en los diferentes
momentos de la vida puede ir viviendo diferentes aspectos. La idea
es que sea un ideal dinámico, porque cada tiempo entrega dimensiones
nuevas y hay que estar abierto a ellas. Como es para toda la vida
hay que proyectarse, invertir y eso es una tarea.
De: Vinculo, Revista del Movimiento de Schoenstatt, Chile
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