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 published: 2006-05-17

P. Miguel Rocha Anguita: "Dios nos mira en el proceso que hacemos"

"He experimentado el amor sanador de Dios en mi vida y por eso quiero transmitirlo, quiero entregarlo"

 

El neo-sacerdote Padre Miguel Rocha (centro)

The newly ordained priest, Father Miguel Rocha (center)

Der Neupriester Pater Miguel Rocha (Mitte)

 

Ordenación de Miguel Rocha

Ordination of Miguel Rocha

Priesterweihe von Miguel Rocha

Fotos: Aileen Lütjens © 2006

 
   

CHILE, Vinculo. "Estamos profundamente agradecidos a todos los que nos han acompañado y con los que nos ha tocado trabajar, porque cada uno ha colaborado en la formación y ha sido más importante de lo que se imagina, ha sido un gran regalo. Pedimos que se rece por las vocaciones, por la fidelidad que es algo que se conquista día a día".

El sábado 29 de abril se ordenó sacerdote Miguel en la Iglesia del Espíritu Santo de Bellavista. Hijo de Miguel y Luz Verónica, es el mayor de tres hermanos, le siguen Luis y María Jesús. Estudia en la Alianza Francesa de Concepción y a los diez años entra a los Pioneros de Schoenstatt. Luego entra a Bioquímica en la Universidad de Concepción, carrera que le atrajo porque reunía temas interesantes como salud, moral, investigación. Está dos años y participa en el centro de alumnos. Ahí toma su decisión de entrar a la comunidad de los Padres de Schoenstatt.

Parte a su noviciado en el año 1996, estando dos años en Paraguay. Pertenece al curso Ita Sión Cruz in Corde Patris, que es muy internacional, lo que para él es un gran regalo, porque ser un reflejo de la Comunidad de los Padres en el propio curso, es un desafío y una riqueza.

Hoy le preocupa en forma especial el tema de las comunicaciones, porque considera que a través de los medios (prensa, radio, TV) se llega a todos y cree que aún queda mucho por hacer en este ámbito. "Hay que saber pensar y proponer para adelantarse y transmitir con categorías comprensibles, actuales y modernas nuestro mensaje y ser así, alma del mundo".

Unos días antes de la ordenación quisimos que él mismo nos contara de su opción por este gran camino al sacerdocio.

¿Cuándo conociste el Movimiento de Schoenstatt?

  • Conocí el Movimiento a los 10 años en Concepción; se formaban grupos de Cruzados con niños de varios colegios, el P. Claudio Jeria era el asesor de la juventud masculina. Fue bien especial el hecho que el chiquillo que me invitó al Movimiento (que era masón de familia) se salió del grupo el día en que yo entré. Hacíamos lo propio de esa edad con juegos, peleas, etc. Luego entró mi hermano menor y después mis papás a la Rama de matrimonios, lo que fue muy bueno, porque hasta entonces sólo éramos católicos de misa de domingo. Nos comprometimos como familia a ir juntos los domingos a misa al santuario, sin enojo para levantarnos, porque ahí todos nos sentíamos en casa, era un lugar de amigos donde nos encontrábamos los Pioneros, Cruzados, juventud femenina. Con el tiempo, el santuario fue un lugar de visita de otro día en la semana.

¿Cómo fue tu paso por la juventud del Movimiento?

  • Tuve una participación activa en los Pioneros, primero como jefe de grupo y luego de rama, después fui subjefe de los Universitarios, con harta responsabilidad, años muy lindos. En esa época los asesores fueron el P. Claudio, el P. Marcelo Aravena y el P. Alejandro Martínez, con los que tuvimos un contacto muy natural y de confianza; compartíamos en los campamentos, las reuniones y también con nuestra familia. Por otra parte pude experimentar la necesidad de Dios en mi colegio, que era laico, y muchos no eran creyentes, también en la Universidad, donde me decían "No podrás ser buen científico porque eres católico". Todo esto fue una motivación a ser una respuesta en el mundo. Me pregunté ¿qué me quiere decir Dios? Pude experimentar más radicalmente el vivir los ideales de Schoenstatt en la vida diaria, porque como joven es un desafío perseverar habiendo tantas alternativas en el mundo. Ahí comprendí que la fidelidad se juega en el compromiso, no en el tratar de no caernos. Dios nos mira en el proceso que hacemos.

¿Y cuándo se despierta en ti la vocación?

  • Estaba en la Universidad, muy contento con mi carrera, entusiasmado saliendo con una chiquilla, tenía la vida perfecta; el tema de la vocación era algo que no me lo quería plantear. Le dije a Dios: "Si quieres algo de mí, tienes que mostrármelo". Sin embargo, me llené de actividades para no escuchar a Dios. Pero sucedió algo especial: estuve enfermo, lo que me llevó un mes a la cama, y tuve que dejar la universidad. Como a san Ignacio de Loyola, Dios me dio tiempo para pensar. Ese mes fue un gran retiro para confrontarme con la vocación, fue un tiempo para Dios, y ahí en ese mes tomé la decisión de entrar a la Comunidad de los Padres de Schoenstatt, y lo conversé con el P. Alejandro. Fue difícil volver a la vida normal, porque la decisión tiene que hacerse concreta, en la vida cotidiana uno se re-decide con todo, con la humanidad completa. Dios no nos quiere perfectos, El lleva a la plenitud esta decisión a largo plazo. Era el año 1994, fui aceptado el ‘95 para entrar el ‘96.

¿Cuál fue la reacción de tu familia?

  • Coroné a la Mater como "Reina de la vocación", les cuento a mis papás y reaccionaron muy bien, pero con las típicas preguntas, porque era muy joven (18 años), estaba en primer año de universidad. Les pedí que me acompañaran rezando, seguí mis actividades normalmente y en mayo del ‘95 lo doy a conocer a los demás.

¿Cómo han sido tus años de paso por el Seminario?

  • Ha sido un gran regalo cada una de las experiencias, trabajos y países que he conocido, muy lindo y variado. El segundo año hice práctica en un asilo de ancianos de Londrina (Brasil), me tocó conocer la fuerza de la campaña de la Virgen Peregrina allá. En Chile, estuve en el Colegio Monte Tabor, fue una experiencia muy completa por el trabajo con niños, profesores, padres, uno se conecta con la vida. Luego estuve en Querétaro, México, por un año con la juventud masculina, ahí me dedico al apostolado, viviendo la vida de un padre de Schoenstatt, lo que me ayudó a madurar en la conciencia de lo que es ser sacerdote, me afianzó la vocación y la pertenencia a la comunidad. Luego viajamos a Schoenstatt a hacer nuestro Terciado, donde estudiamos al Padre Kentenich, conocemos la comunidad alemana en profundidad, nos reencontramos nuevamente con el curso, es un tiempo de vivencias y alegrías, pero también de redecidirse por la comunidad y reencontrarse con la vocación; uno se confronta y se pregunta ¿así quiero que sea mi vida?

¿Cuál fue la motivación de ir a trabajar a Burundi?

  • La motivación principal fue conocer la realidad del Movimiento ahí y hacer un trabajo en conjunto con esa comunidad. Sentí que Dios nos puede llevar a cualquier lado y ahí está nuestra libertad interior. El P. Sydney Fones fue ese año a la bendición de la Iglesia en Gikungu y aceptó mi propuesta. Allá hay un centro de Schoenstatt, donde el P. Claudio Jeria está hace 10 años. Trabajé con la juventud universitaria, hicimos viajes apostólicos a distintas comunidades de Schoenstatt. Es el lugar del mundo donde el Movimiento es más grande, hay un gran desarrollo y mucho trabajo. Tuve un desafío importante por la limitante que es el idioma "kirundi".

¿Cómo han sido tus últimos años en Chile y tu trabajo apostólico?

  • Junto con terminar la carrera de teología, he trabajado en la zona del Maipo con la juventud y el Consejo de Familias, un trabajo muy completo. En estos años uno se acerca a lo que será el sacerdocio, se ve más de cerca y se proyecta a futuro. Ha sido un tiempo lindo de pregustar muchas cosas, porque uno tiene más herramientas para poder vivir más plenamente el sacerdocio. También la conquista del santuario en esa zona ha sido un gran regalo.

¿Qué te llevó a elegir como lema de tu ordenación: "Señor tú sabes que te quiero", "Apacienta mis ovejas"?

  • Este pasaje de la Biblia nos muestra el encuentro con Jesús, en la forma de un diálogo, que se da a lo largo de toda nuestra vida, uno dice lo que siente y El te responde. El diálogo toma lo más personal de uno y en base a eso El te quiere y te confía cosas. "Apacentar" es dar paz y misericordia, tranquilidad interior por el sentirse querido por Dios, porque El nos conoce y nos ama. Lo importante es que de este encuentro permanente que toma lo propio, seamos mensajeros del amor de Dios, mensajeros del Padre.

¿Qué quisieras transmitir como sacerdote?

  • La vida sacerdotal es una vida normal, es importante humanizarla cada vez más, el regalo de la vocación es para llevarnos a la plenitud y poder entregarlo a los demás. El sacerdocio es algo que se aprende, uno necesita conocerse, quererse, aceptarse, la base es estar convencido de que Dios nos ama profundamente tal como somos. He experimentado ese amor sanador de Dios en mi vida y por eso quiero transmitirlo, quiero entregarlo. Que sea un sacerdocio "pascual", que pasa por todo, desde el Viernes Santo hasta el Domingo de Resurrección, porque ahí está la vida que nos entrega el Señor por amor y que nos salva. A través de la gente que se nos confía uno aprende, ve, conoce y se maravilla con el camino que Dios hace con los demás.

¿Qué significado tiene para ti el ideal de curso "Ita Sión Cruz y Corde Patris"

  • El ideal es la genialidad que el Padre Kentenich tuvo para las comunidades libres. "Ita Sión Cruz" es la decisión de seguir la voluntad del Padre, experimentar en la Cruz de la Unidad la misión, la entrega de mi propia vida sacerdotal, acompañado de María. Sí puede darse sólo con la segunda parte, que es poder estar en el corazón del Padre, poder sentirse amado por Dios, que tiene mucho que ver con la historia personal. Uno en los diferentes momentos de la vida puede ir viviendo diferentes aspectos. La idea es que sea un ideal dinámico, porque cada tiempo entrega dimensiones nuevas y hay que estar abierto a ellas. Como es para toda la vida hay que proyectarse, invertir y eso es una tarea.

De: Vinculo, Revista del Movimiento de Schoenstatt, Chile

 


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Last Update: 17.05.2006 Mail: Editor /Webmaster
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