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 published: 2006-04-04

Primer aniversario del "nacimiento a la Vida" del Siervo de Dios, Juan Pablo II

Plaza San Pedro, domingo 2 de abril de 2006

 

Roma, San Pedro, 2 de abril: Jovenes con un cartel – Juan Pablo II, no te olvidamos

Rome, St. Peter’s, april 2: Youth carrying a banner: John Paul II, we don’t forget you

Rom, Peterseplatz, 2. April: Jugendliche mit einem Transparent: Johannes Paul II, wir vergessen dich nicht.

 

San Pedro, rezo del rosario

St. Peter’s, Rosary

Rosenkranz auf dem Petersplatz

 
 

Carteles

Banners

Transparente

 
 

Polonia se hace presente

Poland is present

Polen ist stark vertreten

 
 

Velas en cada lugar

Makeshift wayside shrines

Improvisierte Altärchen

 

Despues de las oraciones final

After the final prayers

Am Schluss will keiner so recht gehen

Fotos: Donnelly © 2006

 

 

 

ROMA, Simon Donnelly. ¿Es posible que haya transcurrido un año ya? Esta noche, miles de personas se llegaron hasta la Plaza San Pedro para conmemorar el primer aniversario de fallecimiento de Karol Wojtyla, el Papa nuestro a lo largo de tantos años que supo atraer tantos corazones hacia Cristo.

Juan Pablo II solía caminar siempre en medio nuestro, pero cuando llegué a Roma en el año 2003, ya estaba imposibilitado de caminar. Ya en ese entonces, durante sus alocuciones, a menudo arrastraba las palabras, lo que daba cuenta de la grave enfermedad que lo aquejaba y los efectos devastadores de la fuerte medicación prescripta para el mal de Parkinson. Para el 25° aniversario de su pontificado, en octubre de 2003, se sentó junto a nosotros en medio de una tarde otoñal para celebrar la Santa Misa, donde le agradeció a Dios las numerosas gracias recibidas, destacando de manera especial entre ellas al Cardenal Joseph Ratzinger, y a otros fieles colaboradores suyos que le sirvieron a lo largo de tantos años. Fue precisamente el Cardenal Ratzinger quien estuvo a cargo de la homilía esa tarde, en la que recordó el don que significó la persona de Juan Pablo II para la Iglesia desde que asumiera como pontífice en 1978.

Aquel sábado de la Octava de Pascua

Años más tarde, aún cuando ya casi no podía hablar, Juan Pablo II volvió a darnos una gran lección. Algunos días sus palabras eran inteligibles (como por ejemplo durante el encuentro con el Patriarca de Constantinopla, en diciembre de 2004) pero había días en que no se entendían en absoluto. Tuvo que delegar en otras personas, aunque sea en parte, la lectura de sus homilías. Nos chocó muchísimo tomar conciencia de que esa voz de la Iglesia que aprendimos a amar tanto, poco a poco iba perdiendo fuerza. Aún así, en medio de su dolor, físicamente el Papa continuó día a día con su agotador calendario litúrgico. Hasta que finalmente, el Domingo de Resurrección de 2005 por la mañana, apenas un año atrás, quienes nos congregamos junto al altar no pudimos verlo allí, como de costumbre, percatándonos de que no podía articular palabra cuando intentó transmitirnos su voz a través del micrófono, del que sólo salió el sonido ronco y entrecortado de nuestro querido Papa esforzándose por comunicarse con nosotros, lo que le resultó imposible. El Vicario de Cristo en la tierra se estaba muriendo, aunque nosotros no queríamos o no podíamos aceptarlo.

La tarde en que murió, poco menos de una semana después – el sábado de la Octava de Pascua – 300.000 personas rezábamos calladamente los misterios gloriosos del rosario en la Plaza San Pedro, cuando se nos comunicó, instantes después de haber muerto nuestro pastor de tantos años: Juan Pablo II ha "nacido a la Vida" – la vida eterna – al decir tan bello de los franceses cuando muere una persona.

Rezando nuevamente los Misterios Gloriosos

Esta noche, en esa misma Plaza, frente a la Basílica por la que han transitado más de 200 pontífices desde los tiempos en que San Pedro Apóstol recibiera allí su martirio, nos congregamos nuevamente para celebrar la vida de Karol Wojtyla, nuestro Papa, siervo de los siervos de Dios, que hoy día recibe especialmente el nombre de "Siervo de Dios". Muchos vinieron con pancartas, que daban "gracias" a Juan Pablo II por el don de su vida. Había al menos una gran pancarta con las palabras Santo subito (¡Proclámenlo "santo ya mismo"!), junto a centenares de banderas de Polonia, muchas de ellas con los nombres de ciudades y comunidades escritas. Miles de polacos se agolparon esta noche en la Plaza, algunos llorando silenciosamente.

Un grupo de scouts italianos repartía velas y hojas de canto. Se entonaron salmos, como Se tu mi ami, Simone (‘Pedro, si me amas, apacienta mis ovejas; te encomiendo a mi rebaño, ámalo así como me amas a mí’). Se escucharon extractos de poesías y otros escritos del Papa Wojtyla. A continuación, en medio de una tenue noche primaveral (sin lluvia ni viento), junto con nuestro Santo Padre Benedicto, rezamos nuevamente los misterios gloriosos del rosario, en latín esta vez, cada misterio con una breve meditación en diversos idiomas a modo de introducción. Una vez más se dejó oír la voz de muchas personas acostumbradas al uso del latín, al menos en el Padrenuestro, el Avemaría, el Salve y el Gloria en esa lengua. Pienso que el Papa sabe que precisamos esto, el tomar conciencia de que el idioma de la Iglesia universal se mantiene enteramente vivo. Por último, entonamos el Regina Coeli.

Fidelidad y dedicación a la tarea

Es lindísimo rezar con un Papa. Tan sólo una vez finalizado el rosario, a las 21.37 hs. en punto, momento de la muerte de Juan Pablo II, el Papa Benedicto dirigió unas palabras. Si hubiera que resumir en dos palabras la vida de Juan Pablo II, expresó Benedicto XVI, las mismas serían fedeltà ‘fidelidad’ y dedizione ‘dedicación a la tarea’. Habló un poco sobre su antecesor, dirigiéndoles un mensaje especial a los peregrinos polacos, conectados en vivo vía satélite desde Cracovia, y al recientemente instituido Cardenal, Arzobispo Stanislaw Dzywisz, quien hasta hace un año fuera secretario privado del Papa, acompañándolo durante su pontificado.

Vivamos el nombre de nuestro Papa: "Be-ne-det-to! Be-ne-det-to!", levantando en alto nuestras velas. Nos saludó, agitando su mano, y luego partió, dejando detrás suyo una Plaza colmada de peregrinos y fieles cantando, rezando, saludándose unos a otros, encontrándose con viejos amigos, y celebrando al coro de los santos de la Iglesia, junto con el nuevo servidor celestial, Juan Pablo II. Un amigo comentó: "Imagínense lo maravilloso que será cuando sea beatificado". Día que posiblemente no esté muy lejos.

Ya no tenemos miedo

Sobre los adoquines de la Plaza quedó un espontáneo reguero de velas, tal como le siguió a la muerte del Papa en 2005. Los polacos siguieron entonando sus cantos. La gente permaneció en el lugar por largo tiempo, al igual que la tarde en la que Benedicto fue elegido como Papa. Dos señoras jóvenes de Norteamérica proclamaban a viva voz, una a otra, y ambas a nuestro querido Papa difunto: "¡Ya no tenemos miedo! Juan Pablo II, te ama todo el mundo". De esta manera, 28 años más tarde, respondían a las palabras qué él dirigiera a la Iglesia y al mundo entero en su primera alocución como pontífice: "¡No tengáis miedo! ¡NO TENGÁIS MIEDO! ¡Abrid las puertas a Jesucristo!". Estas señoras resumieron lo que muchos de nosotros llevábamos en nuestro corazón esta noche: aún lloramos su muerte, pero nos regocijamos por su vida, y tenemos menos miedo que al comenzar nuestra peregrinación terrena. Parecería que aún hay mucho que temer en el mundo de hoy, pero con Cristo, nada hay que temer. Ni siquiera la muerte.

Mañana el Santo Padre celebrará la Eucaristía en memoria del Papa Juan Pablo II. Allí estaremos todos nosotros: seminaristas, diáconos y sacerdotes de mi Seminario, junto con una multitud de sacerdotes, religiosos y fieles de Roma y del mundo entero – que han comenzado a congregarse ya aquí para la celebración de la Semana Santa, que comienza en una semana más.

Traducción: mca, Argentina


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Last Update: 04.04.2006 Mail: Editor /Webmaster
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