Zum Weiterdenken - Considerations - Para reflexionar
 published: 2006-03-01

Quien no crea en milagros...

Rezar es conversar con Dios


Padre nuestro...

Our Father...

Vater unser...

Foto: POS Fischer © 2006

 

Hildegard Fischer. Yo sé que no existen las hadas que pasan cerca de mí y que, como corresponde con hadas decentes, me regalarían tres deseos. Yo sé que no existen las hadas, pero en todo caso, si las hubiera y si una pasara a mi lado, yo sé lo que le pediría: quisiera estar en el lugar donde los discípulos le pidieron a Jesús "Señor, enséñanos a rezar".

Rezar es conversar con Dios. No es un monologar ante el silencio de un Dios grande e infinito. Pero tampoco es un monólogo de un Dios con el que puedo encontrarme sólo si callo. Rezar es aguzar el oído para los deseos de Dios, para la voluntad de Dios, para el amor de Dios y también aguzar el oído para escuchar su respuesta a mi oración.

Con seguridad, todo aquel que quiera rezar bien, comprenderá lo que los discípulos le pidieron a Jesús; que les enseñe a rezar. Cada uno de nosotros, rezando, llega a límites en los que no escucha ni siente respuesta alguna... Siente dentro de sí un gran embrollo, un gran caos, ninguna oración le resulta, le faltan las palabras y los sentimientos. ¡Cómo debe haber sido la oración de Jesús!. Él, que "es uno con el Padre", Él, que no tenía estos límites, Él, que podía rezar en el amor y en la divinidad.

No es ningún milagro que los discípulos le pidieran que les enseñara a rezar si ellos pudieron experimentar este milagro de la oración divina. Y Jesús les enseñó a rezar. Les enseñó como primera oración la oración comunitaria, una oración en plural, "en primera persona del plural".

"Padre nuestro"

Jesús les enseña a los discípulos (y con ello también a nosotros), a comenzar su oración con el tratamiento que corresponde a Dios: "Padre nuestro". Dios es nuestro Padre, debemos acercarnos a Él y adorarlo como hijos y responderle como hijos suyos que somos. Cuando queremos rezar como Jesús nos enseñó, entonces no puede faltar nunca el pedido que se haga la voluntad de Dios, que su Reino venga a nosotros. Jesús nos enseña que en nuestras oraciones debe haber pedidos, debemos pedir por nuestro pan diario, pedir también que Dios nos libre del mal, que nos llame a estar cerca de Él, que no nos deje caer en la tentación y que nos perdone nuestras culpas. Cuando los discípulos le pidieron a Jesús "Señor, enséñanos a rezar", entonces Él rezó sencillamente una oración en plural, no le enseñó a cada discípulo individualmente, por decirlo así, en un ejercicio privado, practicando con cada uno como rezar. Creo que lo hizo así porque toda oración debe tener siempre también un carácter comunitario.

Rezar en comunión ... cuando estoy sola

Obviamente que cuando estoy sola, rezo con frecuencia en forma personal, en singular. Naturalmente que muchas de mis oraciones preferidas están escritas en esa forma. Por supuesto que rezo con gusto: "Oh, Señora mía, YO me ofrezco toda a ti". Pero Jesús nos enseñó a rezar en plural, porque en toda oración personal que me une con mi Dios, jamás, ni siquiera por una milésima de segundo, puedo rechazar o hacer imposible la palabra "nuestro" al dirigirme al Padre. Cuando mi conversación y mis peticiones dirigidas a Dios excluyen a otras personas, a una sola persona, entonces me habré distanciado de Jesús, distanciado de Dios, pues ya no es más una oración.

Concretamente eso significa también incluir en mi oración – que la mayoría de las veces rezo sola, siendo una mujer soltera – a todas las otras personas que Dios Padre ha creado. Esto quiere decir que en mi oración tiene que haber lugar para una súplica por todos los otros hijos del Padre. Debo crear un lugar en mi oración (y también en mi corazón) para todos los hombres pero también para cada uno de ellos. No importa que a estas personas las quiera o que sean importantes para mí, o si actualmente pisotean mi alma. No siempre es fácil para mí... pero cuando después leo en el "Hacia el Padre" en la oración del "Padre Nuestro": "Tú eres igual para todos, Padre y generoso en amor" (Nº 117), entonces están presentes todas las personas con las que estoy en guerra cuando más tarde rezo: "Con Cristo, su Hijo, bendíganos la Virgen María", el tradicional saludo mariano.

Rezar con otros cuando no puedo hacerlo sola.

Rezar es maravilloso y frecuentemente me alegro por ello, rezo con gusto y sencillamente le cuento a mi Dios y nuestro Dios toda clase de cosas sin un orden establecido, pensamientos llenos de baches que seguramente necesitan de un Dios todopoderoso y omnisciente para desenmarañar el caos. Y a pesar de eso sucede muchas veces que repentinamente me detengo y la oración me es muy difícil, no solamente porque me faltan las palabras, sino porque mi corazón no vibra, sólo rezo porque quiero rezar. Entonces disfruto al rezar sencillamente con otros.

Cuando no puedo rezar entonces voy con gusto a la Sta. Misa, y a una que esté preparada totalmente por otros para mí. Entonces puedo rezar con la comunidad y entonces en ese momento al rezar en plural se me aclara, me es palpable y consolador que los otros con su amor me llevan en su oración. Siempre que "pierdo" a un niño en el trabajo, es decir, cuando tengo que dejar a un niño del que sé que estará en circunstancias muy difíciles, entonces pierdo la fuerza y la perseverancia. Se me hace muy difícil rezar sola por este niño, por el que simplemente no pude hacer lo suficiente. Entonces estoy muy agradecida que haya personas que recen conmigo por este niño.

Rezar en común

...es sencillamente maravilloso. Frecuentemente me alegro por la oración comunitaria. El Rosario iluminado es para mí simplemente una experiencia clave. Es una vivencia muy profunda de la realidad de nuestra fe (y de la realidad de lo sobrenatural) cuando puedo vivenciar que un par de personas rezan, pero también cuando algunas veces son cientos de personas las que rezan por una sola. Y es tan enriquecedor cuando se medita la gran variedad de peticiones y se puede comprender y sentir la corriente de gracias divinas.

Me pasa algo parecido cuando rezo en comunidad (en la Sta. Misa o en un encuentro) las oraciones de la Iglesia. Justamente durante las oraciones y cantos antiguos pienso con frecuencia en cuántas personas ya han rezado esta oración. ¡Cuántas veces ya se habrá rezado el Padrenuestro desde que Jesús nos lo enseñó!

Quien no cree en milagros no debería rezar

Rezar es maravilloso. Pero en todo caso la oración no es algo "mágico" que simplemente hace bien, o que "armoniza y relaja". Rezar es una realidad. Rezar es atreverse a entrar en la realidad de lo sobrenatural. El que reza tiene que contar con milagros, pues suceden.

Dios no nos deja "llenarle los oídos" con oraciones para después olvidarlas. Cuando rezo, cuando le doy un lugar en mi en mi vida, entonces Dios me llena. Entonces puede haber un repentino llamado de Él, entonces mi pedido es escuchado. Y ya no puedo negar que Dios está realmente en mi vida.

Verdaderamente esta última frase ya habría sido una buena frase final. Ya que la oración se trata de esto: Dios se vuelve totalmente real en mi vida.

"Para reavivar el fuego del amor"

Todos los católicos rezamos continuamente por esa intención, y lo hacemos cada día de nuevo porque se trata de Dios, no porque sea algún ritual que nos haga bien, sino por la unión con nuestro Padre, nuestro creador. Dios es amor. Si yo me regalo a Dios, si yo le abro mi corazón para que Él pueda inscribirse con su amor en mi corazón, así como yo estoy inscrita desde la eternidad en el suyo, entonces cada oración es la petición y el anhelo de que se una mi amor con el amor de Dios. El Padre Kentenich escribe en el "Hacia el Padre": para eso estamos aquí, para eso Dios nos despierte, para eso rezamos: "para reavivar el fuego del amor" (Hacia el Padre, Nº 3)

Traducción: Gabriela Kyling, Osorno, Chile


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Last Update: 01.03.2006 Mail: Editor /Webmaster
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