INDIA, Eduardo y Rosa Aymerich. Nuestra vida aquí está marcada por lo invariable, por el no saber nunca lo que podrá ocurrir mañana o lo que nos tendrá Dios preparado a la vuelta de la esquina. Por eso ante la pregunta, ¿qué hacéis exactamente?, no siempre nos es fácil dar respuesta. Vivimos cada día con las puertas abiertas a lo que la Mater nos quiera enviar. Siempre que una familia nos invita a su casa, ahí estamos. Donde quiera que un joven o un grupo de niños se sientan interesados por el Santuario o Schoenstatt, allí estamos.

Nuestra principal tarea es la de crear vínculos, y para eso no importa si tenemos que hacer el sacrificio de exponer nuestros estómagos a cenas abundantes en picante y curry, o a viajes eternos en autobuses por las calles a medio asfaltar de Bangalore. Una vez creado un vínculo profundo con un grupo de familias o jóvenes, es más fácil proponerles formar un grupo de Schoenstatt. Parte de nuestras energías van encaminadas también a organizar algunas actividades para atraer gente al Santuario, y desde allí vincularles y transmitir la espiritualidad de Schoenstatt.

Un Santuario sin bancos, rodeado de palmeras y flores

La Misión a menudo se torna difícil. La ducha de agua fría, el tráfico caótico y descerebrado, la escasez de agua potable, la suciedad, etc. son incomodidades casi anecdóticas. Pesa más ver cómo al dar un paso firme hacia delante, parece que a continuación das tres hacia atrás. Pesan la soledad que nos acompaña con fuerza e insistencia, los "fracasos" y las muchas preguntas que nos podemos hacer sobre la continuidad de nuestra misión, sobre los frutos de ella, sobre si estaremos dando el todo o nos quedamos en una mediocre entrega.

Por supuesto que la Mater no se aparta de nuestro lado. María nos llama a diario con fuerza al santuario, un santuario sin bancos, rodeado de palmeras y flores, y desde allí da siempre respuesta a cada pregunta. Ella nos dirige la mirada a la cruz de su Hijo, y nos muestra un Jesucristo "fracasado" a los ojos humanos, sin más compañía que la suya, pero glorioso a la luz de la fe. Entonces es cuando vemos con claridad cómo la misión tiene una dimensión que va mucho más allá. Dimensión que por cierto, también incluye una misión interna.

Con los ojos y los oídos abiertos a cada oportunidad que se nos presenta

Este tiempo está siendo todo un camino de educación, no sólo personal, sino también como matrimonio. El pasar tanto tiempo juntos, es una oportunidad para conocernos más, y educarnos el uno al otro. Es un camino de espinas porque la educación duele, sobre todo cuando hay tanto que mejorar, pero maravilloso y fundamental cuando nos queda tan poco para ser padres. ¡Qué tesoro poder prepararse a la paternidad de este modo! Compartiendo cada cosa, cada patada de nuestro bebé, cada dolor de espalda, cada dificultad, cada sentimiento de impotencia, cada alegría, cada sacrificio, cada anécdota…

Nuestra misión continúa, con los ojos y los oídos abiertos a cada oportunidad que se nos presenta para llevar la espiritualidad de Schoenstatt a más y más gente, con el corazón lleno de ilusiones y retos, y repleto de amor por cada aspecto de esta Misión en India.

Seguramente al término de nuestra misión no habrá masas en torno al Santuario, ni ramas bien formadas, y quizás tampoco hayamos conseguido algo realmente palpable. De lo que sí estamos seguros es que un Capital de Gracias intenso se queda en esta tierra, y quizás un pequeño testimonio. A nosotros no nos corresponde juzgar esto: "Ella es la gran misionera, Ella obrará milagros". Nosotros damos y Ella dispone, María es la Reina, Ella todo lo puede.

"Acepta que te proclamemos Reina del Universo, enciéndenos en un ardiente amor por ti, haz que inflamemos el mundo entero en tu servicio, para que todos los pueblos encuentren el camino seguro hacia la Patria. Tu santo corazón es para el mundo refugio de paz, el signo de elección y la puerta del cielo".