Queridos fieles de la parroquia San Cuniberto,
queridos vecinos de Gymnich,
querida Familia de Schoenstatt de Colonia,
queridos hermanos en el Señor,
Es por iniciativa de ustedes que nos reunimos hoy aquí para recordar
el nacimiento y el bautismo de un hombre de esta ciudad y feligrés
de esta parroquia. Aquí, en Gymnich, se encuentran la casa natal
y la pila bautismal de un hombre que se ha hecho conocido mucho más
allá de los límites de esta comunidad: el Padre José
Kentenich, Fundador de la Obra internacional de Schoenstatt. Con nuestro
peregrinar en común desde la sencilla casa natal hasta este templo,
que es visible desde lejos, quisimos hacer el mismo recorrido que transitaron
hace 120 años su madrina, Ana María Blatzheim, y quizás
también la joven madre con su niño recién nacido.
El párroco de aquel entonces, P. Johann Josef von der Burg, bautizó
al pequeño con los nombres de Pedro José, dejando asentado
el bautismo en el registro parroquial. Este es el motivo que nos reúne:
agradecer en esta misa por las gracias que brotaron de ese bautismo.
1 En la vida de un cristiano todo comienza con el bautismo
Con el bautismo celebrado hace 120 años en esta parroquia, el
pequeño José Kentenich comenzó su vida de cristiano.
Tal como los primeros cristianos lo veían, podemos descubrir en
este acontecimiento algo así como un segundo nacimiento. El bautismo
le regala al pequeño niño – traído al templo por
su madrina – una vida eterna, un futuro más allá de la muerte.
El sacramento del bautismo le brinda la incorporación en Jesucristo,
el portador de una vida nueva y eterna. Desde el bautismo el pequeño
Pedro José le pertenece a Jesucristo y participa de la relación
de Jesús con el Padre. El bautismo es el comienzo de una relación
nueva y perenne. El bautizado es hermano de Jesucristo, hijo del Padre
eterno y templo del Espíritu Santo. En la Iglesia primitiva era
una gran alegría rezar por primera vez el Padrenuestro después
del bautismo. Se hacía en forma secreta, y se les enseñaba
a los catecúmenos recién antes de ser bautizados.
En el mundo grecorromano de aquel entonces, los cristianos entendían
el bautismo como un signo de la pertenencia definitiva a Jesús.
En sus ciudades observaban frecuentemente los sellos con los que en aquel
tiempo un esclavo era transferido a su amo. Y compararon el bautismo con
aquella costumbre: ellos eran transferidos a su Señor, Jesucristo,
y quedaban atados a Él. Era un gran orgullo pertenecer a este rey
y señor y estar a su servicio. Es el mismo y verdadero rey y señor
que celebramos hoy en la fiesta de Cristo Rey.
Con el bautismo, el cristiano es introducido en la red de vínculos
de la Iglesia. Desde el momento del bautismo pertenece a la familia de
la parroquia, es recibido en la fraternidad de la comunidad parroquial
y de toda la Iglesia. Los primeros cristianos ya desde muy temprano se
llamaban mutuamente hermanos. Así comenzó también
para el pequeño Pedro José el desarrollo en la gran red
de vínculos de la Iglesia, comenzando por su parroquia y continuando
por la Iglesia universal, en la que iba a sentirse en casa, tal como lo
podremos ver más tarde. Cada bautizado está entrelazado
en la gran red de vínculos de los ángeles y santos, que
desde ese momento son sus protectores, sus hermanos. Desde que somos bautizados
podemos estar confiados que María es la madre de aquellos que pertenecen
a Jesús y de aquellos a quienes él le confió a María
en la cruz. Todos estos vínculos los podemos descubrir en la vida
de José Kentenich. Desde el día de su bautismo le fueron
regalados para compartir con muchos . Fueron dones valiosos para él
en su vida y él los llenó de vida.
El Padre Kentenich sintió como misión llevar a muchos cristianos
a vivir una vida consecuente con la alianza bautismal
Los cimientos del bautismo determinarían toda su vida, y esas
gracias brillarían con un fuego muy especial. Ustedes conocen las
importantes etapas de su vida agitada que, partiendo de Gymnich lo llevó
a Oberhausen, Ehrenbreitstein, Limburgo y Schoenstatt, y más tarde
a Dachau y a todo el mundo. Después de su ordenación sacerdotal
en la Casa de Misión de los Palotinos en Limburgo, y luego de ejercer
como profesor, le fueron confiados jóvenes en Schoenstatt para
que fuera su asesor y director espiritual. Con ellos desarrolló
el programa: "Bajo la protección de María queremos aprender
a educarnos a nosotros mismos como personalidades firmes, libres y sacerdotales".
Quiso conquistarlos para una vida consciente y comprometida con la fe
y con los vínculos del bautismo.
Captó por un lado el deseo irresistible de los jóvenes
de autodescubrimiento y de hacer algo grande. Al mismo tiempo logró
una profunda conquista en el plano de la fe, con Cristo y con su madre.
La relación vital con María se le va haciendo cada vez más
clave para llenar con vida todas las vinculaciones que se nos dan en el
bautismo: con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, con
toda la Iglesia y con todo el cielo. Es una experiencia que se profundiza
en su trabajo pastoral y que irradia a lo largo de toda su vida como director
espiritual de almas y como fundador.
La Alianza de Amor es la gran expresión de su vida, es su experiencia
vital. En torno al Padre Kentenich surge un Movimiento religioso que vincula
profundamente, a través de una alianza de amor, a sus miembros
entre sí, y con la madre de Jesús. De aquí surge
una alianza de amor vivida con el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, y con todo el cielo. Se trata de ser cristiano con María,
siguiendo la invitación del Padre Kentenich. De esta forma recrea
la vida que brota del bautismo en los corazones de incontables mujeres
y hombres por el mundo entero.
En torno a él surgió un Movimiento internacional con muchas
vocaciones. Hay laicos, mujeres y hombres, adolescentes y jóvenes,
a quienes él estimuló a vivir la alianza bautismal y a un
compromiso apostólico en su parroquia y en su lugar de trabajo.
Son centenares los sacerdotes y miles las Hermanas que se han unido a
él, que viven de su inspiración y actúan en la Iglesia
en los cinco continentes. Es un fundador que regaló a la Iglesia
25 comunidades vivas y un Movimiento extendido universalmente al que pertenecen
actualmente más de dos millones de personas. Cuánto es un
millón de personas, pudimos verlo hace pocos meses muy cerca de
aquí, en Marienfeld.
En todo el mundo hay hombres y mujeres agradecidos por esta vida, y
por lo que Dios obsequió a través de ella.
Hace un mes visité el Movimiento de Schoenstatt en Méjico.
A lo largo de una semana festejaron – como sólo ellos pueden hacerlo
– los 25 años del Movimiento y del primer Santuario de Schoenstatt
en su país. Camino al Santuario, entre innumerables cactus, hay
una estatua de tamaño natural del Padre Kentenich. Está
hecha en bronce por un joven artista mejicano. No es la figura de un santo
sobre un pedestal, con una aureola. Es la figura de un hombre a quien
se le quiere agradecer, a quien se quiere recordar. Es un sacerdote, un
Padre, cuya figura se encuentra en el camino al Santuario. Ellos acuden
naturalmente a él y los niños le dan la mano. Una mujer
le deja una rosa en la mano. Un sacerdote que ha perdido a su padre hace
tres meses lo abraza. "Lo llamaban Padre", se titula la biografía
del Padre Kentenich escrita por un brasileño. El que antaño
no fue aceptado por su padre, es ahora Padre para cientos y miles de personas
en todo el mundo.
En muchos países de Latinoamérica y de África, en
todos los continentes, se conoce a este hombre de Gymnich, a este cristiano
y sacerdote que fue bautizado aquí, en esta parroquia. Esta pila
bautismal marca el comienzo de su camino, de una vida plena de bendiciones
para la Iglesia. Nos recuerda la inmerecida gracia que Dios regala al
comienzo de una vida, y los milagros que Dios puede obrar a través
de ella. Son muchos los que en todo el mundo están convencidos
que desde esta pila bautismal de Gymnich ha surgido un gran hombre, un
cristiano comprometido; sí, incluso un santo. Cuando la Iglesia
haga propia esta experiencia, cuando asuma esta realidad, serán
incontables los que alabarán a Dios en esta pila por el bautismo
del Padre Kentenich. Muchos llegarán aquí y renovarán
su bautismo en este lugar. Durante la Jornada Mundial de la Juventud realizada
hace pocas semanas, muchos jóvenes buscaron y aprovecharon esta
posibilidad. La Iglesia necesita de muchas personas que vivan su bautismo
en forma plena. La Iglesia necesita de muchos que permanezcan fieles a
Jesús, los domingos y los días de semana, en los templos
y en medio del mundo.
Traducción: Enrique Soros, Washington, Estados Unidos
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