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Fotos: © 2005 |
PARAGUAY, Gloria Ruiz."Creo que la última vez que estuve tan ansiosa y emocionada fue el día de mi casamiento, ¿no te pasó lo mismo?", comentaba una de las madres mientras aguardaba el inicio de la ceremonia litúrgica en la que se bendecirían los "Santuarios del Hogar" de un grupo de peregrinos y de un grupo de la rama de madres. Es que la emoción de todos era indudablemente muy grande, ya que se habían estado preparando para recibir a una nueva habitante en la casa, la querida Madre Celestial. Una vez más Ella daría su sí a sus hijos que abrieron las puertas de sus casas y de sus corazones para recibirla.
La espera también estaba cargada de mucha emoción; algunas madres, (que generalmente transitan el camino de la espiritualidad sin el acompañamiento de sus esposos) habían llegado solas. La sorpresa fue enorme cuando vieron llegar a sus cónyuges, que silenciosamente se acomodaron en los asientos destinados a los miembros de cada familia. El sentimiento que con seguridad rebosaba de sus corazones era el de ratificar que "Ella es la gran Misionera, Ella obrará milagros", y para aquellas que valientemente vivieron ese momento sin el acompañamiento de sus seres queridos, habrán visto cómo la Mater con un dulce guiño de ojos les decía "No se preocupen por la realización de sus deseos. Amo a los que me aman".
En ese lugar voy a descender
La ceremonia estuvo presidida por el Padre Antonio Cosp, quien en un lenguaje muy sencillo rememoró la primera Alianza de Amor con María: "Nos imaginamos que María se encontraba en el cielo dirigiendo permanentemente sus ojos al mundo, y un 18 de octubre del año 1914, enfocó su mirada sobre una capillita medio perdida en un lugar llamado Schoenstatt y dijo: A ese lugar voy a descender, y desde ese entonces se encuentra instalada en el Sanitario original. Pero como es tan inquieta, y así como ha visitado a su prima Isabel, recorriendo un largo trecho, distribuyó su presencia en todos los Santuarios del mundo. Y no le bastó: queriendo cobijar aún más a sus hijos se instala en aquellos hogares cuyos habitantes desean recibirla, en donde se practiquen las buenas costumbres, y se reivindiquen los valores". "María nos regala ese espacio para el reencuentro familiar", continuó diciendo el Padre Antonio, quien recordando la fiesta de la Natividad de la Virgen María que se celebró el día anterior, manifestó que Ella ha sido el ser humano más perfecto que Dios ha creado, ha sido engendrada ya inmaculada, para constituirla en recinto sagrado de Dios Hijo, y para dejarla como modelo de santidad en este mundo.
Luego de la bendición de los símbolos de los Santuarios de cada hogar, se escuchó el hermoso testimonio de una peregrina cuyo Santuario había sido bendecido el año anterior: en su familia ha sido patente la gracia de la transformación interior, sobre todo en los jóvenes. El peregrinar hacia el Santuario, acompañados por el "Vals del Santuario", sosteniendo cada mamá y cada peregrino fuertemente contra el pecho el cuadro con la imagen de la Mater, hacía sentir a los presentes que una luz se encendía en cada vida, por tener a la Mater aquí, en el Santuario del corazón.
La imposición de manos a los padres de cada familia, y la posterior bendición de los hijos por parte de ellos, fue el momento culminante, para luego partir a cada hogar y realizar en familia la entronización de los símbolos en el lugar que cada familia había escogido, y que con seguridad se convertirá en un oasis, en un refugio familiar, a suponer por los nombres que habían elegido para sus Santuarios: "Alegría, paz y amor", "Madre de los afligidos", "Nazaret".
La Mater, fiel a su misión, sigue atrayendo los corazones jóvenes y no se cansa de distribuir las gracias en abundancia, de regalar a sus hijos momentos tan hermosos como estos, en los que se experimenta de nuevo que el Cielo desciende a la tierra.