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Rafael Cuevas, Chile (izq.) Rafael Cuevas, Chile (l.) Rafael Cuevas, Chile (l.) Foto: Tomalá © 2005 |
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Festival de la Juventud Youth Festival Jugendfestival |
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Tu y yo por ellos You and me for them Du und ich für sie |
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Hogar de las naciones Home of the nations Heimat der Völker |
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La alianza: regalo... The Covenant: gift... Das Bündnis: Geschenk... |
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...y misión ... and mission ...und Sendung Fotos: POS Fischer © 2005 |
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Fotos: © 2005 |
JMJ-MOMENTOS. ¿Recuerdas ese sentimiento que te invade cuando vuelves a tu hogar después de mucho tiempo?, ¿ese escalofrío que te recorre cuando sabes que estás a punto de llegar después de una larga ausencia?, ¿ese orgullo que te da cuando pisas tu tierra y te sientes en casa? Esa fue mi primera impresión de Schoenstatt, específicamente cuando entré por primera vez al Santuario original. Sí, por primera vez. Pero no importa que sea la primera o la milésima vez que lo hagas ya que siempre sientes lo mismo: ese lugar es tu lugar ¿por qué? porque está dentro de ti, lo vives, lo sueñas, lo único que cambia es que ahora lo puedes experimentar físicamente.
Es difícil para mí expresar todo lo que fue el festival de Schoenstatt, primero porque era la primera vez que participaba en un evento mundial y segundo porque fueron muchas las cosas que pasaron (por lo menos a mí), creo que lo mejor seria contar como se fue dando mi evolución por Schoenstatt, y esa sensación en el Santuario Original fue algo central. Pues bien: continúo con mi relato... Después de esta experiencia inicial me di cuenta de que estaba ahí, de que era una realidad, no un anhelo, como lo era meses atrás.
Confía en mí, yo nunca te dejaré
Sin embargo, faltaba algo en este mi hogar de Schoenstatt. No me refiero específicamente a cosas prácticas (ya que el equipo organizador se preocupó increíblemente de eso) sino a algo mío... necesitaba descubrir mi respuesta en Schoenstatt, donde estaba mi lugar, mi hogar, en fin, lo que la Mater y el Padre querían de mí. No miento cuando digo que me costó encontrarlo entre todo el ajetreo del lugar, pero un día decidí salir a buscar qué era. Me alejé de mi grupo, del ruido, de todo y salí a reconocer Schoenstatt... fue increíble, sentí como María me llevó a través del bosque de Schoenstatt (descrito perfectamente en el "Cántico al terruño" del libro Hacia el Padre). Encontré señales que me dijeron que mi viaje iba por buen rumbo (entre esas señales, una serie de ermitas "escondidas" en el camino) hasta que llegó el momento culminante de mi recorrido, María quiso llevarme a la tumba del Padre José para poder decirme algo muy simple: "Confía en mí, yo nunca te dejaré". Sólo eso, una breve frase para una gran misión.
Una misión
Esa frase también resume mi estadía en Schoenstatt. Obviamente hay muchas cosas más, como los grandes amigos que hice en ese lugar (que a todo esto me doy el gusto de saludar desde Chile: Julio, Andrea, María, Fabiola, João, Duca, Nuno, Marian, Filipa, Michael; ¡los echo de menos!) y las buenas experiencias que pude tener (haber tocado en un festival mundial, ver a uno de mis grandes amigos como un rey mago, compartir y conocer el Movimiento en un ámbito internacional). Creo que el festival fue una gran experiencia por eso: porque pudimos compartir y vivir una hermandad schoenstattiana, pudimos recibir una gran misión como juventud mundial (una Alianza para llevar nuestro Schoenstatt al mundo y el mundo a la Iglesia... ¡VAMOS, QUE PODEMOS CAMBIAR AL MUNDO!) y estuvimos con nuestro Padre, nuestra Madre y nuestros hermanos mayores, unos verdaderos mártires de Cristo.
¡No dejemos de lado nuestra herencia! ¡Podemos mucho más!